Esquí de montaña en Chile: pasado, presente y futuro del esquí en el Club Alemán Andino
El Club Alemán Andino es uno de los clubes de montaña más antiguos de América, y ha protagonizado importantes logros e hitos del montañismo nacional. El socio de la institución y colaborador de Ladera Sur, Philippe Boisier, nos invita a viajar por la historia del esquí y los refugios de los miembros del club que han explorado las altas cumbres desde la década de 1920 hasta la actualidad. A través de fotografías antiguas y modernas, nos presenta el inicio de las aventuras en sitios como La Parva, El Colorado, La Sierra de Ramón y Lo Valdés, para luego contarnos sobre los espectaculares paisajes que surcan hoy. Además, Boisier aborda los desafíos actuales, como la necesidad de disminuir nuestros impactos en estos lugares, el libre acceso, e incluso la idea de crear los primeros “Sitios de Esperanza Andinos”. ¡Recorre la montaña con esta nota!
Se sugiere acompañar la lectura con el álbum d’un Voyageur de Franz Liszt.
Parte I · Pasado
Shimamura, que dedicaba su vida al ocio, partía solo a las montañas cada vez que sentía que estaba perdiendo honestidad consigo mismo.
Yasunari Kawabata, País de Nieve
El Club Alemán Andino (Deutscher Andenverein-DAV) es uno de los clubes de montaña más antiguos de América.
Fundado en Valparaíso en 1909, y posteriormente en Santiago en 1924, la historia del club está plagada de importantes logros e hitos del montañismo nacional.
Desde sus inicios en la quinta región, parte de las actividades de montaña del DAV fue la práctica del ski. Esta actividad fue ganando importancia y popularidad entre los socios del club y ya en los años ‘30, convocaba a familias enteras generando vida de montaña y refugios, inexistentes hasta la época. Se podría determinar que esta época duró hasta los años sesenta — de forma coincidente con el auge de los centros de esquí de la zona central — diluyéndose poco a poco hasta ser una actividad ocasional o complementaria a travesías exploratorias y aproximaciones a grandes cumbres[1].
Gran parte de las actividades de montaña del DAV quedaron fijadas en fotografías en soporte de vidrio[2], llegando a conformar un patrimonio de más de 1,500 placas cuidadosamente guardadas por años en cofres de madera en la bodega del club[3].
Volviendo a los inicios, se sabe que el esquí habría sido introducido en Chile por ingenieros noruegos contratados para estudiar la construcción del Ferrocarril Trasandino en 1887. Poco después, otros esquiadores noruegos vinieron contratados para llevar el correo invernal entre Chile y Argentina, tal como ya estaba ocurriendo en Norteamérica. Sin embargo, esta tentativa no logró prosperar por mucho tiempo.
Ya había comenzado la construcción del tren Valparaíso–Buenos Aires (inaugurado en 1910) y durante la obra, el uso del esquí habría sido frecuente por los ingenieros británicos a cargo del proyecto. Se dice que incluso utilizaban el tren para subir hasta la zona de Caracoles y luego deslizarse ladera abajo. En otras palabras, el tren habría sido el primer andarivel de Chile[4].
Sin embargo, la historia del esquí es mucho más antigua y se remonta a los pueblos nórdicos y asiáticos de montaña hace más de 10 mil años, quienes utilizaban este medio de transporte y caza invernal. Aún existen pueblos originarios en los montes Altai en Asia, que mantienen la tradición y siguen transportándose y cazando sobre sus gruesos esquíes con pieles de animal[5]. Durante la Edad Media, el uso de los esquí fue un importante elemento estratégico en los ejércitos nórdicos, e incluso hubo una guerra del esquí en el siglo XIII. Como actividad propiamente deportiva, existen registros de ejercicios de destreza militares ya a mediados del siglo XVIII.[6]
En los Alpes, sin embargo, su masificación habría empezado recién hacia fines del siglo XIX. En Francia particularmente, las gestiones para convencer al ejército de adoptar este medio de traslado estratégico, llevaron a organizar el primer campeonato internacional de esquí en 1907[7].
Como anécdota, el esquí llegó bastante antes a Australia, donde ya en 1861 se había formado el Kiandra Snow Shoe Club[8].
Volviendo a Chile, el DAV empezó las gestiones para tener su primer refugio de montaña enfocado en la práctica del esquí recién en 1928, el cual fue finalmente inaugurado en 1933 en su ubicación actual en Lo Valdés.
Durante ese período, se organizaron los primeros cursos de esquí en Chile el año 1931, con la venida del profesor alemán Günther Oeltze von Lowenthal. Dos años más tarde, el primer campeonato de esquí en la quebrada Morales convocó a más de 50 participantes. Y ese mismo año, otro campeonato en El Colorado durante la celebración de Fiestas Patrias, habría consolidado el interés por hacer de Farellones el primer pueblo de montaña[9].
Pero las opciones para esquiar cerca de Santiago en esa época no estaban restringidas a las zonas cercanas a Farellones/La Parva (conocida por ese entonces como Potrero Grande de Villa Paulina) o a Lo Valdés. A través de las imágenes y los relatos se puede destacar una importante actividad en la Sierra del Ramón (en los Cerros Provincia, Ramón y Quebrada de Macul) y en la zona conocida como Potrero Grande del Manzano.
El destacado montañista y explorador Federico Fickenscher, responsable junto a Walter Klatt de la elaboración del primer mapa de montañismo de Chile, habría recomendado un par de años antes lugares como Los Rulos (en El Arrayán), Tres Esteros (Lagunillas), Laguna San Lorenzo (San Alfonso) y La Engorda (donde) como posibles emplazamientos alternativos a Lo Valdés[10].
El Potrero Grande del Manzano fue elegido para la construcción de dos nuevos refugios: Los Azules y Totorillas, que mantuvieron una intensa actividad hasta mediados de los años ‘60. Grandes extensiones de colinas, por ese entonces nevadas, invitaban a disfrutar de un esquí de travesía y familiar. El conocido “Refugio Alemán de la Parva” vino un poco después, permitiendo a los socios disfrutar no sólo de un incomparable mirador hacia el valle de Santiago, sino que de un acceso a cumbres más exigentes. Sin embargo, la falta de caminos de acceso dejó a estos refugios muy vulnerables a saqueos, lo que terminaría haciendo inviable su mantención, siendo abandonados en los años 60s.
Entre las décadas de 1930 y 1940, además de los ya mencionados refugios del Club Alemán, se construyeron los refugios “Plantat” en el Volcán San José, “Paraguas” de Lagunillas, “El Aserradero” en Las Trancas, “Shangri-La,” “Garganta del Diablo” y “Waldorf Astoria” en el Nevados de Chillán y “Los Paraguas” en el Llaima. La interesante tesis “Habitar Los Andes del Sur” de la arquitecta Katrin Benöhr, destaca la historia y particular arquitectura de mampostería de estas construcciones.[11]
Respecto al esquí en la Sierra de Ramón, vale la pena referirse al famoso proyecto del teleférico, promocionado hace 10 años por el entonces alcalde de Peñalolén Claudio Orrego.[12]
Esta idea, masivamente aportillada en las redes sociales, retomaba sin embargo un proyecto de los años ‘60 que estuvo a punto de ser materializado, y que contrariamente a los argumentos de opinólogos digitales, tuvo una fuerte impronta ecológica y sobre todo pensado desde la idea de democratizar el acceso a las montañas.[13]
En el número 10 de la revista AUCA, del año 1967, se publicó en detalle el proyecto de los arquitectos Fernández-Wood, que supuestamente se iba a empezar a construir ese año. La propuesta consideraba varias etapas, con estaciones en lo alto de la Quebrada de Macul, la cima del Ramón, y una estación terminal en el Refugio Los Azules[14].
Si bien se consideraban hoteles y restaurantes, se destaca que el acceso y estacionamiento para dos mil vehículos estaba proyectado donde hoy se ubica la Universidad Adolfo Ibáñez en Peñalolén. Es decir, se trataba de la propuesta de un centro de esquí prácticamente urbano, de fácil acceso, al cual hoy podríamos acceder en transporte público.
El mencionado reportaje muestra en detalle la ubicación de las canchas de esquí en el llamado Cajón del Muerto detrás del Cerro de la Cruz, y en las laderas orientales del Ramón, probablemente los mismos sitios que muestran las fotos de la década de 1930.
Si bien la consolidación de los Centros de Esquí en los años ‘60 provocaron el fin la primera época del esforzado pero entusiasta “esquí de montaña”, en los últimos años hemos visto en el continente americano un masivo retorno al llamado esquí de Backcountry o Randonnée, coincidiendo en Chile con el dramático acortamiento de la temporada en la zona central a causa de la sequía.
En el número de diciembre del año pasado de la revista Powder Magazine, un interesantísimo reportaje sobre conservación y esquí menciona que hace 10 años se estimaba que el número de esquiadores de backcountry en Estados Unidos llegada a los 650 mil. Para el año 2019, la Winter Wildlands Alliance estimó el número de randoneros en 4.1 millones[15].
En Chile no tenemos datos precisos, pero basta con mirar las redes sociales para darse cuenta cómo esta actividad se ha masificado, dando paso a nuevas Ski Stars, Freeriders, múltiples asociaciones y emprendimientos, encuentros, documentales y un posicionamiento de marcas asociadas a la nieve. Una verdadera avalancha multicolor de entusiasmo por los nuevos territorios a explorar, canaletas por bajar, saltos imposibles y kilos de serotonina en extremo.
Pero, como en toda actividad, a veces se corre a dos velocidades.
Parte II · Presente
Backcountry o Randonnée?
“Zona rural remota no desarrollada” sería una posible traducción del significado de Backcountry. Es decir, nos referimos al territorio donde se desarrolla la actividad: el esquí de Backcountry.
Por otro lado, palabra francesa Randonnée se define literalmente como una “Promenade assez longue où, généralement, on revient à son point de départ”. Es decir, como “Un largo paseo en el que, por lo general, se regresa al punto de partida.”
Resulta bastante pertinente detenerse en estos dos significados, ya que nos permiten definir a los dos tipos de esquiadores que podemos encontrar en Chile.
Si por un lado tendríamos al que va en busca de el territorio remoto (la cima, la línea, la canaleta, el “powder”), por otro encontramos al esquiador que buscará más la experiencia del paseo, la promenade (aunque, de más está decir que un esquiador puede encarnar a ambos caracteres).
Adentrándonos más en el significado de promenade, veremos cómo este concepto aparece como figura bastante recurrente en arquitectura, literatura, en el cine y en ensayos de filosofía.
Como aparato simbólico fue un recurso común en la época de la Ilustración, asociado, por ejemplo, al pensamiento pre-romántico del filósofo Jean-Jacques Rousseau. Coincidentemente, la promenade se volvió un elemento primordial en el diseño de los jardines y parques públicos hasta nuestros días.
Tras la Revolución Francesa, cuando se rompe el modelo cerrado, oligárquico, exclusivo y elitista de les cours franceses, la promenade irrumpe como un artilugio asociado al higienismo, a través del cual se pretendía, de acuerdo a Michael Jakob, “bajar a las personas de las carrozas para que de una vez por todas caminen”[16].
Asociativamente, y como punto de inflexión a nuestras flâneries o derivas, nos aparece el banco del jardín que, al decir del mismo Jakob, es “una pausa materializada, que contiene, concentra y concretiza el trayecto que nos ha traído hasta aquí” [17]. Pues la pausa, en la experiencia del Randonnée, no sólo se presenta como un momento de seguridad y reunión del grupo, sino que muchas veces permite girar el punto de vista y enfrentarse al paisaje que llevamos a nuestras espaldas, latente.Paseos y pausas, contemplaciones y ensoñaciones. Sólo así la montaña se convierte en escenario depurado de interferencias.
No deja de ser pertinente para nuestro tema que en su libro Ensoñaciones del Paseante Solitario, Rousseau escribiera: “el encanto de sentir en el alma, que se produce en medio de los paseos, cuando dejo mi cabeza enteramente libre y a mis ideas seguir su inclinación sin resistencia ni trabas.” [18] Este estado parece muy propio de la experiencia del montañista, explorador o navegante. Como si la contemplación fuese uno de los objetivos subliminales de su misión, seducido por las alturas y las perspectivas que se abren.
Y si hablamos de paseos largos, no debemos olvidar que John Muir (uno de los impulsores del movimiento preservacionista en Norteamérica), al dejar la universidad buscando seguir los pasos de Alexander von Humboldt en Sudamérica, emprendió un viaje de 1,500 km a pie desde Indianápolis hasta Florida, previo a la deriva que lo llevaría finalmente a Yosemite.
La contemplación es frecuentemente asociada al término “ensueño,” que, a juicio de Rousseau, puede ser un acto bastante polivalente, en el sentido que puede tener un fuerte componente místico, pero puede ser perfectamente también una meditación con base en el raciocinio más riguroso.
Las conversaciones en la montaña, propiciadas por cerebros oxigenados, son espacios de libertad donde se debaten y comparten las visiones y experiencias de los excursionistas. Esas que “nos hace examinar la simplicidad de nuestras necesidades y nuestra felicidad, así como la artificialidad con la que desordenamos nuestras vidas desde abajo.”[19]
En las cordadas no sólo existe un pacto de confianza, sino la aceptación de compartir el espacio íntimo con otro. Y es que conversar significa aceptar al otro, tanto como “vivir en compañía de otros.”
Si las promenades urbanas nacen en los parques públicos como espacio democrático cuando “se caen los muros” de las cours reservadas a la nobleza, nuestras expediciones en esquí (en directa contraposición al pago de un carísimo ticket de andarivel) emergen como el símbolo de la transversalidad de una actividad y medio de transporte que históricamente se ha relacionado con el hombre libre.
Nuestros muros esta vez son sólo los que delimitan nuestra rutina urbana.
En paralelo a la conquista del espacio urbano post Revolución Francesa, la era de las grandes exploraciones naturalistas y el nacimiento del montañismo moderno empiezan a deslumbrar a una juventud del siglo XIX influenciadas por el cambio de paradigma reinante.
Enfrentarse en este avanzado siglo XXI a mesetas y montañas, sin rastros de huellas borradas por la nieve nueva, conlleva una cierta carga asociada a esas exploraciones del siglo antepasado, sumidos a nuestro turno a importantes cambios sociales y ambientales.
A su manera, el fotógrafo chileno Pablo Valenzuela nos invita con sus imágenes a “habitar la inmensidad”, a conversar con un territorio sin límites, en el cual la nieve apaga los sonidos y nos induce a agudizar los sentidos, a dominar el espacio contenido por las cimas y cordones montañosos. De pronto somos exploradores o pioneros, de una tierra nunca antes pisada.
Roger Granoux, quien fuera redactor jefe del boletín del Club Alpino Francés, escribía ya en 1971 que “cada travesía o cada pasada de collado, le aporta al esquiador la gran alegría del descubrimiento”.[20] El inesperado encuentro de huellas humanas, trazas de esquí o, peor aún, de motonieve, nos devuelve a nuestra dimensión humana, con cierto dejo de decepción.
Pero cuando esto no ocurre, podemos entonces seguir nuestro juego y tomarnos la licencia de evocar a grandes paseantes, exploradores como Humboldt, Henry David Thoreau, o seguir la pista del mismo Muir quien, coincidentemente, en 1911 exploró la zona de Tolhuaca-Lonquimay, en busca de la Araucaria Chilena (Araucaria araucana).
En Chile, de hecho, exploradores y naturalistas como Charles Darwin, Amadeo Pissis, Claude Gay, Mauricio Rugendas, Eduard Poeppig, Rodulfo Philippi e Ignacio Domeyko sentaron precedentes en el montañismo nacional al incluir en sus exploraciones recorridos andinos, cuyos resultados han ayudado han sentado las bases para los estudios de los ecosistemas nacionales.
Poco a poco empezamos a notar una tendencia de los promotores del outdoor a incorporar información científica/ecológica como parte de su contenido. Desde la Winter Wildlands Alliance en EE.UU hasta el Centro de Formación de Montaña en Chile, varios han asumido la responsabilidad de promover una mirada con más conciencia ambiental sobre el territorio a explorar.
Y es que en plena época de cambio climático, sequías y debates por los derechos de agua, nuestro privilegio de usufructuar de las tierras para nuestro ocio debiera tener un mínimo sentido de responsabilidad. O, como dijo recientemente el gran montañista nacional Ernesto Olivares entrevistado por Rodrigo Guendelman en Santiago Adicto: “No puedes amar a alguien sin conocerla”.[21]
En Chile, aún se tiene la posibilidad de acceder a lugares preservados como el Valle de Los Hornitos en la cordillera Maulina, la Meseta Maloñehue en Alto Bío-Bío, o el mismo cráter el Volcán Sollipulli. La oportunidad de aprender sobre los ecosistemas andinos, en su condición invernal, sin duda nos abren perspectivas únicas para participar del debate medioambiental.
Los Lagos de Altura por ejemplo, que pasan varios meses cubiertos de hielo, son estudiados hoy como ecosistemas únicos, en el mismo origen de las cuencas, y por lo general libres de polución. Tienen un importantísimo valor, no solo ecológico, sino que social y cultural, de acuerdo a la asociación francesa Asters y la red Lacs Sentinelles.
En su ensayo “The Age of Conservation” publicado el 2016 en la revista Adventure-Journal, el montañista y escritor Chris Kalman pone en discusión la manera en que históricamente la exploración ha dado paso a lo que él llama la era de la explotación. Y esto no sólo ocurre con los recursos naturales y minerales, sino que también con el turismo y la industria outdoor en general, con una fuerte exposición ecológica, por contradictorio que aparezca[22].
Kalman escribe: “Como comunidad nos hemos obsesionado con consumir y vender el montañismo en cualquier forma que se pueda imaginar”. Para él, deberíamos entrar en una nueva era donde podamos enfocarnos en detener la exploración/explotación y centrarnos en la idea de la conservación, algo que también le preocupa al escritor francés Alexis Jenni, quien en una reciente entrevista sobre su biografía de Muir dice: “El problema ecológico es algo de lo que soy consciente desde hace mucho tiempo y desde hace algunos años tengo miedo de esta devastación. En todas partes la actividad humana es devastadora y se está volviendo preocupante.”[23]
Personalmente, luego de haber tenido el privilegio de visitar el Fundo Cruz de Piedra en el Cajón del Maipo (propiedad de GASCO) cuando ascendimos el volcán Maipo, quedé con un sentimiento de mucha contradicción respecto al rol que puede ejercer la propiedad privada en la conservación de territorios naturales.
De alguna manera, tenemos indirectamente valles andinos perfectamente preservados, libres de explotación minera y prácticamente libres de la huella humana, donde los sistemas ecológicos se conservan como pocos lugares. Manadas de guanacos libres, grupos de cóndores volando a baja altura, termas naturales en perfecto estado, etc. ¿Deberían ser de libre acceso para todos?
Probablemente, pero con un estricto control de densidad humana y protocolos de comportamiento, lo que hoy es muy difícil de asegurar en Chile a menos que esté en manos de una institución eficiente, la cual, nos guste o no, suele estar en manos de privados.
Aún no tenemos información pública suficiente que nos permita determinar la Capacidad de Carga Ecológica de cada valle o ecosistema, que nos permita determinar una ocupación diaria con el menor impacto. Entonces, las fuertes restricciones de acceso, actúan hoy como un involuntario pero necesario control de preservación.
Epílogo · Futuro
Hace ya 120 años, John Muir acampó al aire libre con el presidente Theodore Roosevelt en la cima del Capitán, en Yosemite, para lograr convencerlo del traspaso de la administración de la entonces Reserva Natural a manos federales, capaces de implementar políticas de conservación. Cien años más tarde, Douglas y Chris Tompkins decidieron invertir su fortuna comprando territorios en la Patagonia y el Chaco para lograr el mismo fin.
Mientras los Estados no sean capaces de entender el funcionamiento de la vida, y ordenar sus políticas en torno el equilibrio planetario, los privados tienen una responsabilidad irrenunciable en la conservación y cuidado de nuestro patrimonio natural.
La propiedad privada es un privilegio de administración y como tal debe normarse en base a la sustentabilidad de los sistemas.
Probablemente estemos en una buena coyuntura para dar un paso relativamente fácil de implementar, y empezar a crear los primeros “Hope Spots Andinos”, utilizando el artificio que la bióloga y conservacionista Sylvia Earle y su fundación Mission-Blue crearon para promocionar la protección de los océanos. Ya es hora.
Este artículo es una adaptación de la charla del mismo nombre dada por las plataformas digitales del DAV el martes 26 de mayo del 2020. Puedes mirarla aquí.
Sobre el autor:
Philippe Boisier Echenique es arquitecto, pero su recorrido ha sido ecléctico. Durante más de 15 años se dedicó a la música, tocando en diferentes grupos como Pánico, Luna in Caelo, Icalma y Mambotaxi, y también produciendo eventos como el festival itinerante EIMA, las Sesiones Improbables o los festivales Si Po! en París, donde vivió largos años. De vuelta en Chile se incorporó al DAV, donde organiza parte importante de las salidas de randonnée del Club. Actualmente comparte sus labores de arquitecto con Improbable, agencia dedicada a la promoción de la cultura de montaña en Chile.
Referencias
[1] “Historia”, Club Alemán Andino, https://www.dav.cl/dav-santiago/historia/ (acc. 1 de Junio 2020)
2 No está establecida la autoría de las fotos, si bien gran parte de estas fueron donadas por Sebastián Krückel.
3 El 29 de marzo del 2018 se realizó oficialmente la entrega y donación de todas las fotografías al Museo de Historia Nacional, luego de una gestión de varios meses en la que se buscó salvaguardar de manera correcta este legado. De esta forma, este patrimonio pasó a ser de dominio público de Chile, asegurando a su vez su correcta conservación y traspaso a soporte digital.
4 “Historia de Portillo”, Ski Portillo, https://www.skiportillo.com/quienes-somos/historia-de-portillo/ (acc. 1 de junio 2020)
5 Krichko, Kade. “China’s Stone Age Skiers and History’s Harsh Lessons”. New York Times (abril 2017) https://www.nytimes.com/2017/04/19/sports/skiing/skiing-china-cave-paintings.html (acc. 1 de junio 2020)
6 “History of Skiing”, Wikipedia, https://en.wikipedia.org/wiki/History_of_skiing (acc. 1 de junio 2020)
7 Modica, Gilles. “Ski, Premiers Concours entre Nations”. Montagnes Magazine nº452 (abril 2018) https://www.montagnes-magazine.com/mag-montagnes-magazine-452-mars-avril-2018
8 “Kiandra Snow Show Club”, Wikipedia, https://en.wikipedia.org/wiki/Kiandra_Snow_Shoe_Club (acc. 1 de junio 2020)
9 “Prehistoria del Refugio Lo Valdés”, Club Alemán Andino, https://www.dav.cl/2020/05/prehistoria-del-refugio-lo-valdes-traduccion-del-articulo-publicado-en-1943/ (acc. 1 de junio 2020)
10 “Historia”, Club Alemán Andino, https://www.dav.cl/dav-santiago/historia/ (acc. 1 de junio 2020)
11 Benöhr, Katrin. “Habitar los Andes del Sur”. América al Cuadrado. (Mayo, 2018) https://americacuadrado.com/blog/2018/4/11/habitar-los-andes-del-sur (acc. 1 de junio 2020)
12 Mashini, Dominique en Plataforma Urbana (febrero 2009) http://www.plataformaurbana.cl/archive/2009/02/05/proyecto-san-ramon-teleferico-uniria-la-ciudad-con-la-cordillera/ (acc. 1 de junio 2020)
13 “Continúa Proyecto de Nuevo Centro de Ski en Peñalolen”, Nevasport (oct 2009) https://www.nevasport.com/chilenoski/art/6841/Continua-Proyecto-de-Nuevo-Centro-de-Ski-en-Penalolen/ (acc. 1 de junio 2020)
14 Ver revista en ARLA (Asociación de Revistas Latinoamericanas de Arquitectura), http://arla.ubiobio.cl/index.php?r=numero-ch%2Fver_detalle_numero&numero=22&revista=2 (acc. 1 de junio 2020)
15 Dwyer, Olivia. “Freeing the Fall Line”. Powder Magazine( dec 2019). https://es.scribd.com/article/437605829/Freeing-The-Fall-Line (acc. 1 de junio 2020)
16 Jakob, Michael. Cette Ville qui Nous Regarde. Editions B2 (Paris), 2015. http://editions-b2.com/les-livres/52-cette-ville-qui-nous-regarde.html (acc. 1 de junio 2020)
17 Jakob, Michael. El Banco en el Jardín. Abada Editores (Madrid), 2016 https://abadaeditores.com/paisaje/el-banco-en-el-jardin-.html (acc. 1 de junio 2020)
18 Rousseau, Jean-Jacques. Rêveries d’un promeneur solitaire. Lemercier (Paris) 1925 https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k6516682g/f41.image.r=reveries%20reveries (acc. 1 de junio 2020)
19 Klein, Etienne en el texto de presentción del programa Escribir la Montaña, France Culture (Julio 2016) https://www.franceculture.fr/emissions/la-conversation-scientifique/ecrire-la-montagne-0 (acc. 1 de junio 2020)
20 Roger Granoux, citado por Julien Lacroix en Montagnes Magazine 470 (Nov. 2019).
21 Ernesto Olivares entrevistado por Rodrigo Guendelman en Radio Duna. https://www.duna.cl/programa/santiago-adicto/2020/05/25/ernesto-olivares-montanista-me-ensenaron-a-que-cuando-llegara-la-oportunidad-no-la-dejara-ir/ (acc. 1 de junio 2020)
22 Kalman, Chris. The Ages of Conservation. Adventure Journal (Marzo, 2016) https://www.adventure-journal.com/2016/03/the-age-of-conservation/ (acc. 1 de junio 2020)
23 Alexis Jenni entrevistado por Olivia Gesbert para France Culture (enero, 2020). https://www.franceculture.fr/emissions/la-grande-table-culture/john-muir-prophete-dune-nature-a-proteger (acc. 1 de junio 2020)