
Conociendo la Reserva Puquén en Los Molles, un refugio de biodiversidad y patrimonio que florece en primavera
Ubicada entre las playas de Pichidangui y Los Molles, entre la IV y V Región, se encuentra la Reserva Puquén, un área de protección ecológica privada que se levanta como un refugio vital para la biodiversidad del clima mediterráneo y un verdadero paraíso para la flora nativa de Chile central. Esta reserva resguarda una extraordinaria diversidad de especies endémicas, como el lúcumo silvestre, y conserva un valioso patrimonio arqueológico que da cuenta de las culturas que habitaron la zona. En primavera, el lugar alcanza su máximo esplendor: los senderos y valles se llenan de colores, ofreciendo paisajes que impresionan a cualquier visitante. En este artículo te contamos todo sobre este maravilloso espacio de conservación, donde ciencia, educación ambiental y participación comunitaria se unen para proteger uno de los ecosistemas mediterráneos más escasos y amenazados del planeta.
Entre los acantilados y playas que marcan el límite entre las regiones de Valparaíso y Coquimbo, se esconde un tesoro natural único: la Reserva Puquén. Un área de protección ecológica privada de 260 hectáreas, que es reconocida no solo por su belleza escénica, sino también por su importancia ecológica y de conservación. Y es que esta reserva costera se levanta como un refugio vital para la biodiversidad del clima mediterráneo, uno de los ecosistemas más escasos y amenazados del planeta, presente solo en cinco lugares del mundo.

“Esta zona es parte de uno de los ecosistemas más escasos del planeta: el ecosistema mediterráneo, que solo se encuentra en aproximadamente un 5% de la superficie terrestre, específicamente en la cuenca del Mediterráneo, California, Sudáfrica y el suroeste de Australia. El clima mediterráneo se caracteriza por una transición entre la zona desértica y la zona templada o lluviosa. Este subtipo del clima templado presenta inviernos suaves con escasas lluvias y veranos secos y calurosos, lo que da lugar a una vegetación dominada por matorrales y especies perennes”, explica Mónica Schmutzer, propietaria del lugar.
En este pequeño rincón costero se presenta como un verdadero paraíso para la flora nativa de Chile central. Cerca del 70% de las especies son endémicas, muchas de ellas en categoría de amenaza, como el lúcumo silvestre (Gayella valparadisaea), un pequeño árbol endémico del norte de Chile que se encuentra en peligro crítico de extinción. La reserva es uno de los pocos lugares donde aún se puede encontrar esta especie, consolidándola como un santuario vital para la biodiversidad.



“Está el último bosque de lúcumo silvestre; nosotros lo llamamos así porque hay individuos en otros lugares, pero no al nivel que hay acá, que es como el gran bosque de Palo Colorado. Es una planta muy particular porque es de origen gondwanico, de la época en que los continentes estaban unidos. O sea, aquí, hay un tema génetico super importante, este lugar se estudia no solo por la flora y fauna, sino también en términos genéticos, para entender cómo se ha el desarrollado el planeta”, comenta el arquitecto Álvaro Eraso, miembro de la ONG Protege Los Molles.

Por ello, no es de extrañar que el gran valor de este refugio costero haya sido reconocido oficialmente: desde 2005, el Ministerio del Medio Ambiente lo catalogó como Sitio Prioritario para la Conservación, ubicándolo en el primer lugar a nivel regional.
Vale decir que la Reserva Puquén alberga una flora de características biológicas únicas. Entre sus 300 especies documentadas destacan plantas emblemáticas como el lúcumo silvestre (Gayella valparadisaea), el chilenito (Eriosyce chilensis), el papayo silvestre (Carica chilensis) y la Mariposa de Los Molles (Alstroemeria pelegrina).


Así lo explica Rosemarie Lund, botánica y coautora del libro Flora Vascular de Los Molles, Región de Valparaíso, Chile: “Los Molles es un lugar de una gran riqueza de flora, hay alrededor de 300 especies y mezcla como lo mejor de dos mundos: mezcla el matorral costero con elementos del bosque esclerófilo. Entonces es un lugar que se podría llamar de transición o ecotono. Hay alrededor de 300 especies documentadas, quizás un poco más, donde destacan varias especies bastante especiales como el lúcumo, también hay cactus Eulychnia castanea y el chilenito (Eriosyce chilensis), que también tienen una distribución muy restringida y son endémicos”.

En ese sentido, la primavera es, sin duda, la época más espectacular para recorrer Puquén. Las herbáceas perennes y especies como la flor del bigote (Bipinnula fimbriata), la mariposa de Los Molles (Alstroemeria pelegrina) y el chagual (Puya venusta) estallan en colores que iluminan senderos, miradores y pequeños valles. “Lo bonito es que aquí se concentran muchas flores que tú puedes ver en otros lugares con dificultad. Puedes ver un montón de especies de diferentes lados en un mismo lugar. Es una bonita ruta para la gente que le gusta la botánica y que le gusta ver plantas, porque, como te decía, es lo mejor de los mundos, está todo ahí”, añade Schmutzer.
La reserva no protege solo la flora, sino que también sirve de refugio a la fauna endémica. Entre los habitantes más destacados se encuentran el cururo (Spalacopus cyanus), la perdiz chilena (Nothoprocta perdicaria), el yaca (Thylamis elegans), el degú (Octodon degus) y la turca (Pteroptochos megapodius). Asimismo, se ha documentado la presencia de pumas en este sector costero, uno de los pocos registros de esta especie en la zona central de Chile, lo que refuerza aún más la importancia de la reserva como santuario de vida silvestre.


Más allá de su riqueza natural, esta reserva costera también destaca por su valor arqueológico y cultural. En sus cerros y acantilados se concentran numerosos vestigios de antiguos asentamientos indígenas, que permiten reconstruir la historia de las poblaciones que habitaron esta zona desde tiempos arcaicos hasta las culturas precolombinas, e incluso los primeros contactos con los españoles. Estos hallazgos revelan un interés humano continuo por habitar y aprovechar el territorio, mostrando que Puquén no solo es un santuario para la biodiversidad, sino también un espacio de significativa relevancia histórica y cultural.
Asi lo señala el arquitecto: “Sobre eso nosotros tenemos la zona con la mayor densidad de sitios arqueológicos de toda la provincia de Petorca y donde hay un desarrollo arqueológico continuo, desde lo arcaico hasta las culturas precolombinas que existían justo antes que llegaran los españoles, e incluso de los españoles. Eso, en términos culturales, arqueológicos, es muy potente porque ahí tenemos una radiografía completa de las culturas que habitaron este territorio, que te demuestra que ahí hay un interés humano, no solamente medioambiental, sino un interés humano de habitar este lugar, de perseverar en estar ahí”.

Sin embargo, es importante señalar que estas zonas permanecen cerradas al público para garantizar su protección. De hecho, a los visitantes nunca se les indica su ubicación, justamente para evitar que se conviertan en un atractivo turístico.
Entre los atractivos naturales más singulares se encuentra el fenómeno geológico que da origen al nombre de la reserva: el Puquén, que en lengua indígena significa “ballena”. Una cavidad rocosa ubicada junto al mar expulsa un chorro de agua a presión, similar a un geiser, ofreciendo un espectáculo único que combina fuerza y belleza en medio del paisaje costero.

Sin embargo, la reserva ofrece mucho más que este fenómeno natural. Los visitantes pueden explorar playas, miradores y senderos que permiten descubrir rincones como la Isla La Lobera, el Mirador Niño Pájaro, el Cerro Orejas de Burro, la Playa Mala Bajada y Los Pozones. La combinación de paisajes impresionantes y la riqueza de su biodiversidad hace que muchos regresen una y otra vez para seguir explorando y disfrutando de todo lo que ofrece la Reserva Puquén.
“La reserva ofrece mucho más que este espectáculo natural. Los visitantes también se sorprenden con la riqueza natural y los paisajes impresionantes que se encuentran en el interior de la reserva. La combinación de la belleza escénica y la biodiversidad del lugar hace que muchos visitantes regresen para explorar y disfrutar más de la Reserva Puquén”, agrega la administradora de la reserva.



La comunidad local ha desarrollado un fuerte sentido de pertenencia y conexión con la Reserva Puquén, considerándola una parte integral de su historia y patrimonio. Este vínculo se refleja en un compromiso activo con la conservación y protección del medio ambiente, donde vecinos y organizaciones locales participan de manera constante en iniciativas para preservar la biodiversidad y los paisajes únicos de la zona. La relación entre la comunidad y la reserva no es solo de respeto, sino también de apropiación y cuidado, reconociendo la importancia de transmitir estos valores a las nuevas generaciones.
“A lo largo del año, se organizan diversos talleres de capacitación y actividades guiadas dirigidas a la comunidad, con el objetivo de fomentar la conciencia y la participación en la conservación de la naturaleza. Una de nuestras principales colaboraciones es con la Escuela Básica de Los Molles, con la que trabajamos conjuntamente en diferentes proyectos y actividades enfocadas en el cuidado y la protección del entorno natural. Todos los años realizamos con el colegio un concurso de arte, y las obras de los niños se pueden apreciar hoy en diferentes sectores y miradores de la reserva. Buscamos no solo promover valores de sostenibilidad y responsabilidad ambiental entre las nuevas generaciones, sino también que estas generaciones más jóvenes se sigan identificando con el lugar”, comenta Schmutzer.

El sueño de quienes gestionan la reserva va más allá de la conservación diaria: buscan consolidar un modelo de conservación sostenible, que combine protección ambiental, educación y desarrollo comunitario.
Su visión es que la Reserva Puquén se convierta en un referente en educación ambiental, integrando proyectos turísticos compatibles con la preservación del ecosistema, promoviendo la investigación científica y ofreciendo a turistas y científicos la oportunidad de conocer la riqueza natural del clima mediterráneo chileno.
“Nuestro sueño es consolidar y hacer económicamente sustentable toda la actividad de conservación en la Reserva Puquén. Para ello, estamos evaluando diversos proyectos turísticos que sean compatibles con la conservación del ecosistema. Queremos convertir a Los Molles en un destino obligado para turistas y científicos interesados en conocer más sobre la riqueza natural de esta zona del país. Además, en el mediano o largo plazo, aspiramos a ser un referente mundial en la conservación del clima mediterráneo, organizando congresos y estableciendo un centro de investigación”, comenta Schmutzer.

La Reserva Puquén es, en definitiva, un espacio donde ciencia, conservación y belleza se encuentran. Un destino que invita a recorrer senderos, observar especies únicas y sumergirse en la biodiversidad del clima mediterráneo chileno, mientras la primavera convierte cada rincón en un mosaico de colores y vida.
De la amenaza a la preservación
A pesar de su gran valor ecológico, este lugar no ha estado exento de amenazas. La localidad de Los Molles, ubicada en la zona costera de la comuna de La Ligua, ha enfrentado durante años la presión de la expansión y especulación inmobiliaria, que amenaza ecosistemas de alto valor ecológico, como la Reserva Puquén, el humedal estuario “Los Molles” y el cerro Santa Inés.


La modificación del Plan Regulador Intercomunal Satélite Borde Costero Norte, aprobada en 2014, generó gran preocupación: mientras el antiguo plan clasificaba a la reserva como zona de protección ecológica, la nueva propuesta destinaba 200 de sus 800 hectáreas como “área verde” y el resto como suelo de extensión urbana, poniendo en riesgo la integridad de este santuario natural.
Las agrupaciones vecinales de Los Molles señalaron irregularidades en la tramitación del Plan Regulador y presentaron recursos de reclamación, que inicialmente no fueron admitidos. Sin embargo, tras la revisión de Contraloría, el Plan fue finalmente rechazado en 2015, asegurando la protección del área.

“Estuvimos mucho tiempo en función de que la zona del Puquén se le hiciera una planificación territorial ad hoc a todo esto que estamos hablando de la calidad medioambiental que tiene, turística, arqueológica, etcétera. Y finalmente, después de muchos años y de mucha lucha y de mucho trabajo, el lugar quedo quedó como un parque intercomunal en el plan intercomunal. Eso no le entrega un grado de protección, pero sí es un uso de suelo adoc a poder tratar de protegerlo”, comenta el arquitecto Álvaro Eraso, miembro de Protege Los Molles.
Hoy, la relación entre la reserva y la comunidad es positiva y colaborativa. “Hoy día, desde Protege Los Molles tenemos súper buena relación con la administración de la reserva, tenemos la mejor opinión porque, al final, lo que ellos han hecho hasta el momento es súper natural y sano; se ha cuidado muy bien la zona. Entonces, estamos muy agradecidos de eso y sentimos que somos parte de haber instaurado una mentalidad y una cultura de que esta zona tiene que ser protegida a todo nivel. Y, en ese sentido, no es que tengamos un trabajo conjunto, pero sí nos sentimos muy parte de cómo ha ido evolucionando este cambio de mentalidad y cultural de cómo vemos a esta zona”, comenta Álvaro.

“La comunidad local ha desarrollado un fuerte sentido de pertenencia y conexión con la reserva, considerándola parte integral de su historia y patrimonio. Como resultado, existe un compromiso significativo con las labores de conservación y protección del medio ambiente. A lo largo del año, se organizan diversos talleres de capacitación y actividades guiadas dirigidas a la comunidad, con el objetivo de fomentar la conciencia y la participación en la conservación de la naturaleza”, añade Mónica Schmutzer.
A pesar de los conflictos pasados, las principales amenazas actuales provienen del ingreso irregular de personas a la reserva, lo que puede dañar senderos, vegetación y madrigueras. La proximidad a áreas urbanas aumenta la presión sobre el ecosistema, pero las 260 hectáreas que conforman la Reserva Puquén continúan destinadas exclusivamente a la conservación, un compromiso firme de la familia propietaria.



“Los vaivenes climáticos son un factor de riesgo para la biodiversidad de la Reserva Puquén. Sin embargo, los estudios realizados muestran que las acciones de conservación han tenido efectos positivos: año tras año se observa un aumento en la densidad de especies, incluso en años secos con menor floración, y una mayor floración en años más lluviosos. En la Reserva Puquén, independientemente de las discusiones científicas sobre el cambio climático, continuaremos trabajando en la conservación de nuestros ecosistemas”, señala Mónica Schmutzer.