El 19 de noviembre de 2025 parecía ser un día calmo en el altiplano de la Región de Arica y Parinacota. Como cualquier jornada, el Parque Nacional Lauca seguía su ritmo habitual. El lago Chungará, símbolo del paisaje, marcaba en su reflejo al tan característico volcán Parinacota y las nubes que lo rodeaban. En alguna parte del cuerpo de agua, taguas, patos y otras aves acuáticas se desplazaban y alimentaban. Pero sobre todo, el silencio y la paz reinaban el paisaje. 

Pero cerca de las seis de la tarde, el panorama cambió. 

A la altura del kilómetro 179 de la Ruta 11 CH, al interior del parque nacional, un camión proveniente de Bolivia, que se transportaba hacia Arica, volcó frente al refugio guardería de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), en el sector Chungará del parque. 

El hecho provocó el derrame de más de 20 mil litros de aceite de soya a granel que llevaba en su interior. Según corroboró Conaf en ese entonces, la mayor parte del contenido decantó del pavimento al sector del bofedal y un “pequeño porcentaje” lo hizo hacia el lago Chungará, donde “las formaciones vegetacionales y las algas sirvieron de carrera de contención para evitar un mayor alcance del líquido contaminante”. 

Entonces, el prístino reflejo del lago y el volcán se fue transformando en imágenes reinadas por un amarillo contaminante. Aves acuáticas se cubrieron de aceite. Y el silencio se transformó en el escenario de una emergencia ambiental del Parque Nacional Lauca. 

Las primeras horas de la tragedia

El 20 de noviembre, Natalia Gutiérrez, cofundadora de la Fundación Aka Pacha, y un grupo de integrantes y voluntarios, se equiparon con overoles, palas y baldes vacíos de pintura. Se unieron a las labores que ya habían empezado los bomberos de la octava Compañía Taapaca de Putre y personal de Conaf. “Al llegar, nos dimos cuenta de que la magnitud era mayor a lo que esperábamos, ya que el aceite se había vertido en el bofedal Mal Paso y el borde del lago. El olor a aceite era muy fuerte”, recuerda. Natalia, con lentes de sol y cintillo en la cabeza, fue de las primeras en comunicar y masificar la noticia, junto a los impactantes registros del fotógrafo Nicolás Amaro. 

“Lamentablemente tenemos pocas medidas de mitigación, no existe un plan de acción concreto para este tipo de emergencias, y la verdad es que ocurren cada vez de forma más frecuente. Si bien para los camiones de petróleo existen empresas privadas, para estos otros casos, de otros contaminantes, la verdad no existe un plan de acción concreto”, explicó en ese registro.

Mientras tanto, los organismos de emergencia empezaron sus tareas. Al medio día, se convocó a una mesa técnica. Conaf anunció el cierre indefinido del sector Chungará del Parque Nacional Lauca, asegurando medidas de mitigación inmediata en coordinación con Senapred, Carabineros, Sag y Sernapesca. Entre ellas, el rescate de aves afectadas, análisis de agua y la extracción del aceite de soya del bofedal. 

“Con el pasar de las horas, comenzaron a llegar distintas instituciones, mientras realizamos medidas de contención junto a los guardaparques de turno. Se hizo una mesa de trabajo fuera de la guardería. Pero seguían faltando manos para la contención inicial. Luego, empezaron a aparecer las primeras aves muertas y contaminadas con aceite”, recuerda Natalia. 

Los impactos de un vertimiento de aceite

El derrame en el Parque Nacional Lauca no es usual. El aceite de soya no es hidrocarburo ni combustible, sino que tiene origen vegetal. Vinko Zadjelovic, académico del Centro de Bioinnovación de la Universidad de Antofagasta, aclara que las consecuencias del vertimiento siempre dependen de su naturaleza, pero que hay ciertos efectos que podrían ser compartidos, como la afectación a los organismos terrestres y acuáticos.

Lo más fácil es imaginarlo de alguna forma gráfica. Primero, el aceite, por su naturaleza, forma una capa en agua o sedimentos. Esa capa podría reducir, por ejemplo, en el caso de una columna de agua, la penetración de la radiación. Por lo tanto, los organismos que realizan fotosíntesis, no serán capaces de llevarla a cabo. En esa línea, el aceite genera una capa entre el aire y el agua, lo que afecta la oxigenación de los organismos. En el sedimento pasa lo mismo, al penetrar el aceite en el suelo. 

“Depende de la naturaleza química cuán largas o duraderas son estas afectaciones. En este caso, al ser aceite vegetal los efectos podrían ser no tan duraderos como un aceite de petróleo convencional ya que, en principio, no tienen una composición tóxica como en el caso de los hidrocarburos. En el caso del aceite de soya, quizás la consecuencia más inmediata es la afectación física como efecto agudo. Pero la afectación a largo plazo es quizás menos duradera, y la crónica no tan comparable a un vertimiento de petróleo. Ahora, esto no quita que estos derrames tengan consecuencias inmediatas”, agrega Vinko.

Además del impacto paisajístico, las primeras afectaciones notorias en los registros fueron las de la fauna, en particular las aves. Cabe recordar que el Parque Nacional Lauca se inserta en una reserva de la biósfera homónima y protege un ecosistema único que, entre muchos otros elementos clave, protege más de 60 especies de aves diferentes. Solo en el último Censo, se registraron más de 20 mil individuos en las cuatro lagunas del parque.

De acuerdo con Conaf, entre el 19 de noviembre y el 8 de diciembre se contabilizaron 56 aves muertas por aceite de soya, siendo las más afectadas las taguas gigantes, chicas, blanquillos, patos puna o patos jergones. Tal cifra corresponde a un 0,35% de la población promedio de la avifauna del lago Chungará. Por otro lado, SAG trasladó una decena de aves a centros de rehabilitación de fauna silvestre en la Región de Tarapacá, al no existir estas instalaciones en la comuna afectada. La empresa contratada para la contención de la emergencia, Spill Tech, habilitó un centro de rescate que empezó a funcionar a tres semanas del accidente. 

Sin embargo, para la Fundación Aka Pacha, quienes se han mantenido visitando el terreno, el trabajo está lejos de estar listo. En una declaración, explican que siguen apareciendo aves muertas, “lo que evidencia que los efectos del derrame continúan y no han sido correctamente evidenciados” y que “persiste el riesgo de abandono de las labores de rescate de fauna”. 

Contactamos a SAG para conocer cifras actualizadas de aves afectadas, el seguimiento de las especies enviadas a centros de rehabilitación y el monitoreo de las especies que continúan en el lugar, entre otras cosas. Sin embargo, hasta la fecha de publicación de este reportaje, no fueron contestadas las preguntas.

Freddy Medina, biólogo y presidente del Foto Indígena sobre Cambio Climático, advirtió en una nota publicada por T13 que el impacto del desastre podría fácilmente durar 50 años más, considerando que “el aceite ya pasó a ser parte de los organismos vivos del bofedal del lago Chungará”. Sin embargo, todo depende de las condiciones ambientales y la respuesta de los microorganismos presentes en el ambiente, que son los encargados de la degradación.

“En el caso del petróleo, se habla de plazos más largos porque hay estructuras químicas complejas para que degraden los microorganismos. No obstante, en el aceite de origen vegetal hay una fracción importante que es degradable al principio. Todo depende de la comunidad microbiana”, explica Vinko, asegurando que las condiciones ambientales —como las del lago Chungará, a más de 4.500 msnm— también influyen en el proceso: 

“Al haber ciclos de temperatura alta y baja, los ciclos degradativos también pueden disminuir. Esto sucede porque la viscosidad a temperatura baja aumenta y se forma una especie de resina. En alta temperatura, es más accesible a degradar. Yo creo que podría haber una situación, principalmente por los cambios de temperatura, en que se hagan más o menos accesibles los procesos degradativos en comparación a que fuese un ambiente con temperatura más constante”.

Por lo tanto, el tiempo dará sus respuestas: “Si bien esta serie de moléculas son más degradables, no sabemos el impacto en ciclos geoquímicos o cuánto puede tomar que la dinámica post derrame vuelva a la normalidad. Es importante que macroorganismos vuelvan al lugar y se reestablezcan los ciclos vitales originales”, finaliza Vinko.

Respuestas ante la emergencia

A días del desastre, Conaf manifestó haber intensificado las labores de extracción de aceite de soya en el sector Chungará del Parte. Luego de varias jornadas de limpieza con una participación pública – privada de voluntarios y un equipo, finalmente, tras una reunión realizada por los organismos competentes, se contrató a la empresa Spill Tech para elaborar un plan de trabajo. En esa oportunidad, Lino Antezana Navarro, director regional de CONAF, apuntó que dicha contratación les permitiría “coordinar de mejor forma las acciones de apoyo de voluntarios e instituciones públicas y privadas que están colaborando”.

Desde ese momento, comenta Natalia, de Aka Pacha, las labores de limpieza quedaron a cargo de la empresa: “Continuamos visitando el lago para verificar que las labores se siguieran realizando y para apoyar en caso de que fuese necesario”.

Dentro de sus estimaciones, la empresa estimó alcanzar, al 24 de diciembre la extracción aproximada del 70% del contaminante en el área afectada. En concreto, de acuerdo a los últimos informes en terreno emitidos, con fechas 29 de noviembre y 15 de diciembre, se han retirado cerca de 22.000 kilogramos de material impregnado con aceite y 8.000 litros de líquido, lo que representa una reducción estimada del 60% del material contaminante. Además, el aceite se mantiene en una profundidad de 20 centímetros. 

La provincia, mientras tanto, se mantiene en monitoreo por Alerta Amarilla. Se constataron, en este contexto, labores como barreras de contención, la recuperación mayoritaria de aceite visible y el retiro de macrófitas contaminadas. Para Aka Pacha, además de cuestionar la extracción de Myriophyllum quitense, una barrera natural para evitar el avance del aceite, las labores durante este mes “se han limitado a contención y extracción mecánica, de las cuales se reporta la recuperación de más de 7.400 litros, sin antecedentes verificables que permitan conocer con precisión la cantidad efectivamente retirada. Resulta preocupante que no exista información pública sobre la corroboración técnica de las labores de extracción realizadas por la empresa, ni sobre los métodos utilizados para validar la eficiencia y trazabilidad de dichas acciones”.

Según especifica Senapred, aún se evalúa la implementación de un plan de seguimiento post emergencia, “orientado a reforzar los procesos de recuperación ambiental y a resguardar los componentes ambientales sensibles, considerando la alta vulnerabilidad y relevancia ecológica del Lago Chungará”. 

A ello se suma la preocupación de las organizaciones locales por labores de remediación y restauración ecológica efectivas; y qué sucederá después del 24 de diciembre. En su declaración, Aka Pacha manifiesta la necesidad de un seguimiento a largo plazo para evaluar la pérdida de oxigenación, afectación de macroinvertebrados y alteraciones a la cadena trófica, así como la implementación de medidas técnicas como la implementación de un cerco temporal de exclusión para evitar el ingreso de ganado doméstico y fauna herbívora y la ejecución de campañas de muestreo de agua, sedimentos, suelo y zooplancton para caracterizar la extensión del impacto. 

Un accidente evitable

Para algunas fuentes consultadas para esta nota, un gran punto a considerar es el de la prevención. “Yo diría que es una situación completamente evitable”, explica Vinko, “este tipo de transporte con carga pesada podría evitar transitar en zonas urbanas. Lo mismo se podría hacer con sitios ambientalmente sensibles, evitar el tránsito de vehículos así que generen estas consecuencias”. 

Por su lado, Natalia apunta a que “este accidente es el punto de quiebre de una serie de vertimientos que han estado ocurriendo en los últimos 20 años (…). En el último mes antes del vertimiento de aceite había ocurrido 4 accidentes en la carretera con consecuencias de derrames de petróleo en ecosistemas de altiplano, precordillera y valles alrededor de la carretera 11 CH (…). Estos eventos tienen impactos ambientales pocas veces cuantificados por la instituciones, además de impactos económicos y psicológicos a las comunidades que no muchas veces son compensados”. 

De esta forma, ambos apuntan a que no solo son evitables, sino que el hecho de que sucedan puede implicar consecuencias que no están del todo claras en ecosistemas tan únicos y frágiles como el del Parque Nacional Lauca. Por ello, en la declaración pública antes mencionada también se solicita que la declaración de Zona de Catástrofe, según explican, «con el fin de activar mecanismos extraordinarios de protección, reparación integral del daño ambiental, resguardo a la salud de la población y apoyo afectivo a las comunidades afectadas».

Sobre quiénes son los responsables, el proceso aún continúa. La PDI lleva a cargo una investigación por delito de contaminación grave imprudente y existen dos personas imputadas: el conductor del camión y el representante legal de la empresa vinculada al vehículo de carga pesada. 

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