Sobre el impacto de los cultivos agrícolas en el bosque nativo y otros ecosistemas mediterráneos
A través de un dictamen en marzo, la Contraloría General de la República declaró como ilegales las talas realizadas con planes de manejo que permitían la sustitución de bosque nativo por cultivos agrícolas. Ante esto, la Sociedad Nacional de Agricultura presentó un recurso de protección en contra, señalando, entre otras cosas, que los ecosistemas nativos que pretenden ser sustituidos para esta actividad son “áreas cubiertas de maleza o especies de baja rentabilidad». Frente a la argumentación de esta última entidad, la Sociedad Chilena de Socioecología y Etnoecología alerta en la siguiente declaración sobre la falta de fundamento científico y la necesidad de frenar la deforestación y degradación indiscriminada, generando un nuevo modelo de desarrollo que resguarde la biodiversidad.
En marzo, la Contraloría General de la República a través del dictamen Nº6.721, declaró como ilegales las talas realizadas con planes de manejo que permitían la sustitución de bosque nativo por cultivos agrícolas, las cuales en superficie superaron las 22 mil hectáreas. Mediante el mismo, esta práctica pasa a ser considerada ilegal y suspende de aquí en adelante el cambio de uso de suelo desde bosque nativo a cultivos agrícolas.
Con fecha 3 de abril del presente año, la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA) presentó un recurso de protección contra este dictamen que carece de fundamento científico-técnico y apuestan por un estilo de agricultura incapaz de considerar la sustentabilidad social y ambiental, tomando en cuenta únicamente el valor económico productivista. Este recurso de protección presentado por SNA ilustra una visión económica que ignora los beneficios que el bosque nativo provee a nuestro buen vivir.
Entre los antecedentes presentados por SNA se menciona que los ecosistemas que pretenden ser sustituidos por cultivos agrícolas en la zona central Chile, son “áreas cubiertas de maleza o especies de baja rentabilidad, como es el espino, el cual solo sirve para producir carbón”. Luego preguntan: “¿Prefieren un cerro o un potrero con una serie de espinos?”. Estas frases ignoran que los ecosistemas mencionados son únicos a nivel global (hotspot de biodiversidad), debido a su alto nivel de endemismo, es decir, especies de flora y fauna que solo viven en esta región y en ningún otro lugar del planeta[1].
Estos ecosistemas están también altamente amenazados. Se ha calculado que, desde el año 1989 hasta el 2009, más de un 60% del bosque nativo en la zona central de Chile se ha reducido por el uso agrícola y forestal[2]. Además, está científicamente comprobado que el espino (Acacia caven), repercute en su conservación al actuar como árboles nodrizas, permitiendo el establecimiento de otras especies del bosque esclerófilo[3]. Además, su importancia no sólo está circunscrita a los ecosistemas nativos, sino que en las praderas para ganadería en la zona central, permitiendo una mayor producción de forraje.
Los valores expuestos en el recurso de protección de SNA representa una visión reduccionista y depredadora de los ecosistemas en desmedro de los ecosistemas nativos y las comunidades locales. La necesidad de desarrollo agrícola ha gatillado la deforestación de los bosques nativos y/o su degradación producto de la tala no sustentable para la producción de madera y leña y la sustitución de bosques por monocultivos (de paltos por ejemplo). Su expansión ha ocurrido en detrimento de los bosques y otros ecosistemas nativos en Chile (por ejemplo, matorrales y humedales), generando importantes impactos en los sistemas sociales y ecológicos.
Los monocultivos, son sistemas artificiales creados para maximizar ganancias económicas. Son plantaciones masivas de una misma especie (en la mayoría de los casos exótica) que permite producir grandes cantidades de productos a costos más bajos. Por ejemplo, los monocultivos tienden a secar cuencas[4]; generan empleos precarios; aumentan el riesgo y propagación de los incendios forestales, destruyen el paisaje e invaden y amenazan la biodiversidad nativa de Chile, en oposición a lo denominado por la SNA como “bosque de salud” en su recurso de protección.
Es importante señalar que, por ejemplo, un kilo de paltas requiere alrededor de 400 litros de agua. En Chile la superficie productiva ha pasado de 2.000 a 17.000 hectáreas en 30 años aproximadamente, y el modelo de producción está enfocado exclusivamente en la demanda de palta para exportación, y no en la capacidad de los ecosistemas para sostener el cultivo.
Esto contrasta con la realidad de comunidades rurales que han quedado sin acceso al agua en la región de Valparaíso producto de la apropiación del recurso hídrico para el cultivo agrícola, en particular de palta. Hoy en día diversas comunidades presentan serios problemas del derecho humano de acceso al agua, como aquellas ubicadas en los valles del Río Petorca y Ligua, los cuales ya han sido declarados secos [5].
Estos monocultivos agrícolas se han expandido como resultado de planes de manejo que permitían la sustitución de bosque nativo, error subsanado ahora por el dictamen de Contraloría. Se requieren políticas claras de ordenamiento territorial, imprescindible para proteger a las comunidades y los ecosistemas nativos en pro de un modelo de desarrollo económico que incluya la sustentabilidad de los territorios.
Los bosques nativos son sistemas naturales complejos, biodiversos, que permiten la subsistencia de las comunidades rurales, proveen de servicios como la absorción y secuestro de carbono desde la atmósfera, y aseguran la provisión de agua en las cuencas, no poseen “suelos perdidos” como expresa la SNA, ni mucho menos necesitan ser “rescatados”, sino protegidos.
La biodiversidad y el bosque nativo tiene valor en sí mismo, proveen múltiples servicios ecosistémicos y son patrimonio y herencia natural de todas las personas del país (y no solo beneficio para algunas). Las sustituciones del bosque nativos por otro uso de suelo han traído no solo importantes problemas ambientales si no también sociales, por lo que el análisis meramente económico, dejó de ser hace tiempo el único argumento para manejar el territorio.
Como SOSOET nos preocupa el recurso de protección presentado por la SNA, al carecer de todo sustento científico. Nuestro país debe dirigir esfuerzos hacia generar un modelo de desarrollo basado en evidencia. Urge un enfoque participativo y representativo de todas las evidencias científicas y sociales de los territorios en la toma de decisiones. Esto evitará la marginalización y degradación de los bosques y otros ecosistemas nativos que hoy predominan en nuestro país y, al mismo tiempo, estimulará una actividad económica sustentable tanto en lo social como en lo ambiental.
Sociedad Chilena de Socioecología y Etnoecología
[1] Myers et al. 2000. Biodiversity hotspots for conservation priorities. Science.
[2] Miranda et al. 2016. Native forest loss in the chilean biodiversity hotspot: revealing the evidence. Regional Environmental Change.
[3] Root-Bernstein et al. 2017. Acacia caven nurses endemic sclerophyllous trees along a successional pathway from silvopastoral savanna to forest. Ecosphere.
[4] Alvarez-Garreton el al. 2019. The Impacts of Native Forests and Forest Plantations on Water Supply in Chile. Forest.
[5] Muñoz et al. 2019. Water Crisis in Petorca Basin, Chile: The Combined Effects of a Mega-Drought and Water Management. Water.