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Descubriendo la vida que albergó el antiguo lago Tagua Tagua: los primeros humanos americanos y los nuevos hallazgos de sus ecosistemas
El antiguo lago Tagua Tagua es un sitio de trascendental importancia para la comprensión de la prehistoria chilena y global. Las excavaciones realizadas en la región han permitido reconstruir no solo la vida de los primeros humanos americanos, sino que también el panorama ecológico y climático de un período clave en la historia de la Tierra. Con cada nuevo hallazgo, se aporta una pieza más al rompecabezas de nuestro pasado, permitiendo una visión más clara de las interacciones entre los seres humanos, la fauna extinta y los ecosistemas en constante cambio, lo que convierte a este sitio en un valioso referente para los estudios de la prehistoria. En esta nota te contamos todos los detalles al respecto.
El antiguo lago Tagua Tagua, ubicado en el valle central de Chile, es un sitio arqueológico y paleontológico de excepcional relevancia. Este excuerpo de agua, desecado en 1833 debido a las actividades agrícolas, ha sido testigo de una rica interacción entre los primeros humanos que habitaron la región y la fauna que dominaba el área hace miles de años.
«En la primera mitad del siglo 19 comenzó un proceso de construcción de un canal, lo que finalmente desembocó en que el lago terminara secándose de manera artificial. Ahora, lo que hay básicamente en el perímetro del lago son tierras de cultivo. Esta zona igual tiene buena memoria y, en general, las personas construyen sus casas alrededor de lo que fue el antiguo lago, porque cuando llueve mucho el lago recupera un poco de su antigua forma y en el centro, por ejemplo, se llena con agua. Hace dos años en el centro se llegó hasta los dos metros de profundidad», explica Rafael Labarca, arqueólogo de la Pontificia Universidad Católica de Chile y doctor en Arqueología de la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Al igual que los pobladores actuales, en el pasado, hace aproximadamente 12.600 años, los primeros grupos humanos también se asentaron alrededor del antiguo lago, lo que se ha documentado gracias a los restos fósiles y artefactos descubiertos en diversas excavaciones. Estos grupos de cazadores-recolectores explotaron de manera integral los recursos naturales de la zona, lo que incluye la caza de gonfotéridos (mastodontes sudamericanos), de otros animales más pequeños, y la recolección de vegetales locales. Estos restos fósiles, junto con los hallazgos de herramientas y objetos de piedra (líticos), han permitido reconstruir parte de las prácticas y costumbres de los primeros habitantes del área, revelando una relación estrecha con los animales y el entorno natural.
«Hay hallazgos paleontológicos y arqueológicos. Lo que pasa es que cuando comenzó el proceso de construcción del canal, se encontraron muchos restos óseos de gonfotéridos. Muchos de esos fueron a parar al Museo Nacional de Historia Natural. Eso motivó a que fueran muchos expertos a la zona. A finales de los 60 fue un grupo de arqueólogos, hicieron excavaciones y documentaron el primer sitio en el que se encontraron instrumentos líticos, de hace 13.000 años antes del presente en Chile central. Fue un descubrimiento muy notable para la época. Eso después motivó a que se hicieran más excavaciones, y se hallaron tres sitios con interacción entre grupos humanos y fauna extinta, pero, al mismo tiempo, en torno al lago hay una enorme cantidad de restos arqueológicos de otros períodos de la prehistoria», afirma Labarca.
El lago, que en su época alcanzaba los 31 km² de superficie durante la temporada de lluvias, estuvo rodeado por bosques frondosos de especies típicas del bosque valdiviano y nordpatagónico, asociadas a un clima frío y lluvioso. Durante las glaciaciones, esta región fue un refugio para diversas especies de animales, algunas de las cuales ya han desaparecido, mientras que otras siguen existiendo en la actualidad. Del mismo modo, los sedimentos que descansan en el fondo del antiguo lago constituyen un valioso registro paleoclimático, lo que ha permitido estudiar los cambios climáticos ocurridos en los últimos 50.000 años.
«El lago Tagua Tagua fue el más grande que hubo en Chile central. De acuerdo con las descripciones de las personas que alcanzaron a verlo aún con agua, dicen que tenía más o menos 31 kilómetros cuadrados, en invierno producto de las lluvias, y tenía además cerca de cinco metros de profundidad. Había mucha vegetación en el entorno, muchas aves, y biodiversidad. Este lugar era como un paraíso», señala Labarca.
Excavaciones en el antiguo lago Tagua Tagua
Las excavaciones realizadas en el antiguo lago Tagua Tagua (Tagua Tagua I, II, y III) han sido fundamentales para reconstruir la historia de los primeros seres humanos que habitaron Chile, así como su interacción con los ecosistemas de la región. A lo largo de las décadas, diversas expediciones arqueológicas han desenterrado vestigios de una ocupación humana temprana, además de restos de fauna extinta que fueron clave para el desarrollo de las primeras sociedades humanas.
«La importancia de estos descubrimientos, dentro del contexto de la prehistoria de América, tiene que ver con que hizo tambalear un poco el panorama que se venía trabajando desde hace muchos años sobre poblamiento de América. Se suponía que el poblamiento de América había sido aproximadamente hace unos 11.000 años, por el estrecho de Bering con la migración de la gente desde el norte hacia el sur. Estos sitios de Sudamérica demostraban que esa migración debería haber sido anterior. Entonces, estos eran más antiguos que los norteamericanos. Esto dio vuelta todo este panorama, y después se descubrieron nuevos sitios en Norteamérica, a los que no se les había dado el crédito que correspondía. En fin, sigue todavía un poco en pie la teoría de que los primeros americanos pasaron por el estrecho de Bering y bajan desde Norteamérica, pero las fechas retrocedieron un poco. Sabemos que este evento tiene que haber ocurrido antes del 14.000 antes del presente», comenta Ángela Peñaloza, arqueóloga de la Universidad de Chile, quien ha estudiado las huellas de uso de los instrumentos líticos de Tagua Tagua III para comprender su función.
En esta línea, fue en 1967 cuando el arqueólogo Julio Montané descubrió el sitio Tagua Tagua I, con una antigüedad de 12.600 años. En este yacimiento, se hallaron restos de gonfotéridos y herramientas líticas asociadas con la caza y el procesamiento de grandes animales. Las evidencias encontradas sugieren que los primeros habitantes de la región no solo cazaban, sino que también utilizaban diversas técnicas para extraer y procesar los recursos animales, incluyendo la piel y la carne de grandes mamíferos.
El hallazgo de estas herramientas líticas, como cuchillos, raederas y raspadores, mostró un nivel considerable de especialización y conocimiento en el uso de los recursos naturales. La caza de gonfotéridos, un animal de gran tamaño, parece haber sido una de las actividades más importantes de estos grupos humanos, quienes explotaban de manera integral todos los recursos disponibles en su entorno.
«Hemos podido saber que la gente hacía uso de los gonfotéridos, pero también hay restos de caballos, con huellas de instrumentos; de ciervos extintos, también con huellas de instrumentos, como de golpes hechos por acción humana. Asociado a esto también, tenemos muchos roedores, avifauna, muchas ranas chilenas, etcétera», señala Labarca.
«En general, en los sitios arqueológicos tempranos, esto es Tagua Tagua I, II y III, hay poca evidencia de material lítico. Parece que ocurría que los grupos ocupaban el lago de manera más logística, o sea, iban a hacer ciertas actividades, estaban un tiempo, y después se iban a otros lugares que no hemos identificado. Pero, hemos logrado encontrar raspadores de piedra, cuchillos bifaciales, puntas de proyectil, y tenemos manos de moler. Son herramientas asociadas no solo al procesamiento de carne, que es lo que uno podría pensar en una primera impresión, sino que también las utilizaron para procesar vegetales y minerales. Respecto a eso, tenemos materias primas, particularmente en Tagua Tagua III, que son propias del sector o zonas cercanas. Pero también, hemos encontrado restos de obsidiana, que es una roca que no aparece localmente, sino que está asociada más con la cordillera, a los volcanes. Sabemos que la gente la trasladó al lago, aunque no sabemos específicamente desde dónde, porque tiene una composición química que es desconocida», agrega.
Unos años después, en 1985, Lautaro Núñez continuó las investigaciones en el sitio Tagua Tagua II, ubicado a 60 metros del primero. Este yacimiento, con una antigüedad de 11.700 años, reveló nuevas herramientas de caza, como puntas de proyectil hechas de piedra. Las puntas de proyectil tipo “cola de pescado” son especialmente importantes, pues están asociadas con la transición del Pleistoceno al Holoceno y a la llegada de una nueva tradición tecnológica en Sudamérica. Además de los restos de megafauna, también se documentaron herramientas líticas para procesar grandes presas, lo que ofrece una visión más detallada de las actividades cotidianas de estos primeros habitantes.
A partir de 2019, las excavaciones en Tagua Tagua III permitieron expandir el conocimiento sobre las ocupaciones humanas en la zona. Este nuevo sitio, ubicado cerca de los anteriores, ha proporcionado importantes hallazgos, como estructuras de combustión, que sugieren la presencia de fogones utilizados para cocinar o procesar alimentos. Los análisis de los restos encontrados, datados alrededor de 12.500 años antes del presente, también han revelado evidencia de la caza de gonfotéridos y otras especies extintas.
«En el sitio Tagua Tagua III, de estos primeros ocupantes, respecto a la tecnología lítica, no son muchas herramientas que encontramos, son más o menos 15 herramientas y son bien variadas. Dentro de este conjunto pequeño, por ejemplo, tenemos lo que parece ser un artefacto de molienda, que está asociado a pigmento, que es un pigmento rojo y que parece ser puro, o sea, que no está mezclado con otro tipo de aceite u otro tipo de cosas. También tenemos lo que parece ser una punta de proyectil de cola de pescado, que se llama, que estaría asociada a caza de fauna extinta», comenta Carolina Godoy, antropóloga de las Pontificia Universidad Católica de Chile, quien ha realizado estudios de los vegetales y de los materiales líticos presentes en Tagua Tagua III.
Es así como el hallazgo de estas nuevas herramientas líticas, como raspadores y cuchillos, y la documentación de fogones en los niveles más tempranos, fortalece la hipótesis de que el antiguo lago Tagua Tagua funcionó como un importante refugio y sitio de ocupación recurrente para los grupos humanos en la transición entre el Pleistoceno y el Holoceno.
«Nos hemos dado cuenta de que estas poblaciones aprovechaban mucho, de manera muy intensiva, las rocas que había en el entorno de la laguna, que venían por las quebradas o que estaban en los cerros en torno a la laguna. Todavía estamos buscando de dónde específicamente las sacaron, en eso estamos en el proyecto, pero la ocupación de la laguna ha sido intensiva desde hace miles de años», comenta Peñaloza.
«Ellos utilizaban las rocas locales para hacer diversos tipos de herramientas, cuchillos, puntas de proyectiles para cazar animales, raspadores para trabajar madera, para trabajar la piel. También están aprovechando, por ejemplo, los guijarros de río para hacer un uso muy intensivo de la molienda, principalmente de pigmentos de óxido de fierro. Además, buscaban estas rocas cordilleranas que tienen una calidad superior, porque son vidrios volcánicos, que son muy buenas materias primas, para fabricar principalmente herramientas para cortar y para cazar», agrega.
Un hallazgo significativo en las investigaciones recientes es el yacimiento de Cuchipuy, uno de los cementerios más antiguos de América, que muestra evidencias de entierros humanos y patrones de ocupación asociados a la explotación de recursos terrestres y acuáticos. Este yacimiento, que data de entre 9.000 y 4.000 años, proporciona una visión importante de las prácticas funerarias de los pueblos cazadores-recolectores de la región. Los hallazgos incluyen restos humanos enterrados, junto con herramientas y objetos que apuntan a una vida de intensa movilidad y aprovechamiento de los recursos naturales.
«Cuchipuy es un sitio muy particular, porque cumple con dos condiciones muy interesantes. Primero, es un cementerio, pero al mismo tiempo tiene evidencia de actividades domésticas, y lo que tiene es que posee una profundidad temporal muy importante. Las fechas más antiguas son de 8.900 antes del presente. Tiene una gran cantidad de entierros. Se han recuperado alrededor de 50 individuos en las excavaciones que se hicieron en los 80. Es un sitio muy intensamente ocupado, pero nosotros ahora, en el proyecto que estamos llevando a cabo, hemos comenzado a estudiar sitios similares a Cuchipuy. Hay muchos más, en total hemos alcanzado a reconocer seis o siete sitios», ahonda Labarca.
«Cuchipuy es el sitio que más se ha excavado, y lo que sabemos respecto de la forma de entierro es que hay un patrón funerario que se llama hiperflectado, porque las piernas están muy hacia atrás en relación con la posición natural del cuerpo. Asociado a los individuos, adultos y niños, se encontraron muchos restos de fauna, guijarros, manos de moler y otros artefactos líticos y sus desechos de manufactura, lo que probablemente puede ser parte de estos ritos funerales o de su vida cotidiana, o ambas cosas. Hay también muchos restos de fogones. Estos yacimientos fueron una forma de marcar los espacios desde muy temprano. Durante mucho tiempo la gente sistemáticamente enterró a sus difuntos en Cuchipuy y probablemente en todos estos otros sitios funerarios. No solo tuvo una significación doméstica y de subsistencia, porque había ranas, coipos, guanacos, etcétera, sino que además los sitios debieron tener una importante carga simbólica. La gente decidía enterrarse allí», agrega.
La diversidad de fauna y vegetales
Uno de los aspectos más impresionantes de las excavaciones en Tagua Tagua es la diversidad faunística registrada en la región. Los restos fósiles encontrados revelan una variedad de especies que habitaron la zona hace 12.600 y 20.000 años. Entre los 28 taxones identificados se incluyen tanto animales extintos, tales como gonfotéridos (mastodontes prehistóricos), caballos y ciervos, así como especies que aún sobreviven en la región, como es el caso de roedores, aves y reptiles. Esta riqueza faunística permite reconstruir con gran detalle los ecosistemas que existieron en la zona durante el final de la Edad de Hielo.
«Uno de nuestros proyectos está más enfocado en los sitios tempranos, que son de cazadores recolectores que fueron las primeras ocupaciones humanas, que tienen como 12.500 años. Ahí básicamente lo que hemos encontrado son restos de animales extintos, pero también mezcla con animales más pequeños, que están en asociación con artefactos líticos de piedra, que son evidencia de que fueron procesados por los seres humanos. También hemos trabajado con lo que son microfósiles vegetales. Entonces, hemos estado intentando recuperar y entender el tema de los vegetales en estas ocupaciones. Ahí hemos encontrado tanto plantas, que son propiamente de lo que sería la exlaguna, pero también de bosque más andino, que en el fondo nos dice que estaban trasladando maderas o recursos desde otros lados», cuenta Godoy.
«Hay una cantidad de fauna que no hay en otros sitios arqueológicos de Chile, o sea, por ejemplo, muchos tipos de aves, ranas chilenas, etcétera. Hay una cantidad de alimentación a base de rana que es muy impresionante. De hecho, el sitio de Cuchipuy tiene una representación de unos indígenas comiéndose una rana, porque realmente es el resto óseo que más encontramos. También mucho consumo de roedores y de pájaros nativos. Hemos encontrado instrumentos fabricados con esos huesos. La mayoría están quebrados, porque estos montículos o estos túmulos tienen las basuras domésticas de las personas, entonces, tiraban todo lo que estaba roto», agrega Peñaloza por su parte.
Entre los hallazgos más importantes, las aves fueron el grupo más representado, con 10 especies documentadas, seguidas por los roedores, con ocho especies. Aunque la mayoría de las especies halladas siguen habitando la región, algunas han desaparecido localmente, y otras, como los gonfotéridos y los caballos, se extinguieron hace miles de años, lo que proporciona una visión crucial de los efectos de los cambios climáticos y la caza humana en la megafauna.
En este sentido, gracias a la intensa labor de excavación e investigación, el antiguo lago Tagua Tagua se ha consolidado como un laboratorio natural y cultural único en su tipo. Las excavaciones han permitido no solo desvelar los secretos de los primeros humanos en Chile, sino que también entender cómo las especies de fauna y flora interactuaron con su entorno y cómo los cambios climáticos abruptos del Pleistoceno afectaron a los ecosistemas globales.
«Ahora, en el sitio nuevo que nosotros estamos trabajamos, que es Tagua Tagua III, hemos hecho estudios para poder comprender un poco la relación que tenían con los vegetales los primeros humanos. Hemos estudiado los bordes de los instrumentos líticos y encontrado algunos restos vegetales. Tenemos que evaluar todavía si es que existe una asociación, pero hemos hallado también restos de palma chilena. Entonces, estamos tratando de completar esta visión de cómo vivían estas personas y cómo se adaptaron tempranamente a este ambiente», afirma Labarca.
«Hay muchos huesos de patos, de tagua, de huala, de distintas especies de roedores, huesos de coipo, y eso nos ha permitido a nosotros hacer esta reconstrucción no solo de la fauna que las personas explotaban, sino que también de aquella con la que convivió en general», agrega.
De esta forma, los hallazgos de Tagua Tagua ofrecen información crucial para comprender los procesos de extinción de la megafauna y la adaptación humana a un mundo en transformación. Además, el análisis de los restos fósiles y la industria lítica permite a los científicos estudiar cómo las especies, tanto las extintas como las actuales, respondieron a los cambios en su entorno físico y biológico. Este conocimiento podría llegar a tener implicaciones importantes para la biología de la conservación y la ecología de la restauración en el contexto de los retos ambientales actuales.