“Los científicos son los ojos y oídos de la sociedad para entender la naturaleza”. Pienso en esto cuando observo la situación en la que nos encontramos hoy. Un escenario inesperado y propio de una película de ciencia ficción para muchos. Curioso, porque la ciencia, particularmente la que está asociada con la conservación de la naturaleza, lo viene advirtiendo desde hace más de 20 años. 

Sabemos que la destrucción de la naturaleza es la principal causa de aparición de enfermedades infecciosas en el mundo. Esto no es una opinión, es un hecho. Si no entiendes por qué ocurre o piensas que la solución es exterminar a los murciélagos, intentaré explicarlo desde el principio y compartir algunas reflexiones sobre el valor de los ecosistemas sanos en la salud de las comunidades humanas.

En la Tierra existe una gran variedad de formas de vida (biodiversidad), desde pequeñas criaturas invisibles al ojo humano hasta grandes ballenas azules. Entre ellas también se encuentran los seres vivos que son capaces de transformar la energía del sol en alimento (algas, plantas y árboles, entre otros). Sin ellos, no podrían existir los animales, entre los cuales nos encontramos los seres humanos. Ni más ni menos que otra especie más en este gran ecosistema al que llamamos Tierra. 

Todos los seres vivos de este planeta estamos interconectados. En algunos casos es muy fácil ver esta conexión, como al pensar en un carnívoro y en su presa. Pero existen otras relaciones que son más difíciles de ver. ¿Sabías que dos de cada tres veces que respiramos podemos hacerlo gracias al oxígeno producido en el océano? Por lo tanto, tu vida depende de la salud del océano. Este es solo un pequeño ejemplo que demuestra cómo todas las criaturas dependemos de la salud del ecosistema, de la Tierra. Por lo tanto, la situación en la que nos encontramos hoy no es de extrañar. 

Cortesía WCS
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Agente biológico transmisible: una cuestión de oportunidad

Con la intención de simplificar al máximo y tratando de no caer en errores conceptuales, veamos cómo ocurre esto. Una enfermedad infecciosa es aquella enfermedad provocada por un agente biológico transmisible (virus, bacterias, protozoos, entre otros). Pero solo su presencia no causa enfermedades, son tres los factores que interactúan para que esto ocurra: el hospedero (el que se enferma), el patógeno (un agente biológico capaz de infectar y de provocar una enfermedad) y el ambiente, con las condiciones propicias para que los dos primeros factores se encuentren (ambiente físico, biológico y socioeconómico). 

Es decir, la aparición de una nueva enfermedad transmisible depende básicamente de la oportunidad de la exposición (el encuentro entre patógeno y hospedero susceptible en un ambiente particular) y de la sensibilidad de todos los factores involucrados. ¿Han escuchado que hay cierto tipo de condiciones que hacen que una persona sea más o menos susceptible a una enfermedad: Cierta edad, cierta condición física, en ciertos tipos de climas, etc. A eso me refiero.

Por otro lado, y una idea muy importante de tener en mente antes de continuar, es que cada vez que nos reproducimos (cualquier tipo de vida), ocurren mutaciones, algunas son mortales, otras generan cambios positivos, como nuevas adaptaciones que, por ejemplo, le permiten a la especie que muta sobrevivir en determinados ambientes o reproducirse más rápido. Esto es básicamente la evolución. En mamíferos, como los seres humanos, son cambios que ocurren muy lentamente, porque pasará como mínimo más de una década hasta que una persona se reproduzca; las bacterias, sin embargo, en cosa de horas pueden producir decenas de generaciones y, por lo tanto, de mutaciones. 

En esta ecuación hace falta un concepto. Y es que no todos los agentes biológicos causan enfermedades, sino que, por el contrario, muchos se encuentran en equilibrio con la especie a la cual infectan. Por ejemplo, la obtención de nutrientes desde los alimentos es posible gracias a una comunidad de seres unicelulares que viven en el sistema digestivo de cada individuo. Diversas bacterias y protozoos, entre otros, permiten que los animales sigan viviendo. Sin embargo, una de estas bacterias tan útiles en una persona, podría infectar y provocar una enfermedad en otra especie, o inclusive, en otro ser humano. 

Esto también ocurre en el sentido inverso, es decir, no porque un agente biológico cause una enfermedad en un individuo significa que lo hará en todos. De aquí el concepto de “portador sano”. Los portadores sanos están infectados, pero no se enferman. Esto significa que personas (o animales) que no muestran síntomas, pueden estar transmitiendo enfermedades.

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Listo, creo que esa es la base para lo que quería contarles. Una larga, pero muy necesaria introducción. Resumen: distintas especies (poblaciones) han interactuado durante millones de años con otras, formando comunidades, que viven en equilibrio. Estas comunidades y el ambiente donde se desarrollan (hábitat), incluyendo todos los elementos en el aire, la tierra, el agua, etc. Todo esto es un ecosistema. Cualquier cambio en el ecosistema tendrá una consecuencia.

Cuando decimos que la destrucción de la naturaleza es la principal causa de emergencia de enfermedades infecciosas, nos referimos a la modificación del ambiente y la pérdida de hábitat como consecuencia. El crecimiento de la población humana y todas las actividades asociadas son la causa de lo anterior: las ciudades y carreteras crecen, los recursos minerales se van agotando y buscamos nuevos yacimientos, necesitamos producir más, también se requiere más espacio para cultivos (alimento para personas y nuestros animales), la producción animal se intensifica (más individuos en el mismo espacio, aumentando el estrés), producimos cada vez más basura, buscamos nuevas fuentes de alimentos, viajamos muchos más, más seguido y más rápido, también lo hacen nuestros alimentos, etc. Todo esto, exacerbado por los efectos de la crisis climática, crea mayores y más frecuentes oportunidades de contacto entre seres humanos, animales domésticos y fauna silvestre (nuevos organismos entran en contacto con nuevos hospederos). El contacto puede ser directo, por ejemplo, tocarlos, ser mordidos, alimentarnos de ellos, manipularlos muertos sin los resguardos necesarios; o indirecto a través del agua y alimentos, o por medio de objetos inanimados. El resultado es que nuevas enfermedades están emergiendo, porque los agentes biológicos acceden a nuevos hospederos susceptibles y se diseminan más rápido. 

Cortesía WCS
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Esto no ocurre solo entre animales silvestres y personas, también ocurre con animales domésticos y entre los mismos animales silvestres cuando fuerzo a dos especies a estar en un mismo lugar y más aún si a esto le sumamos condiciones de estrés. El caso extremo y donde realmente jugamos con fuego, es en los mercados de animales, ya sean legales o ilegales según las regulaciones de cada país. Los ingredientes de la receta serán los mismos: diferentes especies vivas, otras muertas, unas sobre otras, atrapadas en redes, siendo manipuladas en ambientes con alta densidad de personas… ¿qué ocurre?… organismos presentes en otros organismos entran en contacto con nuevos hospederos. Puede entonces no ocurrir absolutamente nada o se presentan las condiciones apropiadas en los ambientes ideales y se produce una nueva infección. Mientras mayor densidad de animales, mayor posibilidad de encontrar agentes transmitiéndose y mutando. Aquí, por probabilidades, es solo cosa de tiempo a que surja una nueva enfermedad infecciosa.

En el 2008 se estimaba que más de la mitad de las enfermedades infecciosas emergentes (EIE) identificadas en seres humanos eran zoonóticas, es decir, tenían su origen en los animales, y de estas, más del 70% provenía de la fauna silvestre (Jones et al., 2008). El virus Hanta es un ejemplo de esto en nuestro país: siempre estuvo en los bosques de Chile, pero al ir urbanizando y entrando más al bosque, los roedores que portan el virus entraron en contacto con seres humanos. Existen otros casos reconocidos en el mundo como el Ébola, la Influenza, la salmonelosis, el virus Zika y por supuesto, la estrella del momento, el COVID-19. Los Coronavirus afectan a distintos animales, el tipo particular que provoca la pandemia humana hoy es el SARS-CoV-2. Esta cepa (tipo específico) mutó a partir de una (o varias) cepa/s presente/s en otro/s animal/es.

©Juan Jaeger
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Esto ocurre también en la otra dirección, es decir, la introducción humana de patógenos es la causa más frecuente de EIE en la Fauna Silvestre. Esta conclusión de un estudio de Burkholder y Glasgow (1997), nos dice que los patógenos de humanos y animales domésticos, también entran en las áreas silvestres y pueden provocar enfermedades en los animales silvestres. Por ejemplo, Gorilas mueren de Influenza Humana, Sarampión y Tuberculosis humana; poblaciones de Licaones han desaparecido por la introducción del Distemper canino, llevado al hábitat de esta especie silvestre por perros domésticos (Daszak et al., 2000). Algo similar a lo ocurrido con focas en la Antártica debido a los perros que llevaron consigo los primeros exploradores.

Entonces, ¿por qué si ya ha pasado antes estamos tan colapsados? ¿Cómo se movió tan rápido en todo el mundo? Tiene que ver con el número reproductivo básico (R0) de una enfermedad transmisible, esto es, el número promedio de casos nuevos que producirá cada infectado. Por ejemplo, cada enfermo de sarampión contagiará en promedio a más de 12 personas, para el COVID-19 este número es 2,5 en promedio, según los antecedentes de cómo evolucionó la enfermedad en China. Se entiende, mientras más grande el número, más rápido se disemina una enfermedad. Y, por supuesto, sumemos a esto los viajes internacionales. Por otro lado, la letalidad de la enfermedad tiene un rol en esto, es decir, en promedio cuántos de los enfermos mueren. Si una enfermedad tiene una alta letalidad, como es el caso del Ébola, no se diseminará rápido por todo el mundo, porque el enfermo muere antes de entrar en contacto con muchas personas y, por lo mismo, las enfermedades transmisibles más letales no generan Pandemias tan fácilmente. Al menos no en un periodo tan corto como el COVID-19. Este es el problema con aquellos que no manifiestan síntomas tan severos pese a ser positivos a la enfermedad, porque se sienten bien y si no se respetan las medidas precautorias recomendadas por las autoridades sanitarias, como el mantener el distanciamiento social, lavarse las manos frecuentemente, etc., pueden contagiar a muchos que, si son hospederos más susceptibles, pueden enfermar gravemente.

©WCS
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Hace más de 15 años, entendiendo estos procesos, Wildlife Conservation Society (WCS) como ONG especialista en la conservación de la naturaleza, en conjunto con diversas organizaciones internacionales del área de la salud impulsaron el concepto de Un Planeta – Una Salud (One World – One Health). El principio fundamental es que no es posible separar la salud humana, animal y ambiental. Están conectadas y deben entenderse y tratarse como un todo. En octubre del año 2019, en el mismo contexto, se redactaron los Principios de Berlín (Berlín Principles) donde se hace un llamado urgente (nuevamente) a los gobiernos, academia y sociedad civil para quitar las barreras que limitan el trabajo colaborativo para prevenir la emergencia o re-emergencia de enfermedades que amenazan a los seres humanos, vida silvestre y animales domésticos. 

Respetar los límites

Sí, somos los responsables de tener al COVID-19 poniendo nuestras vidas de cabeza. No los murciélagos o cualquier otra especie a la que queramos echarle la culpa. Básicamente nuestra desconexión con la naturaleza en forma de nuestras decisiones políticas, económicas y sociales, nos han traído a este momento. 

El objetivo debe ser siempre la salud del ecosistema. Respetar la naturaleza, ser cuidadosos con los límites, abogar por las actividades productivas sustentables y educar a la población, no solo previene enfermedades, si no que asegura nuestro futuro y el de las nuevas generaciones. El planeta tiene un tamaño determinado, las especies requieren ciertas condiciones mínimas para mantenerse saludables, hay límites. La ciencia, y todas sus ramas, permite entender estos límites planetarios y nos explica qué puede pasar si no los respetamos, nos ayuda a buscar soluciones y a prevenir potenciales desastres.

Espero que todo esto a lo que nos estamos enfrentando sea el inicio de un cambio de conciencia a nivel personal y, sobre todo, global: no me puedo separar de la naturaleza por más que lo intente, la necesito saludable, y todas las decisiones que tomo la afectan y, por lo tanto, me afectan a mí de vuelta y a los demás. No importa lo mucho que nos guste marcar fronteras y trazar límites a nuestras propiedades, somos todos uno.

Creo que ésta es la mejor lección que nos dejará el COVID-19: no importa qué tan distinto y distante te sientas del resto del mundo, nadie se salva solo. Juntos nos complementamos, crecemos, aprendemos, nos salvamos, o no. Estamos conectados.

La destrucción de la naturaleza es la principal causa de emergencia de enfermedades infecciosas en el mundo. Esto no es una opinión. Es ciencia.

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