Onicóforos: los habitantes secretos del bosque
Con más de 500 millones de años de existencia, los onicóforos son considerados verdaderos fósiles vivientes. Estos pequeños y escurridizos animales, también llamados gusanos de terciopelo, se han mantenido prácticamente invariables a lo largo de los años y aún es mucho lo que se desconoce de la ecología de las especies chilenas. Aquí nuestro colaborador invitado, Bastián Gygli, nos cuenta más detalles de ellos con fotos de un ejemplar encontrado en Concepción.
En el bosque habitan múltiples seres. Grandes plantas, llamativos hongos y escurridizos animales. Muchos de estos seres los observamos con regularidad, como parte del cotidiano de un caminante naturalista, pero otros son encuentros especiales. Seres que no se ven todos los días. De esos que son tópico de conversación con amigos y amigas o que sólo se ven en fotos e ilustraciones en libros. Uno de estos seres es el onicóforo, el cual tuvimos la suerte de encontrar en los bosques cercanos a Concepción.
Los onicóforos (Onychophora) son un grupo extremadamente interesante de animales. Son pequeños seres alargados con múltiples y pequeñas extremidades. Se les conoce hace muchísimo tiempo en el registro fósil y se han mantenido prácticamente invariables por millones de años. Desde el punto de vista de la taxonomía han sido una complicación. Se sabe que son parte de los Ecdisozoa, un gran grupo de animales que muda su cobertura externa para crecer, pero no se ha llegado a consenso en su posición respecto a los anélidos (gusanos propiamente tales) y los artrópodos (insectos, crustáceos y arácnidos).
Este grupo es un habitante exclusivo de los bosques del trópico y templados del hemisferio sur. Para respirar, lo hacen a través de aberturas en la superficie del cuerpo (espiráculos) que, al no contar con un mecanismo de cierre, los obligan a habitar en zonas húmedas y sombrías para evitar la deshidratación.
Son seres solitarios que viven escondidos entre los troncos caídos y la hojarasca, donde suelen descansar durante el día. En la noche es cuando salen de sus refugios para cazar. No son animales especialmente ágiles, pero se encuentran armados con la capacidad de lanzar una baba pegajosa con la que pueden inmovilizar a sus presas, para luego alimentarse de éstas. Su dieta se compone de pequeños invertebrados como lombrices, termitas, larvas de coleópteros, además de madera en descomposición.
En Chile existen al menos cuatro especies, todas de la familia Peripatopsidae, en la que se encuentran cerca de cien otras especies distriubuidas en países como Australia, Nueva Guinea, Nueva Zelanda y el sur de África. Las especies chilenas serían los únicos representantes de esta familia en América, y se pueden encontrar en los bosques templados entre las regiones de Valparaíso y de Los Lagos, pero lo más probable es que haya muchas más que aún no se encuentran descritas por la ciencia. Esto debido a lo difícil que es encontrarlos para estudiarlos. Por suerte hoy con la nueva ola de entusiastas de la naturaleza, es probable que registros como el presentado acá se vuelvan cada vez más comunes. Por ellos es probable que pronto podamos conocer más sobre la vida de los pequeños cazadores, ya que la ecología de los onicóforos chilenos es aún un misterio.
Este ejemplar en particular corresponde a una especie no definida (al menos en lo que he podido investigar y preguntar) de unos 3cm de largo. Fue encontrado en las cercanías de la ciudad de Concepción, en el cerro Caracol, donde a unos 15 minutos del centro de la ciudad se puede llegar a pequeños relictos de bosque nativo que habitan entre las degradadas laderas de los cerros. Estas quebradas han probado ser un increíble refugio para múltiples especies de plantas, funga y animales, encontrando especies tan llamativas como el aguilucho chico (Buteo albigula) y el coleóptero de la luma (Cheloderus childreni), además del ya mencionado onicóforo. Esto lo hace sin lugar a dudas un lugar especial para conservar y potencialmente restaurar el ecosistema nativo de esta zona.
Encuentros como éste motivan a seguir con la exploración, alimentando la idea de que aún nos queda mucha naturaleza salvaje por descubrir, tanto en los lejanos páramos de las montañas como en las cercanías de nuestras casas.
Agradecimientos a Bastián Vollmeister, quien fue quien encontró este ejemplar particular, y a Montaraz, quienes se encargaron del trabajo audiovisual, del cual pronto liberarán un video.