La audaz gaviota dominicana: cómo la oportunista ave marina refleja el lado menos amable del ser humano
Es tan común que muchos no le prestan mayor atención, lo que sería un craso error. Se trata de la gaviota dominicana, habitante insigne del sur del mundo que se ha adaptado con envidiable versatilidad a los entornos dominados por el humano. Esta especie social, generalista y oportunista vive en varios hábitats y su dieta es tan variada que incluye peces, basura e incluso la piel y grasa de ballenas, como ocurre en una localidad de Argentina. Sin embargo, su “éxito” tiene de dulce y agraz, porque esta ave marina es un bioindicador de nuestros impactos, convirtiéndose – por ejemplo – en un vector de la contaminación por plásticos, como se ha observado en lugares de Chile. Por ello, su caso constituye un llamado de atención sobre lo que debemos mejorar como sociedad.
Bulliciosa, oportunista y audaz. No será un ave de plumaje vistoso y opulento, pero es muy probable que la mayoría de las personas tenga una historia con la gaviota dominicana o cocinera (Larus dominicanus), ya sea por su vasta presencia en las zonas costeras, ocasionales ataques a bañistas insolentes, o por sus estridentes e inconfundibles vocalizaciones. Con sus 60 cm de altura, este animal – denominado caucau por el pueblo mapuche – ha logrado prosperar en un mundo dominado por el humano, aunque es tan común que suele ser ignorado olímpicamente.
“La gaviota dominicana es una de las aves marinas más exitosas, porque se distribuye en parte importante del mundo, y muy hábil para colonizar ambientes muy diversos, ya sean desérticos, boscosos o pantanales. Además, es la única especie de ave marina que realmente nidifica y puede desarrollar toda su vida en contacto con los humanos en las ciudades, formando colonias urbanas. Tú las puedes encontrar nidificando en techos de edificios, cerca de un basural que sea ilegal. Es un animal muy plástico desde el punto de vista del tipo de hábitat que necesita para vivir, para reproducirse y para alimentarse. El problema es que, como es una especie muy común, nadie le presta mucha atención, lo cual es un error”, asegura Guillermo Luna, académico del Departamento de Biología Marina de la Universidad Católica del Norte (UCN) e investigador del Núcleo Milenio ESMOI.
En efecto, esta ave se encuentra en las costas de Sudamérica, Sudáfrica, Nueva Zelanda y Australia, registrándose también en islas del Indico, Atlántico, Pacífico Sur e incluso en una porción de la Península Antártica. En el caso de Chile, se distribuye entre los extremos norte y sur, desde Arica hasta el Cabo de Hornos, mientras que las poblaciones más grandes de Sudamérica se encontrarían en Argentina, donde se le conoce como gaviota cocinera.
“La gaviota cocinera es una especie de lárido oportunista y altamente generalista, que tiene la capacidad de alimentarse de productos derivados de actividades antrópicas”, detalla Germán García, investigador del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras, de la Universidad Nacional de Mar del Plata y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET) de Argentina.
“Además, esta especie puede desarrollar agrupaciones tróficas extremadamente numerosas, lo que lleva probablemente a que un nuevo comportamiento, o el hallazgo de un nuevo sitio de alimentación se difunda rápidamente en una población, convirtiéndose en un problema, no solo desde el punto de vista ecológico sino también desde el punto de vista sanitario, muy difícil de manejar. Lo que pasa con la población de gaviota cocinera refleja la mala disposición y/o tratamiento de residuos que hacemos los humanos”, agrega.
Pero para entender a esta bulliciosa ave y cómo refleja el lado menos amable del ser humano, es necesario entender primero su conspicua forma de vida.
En la variedad está el gusto
Aunque es usual asociarla con la zona costera, la gaviota dominicana no se limita a ella, ya que su gran adaptabilidad le permite habitar humedales, ríos al interior e incluso en ciudades. Respecto a los ecosistemas naturales, anida en colonias ubicadas en los suelos, acantilados, islotes y rocas. En el caso de construcciones humanas, algunas estimaciones indican que puede llegar a existir cerca de 1 nido cada 2 metros cuadrados en algunos edificios.
Además, si hay algo que caracteriza a esta gaviota es que no le hace asco a nada. De hecho, este depredador tope con hábitos carroñeros se alimenta no solo de peces, crustáceos, equinodermos (como estrellas de mar) y moluscos (a los cuales arroja desde las alturas para romper sus conchas), sino también de desechos urbanos en basurales, y de descartes pesqueros en las caletas. Incluso, roba alimento, huevos y polluelos de otras especies.
Así lo constatan las observaciones en terreno y el análisis de las egagrópilas, que son bolas formadas por restos de alimentos no digeridos que regurgitan algunas aves.
“Nosotros hemos estudiado la dieta en las egagrópilas de la gaviota y hemos encontrado que consumen aceitunas en gran cantidad en Chañaral de Aceituno y Punta de Choros. Comen desde aceitunas hasta restos de basura, restos de pescado en las caletas, y atacan a los pollitos de otras especies que nidifican en las islas, por ejemplo, de piquero y hasta de yunco. Cuando los pollos de yunco están más grandes se empiezan a asomar en la boca del nido, entonces las gaviotas esperan y ¡paf!, se los roban y se los comen”.
Dada su amplia distribución y abundancia, la gaviota dominicana no presenta problemas de conservación, por lo que está clasificada como “preocupación menor” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). No obstante, esta especie puede verse afectada por interacciones con la pesca (por ejemplo, con redes o cables de arrastre), así como por brotes de enfermedades y derrames de petróleo.
Como sea, lo que más destaca de este plumífero es su versatilidad, lo que ha llamado la atención de algunos investigadores al otro lado de la cordillera, que buscan explorar y contrastar sus atributos.
De hecho, llevaba varios años estudiando la cognición y personalidad de rapaces como el tiuque (chimango), cuando el camino de la científica Laura Biondi se cruzó con el de García, quien se dedica a la ecología del comportamiento y conservación de aves marinas. Así, fue inevitable poner el ojo en dos especies que moran en las costas argentinas: la gaviota dominicana y la gaviota cangrejera (Larus atlanticus). De esa forma nació un proyecto para investigar la flexibilidad en la conducta de estos dos animales que, pese a estar emparentados y ser muy parecidos a simple vista, presentan diferentes estrategias de alimentación, tamaño poblacional y estado de conservación.
La investigadora adjunta de CONICET y del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras, Laura Biondi, explica que “lo interesante es que las dos especies estaban necesitando atención en la región. Una (la gaviota cocinera) por estar creciendo poblacionalmente de manera muy rápida, y estar involucrada en algunas problemáticas ambientales muy interesantes y otra (la gaviota cangrejera) por tener un tamaño poblacional muy reducido y estar necesitando una mano para mejorar su estado de conservación”.
A diferencia de la protagonista de esta nota, la gaviota cangrejera suele tener un tipo de dieta especializada en cangrejos – de ahí su nombre -, lo que en parte la hace vulnerable, ya que requiere de cangrejales en buen estado y no urbanizados para alimentarse. Por decirlo de alguna forma, no sería tan versátil como la dominicana.
Aun así, los investigadores partieron el proyecto con la gaviota cangrejera, indagando en su capacidad de aprendizaje, resolución de problemas, exploración y su respuesta ante situaciones novedosas (neofobia). Toda esto puede servir para futuros planes de manejo y la toma de decisiones que involucre a estas aves. “Para nuestra sorpresa, la gaviota cangrejera respondió muy bien a los experimentos realizados. Primero comenzamos a campo, realizando experimentos para determinar el grado de neofobia de los individuos, y luego sobre su capacidad de resolver problemas en forma innovadora. Finalmente pudimos hacer algo más exhaustivo y controlado, mediante la realización de experimentos en cautiverio, donde se ha conseguido muchísima información valiosa”, detalla Biondi.
Sin embargo, algo podría estar cambiando con la gaviota cangrejera, pues García cuenta que “en los últimos años empezamos a encontrar individuos que estarían también alimentándose de productos generados por los humanos. Esto se empezó a ver en las costas de la ciudad de Mar del Plata (Buenos Aires) Individuos que llegan en mayo y se quedan hasta agosto sin moverse de las playas céntricas y escolleras de la ciudad, alimentándose de restos de alimentos generados por actividades recreativas como el turismo de sol y playa, y las pesquerías recreacionales”.
Luego de haber concluido con la cangrejera, los científicos argentinos comenzaron la investigación de la gaviota dominicana hace unos meses. De ese modo buscan contrastar las características de ambas, ya que – de una u otra manera – reflejan la adaptación de distintos seres ante los cambios que hemos desencadenado en el medioambiente.
“En el ecosistema hay un desequilibrio y estas aves, consideradas centinelas del ambiente marino-costero, son muy buenas indicadoras. El estudio a largo plazo de sus poblaciones, y el monitoreo constante nos brinda información muy útil a la hora de proponer planes de manejos para las especies y para el ambiente que ellas ocupan”, afirma García.
Un reflejo de las problemáticas ambientales
La gaviota dominicana es considerada, precisamente, un centinela y bioindicador de la contaminación producida por el ser humano. La mala gestión de los residuos ha contribuido al crecimiento de varias poblaciones, tal como menciona Biondi, lo que podría acarrear distintas consecuencias.
Al frecuentar basurales, esta ave podría convertirse en portadora de patógenos como bacterias, lo que tiene relevancia no solo para el animal, sino también para la salud pública.
De regreso a Chile, Luna cuenta también que “las gaviotas son vectores de macro y microplásticos a ambientes naturales. Esta es una tesis de una de mis estudiantes. Como se alimentan en los basurales, después regurgitan en las islas el plástico que comieron. En la isla Pájaros [Región de Coquimbo], donde está la colonia más grande de la zona, hemos encontrado mucho plástico. Empezamos a ver envoltorios de paté. Al principio pensamos que se los robaban a los pescadores, pero después hicimos un mini-estudio, donde marcamos con tinta a gaviotas que estaban en un basural, y después fuimos a la isla Pájaros y ahí estaban. Comen allá y después van a las islas, dejando el plástico ahí”.
Otro estudio publicado en 2011 analizó la concentración de cadmio y cobre en el hígado de gaviotas dominicanas, tanto adultas como pollos. “Analizamos gaviotas de una zona urbana de Coquimbo y un área silvestre, lo que encontramos es que en las ‘urbanas’ la concentración de cadmio estuvo por debajo de los niveles, no tienen o tienen muy poquito, pero las silvestres tenían concentraciones que son más altas y que probablemente reflejan proceso de magnificación”, dice el académico de la UCN, en alusión al consumo de peces y otras presas que pueden contener esos elementos, los cuales serían ingeridos, acumulados y biomagnificados en el organismo de esta ave marina.
Pese a ello, Luna precisa que lo anterior es más especulativo, considerando que Chile no solo es un país minero, sino que además posee una disponibilidad natural de minerales, por lo que se requieren más investigaciones en esta materia.
Otro tema de relevancia es que el crecimiento poblacional de esta gaviota aumentaría sus rangos de distribución y la demanda de comida, refugio, entre otros, pudiendo derivar en interacciones con otras especies que podría tornarse problemáticas en contexto de desequilibrio. Un caso de interés es el yunco, pequeña ave marina clasificada en Chile como “en peligro”, que sería atacada por las gaviotas, tal como lo mencionamos anteriormente.
Esto también ha acarreado problemas en Argentina, específicamente en la Península de Valdés, donde los basurales urbanos y pesqueros provocaron un crecimiento significativo en la población de gaviotas, las cuales aprendieron después a alimentarse de la piel y la grasa de las ballenas francas. Aunque los primeros ataques de estas aves fueron observados de forma aislada en los años 70, con el paso del tiempo se intensificaron, derivando en el acoso y hostigamiento a estos cetáceos.
Esto desencadenó no solo cambios conductuales en las ballenas para evitar los ataques, sino también conflictos con el turismo local que se beneficia de la presencia de estos mamíferos marinos.
Al respecto, García sostiene que “la gaviota cocinera está involucrada en problemáticas ambientales. Esta es una”, y agrega que “en Península Valdés, posiblemente algunos individuos empezaron a explorar ese recurso trófico, la ecuación costo-beneficio les cerró y siguieron haciendo uso del mismo. Este comportamiento puede haber sido transmitido, considerando que son animales sociales, que se reproducen de manera colonial y muchas veces se alimentan de manera agregada. En este sentido, es que se genera algo dificultoso de manejar, y surgen muchas cuestiones interesantes como si son solo algunos individuos los que se alimentan de esta manera o todos alguna vez exploran este recurso”.
El “éxito” poblacional de esta especie incluso “ha llegado a extremos en otros lugares. En Sudáfrica comenzaron a intervenir las colonias hace como 10 años, tratando de controlar la población de gaviotas. Entraban a las colonias, tomaban los huevos y les inyectaban un veneno para que el embrión se muriera. Las gaviotas pasaban echadas un montón de rato, hasta que se daban cuenta de que algo ocurría con esos huevos, los sacaban y volvían a poner. Y volvían a poner. Son muy inteligentes”, relata Luna.
Con todos estos antecedentes, sería fácil depositar la culpa en esta ave marina de estridente vocalización.
Sin embargo, en palabras de Luna, “la gaviota no tiene la culpa, quien la tiene somos nosotros que no estamos haciendo bien la pega con la disposición de basura”.
Más bien, la gaviota dominicana nos muestra lo que debemos mejorar. Para ese fin, más vale prestarle atención y recordar la importancia que tienen las criaturas comunes.
“Cuando poblaciones de animales silvestres comienzan a crecer y aumentar en números y cantidad de colonias, es reflejo de que algo estamos haciendo mal con el manejo del entorno. Yo creo que esa es una de las principales lecciones que nos deja la gaviota”, sentencia Luna.