Revelan nueva amenaza para el queule en área protegida: roedor exótico depredaría sus semillas en Reserva Nacional Los Queules
El queule es el único representante vivo de una familia de plantas que solo existe en Chile y que pertenece a un antiguo linaje, no en vano es denominado como fósil viviente. Sin embargo, la acción humana ha diezmado sus poblaciones a tal punto, que este árbol endémico se encuentra en peligro de extinción. Por ello los signos de depredación que mostraban las semillas de esta especie en la Reserva Nacional Los Queules causaron preocupación, en especial porque su tasa de germinación es baja, lo que dificulta su reproducción. La sorpresa fue significativa cuando un estudio logró registrar in fraganti al animal responsable de roer los frutos del queule: la rata negra, un roedor exótico que podría considerarse como una nueva amenaza para este árbol, el cual no está a salvo ni siquiera en el área protegida que lleva su nombre.
Nuestra existencia es un minúsculo suspiro al lado de la larga vida que ha tenido esta especie en este rincón del planeta. Pertenece a un antiguo linaje evolutivo y es el único representante vivo de una familia y género que solo se encuentra en Chile. Se presume que hace 11.000 años, por ejemplo, era el alimento de criaturas como los gonfoterios, bestias extintas similares a los modernos elefantes que, al ingerir sus frutos, los habrían dispersado, perpetuando así la vida de este árbol. Sobran motivos para sorprenderse y admirar al queule (Gomortega keule), un verdadero fósil viviente que enfrenta un adverso escenario en pleno siglo XXI.
Por un lado, la tasa de germinación de sus semillas es sumamente baja, pero han sido las acciones humanas las que han diezmado sus poblaciones a tal punto, que actualmente esta especie está en peligro de extinción, confinada en alrededor de 300 km2 en poblaciones dispersas y aisladas, ubicadas en sectores costeros en las regiones del Maule, Ñuble y Biobío. Además, solo es resguardado en un área protegida, que porta su nombre: la Reserva Nacional Los Queules.
Sin embargo, ni siquiera esta área protegida ha bastado para resguardar su integridad. Así ha quedado en evidencia luego de que se detectaran signos de depredación de las semillas de los queules en la reserva, algo que truncaría aún más su difícil germinación. La sorpresa fue mayor cuando, en la búsqueda de una respuesta, investigadores obtuvieron evidencia del autor de los mordiscos: se trata de la rata negra (Rattus rattus), un roedor introducido en el país que estaría presumiblemente ocasionando la mortalidad de las semillas del queule. Así lo señala este importante hallazgo que recoge un estudio publicado recientemente en la revista científica New Zealand Journal of Botany.
“El principal hallazgo fue encontrar que la única especie que interactuó con el fruto de queule fue la rata negra, que es considerada una especie invasora y amenaza para la flora y fauna nativa. Esto resulta novedoso, dado que anteriormente se había descrito que las semillas de queule presentaban signos de depredación por parte de roedores, sin embargo, en la literatura no se sabía quién era este roedor y cuál era su rol. Dado que la rata negra tiene antecedentes de impactos negativos sobre semillas de especies nativas, estos hallazgos son importantes en cuanto a tomar nuevas medidas para la conservación del queule, especialmente en una reserva nacional, cuyo objetivo de conservación es el queule”, explica Matías Barceló, investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES UC) y miembro de la Sociedad Chilena de Socioecología y Etnoecología (SOSOET), quien es autor de este estudio junto al científico y académico, Javier Simonetti.
Para hacerse una idea, los frutos del queule – que caen cerca de la base del árbol parental – son parecidos al níspero y ostentan un gran tamaño, midiendo entre 3 y 5 cm de diámetro. En su interior posee una clase de “nuez” bastante dura y leñosa que envuelve y cobija, a su vez, a las verdaderas semillas.
Ya en condiciones naturales, la germinación de estas semillas es baja, principalmente por su lento desarrollo, que solo en vivero puede tardar hasta 18 meses con tratamiento pre-germinativo. Durante ese periodo, la semilla queda expuesta a diversas presiones humanas en ambientes abiertos. A esto se suma que el queule habría perdido a sus dispersores originales debido a la extinción de la megafauna.
En cambio, miles de años después estaría siendo depredada por un moderno, pequeño y exótico roedor.
Para dilucidar lo anterior, los científicos monitorearon frutos de queule en la reserva nacional a través de cámaras trampa. De esa forma obtuvieron un total de 90 registros de ocho especies de animales vertebrados, que deambularon por debajo del árbol parental, y entre sus frutos. Varios de ellos eran nativos, como el zorzal, un ratón lanudo e inclusive un pudú.
Pese a ello, la rata negra fue la más registrada por las cámaras trampa, siendo también la única especie que interactuó con el fruto del queule: mientras un 25% de los registros revelaron un consumo por parte de este animal, otro 33% de las imágenes mostraron a individuos llevándose dicho fruto a un paradero desconocido.
Efectivamente, una vez que los investigadores fueron a retirar las cámaras, todos los frutos del queule habían sido extraídos o consumidos.
Barceló detalla que “la rata se comía el fruto en el mismo lugar y posteriormente se lo llevaba, o se lo llevaba directamente. Al momento de retirar las cámaras trampas, ya no quedaban frutos de queule, es decir, las ratas se los llevaron todos. Dado los antecedentes que manejamos, las consecuencias podrían ser que, luego de comer el fruto, pueda seguir comiéndose la semilla. De hecho, en un registro aportado por la Fundación Keule, vemos que las semillas de queule fueron destruidas por esta especie. Sin embargo, para corroborar esta información, es necesario hacer experimentos en laboratorio de ‘cafetería’ para ver el grado de depredación de la rata negra sobre la semilla, y si es que esta puede germinar después de la interacción”.
Respecto al registro adicional de semillas roídas por ratas negras, el director de la Fundación Keule, Dámaso Saavedra, relata que “este vivero donde se tomó la fotografía se encuentra en la zona periurbana de Concepción, área que ha sido constantemente removida por proyectos inmobiliarios”. Cuando comenzó la remoción y alteración del territorio, cuenta que los vecinos comenzaron a ver roedores, los cuales llegaron posteriormente, y en alto número, al vivero, afectando no solo a las semillas del queule, sino también piñones, avellanos y olivillos.
Luego de instalar trampas en el lugar, encontraron a esta especie.
De esa forma, todo hace sospechar que la rata negra podría provocar la mortalidad de las semillas del queule. Aunque algunos micromamíferos actúan como dispersores, no existe evidencia de que este animal oriundo de Asia pueda actuar como tal para este árbol declarado como Monumento Natural, principalmente porque no se han hallado plántulas en el área que así lo sugieran. En vez de eso, se ha visto que su remoción no conduce a la germinación exitosa, probablemente por la depredación.
Si bien es necesario precisar y reiterar que faltan estudios para desentrañar a cabalidad el impacto de este roedor, los antecedentes apuntan hasta ahora a que la rata negra podría considerarse una amenaza adicional para este árbol, el cual no está a salvo ni siquiera en el área protegida que lleva su nombre.
Lo complejo es que, de cierto modo, todos los factores de riesgo actúan en sinergia, truncando aún más la supervivencia de este fósil viviente.
La carrera contrarreloj para salvarlo de la extinción
Recordemos que el cambio de uso de suelo, los incendios, la expansión de las ciudades, y las actividades como la agricultura y plantaciones forestales de pinos y eucaliptos son algunas de las presiones y amenazas que ha enfrentado el queule por largos años.
“Estamos hablando de un árbol milenario, y solo en la historia reciente de 500 años, primero fue dañado por el despeje de terrenos para las nuevas ciudades. El queule en sus ubicaciones originales llegaba hasta el mar, luego lo afectó la agricultura intensiva y corta para leña, y posteriormente la actividad forestal desde la década del 1970. Cada uno de esos factores con el tiempo se ha ido controlando, así por ejemplo por certificaciones internacionales (FSC), los queules ubicados en terrenos forestales ya no son cortados y podrán volver a crecer”, puntualiza el director de Fundación Keule.
No obstante, los conflictos están lejos de acabar.
Un ejemplo es la preocupación que existe por el proyecto minero de Biolantánidos, conocido también como Tierras Raras, el cual se emplazaría en la comuna de Penco, “en el hábitat directo de los queules, pitaos y naranjillos. Su Estudio de Impacto Ambiental dice que no daña queules y nuestro trabajo como organización comunitaria fue demostrar que sí había impacto, además que la Corporación Nacional Forestal (CONAF) les indicó que existían, así que la consultoría ambiental de flora y fauna fue absolutamente deficiente. Así como Fundación continuaremos trabajando en el lugar una vez terminada la pandemia, para asegurarnos que tanto el queule como su hábitat no se dañe, ya que además la misma empresa tiene pedida concesiones mineras en otros lados y que tenga relación o no, la existencia de esos minerales coincide con donde crece el queule junto a otras 13 especies declaradas con problemas de conservación por el reglamento de clasificación de especies silvestres”.
Además, el avance de los asentamientos humanos a través de loteos, construcción de segundas viviendas, entre otras acciones, también constituye un factor de riesgo, ya que – de cierta forma – arrinconan y exponen aún más a los queules en localidades como Talcahuano, Tomé, Hualqui y Penco.
Saavedra asegura que “hace poco tiempo atrás, entre Tomé y Penco, un proyecto inmobiliario significativo cortó tal vez el último ejemplar costero cercano al mar de una importante población de queules que se extiende por quebradas al interior, y lo hizo teniendo todos los antecedentes y conociendo que era un árbol protegido. Pero, por otro lado, arquitectos jóvenes en Tomé están abordando de manera exitosa y pionera esta problemática en otros sectores, donde naturalmente crecerán las viviendas en el futuro y hay queules”.
Pero eso no es todo.
El avance humano se asocia no solo con la degradación, fragmentación o eliminación de ecosistemas nativos, sino también con el aumento de la contaminación y, presumiblemente, con la facilitación del arribo y movilidad de especies introducidas como la rata negra que motiva este artículo.
En ese sentido, el vocero de Fundación Keule añade que “el queule tiene una cubierta leñosa muy dura y difícil de romper (adentro está la semilla), por lo que [antes] solo encontrábamos algunas roídas por ratones, ya que preferían murtillas, avellanos, arrayanes, etc. Como esta vegetación nativa periurbana está desapareciendo cada vez más, ahora encontramos muchas más semillas roídas [de queule]”.
Asimismo, Saavedra destaca que “los microbasurales han aumentado, y como el queule es costero y aledaño a sectores poblados, pensábamos que posiblemente la población de roedores urbanos se extiende ya a zonas contiguas, pudiendo haber llegado a alimentarse del fruto y, efectivamente, gracias a este estudio nos da la confirmación científica de que hay un nuevo factor de riesgo para el queule”.
Actualmente, se desarrollan distintas iniciativas para recuperar a este árbol endémico, como un Plan de Recuperación, de Conservación y Gestión de Especies (Recoge), algo que valora Saavedra, aunque cuestiona la falta de trabajo integrado entre distintos actores, así como algunas prácticas inadecuadas derivadas de lo que él denomina como “la fiebre del queule”, que ha repercutido en que personas se lleven gran cantidad de semillas a otras localidades, con el presunto objetivo de propagarlas, sin conocimiento acabado que se traduzca en una ayuda efectiva.
“El queule se merece mucho más, porque no puede ser que lo más relevante para el queule en el último tiempo sea el COVID que ha permitido disminuir la presión a la que está sometida la especie, y que ojalá también termine con esta fiebre del queule», subraya el vocero de la fundación, quien agrega que “tiene que existir empoderamiento de la ciudadanía con la especie, la academia también tiene que contribuir porque hay mucho que conocer, y no mantener la información en un ámbito sólo para unos pocos”.
Sin duda, son tiempos críticos para este árbol. Por ello son claves la investigación, los esfuerzos coordinados y el ahínco de muchos actores para quitarle de encima la condena a desaparecer a esta memoria viva del pasado.
Así lo entiende Barceló. “El queule es la única especie de la familia Gomortegaceae, perteneciente al orden Laurales. Por lo tanto, el linaje completo de esta familia está en peligro si es que no se logra conservar esta especie. Es posible que sobreviva, pero para eso hay que tomar medidas para evitar que esta especie siga estando en peligro, dado que aparte de su valor ecológico también tiene un valor cultural. Por lo tanto, hay que aumentar esfuerzos para poder seguir conservando el queule y salvarlo de la extinción”, remata.