A pocos días de comenzar el Dakar 2018, que se realizará el próximo 6 de enero en Argentina, Bolivia y Perú, y frente a los rumores que indican que Chile podría volver a ser sede de la competencia deportiva en 2019, son muchos los que hoy debaten si el evento debería volver al país.

Éste ya es el tercer año consecutivo en el que Chile queda fuera del Dakar por desacuerdos entre las autoridades nacionales y ASO, empresa organizadora del evento, y ya han comenzado las conversaciones para la organización de la próxima versión 2019.

Mientras los amantes del rally y deportistas como Pablo Quintanilla o Ignacio Casale, ganador del Dakar en 2014 en cuadriciclo, ya han manifestado su ilusión porque el Dakar regrese a suelo nacional, la comunidad arqueológica ha demostrado su fuerte rechazo ante esta posibilidad.

©Colegio de Arqueólogos
©Colegio de Arqueólogos

En una columna publicada la semana pasada, el Directorio del Colegio de Arqueólogos de Chile destacó las razones por las que el regreso del Dakar a Chile resultaría nefasto para nuestro patrimonio:

«En primer lugar, esta competencia es organizada por la empresa privada AMAURY SPORT ORGANISATION (ASO), con el patrocinio del Estado chileno, a través del Instituto Nacional de Deportes (IND). Durante sus siete años de funcionamiento (entre 2009 y 2015) el Estado chileno ha desembolsado 38,5 millones de dólares para la ejecución de la competencia, dinero que no ha tenido repercusiones positivas en la imagen de Chile ni en el desarrollo concreto del deporte nacional, sino que únicamente de los competidores y de la ASO», así comienza la columna que luego destaca los importantes daños que esta carrera significó para el patrimonio del Norte de Chile.  Según los informes de daños elaborados por el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), un total de 318 sitios arqueológicos fueron destruidos entre 2009 y 2015 como consecuencia de la carrera. Todos ellos quedaron impunes.

«Durante los seis años en los que se realizó el Dakar se reportó la destrucción directa y sistemática de al menos 250 sitios arqueológicos, dentro de los cuales se encuentra geoglifos, talleres líticos, huellas troperas, restos de salitreras, entre otros. Antes de toda discusión moralista sobre el valor patrimonial de estas pérdidas, no es posible tolerar que el Estado de Chile financie y promueva actividades que violan nuestra legislación y normativas permitiendo impunemente que empresas privadas destruyan sitios arqueológicos, que por ley 17.288 el mismo Estado está obligado a proteger», señalan en la columna.

El yacimiento arqueológico de Chug-Chug, Región de Antofagasta, tras el Dakar 2014 ©Colegio de Arqueólogos
El yacimiento arqueológico de Chug-Chug, Región de Antofagasta, tras el Dakar 2014 ©Colegio de Arqueólogos

Dentro de los casos más reconocidos de daños al patrimonio durante el Dakar en Chile, fueron los ocurridos en los geoglifos del cerro Chug Chug, en Antofagasta (en la foto), donde se encuentran cerca de 500 vestigios dibujados por etnias locales, algunos de ellos datan del año 1.000 a.C y en donde los vehículos pasaron a muy metros de éstos. Y por supuesto el polémico caso que involucró al piloto italiano Matteo Cassucio, quien dañó una zona patrimonial protegida al salirse de la ruta establecida, y luego declaró que “Por cuatro piedras entre otras muchas de una montaña, no veas como se pusieron. Ni que me hubiera metido por medio del Coliseo. Eso sí que es una ruina arqueológica. Si se pasaran por Roma iban a alucinar”.

Al respecto, en el Colegio de Arqueólogos enfatizan en la responsabilidad que debió tener –y no tuvo– el Gobierno de Chile ante estos y otros hechos similares: «Adicionalmente, Chile deja de cumplir con los convenios internacionales sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural (UNESCO, 1968) y el Convenio N°169 de la OIT sobre Pueblos Indígenas, ya que la competencia daña gravemente, y de forma irreversible, el medio ambiente natural y cultural de los pueblos Colla, Atacameño y Aymara. Frente a esto, el Estado no solo no ha perseguido la responsabilidad penal de los autores de estos hechos, sino que se ha hecho parte de ella. Aunque nuestro patrimonio cultural y del desierto no es el Coliseo, como comentó el año 2015 el motociclista italiano Matteo Casuccio, después de haber sido detenido por cometer daños al patrimonio arqueológico, es el reflejo de nuestra historia e identidad que no podemos permitir vuelva a ser destruida por el placer de unos pocos.

Estos hechos muestran que la oposición ante la vuelta al Dakar se vuelve social y económicamente importante a la hora de exigir al Estado medidas concretas y reales de incentivo al deporte nacional, que sean congruentes con su rol de protección arqueológica y ambiental. Invitamos a las autoridades del futuro gobierno a no cometer los errores del pasado y que juntos construyamos un Chile sustentable».

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