La Orinoquía colombiana: una belleza natural poco explorada que camina hacia el turismo sostenible
Se suele pensar en Colombia como sinónimo de las playas blancas de Cartagena, los laberintos de la Comuna 13 en Medellín o la vibrante cultura cafetera de Bogotá. Sin embargo, existe un lugar poco conocido que alberga una gran biodiversidad. Se trata de la Orinoquía Colombiana, región que es hogar de miles de especies de flora y fauna, y que a su vez, es poseedora de importantes reservas petrolíferas de las que se extrae alrededor del 70% de la producción nacional. Por lo mismo, esta zona durante años ha sido protegida por iniciativas locales que han velado por la protección de sus recursos naturales y actualmente se encamina hacer una región pionera en el turismo sostenible. Te invitamos a conocer este increíble viaje a través de la nota realizada por nuestros colaboradores Barinia Montoya y Jorge Rodríguez.
No se puede negar que la vida natural juega un papel muy importante en la intención de convertir a la región de la Orinoquia Colombiana en un destino turístico digno de conocer. Su puerta de entrada es Yopal, capital del departamento de Casanare, que queda a tan solo 35 minutos en avión desde el aeropuerto El Dorado en Bogotá.
De entrada, el nombre del aeropuerto es “El Alcaraván”, aludiendo al ave migratoria nativa de Sudamérica. A partir de ahí, nos embarcamos en un viaje de tres horas en carretera para llegar al río Cravo Sur, que atraviesa Casanare. Colombia alberga el 20 por ciento del total de especies de aves de todo el planeta. Más de 1.932 recorren el país. Al menos 79 por ciento de ellas son endémicas y en el llano Oriental eso se deja sentir. Aproximadamente el 31 por ciento se encuentran en esta región siendo el saltarín cola de alambre la más emblemática.
Casanare, un departamento de la Orinoquía colombiana o Llanos Orientales como lo conoce la gente local, representa el 22 por ciento del área total del país y es hogar de 4,216 especies de plantas, peces, reptiles, aves y mamíferos, de las cuales cerca del 35 por ciento son endémicas. A pesar de esta biodiversidad, la región aún no es muy conocida por los turistas extranjeros, quienes suelen pensar en Colombia como sinónimo de las playas blancas de Cartagena, los laberintos de la Comuna 13 en Medellín o la vibrante cultura cafetera de Bogotá.
Los que sí visitan la zona, son grandes corporaciones mineras, ya que el subsuelo de la Orinoquía esconde importantes reservas petrolíferas de las que se extrae alrededor del 70% de la producción nacional, cuenta el operador turístico Yopaleño, Wilson Avella, mientras nos trasladamos en un 4×4 hasta nuestro hotel, situado en medio de la selva tropical llanera.
El departamento de Casanare es uno de los pocos de Colombia que no está representado en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas, es decir, que su biodiversidad no cuenta con una protección del Estado para garantizar su supervivencia. Por lo tanto, los esfuerzos por cuidar los recursos naturales recaen enteramente en iniciativas locales, quienes han decidido transitar hacia un turismo sostenible, el que aboga por minimizar los impactos en el medio ambiente, generar ingresos para las comunidades locales y a la vez, concientizando sobre el cuidado de los recursos naturales de la región.
Safari colombiano
Dicen que caminar descalzo por los llanos colombianos no es la mejor idea para quienes visitan esta región oriental de Colombia por primera vez, principalmente debido a los coloradillos, diminutos insectos emparentados con los ácaros, que habitan en pastizales y matorrales, y cuya mordedura es bastante incómoda. Sin embargo, para un verdadero llanero, el calzado no solo es innecesario, sino que va en contra de su esencia.
Así lo asegura Henry Sosa, un llanero de 32 años originario de Casanare, quien, además de ser nuestro guía turístico es un apasionado narrador de historias sobre esta región. “Mi abuelo me enseñaba a montar becerros en pelo cuando tenía solo siete años”, dice con orgullo.
Sosa nos cuenta que decidió probar suerte en Bogotá. “Fue un cambio drástico, siempre abrigado, con calzado, un mundo bien diferente”, comenta sobre su experiencia en la capital. Pero tres años después, decidió regresar a su llano natal, reencontrándose no solo con su tierra, sino también con la incomodidad de los coloradillos, cuyas picaduras pueden dejar marcas durante semanas. Este retorno también le permitió redescubrir un territorio que, aunque marcado por las tradiciones, se encuentra en una transición hacia la sostenibilidad, donde la vida fluye con su propio ritmo, en armonía con la naturaleza y sus costumbres.
“Esta zona se caracteriza por tener sabanas inundables como esteros y sabanas altas que no se inundan, conocidas como bancos. Además, se encuentran bosques de rebalse asociados al río Cravo sur y bosques de galerías que flaquean los caños Caimán, Medianero y Guirripa”, nos explica Sosa, mientras comenzamos nuestro safari arriba de un bongo.
El río Cravo es uno de los más importantes de esta región, nace en el Páramo de Pisba y desemboca en el río Meta. Además, su cuenca es rica en biodiversidad, albergando especies de árboles como el cedro y el aceite de palo, así como mamíferos en extinción como las nutrias gigantes y los osos andinos.
El paseo por este río nos ofrece una inmersión en la biodiversidad de los Llanos Orientales. Durante el recorrido, es común escuchar el potente aullido de los monos aulladores, conocidos localmente como araguatos, cuyo sonido puede viajar más de cinco kilómetros. Además, se pueden avistar capibaras, llamados chigüiros en la zona, que son los roedores más grandes del mundo. Otro habitante frecuente es el caimán llanero, conocido localmente como babilla, un reptil cuya piel es altamente cotizada, lo que ha generado riesgos para su conservación.
Turismo sostenible
El rumor se esparció por todos las fincas de Casanare. Alejandro Olaya, director de la Fundación Palmarito creada en 2008, recuerda aún, con tono triunfante, el primer encuentro que tuvo con la empresa petrolera. Posterior a eso, una especie de “efecto dominó”, contagió a todos los vecinos.
“Y aunque la empresa petrolera tenía el derecho legal para realizar una exploración dentro de la Reserva Palmarito nos sentamos a conversar y tras varias argumentaciones, les dije: ustedes cuentan con recursos para proceder de otra manera. Pueden utilizar una técnica de extracción sin tocar la reserva. “Y así lo hicieron”, nos cuenta Olaya.
Actualmente, la Fundación Palmarito promueve y es parte de más de 90 mil hectáreas de Reservas de la Sociedad Civil (RSC),convirtiéndose en la primera organización articuladora de reservas en Colombia, lo que le entrega al Casanares el sello de ser una de las rutas preferidas por pajareros y amantes de la naturaleza que buscan rutas de turismo sostenible. Inclusive, fue declarado como Área de Interés para la Conservación de las Aves porque aquí vienen miles de aves durante la época de verano.
Esta área de 1,362 hectáreas, habita una notable diversidad de anfibios, entre los cuales destacan la tortuga charapa y el caimán llanero como especies emblemáticas. Cada enero, las hembras emergen de los humedales hacia tierra firme para desovar dentro del parque. En abril, unas 120 crías nacen anualmente, marcando el ciclo de vida de estas especies en peligro.
La importancia ecológica de este refugio le da un valor turístico llamativo, ya que permitió contagiar a la zona con el deseo de proteger a otras especies emblemáticas del llano, como el oso melero y la tortuga terecay.
Durante más de 10 años, la Fundación Palmarito ha trabajado en conjunto con diferentes comunidades a lo largo del Cravo Sur en un programa de rescate de la tortuga terecay, que ha representado la liberación de 12 mil neonatas.
Hernán Mendez, habitante local y quien está a cargo de un criadero de tortugas terecay en el hotel donde alojamos en Casanare, nos explica que entre diciembre y enero van a recolectar los huevos a las playas (orilla del río). Luego marcan los huevos con una X u otro distintivo para meterlos en el orden como los encuentran. “Si los volteamos podemos matar el embrión y se puede morir el huevo”, dice. Por eso, es necesario mantener el mismo orden en el cual se encuentran los huevos pues la idea es intervenir lo menos posible. Luego, en el criadero artificial, se hace un hoyo en la arena de aproximadamente 20 centímetros y los entierran. Eso simula el lugar donde se las encontró.
En medio de su relato Mendez nos pregunta si nos animamos a liberar unas tortugas y la respuesta de un sí se escuchó al unísono. Fuimos partícipes de la liberación de 26 tortugas terecay. Sin duda, ¡una experiencia para nunca olvidar!