Como muchos deben recordar, hace poco más de un año, en marzo de 2015, precipitaciones sin precedentes en forma de aguas lluvia cayeron en la cordillera de la región de Atacama, produciendo un fuerte aluvión que arrasó con gran parte de los poblados ubicados en torno al cauce del río El Salado.

Esta catástrofe nos mostró por un lado la fuerza de la naturaleza, pero al mismo tiempo nos planteó una gran pregunta en cuanto al diseño y configuración de nuestras ciudades y el riesgo al que están expuestos sus habitantes. Nuestra geografía parece cada cierto tiempo recordarnos sobre el lugar que habitamos y obligarnos a tomar decisiones conscientes.

©Francisco Godoy
©Francisco Godoy

En este contexto, y como parte de un equipo interdisciplinario de profesionales, en 123cua Arquitectos fuimos invitados junto a Luz María Aspillaga, como equipo de Arquitectura, a desarrollar el Plan Maestro Chañaral. Fue un desafío único, que debimos llevar a cabo en solo 120 días y que consistió en generar una carta de navegación urbana para las autoridades locales y en el diseño a largo plazo de una ciudad moderna, que reconozca su geografía y que a través de la consulta ciudadana priorice los proyectos a futuro en directa relación a las inquietudes de sus habitantes.

El estudio estuvo dividido en cuatro etapas principales: primero se trabajó en el levantamiento de la información, en una segunda etapa se trabajó en un análisis que fuera conducente a un diagnóstico, luego se realizó un anteproyecto del plan maestro, el cual sería validado por la comunidad y posteriormente consolidado en la cuarta etapa, a través de una nueva imagen de la ciudad y 50 proyectos detonantes que buscaran mejorar la calidad de vida de los chañaralinos y de esta forma potenciar nuevas áreas de desarrollo.

El análisis cubrió gran parte de las características y cualidades urbanas del asentamiento (áreas verdes, accesibilidad, crecimiento urbano y densidades, entre otros), pero el principal punto a considerar fue la exposición del territorio a una diversidad de riesgos naturales como tsunamis, aluviones y remociones en masa, los cuales se han repetido –con distinta intensidad- en esta ciudad desde sus orígenes.

Por consiguiente, el diseño de esta ciudad moderna debía no solo considerar las variables urbanas que permitieran el mejoramiento de la calidad de vida, sino que también una configuración arraigada y respetuosa con su geografía y naturaleza.

El plan maestro parte desde esta primicia: organizar la ciudad considerando su potencialidad tanto climática como paisajística, junto a la vulnerabilidad y la posible evacuación frente a una situación de emergencia. Para esto, la jerarquización de calles fue la principal estrategia, acompañada de áreas de esparcimiento como zonas seguras de uso cotidiano y proyectos localizados, para reactivar así la ciudad potenciando nuevos polos de desarrollo.

También se creó una nueva zonificación que prohíbe la construcción de edificios en el cauce del río, restringiendo así las viviendas en las zonas vulnerables y direccionando el crecimiento futuro de la ciudad en una dirección más segura a la vez de potenciar las zonas históricas más reconocidas por los mismos habitantes de la ciudad.

Es fundamental considerar que este proceso debe partir y terminar en la comunidad. Son ellos quienes priorizaron las iniciativas y son ellos quienes deben pelear para que se cumplan. Chañaral vio la catástrofe como una oportunidad de dejar de mirar los problemas específicos y buscar una solución global.

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