Especialmente durante los meses de invierno, los Santiaguinos vivimos cara a cara con la contaminación atmosférica, día y noche, mañana y tarde, de lunes a domingo. La contaminación atmosférica es material particulado disperso en el aire, y se comporta heterogéneamente en el espacio de la ciudad, por lo que se pueden identificar concentraciones, dispersiones y dinámicas de flujos a escala urbana y peatonal.

©Cristóbal Lamarca
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La distribución del material particulado en Santiago está directamente relacionada con el fenómeno de la isla de calor urbana, funcionando en base a islas cálidas y frías (o hundimiento de calor). Según señalan Hugo Romero y su equipo en “Climas Urbanos y contaminación atmosférica en Santiago de Chile”, este fenómeno se incrementa en la noche, después de la puesta de sol, en donde a mayor temperatura del aire, mayor concentración de contaminantes, principalmente por la presencia de brisas urbanas que se generan desde el sector oriente de la ciudad (frío) y dirigen la contaminación al poniente (calor).

©Cristóbal Lamarca
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Si bajamos a la escala peatonal, la concentración de la contaminación se comporta dinámicamente desde sus fuentes (autos, industrias) hasta que encuentra obstáculos de circulación. En esta escala, Anne Whiston ha propuesto estrategias de diseño urbano desde la década del 80′ para mitigar la nocividad del material particulado hacia el peatón, mientras circula caminando, en bicicleta, jugando, comiendo etc.

Un claro ejemplo de la ignorancia actual en proyectos de diseño urbano son las ciclovias que van directamente al costado de las calles de autos, sin ningún tipo de vegetación que contenga la mayor parte de los contaminantes. A esto le podemos sumar que en eventos de tardes de invierno, cuando la congestión vehicular es extrema, los contaminantes de los escapes de los autos aumentan ya que al estar detenidos deben gastar una mayor cantidad de energía para mover el auto y al ir a velocidades mínimas no contribuyen a la generación de movimiento de aire; en este escenario, es que tenemos miles de Santiaguinos pedaleando al costado de esta gran nube de contaminantes.

©Cristóbal Lamarca
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Entendiendo la distribución de la contaminación atmosférica a escala urbana y a escala humana, podemos detectar necesidades de diseño de paisaje urbano, uno a escala urbana que permita equilibrar la injusticia ambiental que se vive en Santiago, dirigiendo las fuerzas, intereses y recursos en proyectos de aéreas verdes en el sector poniente de la ciudad, ayudando a mitigar las islas de calor urbano, y por consecuencia distribuir de manera más equitativa los contaminantes.

Y si el foco se centra en la escala peatonal, las estrategias de paisaje deben al menos considerar los conocimientos científicos ya publicados y no seguir cometiendo errores por ignorancia. Se deben incluir separaciones horizontales y verticales entre lugares de concentración de contaminantes y lugares de uso peatonal, sobre todo al momento de implementar ciclovias, que es por donde las personas además de transportarse van con una mayor necesidad de aire, y son los primeros en respirar los densos contaminantes de los automóviles.

©Cristóbal Lamarca
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Los proyectos de paisaje a escala urbana y peatonal deben considerar las condiciones geográficas de cada ciudad en donde se diseñan, en Chile la mayoría de las ciudades padecen de inversión térmica, por lo que las propuestas deben ser diseñadas desde el estudio de las mismas.

Foto de portada de redes sociales de www.Mapocho42.k.cl

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