Jon Paul Rodríguez, presidente de Provita y de la Comisión para la Supervivencia de Especies de la IUCN, recibiendo el Whitley Award —conocido como Oscar Verde— de manos de la Princesa Anne de Inglaterra. Crédito: Whitley Awards.
Jon Paul Rodríguez, presidente de Provita y de la Comisión para la Supervivencia de Especies de la IUCN, recibiendo el Whitley Award —conocido como Oscar Verde— de manos de la Princesa Anne de Inglaterra. Crédito: Whitley Awards.

Jon Paul Rodríguez es un hombre muy ocupado. Tiene sobre sus hombros la inmensa responsabilidad de dirigir el trabajo de una de las comisiones más importantes de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), pues preside desde 2016 la Comisión para la Supervivencia de las Especies (CSE), que a su vez es la encargada de velar por el correcto funcionamiento y el diseño de estrategias de una red de miles de expertos —la mayoría voluntarios— regados por todo el mundo, que trabaja con ahínco y sin descanso para lograr implementar acciones positivas que permitan frenar la pérdida de diversidad de vida en la Tierra. En palabras sencillas, la comisión y sus miembros han hecho verdaderos votos para evitar la extinción de especies en todo el globo.

Pero este es un trabajo que ya es familiar para Rodríguez, biólogo egresado de la Universidad Central de Venezuela, con un doctorado en la Universidad de Princeton que cursó tras haber sido adjudicado una beca Fullbright. Pero además, Jon Paul Rodríguez es fundador de la organización no gubernamental Provita, asentada en Caracas y que funciona como un hub en el que se mezcla su trabajo como académico, asesor y formador de nuevas generaciones, pero en el que también están siempre presente los temas globales, la marca de la UICN y su trabajo en la CSE. Rodríguez ha hecho méritos que no le gusta reconocer, quizá por modestia: ha sido dos veces galardonado con el Premio Whitley, otorgados por la Fundación Whitley, que tiene entre sus  fideicomisarios a Sir David Attenborough y entre sus patrones principales a la princesa Anne de Inglaterra.

Pero al consultársele sobre estos premios, no tarda en responder: «La verdad es que a veces me siento como un fraude, porque estos premios los he recibido por el trabajo que ha hecho un grupo enorme de personas». Rodríguez es coautor del Libro Rojo de la Fauna Venezolana, publicado por primera vez en 1995 y que hacía un diagnóstico del estado de las especies en el país y sentaba las bases para los esfuerzos de conservación que podrían evitar que estas desaparecieran. Su trabajo más ampliamente premiado está relacionado con las intervenciones para rescatar del abismo a la cotorra margariteña o cotorra de lomo amarillo (Amazona barbadensis), un ave venezolana amenazada de extinción, en la Península de Macanao, en la Isla de Margarita. Para cuando Rodríguez comenzó a trabajar con colegas en la isla para detener la caza furtiva y el comercio ilegal, además de la destrucción de nidos de esta ave, se estimaba la población en cerca de 700 ejemplares, hoy en día, tras más de 30 años de esfuerzos, la población se ha triplicado, los voluntarios han protegido extensas áreas y contribuido a cuidar los nidos durante la época de reproducción y —sorpresivamente— los mismos cazadores que vendían las aves se han convertido ahora en protectores de la misma.

El trabajo de Rodríguez y Provita en isla de Margarita contribuyó a triplicar la población de cotorras hombro amarillo (Amazona barbadensis). Crédito: Provita.
El trabajo de Rodríguez y Provita en isla de Margarita contribuyó a triplicar la población de cotorras hombro amarillo (Amazona barbadensis). Crédito: Provita.

La llegada de Rodríguez a la IUCN se dio tras todo este trabajo. Comenzó a trabajar en red con cientos de científicos, activistas y organizaciones para contabilizar, inventariar y construir data con que se alimentaría luego la Lista Roja de Especies en Peligro —establecida en 1964— y que permitiría también hacer un diagnóstico sobre las poblaciones, los hábitats, los riesgos, para determinar un estatus empleando nomenclatura sencilla, comprensible. La Lista Roja de la IUCN es un indicador crítico de la salud de la biodiversidad del mundo. Más que una lista de especies y su estado, es una herramienta poderosa para informar y catalizar acciones para la conservación de la biodiversidad y el cambio de políticas, fundamental para proteger los recursos naturales que necesitamos para sobrevivir.

—Cuéntame un poco de tus inicios, ¿Cómo llegas a involucrarte con estas causas? ¿Qué crees que fue lo que más te atrapó de trabajar con especies y velar por su protección?

Todo comenzó hace mucho tiempo, yo tenía 19 años, era estudiante de biología de la UCV [Universidad Central de Venezuela], hace 34 que fundamos Provita. Habíamos estado trabajando con un grupo de amigos de la Facultad de Ciencias y comenzamos con Provita. Eso dominó mi vida. Muy temprano comenzamos a ver cómo desde la ciencia podíamos contribuir a la conservación. Hicimos el Libro Rojo de la Fauna Venezolana en el año 1995 y en el 1996 asistí al Primer Congreso Mundial de la IUCN, que antes se llamaban Asambleas Generales. Allí presentamos una moción en nombre de Provita, que ya era miembro de IUCN en la que planteábamos, reclamábamos, que las listas rojas nacionales no eran tomadas en cuenta por IUCN. La respuesta fue que me dijeron que si no me gustaba mucho lo que hacían, que podía entonces sumarme a trabajar con ellos. Y ahí fue donde me engancharon. De ahí en adelante comencé a trabajar en Listas Rojas Nacionales. Luego fui vicepresidente de la Comisión, donde estuve ocho años hasta que me eligieron presidente en 2016. Era la primera vez que alguien que no era gringo o europeo era electo presidente de esta comisión. Nos ha ido muy bien. Para nosotros ha funcionado bien, porque además soy investigador en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), tenemos un equipo grande, hemos formado unas alianzas con organizaciones como acuarios, zoológicos, jardines botánicos.

Crédito: IUCN
Crédito: IUCN

—¿Cómo ha sido toda esta experiencia de ganar dos veces el Oscar Verde, con todo lo que acarrea, que imagino está vinculado no solo a la visibilidad de las causas, el trabajo, pero también al financiamiento para proyectos y la canalización de ingentes recursos para extender acciones en pro de la conservación y protección de especies?

Es cierto. Los premios han ayudado a visibilizar y además han dado acceso a fuentes de financiamiento para proyectos. Lo único es que a veces me siento un poco como un fraude, porque todos los premios que recibo son por el trabajo que hacen otros, porque si bien soy el presidente de Provita, el premio lo otorgan por el proyecto de rescate de la cotorra margariteña. Es una ventaja que nos otorga estar visibles internacionalmente, sentir que el trabajo que hacemos es comparable al que se hace en otros países. En isla de Margarita tenemos una estación biológica y recientemente uno de los jóvenes que trabaja allí me decía: ‘Me siento que soy parte del mundo’ y efectivamente es lo que ocurre con nosotros. Para mí no es suficiente decir que esto nunca se había hecho en Venezuela, lo importante realmente es decir que este es un modelo que puede aplicarse en cualquier parte del mundo. 

—¿Cómo es el trabajo en Comisión para la Supervivencia de las Especies (CSE) y especialmente en la IUCN? Quizá muchos puedan imaginárselo como un gran organismo que está en algún país desarrollado, distante, pero esto como tú lo planteas es un trabajo pequeño, que hay mucho voluntariado, requiere mucha sensibilidad, que además balancea el área científica, académica con personas que se involucra porque le apasiona o está entregada a la causa de la conservación.

La IUCN tiene verdaderamente tres grandes componentes. Los miembros de IUCN son principalmente organizaciones. Lo que es realmente único es que puedes afiliarte como Estado, agencia, ONG nacional, ONG internacional, como grupo indígena, estos son los accionistas. Aparte tiene un secretariado internacional. El tercer pilar o hebra son las comisiones. Las comisiones están conformadas todas por voluntarios. Hay en total seis comisiones. Tenemos cerca de 17.000 miembros en 174 países. Las comisiones están constituidas por redes de expertos voluntarios. Mi trabajo consiste en movilizar estas redes para diseñar e implementar acciones en pro de las conservación de especies, intervenciones, restauraciones biológicas, que contribuyan a mejorar el estado de las condiciones y atenuar o mitigar las amenazas sobre las especies. Es un trabajo muy interesante. La Lista Roja de Especies Amenazadas es nuestro trabajo quizá más visible, que consiste en un catálogo, con datos científicos, detallados, que se actualizan cada año, sobre poblaciones, riesgos, amenazas y una valoración del estatus de la especie. Hay 130.000 especies en esta lista. Una de las partes más importantes o gratificantes —si se quiere— ocurre cuando te preguntan o cuando uno mismo se pregunta ‘¿Por qué estás en esto?’. Algunos voluntarios, principalmente los más jóvenes, me dicen: ‘Yo sé cómo hacer la lista roja, sé como documentarlo, cómo hacer la ficha, pero yo no quiero hacer solo esto, quiero salvarla, quiero protegerla. No quiero solo documentar el riesgo, quiero ser recordado por salvar esta especie’. Y eso ya te dice mucho de la calidad de la gente que trabaja con nosotros.

Iberian lynx o lince ibérico, especie amenazada. Crédito: IUCN
Iberian lynx o lince ibérico, especie amenazada. Crédito: IUCN

—¿Cuáles son los desafíos de un trabajo tan importante, pero a la vez tan complejo, en términos de trabajar en múltiples contextos, con diferentes gobiernos alrededor del mundo, con áreas legales, intereses económicos, empresariales, todo por el bienestar de las especies?

Las acciones en conservación no son globales, son locales. Se implementan adaptadas a la localidad. Hay todo un proceso a través del cual se preparan ideas, se estudian casos y se diseñan mecanismos para tomar toda esta energía y canalizarla a nivel local. En IUCN tenemos un movimiento que se llama ‘Revertir el rojo’ (Reverse the red) que básicamente lo que busca es alianzas y pensar en acciones e intervenciones para revertir el estatus de algunas especies, hacer retroceder las amenazas para que estas puedan incrementar sus poblaciones y así procurar que se alejen de los estados de vulnerabilidad que les permitan tener más posibilidades de supervivencia. Para esto empleamos ámbitos mucho más amplios, movilizamos no solo nuestras redes, sino que establecemos alianzas con acuarios, zoológicos, gobiernos, otras organizaciones a nivel global y —por supuesto— organizaciones no gubernamentales. Tenemos un sitio web [reversethered.org] por el que hemos sido nominados a unos Webby Awards. Las votaciones cerraron apenas el pasado 6 de mayo y los resultados serán anunciados muy pronto, por lo que estamos muy optimistas por esto.

Rinoceronte gris, especie amenazada y en riesgo de extinción. Crédito: IUCN
Rinoceronte gris, especie amenazada y en riesgo de extinción. Crédito: IUCN

—¿Qué tan importante es la participación, el involucramiento o engagement de gobiernos en todo el mundo, aún con distintas posiciones e ideologías políticas, así como de las ONG en el ámbito local en el éxito de todas las acciones que emprenden desde la Comisión y de la IUCN?

Unos de los eslóganes de Provita y de la Comisión es que trabajamos con todo el mundo, todo el tiempo. Todos los actores son importantes, los gobiernos son importantes, porque la toma de decisiones es de ellos. En la medida en que nos reciban, podremos hacer una contribución. En nuestro proyecto en isla de Margarita, hemos trabajado con las alcaldías y entes gubernamentales, que a través de los años han pasado por manos de todos (oposición y gobierno) y siempre hemos trabajado con todos. No creo que haya nadie en el mundo que te vaya a decir ‘yo quiero deforestar el bosque Amazonas’. Todos simpatizan con la idea de conservación hasta cierto punto. En algunos casos, obviamente, nos consideran un obstáculo para el desarrollo, pero las políticas cambian todo el tiempo. Un ejemplo de esto lo tenemos en EE.UU., donde una administración como la de Trump dejó de prestar mucho respaldo a los temas ambientales, pero ahora, con el cambio de gobierno, puedes ver como eso ha quedado atrás. Nuestra postura siempre ha sido proveer, suministrar, evidencia científica o de conocimiento tradicional. Suministramos la evidencia y los gobiernos deciden. Orientamos, asesoramos, presentamos data para ayudar a la toma de decisiones. En todas partes hay gente difícil y gente fácil, pero también es cierto que en todas partes es posible negociar y lograr cosas, y ese es nuestro objetivo. En nuestro trabajo desde la comisión hay una cosa que llamamos intervenciones. Son cartas, cartas de intervención, que escribimos a gobiernos o empresas que están haciendo alguna cosa que afecta alguna especie y en la que presentamos una sugerencia como un grupo de especialistas. Podemos hacerlo en África o en Indonesia, con solicitudes para ofrecernos a colaborar con información científica. A veces las firmamos desde Ginebra, otras veces lo hago yo. Hay distintas respuestas. En el 50% de los casos recibimos respuestas, que pueden variar desde el ‘vamos a hacer algo’ hasta el ‘hemos escuchado su preocupación’. Pero esto nunca nos desalienta. Es lo que hacemos desde UICN para apoyar la solicitud a que intervengan en beneficio de los ecosistemas y las especies. Cada vez nos va mejor. La gente responde bien. Hacemos un esfuerzo muy grande. Tomamos en cuenta iniciativas nacionales, evaluamos biodiversidad biológica, nos entrevistamos con diferentes gobiernos. Es mucho más fácil tener influencia cuando te conocen. Y nosotros trabajamos estas relaciones con mucho cuidado. Nunca hacemos una crítica, sino que ofrecemos alternativas. Es muy sencillo condenar o criticar sin plantear cuál sería el escenario más favorable, y precisamente en esto es en lo que nos enfocamos.

Armadillo, especie actualmente amenazada por la fragmentación de hábitat, caza furtiva, tráfico y comercio ilegal. Crédito: IUCN
Armadillo, especie actualmente amenazada por la fragmentación de hábitat, caza furtiva, tráfico y comercio ilegal. Crédito: IUCN

—Coméntanos un poco sobre la métrica STAR, que permite guiar las acciones para lograr reducción de riesgo de extinción de especies. ¿Qué es? ¿Cómo funciona?

La métrica STAR (por sus siglas en inglés, de Reducción de Amenazas y Restauración a Favor de las Especies) lo que hace es que mide el número de especies por cada pixel —si se puede explicar así— y luego puedes incluir las amenazas a estas especies. Después permite calcular cómo las acciones o intervenciones en ese hábitat van a influir o afectar a esta especie. Pero también cómo podemos ejecutar y tomar decisiones. Si yo hago tal intervención, cómo cambia el contexto. Entonces lo que hace o permite hacer es que básicamente puedes diseñar qué tipo de restauración ecológica se puede ejecutar y cómo hacerlo. Si invierto 10 millones, la métrica me permite calcular el porcentaje de mejoría sobre el ecosistema y la reducción de amenazas, expresada en un tanto por ciento. Digamos que permite evaluar científicamente el costo-beneficio de las diferentes intervenciones, prever resultados y optimizar el uso de recursos. Uno de los principales objetivos de los instrumentos con que cuenta la UICN, como la métrica STAR, así como la Lista Roja de Especies Amenazadas y la Lista Roja de Ecosistemas, es empoderar a las naciones para que basen sus prioridades de conservación y uso sostenible de la biodiversidad en evidencia. En última instancia, estas herramientas guían las acciones de conservación, especialmente a nivel nacional, donde se llevan a cabo la mayoría de las inversiones e intervenciones destinadas a revertir las tendencias en declive de la biodiversidad.

Oso polar, especie en peligro de extinción por causa de la destrucción de su hábitat, caza furtiva y cambio climático. Crédito: IUCN.
Oso polar, especie en peligro de extinción por causa de la destrucción de su hábitat, caza furtiva y cambio climático. Crédito: IUCN.

—¿Qué ha significado la tecnología y las apps como iNaturalist, Ebird y otras que permiten a las personas comunes, o no muy familiarizadas con temas científicos, avistar, cargar fotos, ayudar a identificar y, en resumidas cuentas, colaborar con el área científica en estos temas, mediante la identificación de especies, ubicación en hábitats, etc.?

Soy súper aficionado de las redes de científicos ciudadanos. Tengo mis cuentas, siempre que puedo documento. Poner un registro o subir una foto de un ejemplar y tener respuesta del nombre de la especie y sus rasgos principales pasados apenas 5 minutos es fabuloso. Estamos actualmente trabajando para poder incorporar de manera automática toda esta data a la Lista Roja de Especies Amenazadas de la IUCN. Tenemos varios asociados trabajando en este proyecto. Hay muchísimo potencial allí. Hace poco di conferencia en California, donde están la sede principal, porque iNaturalist es parte de la Academia de Ciencias de California, que es la propietaria del sitio. Y la verdad hay mucho interés. Pero los obstáculos por lograr esta integración o colaboración no son tantos tecnológicos, sino sociológicos. Hay quizá un poco de recelo, desconfianza. Hay personas que son muy protectores de su trabajo, un poco desconfiados. Creo que hay que hacer un trabajo de fraternalización, en un algún lugar aislado para que todos se conozcan, puedan compartir experiencias y se relajen un poco [risas]. Pero el proyecto va avanzando mucho. La interconectividad de toda esta data es un gran sueño y lograrlo es el objetivo. Mi deseo siempre ha sido que todo esté integrado, pero hay gente con un sentido de propiedad muy arraigado y también hay que reconocer que se han invertido muchos recursos en estas plataformas. Por tanto es un tema que estamos viendo.

—¿Cuáles especies no van a existir en los próximos 10 años, cuáles están verdaderamente el borde de la extinción y qué debemos hacer para evitar esto? ¿Cómo podemos frenarlo, aguantarlo?

Es una respuesta compleja, pero podría decir que actualmente hay mucha presión con sobre la vaquita marina, sobre las poblaciones de jaguares en Sudamérica, muchísima presión. Y también sobre los tapires y dantas. La amenaza principal de todas las especies es la destrucción y fragmentación de hábitats, es la número uno, después de la caza furtiva, sobreexplotación y el tráfico. Los dos tipos de especies que son más vulnerables son aquellos con distribución muy amplia, que requieren vastas extensiones de territorio para moverse, cazar, procrear; y la otra son aquellas especies con distribución muy restringida, porque son susceptibles a la destrucción el paisaje y requieren corredores para poder salvarse si la temperatura sube, si hay inundación, si acciones como la deforestación afectan su entorno. Entonces podríamos estar hablando de especies como una danta, un jaguar, un tapir. O de una cuenca donde vive un sapito. Las que van a sobrevivir son las que resisten la presencia humana. La solución es que pueda haber continuidad, conexión, que existan corredores entre ellos. Pero ni esto puede protegerlos del cambio climático.

Andinobates dorisswansonae o ranita venenosa punteada, especie vulnerable, según la Lista Roja de Especies Amenazadas. Crédito: IUCN
Andinobates dorisswansonae o ranita venenosa punteada, especie vulnerable, según la Lista Roja de Especies Amenazadas. Crédito: IUCN

—¿Al mismo tiempo que algunas desaparecen, cómo ves la aparición de nuevas especies, los descubrimientos aún hoy, de anfibios, reptiles, incluso mamíferos, que son más difícil de encontrar?

Obviamente muy positivo, totalmente positivos. Pero estas especies que han sido recientemente descritas ya estaban allí, solo que no las conocíamos. Entonces si comparamos la velocidad de aparición, o del cambio evolutivo, tenemos que una especie tarda millones de años en evolucionar. Pero las tasas de extinción son 10.000 más altas que la descripción científica de nuevas especies que no conocíamos.  Las descripciones son positivas, porque obtenemos conocimiento nuevo. El problema es que estamos desapareciendo las especies mucho más rápido. Y todo esto por la acción del hombre.

—¿Cómo manejas la parte emocional de tu trabajo, no solo de lidiar constantemente con la amenaza, sino con la muerte de ejemplares, reportes negativos, la desaparición, la extinción de especies y el balance que se pierde muchas veces en los ecosistemas? ¿Queda espacio para el optimismo?

Si no eres optimista, no queda alternativa. La naturaleza nos enseña, nos muestra, es sinónimo de resistencia, de resiliencia. Nos ha demostrado que si bajamos la presión se recupera. Hay muchísimos ejemplos donde se ha probado esto de que si se retira la presencia humana, la naturaleza puede restaurarse, encontrar mecanismos de autoregulación. El único obstáculo es la presión que ejercemos. Todos hemos tenido experiencias negativas, cosas que suceden y nos hacen decaer, pero nuestro objetivo mantenernos trabajando para poder lograr mayores acciones que permitan dar oportunidades a las especies y ecosistemas para recuperarse. En los 80’s, cuando comenzamos a trabajar con la cotorra lomo amarillo (Amazona barbadensis), quedaban apenas 700 ejemplares. El trabajo sin descanso durante todos estos años nos ha permitido triplicar la población en 30 años. Ha sido una cosa de dedicación en un área muy pequeña. Este tipo de cosas sirve de modelo y de inspiración, que puede ser replicado en cualquier parte del mundo. Es el tipo de cosas que nos alimentan y entusiasman.

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