COP 25 en Chile: reflexiones sobre ambición climática
«Chile –como anfitrión– debiese liderar y contar con argumentos técnicos y políticos robustos que justifiquen la ambición de nuestros propios compromisos. Sin ello, el discurso de ambición climática no irá más allá de la retórica. En este sentido, el relato de la posición geo-política que construya Chile y la prédica para llamar a la urgencia de la acción climática son clave», dice nuestro colaborador Cristián Retamal en esta columna que reflexiona sobre la ambición que las autoridades chilenas han recalcado debería caracterizar la COP25.
En enero 2016, a pocos días de haberse alcanzado el Acuerdo de París en la COP 21, escribí para Ladera Sur algunas reflexiones tras la algarabía de ese momento. Por estos días en que la COP 25 en nuestro país ya está instalada en los medios, redes y boca de muchos, quiero compartir nuevas reflexiones, a poco más de tres años desde el hito de París.
Desde diciembre pasado, cuando en la COP 24 en Katowice, Polonia, se decidió que la próxima cita de la Conferencia de las Partes (COP, por su sigla en inglés) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) sería en nuestro país, las autoridades nacionales –incluyendo a la ministra de medio ambiente, Carolina Schmidt, y el mismísimo presidente–, han manifestado que la reunión en Chile debe ser caracterizada por la «ambición» de los compromisos climáticos.
Pero, ¿cómo se entiende el concepto de ambición en el contexto de la actual crisis climática que experimentamos en el planeta?
Para responder esta pregunta, es fundamental comprender que las acciones para hacer frente a la crisis climática se categorizan en dos dimensiones básicas:
- mitigación de la crisis climática, lo cual apunta a estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera, los que han incrementado en concentración desde la Revolución Industrial a niveles sin precedente en la historia del planeta, producto de las emisiones de GEI por acción humana. Luego, dicha estabilización de concentraciones pasa por reducir las emisiones antropogénicas de estos gases; y
- adaptación a la crisis climática, lo cual requiere asumir que el sistema climático ya ha sido alterado y por ende nuestros sistemas socio-económicos deben adaptarse a la nueva realidad en donde los patrones climáticos ya no son los que durante siglos hemos conocido, y en base a los cuales los seres humanos hemos edificado nuestra civilización.
Adicional a estas dos dimensiones básicas, existe una tercera dimensión –transversal a la mitigación y adaptación ya mencionadas–; lo que se conoce como financiamiento climático que, como se puede inferir, tiene relación con cómo se costean las acciones de mitigación y adaptación.
Entonces, volviendo a la pregunta sobre qué se entiende por ambición climática, es necesario reflexionar sobre este concepto considerando las tres dimensiones enunciadas:
- Para la mitigación, la ambición está asociada a la idea de plantear e implementar objetivos de reducción de emisiones de GEI con la mayor celeridad posible, en línea con la urgencia que plantea la ciencia en los informes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC por su sigla en inglés)[1]. Es decir, disminuir las emisiones de GEI que genera cada país en el menor tiempo posible, buscando llegar a emisiones netas cero cuanto antes (esto es que las emisiones que genera cada país sean compensadas, o bien absorbidas por los sumideros).
Lo anterior, que no es muy difícil de explicar y comprender, es tremendamente complejo de articular entre países en el proceso multilateral de la CMNUCC, puesto requiere preguntarse: ¿cómo determinamos si el compromiso de un país es efectivamente ambicioso?
La respuesta a esta pregunta es compleja, y no existe un enfoque metodológico consensuado en el marco del proceso CMNUCC respecto de cómo abordar este tema, debido a motivos geo-políticos fundamentales.
Para definir si un país está haciendo una contribución de mitigación ambiciosa, la ciencia indica que es necesario considerar, al menos:
- Las emisiones absolutas históricas de dicho país
- Sus emisiones per-cápita
- Su nivel de desarrollo
Estos elementos, considerados en un análisis multi-criterio –en dónde no existe acuerdo de la preponderancia de alguno de estos elementos por sobre otro–, debieran determinar la ‘cuota’ de la que cada país dispone en la atmósfera para liberar GEI sin que la suma total de las emisiones globales lleve las concentraciones de estos gases a un nivel que tenga como corolario el aumento de la temperatura global por sobre el objetivo del Acuerdo de París.
Lo anterior se basa en que existe una cantidad máxima de GEI que los países en conjunto pueden liberar a la atmósfera antes de que se sobrepase el umbral de concentraciones que lleva el aumento de temperatura por sobre la meta del Acuerdo de París. Esa cantidad máxima de GEI se conoce como ‘presupuesto de carbono’.
Entonces, hablar de ambición en la dimensión de mitigación implica analizar cuánto del presupuesto de carbono total le correspondería a cada país. Esto que describo, es un tema tabú en el proceso de negociación de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático.
2. Para la adaptación, determinar qué es ambición tampoco es trivial, puesto que no existe una métrica única y directa para analizar los compromisos de adaptación al cambio climático –como sí existe para la mitigación: toneladas de CO2 equivalente–. Entonces, hablar de ambición en la adaptación al cambio climático requiere de la construcción de un relato, intrínseco a los contextos geográficos, políticos, culturales y sociales particulares de cada país, territorio y/o sector económico. No obstante, pienso hay ciertas orientaciones que pueden servir para la formulación de dicho relato:
- La ambición en adaptación debiese contemplar de manera formal un enfoque integrado con los marcos de gobernanza para el desarrollo y para la conservación de biodiversidad.
- La ambición en adaptación debe contemplar de manera fundamental la posibilidad de monitorear el progreso y efectividad de las políticas hacia allá orientadas. Es decir, el monitoreo y la evaluación de las acciones de adaptación es clave.
- También, se debe avanzar hacia la institucionalización de procesos formales que permitan identificar las necesidades de adaptación al cambio climático en el territorio y sectores de la economía.
3. Finalmente, para el financiamiento climático, el concepto de ambición parece intuitivo: buscar que las acciones de mitigación y adaptación logren ser financiadas, y aquí la métrica es directa y monetaria –millones y billones de USD–. Luego, la ambición en el financiamiento climático pasa por hacer que los flujos financieros de los países sean compatibles con una trayectoria que conduzca a un desarrollo resiliente al clima y con bajas emisiones de GEI.
Volviendo a la COP 25 en nuestro país, y para incentivar compromisos climáticos ambiciosos de otros países, Chile –como anfitrión y presidente– debiese liderar y contar con argumentos técnicos y políticos robustos que justifiquen la ambición de nuestros propios compromisos. Sin ello, el discurso de ambición climática no irá más allá de la retórica. En este sentido, el relato de la posición geo-política que construya Chile y la prédica para llamar a la urgencia de la acción climática son clave para celebrar una COP 25 caracterizada por la ambición.
Dada la fracción que representan las emisiones GEI de Chile en el contexto global (menos del 0.5%), la ambición que pueda mostrar Chile en cifras de mitigación no modificará en forma significativa la tendencia incremental de concentraciones GEI en la atmósfera. Ergo, pienso que la ambición de Chile ante la urgencia de la mitigación pasa por presentar un compromiso de reducción de emisiones sólido, que reduzca la incertidumbre y que argumente en forma robusta y coherente el por qué dicha contribución es justa y ambiciosa. Con ello podría gatillarse el diálogo congruente requerido en el proceso de la CMNUCC y un efecto dominó para una distribución equitativa del presupuesto de carbono.
[1] En Octubre 2018 el IPCC entregó el reporte especial que le fue encargado en diciembre 2015 en la COP 21 sobre la viabilidad de limitar el aumento de la temperatura media del planeta en 1.5ºC. Al respecto el IPCC indica que a la tasa actual de emisiones GEI globales, restan 12 años para agotar la opción de limitar el aumento de la temperatura media de la Tierra en 1.5ºC como estipula el Acuerdo de París.