TRILOGÍA DEL AGUA| La importancia del ciclo hidrológico en la estabilidad del clima y la efectividad de las medidas relacionadas al carbono
En la actualidad, las políticas y acciones centradas en la carbono neutralidad están siendo prioridad frente a un futuro sostenible. Sin embargo, esto eclipsa la importante necesidad de restaurar el ciclo hidrológico. En esta nota, Felipe Rodríguez, Francisco Fuenzalida y Andrés Riveros, del Centro de Estudios AguaTierra, explican por qué la restauración de los ciclos locales del agua y los suelos debería ser prioritaria y complementaria a la carbono neutralidad en políticas integrales de largo plazo. Este es el primer artículo de la Trilogía del Agua.
En el contexto climático actual, el concepto de carbono neutralidad domina la conversación sobre cómo enfrentar el cambio climático. La idea de reducir las emisiones de carbono hasta alcanzar un balance neutro es promovida como la estrategia central e incluso única para detener el calentamiento global y sus efectos catastróficos. Instituciones, gobiernos y empresas alrededor del mundo están comprometidos en planes para alcanzar la carbono neutralidad en las próximas décadas, y se han generado múltiples iniciativas de reducción de emisiones y compensación de carbono.
Sin embargo, esta visión predominantemente enfocada en el ciclo del carbono y su influencia en el clima, ha eclipsado otra necesidad crítica: la restauración del ciclo hidrológico, un sistema que, aunque menos visibilizado por los medios, es vital para estabilizar el clima y enfrentar los desafíos climáticos actuales. La restauración del ciclo del agua no solo contribuye a regular las condiciones climáticas, sino que posibilita la efectividad de las estrategias de carbono neutralidad, al mejorar las condiciones de funcionamiento de los ecosistemas, permitiendo entre otros efectos, la reducción de incendios forestales e inundaciones, la detención de los procesos de erosión del suelo y el favorecimiento de la regeneración natural y los procesos de reforestación en suelos más saludables y resilientes.
Este artículo propone que la restauración de los ciclos locales del agua y los suelos de los cuales dependen, debiera ser prioritaria y complementaria a la carbono neutralidad, pues solo mediante la combinación de ambos enfoques es posible abordar la crisis climática de manera integral y efectiva. Esto es aún más importante si consideramos que según el investigador Australiano Walter Jehne, el 95% de la dinámica del calor planetaria depende del ciclo del agua y su correcto funcionamiento, mientras que el carbono es responsable de solo el 4% de la misma.
La especie humana ha alterado profundamente el ciclo hidrológico a través de diversas actividades que priorizan la explotación de los recursos naturales y un uso irresponsable de los suelos, por sobre el equilibrio de los ecosistemas. La deforestación masiva y los cambios de uso de suelo para la expansión urbana, industrial y agrícola han reducido drásticamente la capacidad de la tierra para infiltrar, retener y hacer recircular esta agua en la atmósfera, creando vastas superficies impermeables que interrumpen el flujo natural del agua hacia los acuíferos y el correcto funcionamiento del ciclo hidrológico.
Al mismo tiempo, la práctica del monocultivo forestal, orientada a maximizar el rendimiento económico, y la denominada «revolución verde», que promovió una agricultura intensiva basada en monocultivos y altos insumos químicos, han agotado y compactado progresivamente los suelos, reduciendo su capacidad para almacenar agua, promover la biodiversidad y sostener las funciones climáticas de los ecosistemas. Junto con ello, se observan alteraciones en la presión atmosférica, las temperaturas y el patrón de los vientos y corrientes marinas. Estos cambios han deteriorado profunda y peligrosamente el ciclo del agua, inhibiendo la infiltración, aumentando la evaporación superficial y exacerbando la frecuencia de fenómenos climáticos extremos como sequías, inundaciones y aluviones.
Es urgente comprender que el ciclo del agua también está regulado por los organismos vivos, especialmente por las grandes masas forestales del planeta. En tal sentido, para restaurar este ciclo esencial y recuperar la estabilidad climática, es necesario un enfoque sistémico basado en la inteligencia natural del Planeta Tierra, en la que se devuelva la salud a los suelos, se regenere la vegetación y la vida silvestre y se promuevan sistemas agrícolas, forestales e industriales que trabajen en armonía con los ciclos naturales y reconozcan los límites, singularidades de nuestro único hogar.
El ciclo del agua en su actual condición de deterioro no sólo afecta la disponibilidad de recursos hídricos y la estabilidad de los ecosistemas, sino que también contribuye directamente al calentamiento global mediante la liberación descontrolada de vapor de agua. Cuando los suelos no pueden infiltrar el agua debido a la deforestación, la compactación y los monocultivos, el agua queda en la superficie y se evapora rápidamente.
Este aumento de la evaporación incrementa la concentración de vapor de agua en la atmósfera, que, a pesar de que su permanencia es breve en comparación con gases como el CO₂, es uno de los gases de efecto invernadero más efectivos en la absorción de radiación infrarroja, atrapando el calor y contribuyendo a un aumento adicional de la temperatura global. De esta forma, la interrupción del ciclo natural del agua genera un efecto de retroalimentación negativo que intensifica el cambio climático y hace aún más urgente la restauración de los sistemas naturales que regulan el movimiento del agua en el planeta.
El ciclo hidrológico y el ciclo del carbono están profundamente interconectados en los ecosistemas. Restaurar el ciclo del agua es esencial para que los suelos y la vegetación puedan actuar como verdaderos almacenes de carbono, ya que los ecosistemas saludables fomentan el crecimiento vegetal, la acumulación de materia orgánica en el suelo y un procesamiento optimo (sintrópico) de la energía del Sol, todo esto fundamental para el secuestro de CO₂.
Un ciclo hidrológico funcional permite que la vegetación realice fotosíntesis de manera eficiente, maximizando así su absorción de carbono y enfriando la atmósfera. Al implementar estrategias como las reforestaciones agroecológicas (restauración por uso) y la construcción de paisajes de retención de aguas, se crean las condiciones básicas para capturar carbono de manera efectiva y sostenible. Así, la restauración del ciclo hidrológico es un paso previo indispensable para disminuir la cantidad de vapor de agua en la atmósfera, alcanzar la carbono neutralidad y construir una respuesta climática verdaderamente integral y resiliente.
Los paisajes de retención de agua, desarrollados por Sepp Holzer de Austria, Michael Kravcic de Eslovaquia, Rajendra Singh de la India y Zach Weiss de la escuela internacional Water Stories representan una herramienta fundamental para sanar el ciclo hidrológico, en lo que se ha llamado el Nuevo Paradigma del Agua. Este enfoque consiste en diseñar y construir sistemas interconectados y descentralizados de retención de agua en el paisaje, con elementos y estructuras como estanques, terrazas, zanjas y diques estratégicamente ubicadas, que permiten que el agua de lluvia y de escorrentía se infiltre de manera gradual en el suelo en lugar de drenarse y evaporarse rápidamente.
Este proceso no solo recarga los acuíferos subterráneos, sino que también crea microclimas húmedos que favorecen la regeneración de suelos, la biodiversidad y el crecimiento de la vegetación. A diferencia de los sistemas de drenaje convencionales, los paisajes tratados bajo estos principios adquieren la capacidad de retener y distribuir el agua de acuerdo con los patrones naturales del ciclo hidrológico, mitigando sequías e inundaciones en un proceso llamado Renaturalización. Gracias a estos efectos, los paisajes de retención de agua son esenciales para restaurar el ciclo hidrológico, ya que promueven una gestión hídrica en armonía con la naturaleza y crean condiciones duraderas que benefician tanto al clima como a los ecosistemas locales.
Por otra parte, la restauración del ciclo hidrológico tiene un impacto social y económico significativo en las comunidades. Al recuperar la capacidad natural de los ecosistemas para retener e infiltrar agua, se mejora la disponibilidad de este recurso esencial, lo que beneficia directamente a las actividades agrícolas y asegura el abastecimiento para el consumo humano. Esto resulta en un modelo de producción más resiliente y accesible para las comunidades locales, con beneficios económicos tangibles a mediano y largo plazo.
Además, la regulación natural de los flujos de agua ayuda a reducir el riesgo de desastres naturales como inundaciones y sequías, fenómenos cada vez más frecuentes en el contexto de cambio climático. Al mitigar estos riesgos, se disminuyen los costos asociados a los daños materiales y se protege la seguridad y el bienestar de las comunidades. En este contexto, es fundamental que los gobiernos y organizaciones implementen políticas integrales con perspectiva de largo plazo, que promuevan la restauración del ciclo hidrológico junto con los compromisos de carbono neutralidad. Esta acción conjunta permite abordar la crisis climática desde múltiples frentes, logrando un impacto real en el bienestar comunitario y en el desarrollo sostenible.
La restauración del ciclo hidrológico es fundamental para enfrentar la crisis climática de una manera realmente efectiva y sostenible. Aunque la carbono neutralidad es un objetivo crucial, no podemos ignorar que, sin un ciclo del agua saludable, los ecosistemas no podrán absorber y retener carbono de forma efectiva, ni tendrán la capacidad de regular el clima local y resistir eventos extremos. Al implementar prácticas como los paisajes de retención de agua y sistemas agroforestales sucesionales a gran escala, no solo regeneramos la capacidad del suelo para infiltrar y almacenar agua, sino que también creamos paisajes resilientes y biodiversos que favorecen la estabilidad climática a largo plazo. Es fundamental que las políticas climáticas globales incluyan la restauración del ciclo hidrológico como un paso prioritario, permitiendo que la naturaleza vuelva a cumplir su rol en la regulación climática. Mediante esta combinación de enfoques podremos construir un futuro en el que los sistemas naturales y las comunidades humanas prosperen en equilibrio con el planeta.