No es solo el bosque: el castor también impacta las turberas, lo que exacerbaría los efectos del cambio climático
Si bien la destrucción de los bosques es el impacto más conocido, el castor también deteriora las turberas, las cuales almacenan importantes cantidades de dióxido de carbono. Por este motivo, buscan contener la alteración que produce este roedor exótico en los ecosistemas de la Patagonia, como una medida que puede contribuir a alcanzar la carbono neutralidad al año 2050.
“Para que Chile logre sus objetivos de mitigación del cambio climático, necesitamos establecer una estrategia que se enfoque en controlar la acción del castor como especie exótica invasora que causa graves perjuicios a los ecosistemas de la Patagonia”, así lo resaltó Felipe Guerra, coordinador nacional del Proyecto GEF Castor, al referirse a los desafíos del país relativos a lograr la carbono neutralidad hacia el año 2050, en el contexto de compromisos de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático.
Si bien el daño y la destrucción de los bosques que el castor provoca son más conocidos por la población, el impacto que su acción tiene sobre la crisis climática es menos comprendido. Eso, aun cuando los estudios demuestran que los ecosistemas de la Patagonia poseen una capacidad incomparable para almacenar gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono (CO2) que, de ser debidamente preservado, podría contribuir significativamente a que Chile cumpla los objetivos que se ha trazado en materia de mitigación del cambio climático.
Así lo resaltó Felipe Guerra, quien encabeza en Magallanes el Proyecto GEF Castor, cuyo objetivo es, precisamente, diseñar una estrategia para el adecuado control y manejo de esta especie exótica invasora presente en la Patagonia desde que en 1946 fue introducida en la porción argentina del lago Fagnano.
“En el marco de la COP25 y sus compromisos al 2050, Chile se ha propuesto metas ambiciosas, y comprender la necesidad de preservar los ecosistemas de Tierra del Fuego podría ser clave para alcanzarlas”, explica, en especial por los recientes datos aportados en una nota publicada en la prestigiosa revista Science, donde el equipo académico de la Universidad de Magallanes, liderado por el doctor Armando Sepúlveda, resaltó la necesidad de preservar las turberas de la Patagonia para lograr la reducción de gases con efecto invernadero.
En la nota se destaca que “las zonas de turba de la Patagonia chilena cubren 3.1 millones de hectáreas y contienen aproximadamente 4.800 millones de toneladas de carbono, acumulado por más de 18 mil años”, es decir que almacenan 4.7 veces más carbono que toda la biomasa forestal en Chile.
Para comprender la magnitud del carbono secuestrado en las turberas, basta tener en cuenta que según el último Informe Nacional de Gases de Efecto Invernadero (2016), Chile emite 46 millones de toneladas de CO2 al año.
Dentro de los compromisos de mitigación del cambio climático, Chile se ha propuesto alcanzar una reducción de 45% respecto a los niveles de 2016, lo que significa llegar a unos 25 millones de toneladas de CO2 al año para 2030. Es decir, que los gases de efecto invernadero secuestrados en los suelos de la Patagonia exceden con creces las emisiones del país.
“Lo que hemos notado es que el castor inunda o, en otros casos, atrae agua de las turberas para poder crear su embalse. Esto quiere decir que el carbono almacenado en estas turberas se pierde” explica Armando Sepúlveda, quien detalla que por ello el estudio que conduce se centra en determinar los balances de carbono y metano mediante análisis en campo y laboratorio de forma periódica, además de estudiar la zona por medio de sistemas de información geográfica (SIG).
A través de esta metodología han logrado estimar que la pérdida de bosque cercano a las zonas del Parque Karukinka y el lago Blanco a causa del castor corresponde a más del 15% del área presente.
En ese sector, los suelos de las turberas están amenazados por la extracción del musgo que se realiza para su exportación, pero principalmente por la acción del castor, especie que ha colonizado todas las cuencas de la Isla Tierra del Fuego, provocando zonas de anegamiento en torno a las cuales el bosque muere por los efectos de la inundación, y la humedad de las turberas es drenada hacia los estanques de estos roedores.
La actual propuesta país para alcanzar la carbono neutralidad hacia el 2050 se enfoca, principalmente, en el sector de generación de energía. En lo relativo al sector forestal y uso de suelo, se centra en el manejo y recuperación de bosques – tanto nativos como plantaciones – pero no plantea metas relacionadas con los ecosistemas de turba.
Sin embargo, cabe destacar que el Proyecto GEF Castor está desarrollando un piloto demostrativo de gestión de la especie en Valle La Paciencia en Parque Karukinka, vasta zona de turberas donde se están ensayando las mejores prácticas para erradicar al castor de ese tipo de territorio. Las labores en terreno las desarrolla la ONG Wildlife Conservation Society (WCS), que administra dicho parque.
“Lo que aprendamos gracias a este proyecto piloto será de gran importancia para establecer la estrategia de manejo en zonas de turbas que representan un enorme desafío por las condiciones climáticas adversas que se enfrentan”, explica Guerra.
Además, el reto es extender estas prácticas a otras áreas de la isla que no están dedicadas a la conservación, como es el caso de Karukinka. “El trabajo de WCS en el parque es fundamental, pero la gran mayoría de las tierras afectadas por la invasión del castor en la isla corresponden a estancias dedicadas a la explotación ganadera”, recalca.
Por este motivo, el Proyecto GEF Castor busca que la estrategia de manejo de esta especie tenga una mirada amplia, que reconozca que se trata de un esfuerzo multisectorial y de largo plazo. El esfuerzo debe involucrar también a la sociedad en general.
Para facilitar el aporte de quienes habitan o visitan la región de Magallanes, próximamente se presentará una aplicación para teléfonos móviles, que permitirá que cualquier persona pueda reportar el avistamiento de un castor, o de indicios de su presencia (como diques o troncos roídos). Esta alerta permitirá a las autoridades competentes adoptar las medidas necesarias para contener la propagación de la especie.