La abogada que decidió demandar al Estado de Chile para salvar el paraíso natural de Iquique
Ubicada en el norte de Chile, Iquique es famosa por sus poderosas olas y sus interminables dunas de arena, populares entre los surfistas y practicantes de sandboard. Pero esta ciudad situada en el desierto de Atacama también se hizo conocida mundialmente por otro motivo: los gigantescos vertederos clandestinos de ropa usada, que han dominado silenciosamente el paisaje del desierto más árido del planeta. Revisa todos los detalles en este artículo de Alexandre Versiani, publicado en la revista brasileña Go Outside.
Iquique alberga uno de los puertos comerciales más importantes de Sudamérica, una zona libre de impuestos conocida como Zofri.
Según datos del Observatorio de la Complejidad Económica (OEC), Chile es el mayor importador de ropa usada de Sudamérica. Esto se debe a regulaciones más flexibles en comparación con países vecinos como Perú y Bolivia, que restringen la importación de textiles de baja calidad que tienen pocas posibilidades de ser revendidos.
Así, cada año, miles de prendas acaban desechadas y amontonadas en estos enormes vertederos en las afueras de la ciudad. El “Desierto de la Ropa” ya es tan grande que puede verse incluso desde el espacio.
Aunque el problema de los vertederos clandestinos se ha vuelto global, continúa afectando a diario a las comunidades que viven cerca de ellos. Cerca de Iquique, los residentes de Alto Hospicio, una ciudad de 108.000 habitantes, rodeada de dunas del desierto, viven muy cerca de estos sitios.
Desde marzo de 2022, la abogada ambiental Paulin Silva Heredia y algunas organizaciones locales intentan cambiar este escenario. Nacida en Iquique, Heredia decidió presentar una demanda contra el gobierno chileno, y otras autoridades regionales, en busca de una solución al problema de los vertederos.
Heredia, cuya familia posee una casa a pocos kilómetros de uno de los vertederos más grandes de Iquique, acusa a los funcionarios del gobierno de “inacción y negligencia” por la ropa que se acumula en el desierto, algo que, según ella, sabían los residentes de Alto Hospicio desde 2012.
“Por su sistemática conducta negligente, omisiva y falta de servicio, que generó graves e importantes daños ambientales; y por poner en riesgo la vida y la salud de los habitantes de la comuna de Alto Hospicio, así como por afectar un territorio de altísimo valor ambiental y su ecosistema”, dice la acción legal.
La historia de Paulin Heredia es uno de los aspectos más destacados de la serie “Habitat em Ameaça”, producida por Hdaniel Studio y disponible en el servicio de streaming Globoplay. Dividido en tres episodios, el programa muestra cómo el deporte y la naturaleza pueden ayudar a salvar los paraísos naturales del Planeta.
A continuación, Heredia habla en exclusiva con Go Outside sobre la problemática de los basureros de ropa en Iquique.
— ¿Por qué se acumulan estos basureros textiles en Iquique?
— Chile es el mayor importador de ropa usada de Sudamérica y, entre 2020 y 2021, fue el importador de ropa usada de mayor crecimiento en el mundo. El puerto de Iquique es una zona franca consolidada, lo que fomenta esta próspera industria textil de segunda mano.
— ¿Cuál es el tamaño actual de estos vertederos ilegales?
En primer lugar, es importante mencionar que sólo existen volúmenes aproximados. El único hecho concreto es la llegada de toneladas de ropa de segunda mano. A la zona libre de Iquique ingresan anualmente aproximadamente entre 60 mil y 44 millones de toneladas, cuyos residuos son depositados ilegalmente en distintos puntos de la comuna de Alto Hospicio, territorio ubicado en el desierto de Atacama.
Se estima que la cantidad de tela desechada en pleno Atacama pesa entre 11 mil y 59 mil toneladas. Sin embargo, no hay información oficial sobre cuántas toneladas se depositan anualmente en el desierto de Atacama en vertederos ilegales, ni tampoco las hectáreas afectadas por estos residuos.
— ¿Hay algún punto más delicado?
— El vertedero textil más representativo del fast fashion fue el vertedero ubicado en el sector La Mula, en la comuna de Alto Hospicio, cuyas impactantes imágenes circularon por el mundo. Sin embargo, el problema es mucho más complejo, ya que actualmente existen una serie de microvertederos repartidos por el desierto de Atacama. Durante el juicio que inicié contra el Estado, la secretaría regional de medio ambiente mencionó un registro de tiraderos ilegales. Son cientos, pero actualmente han aparecido nuevos vertederos textiles en la zona.
— ¿Cómo afecta esto a la población local a diario?
Los efectos de estos problemas no son sólo ambientales, sino también sociales. El primer y evidente impacto es visual: quién podría imaginar un escenario surrealista en el que en medio del desierto hay heridas reales formadas por miles de toneladas de residuos de diferentes especies, incluidos residuos textiles.
Para complicar este escenario, el mega basurero de La Mula se encuentra a poca distancia de un centro poblado. Cabe mencionar que Alto Hospicio es un territorio que alberga personas en extrema vulnerabilidad económica y social. Es una de las comunas más pobres de Chile.
Alto Hospicio también se encuentra en el desierto de Atacama, con condiciones extremas de sequía. Es un desierto absoluto, cuyas altas temperaturas, combinadas con las fibras no biodegradables, predominantemente sintéticas y derivadas del petróleo, con las que se fabrica la mayor parte de la ropa desechada, hacen que la ropa no se biodegrade, sino que se acumule en grandes cantidades. Expuestas a fuentes de calor naturales o a la acción humana, provocan una serie de grandes incendios que afectan a la población desde hace más de dos décadas.
Grandes columnas de humo negro (plástico) son visibles desde Iquique y a kilómetros de distancia, siendo inhaladas por los habitantes con cada quema. Sin considerar otros vectores bacteriológicos que por falta de estudios adecuados no es posible determinar. Los órganos de la administración estatal chilena carecen de información y estudios sobre los posibles impactos ambientales y de salud humana que puede generar la quema de estas prendas y otros residuos.
— ¿Cómo comenzó su trayectoria como abogada y activista ambiental?
Comencé a estudiar Derecho en el año 2006, en la Universidad de Valparaíso, en Chile, lo que me hizo mudarme de Iquique a Valparaíso. Cuando realicé mis estudios superiores, no había ninguna materia específicamente relacionada con cuestiones ambientales. Era un escenario muy diferente al actual.
Luego de finalizar mis estudios, ingresé a un instituto dedicado a analizar diversos asuntos como asesora legislativa. Además, y como parte de mis funciones, asumí un cargo legislativo en la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara de Diputados, en el año 2017. Fue esta experiencia la que me abrió las puertas a un mundo nuevo. Si bien siempre he tenido y sentido una profunda conexión con la naturaleza, especialmente con los animales y el mar, fue solo con esta experiencia laboral que entendí que, con mis conocimientos académicos y mi ejercicio profesional como abogada, había aportes concretos que se podían hacer. Encontré en los litigios ambientales una voz para el medio ambiente, tanto para las personas que intentan defender sus derechos ambientales como para la naturaleza misma y su entorno.
— Cuéntanos un poco sobre la demanda que presentas contra el gobierno de Chile
— Mi rol como abogado experto en litigios ambientales no necesariamente me convierte en un activista ambiental. Sin embargo, en el caso de los vertederos textiles, mis propias convicciones medioambientales, mi condición de habitante de la zona afectada y ciudadano de este país, junto con mi profesión de abogado y mi experiencia en estas materias, me permitieron perseguir la demanda de reparación del daño ambiental, con el objetivo de intentar obtener, desde los tribunales de mi país, alguna solución a este problema. Porque, desde mi punto de vista, implica un reparto desigual e injusto de las cargas ambientales, ya que no hay otro territorio en nuestro país que tenga que soportar no sólo basuras y residuos textiles locales, sino también de otras partes del mundo.
— ¿En qué punto se encuentra este proceso?
— Actualmente el caso se encuentra en etapa de sentencia. El tribunal solicitó al Consejo de Defensa del Estado de Chile proponer de mutuo acuerdo medidas de reparación, compensación y mitigación, para llegar a una solución consensuada y respaldada técnicamente por el tribunal. El próximo 17 de junio nos reuniremos con abogados del Consejo de Defensa del Estado para conocer si esta propuesta del tribunal fue bien recibida. En caso contrario, solo queda esperar la sentencia para saber qué determinará el tribunal en relación con el daño ambiental y a la salud de los imputados y las acciones de reparación correspondientes. Durante esta inspección incluso se informó de la posible presencia en el sitio de hallazgos fósiles de incalculable valor patrimonial, así como de la existencia de microclimas y ecosistemas únicos que forman parte del desierto impactado por esta moda “rápida y barata”.
— ¿Sufrió alguna represalia por este proceso?
— Creo que es complejo, desde el punto de vista profesional, asumir este tipo de acciones, que implican responsabilidad estatal. El Estado es transversal y exigirlo implica una serie de consecuencias, desde incompatibilidades para postular a determinados cargos hasta una suerte de marginación del sistema. Desde un punto de vista personal, estas causas implican un drenaje no sólo de recursos económicos, sino también de energía personal. En este sentido, quien me ha apoyado en esto ha sido mi amigo y colega Iván Oyarzun, mi familia, mi hermana, mi cuñado y mi madre, quienes han sido apoyo y apoyo moral durante todo este largo proceso.
En relación a la comunidad, no creo que sea un hecho ampliamente conocido, no la existencia de los basurales, que es evidente para todos, sino lo que este ciudadano ha estado tratando de hacer. Al final, un gran enemigo del cambio y la concientización es precisamente el hecho de que la gente no sea consciente de estas situaciones lamentables y vergonzosas que ocurren en zonas extremas del país. La invisibilización y naturalización de este tipo de situaciones, la normalización de la basura, residuos textiles quemados, plásticos, residuos industriales, entre otros, y de las personas que conviven con todo ello en un territorio de incalculable valor ambiental, como es el desierto de Atacama, han sido los principales cómplices del Estado en el mantenimiento de una especie de statu quo o estado de cosas eterno. La comunidad sabe poco o nada sobre la existencia de este proceso, sería interesante que lo supieran, pero los medios de comunicación juegan un papel esencial en dar a conocer aquellas cosas que realmente interesan a las personas y afectan su calidad de vida.
— ¿Hay alguna solución a este problema de los botaderos a cielo abierto en Atacama?
— Creo que las soluciones existen, no estamos descubriendo pólvora, pero parece que lo que a veces no existe es voluntad de solucionar este problema y asumir responsabilidad como Estado chileno, que permitió durante décadas el ingreso de estos residuos sin mayor regulación ni requisitos. La solución, en todo caso, debe tener en cuenta la realidad socioambiental del territorio, y partir del entendimiento de que los residuos no existen, son una construcción cultural o social, pues hay experiencias en las que todos estos residuos textiles pueden no sólo reutilizarse, sino que pueden derivarse en otros productos, como los paneles térmicos aislantes del frío.
Existen muchas alternativas que van desde implementar efectivamente un lugar adecuado para la disposición final de estos residuos en condiciones apropiadas, asegurando que no representen un riesgo para el medio ambiente o las personas, hasta entender que esta situación es el símbolo político de una situación mucho más realidad compleja, que se relaciona con las formas de consumo impuestas y sus consecuencias, los efectos de la cultura predominante del fast fashion, el consumo de un solo uso, el plástico, entre otros. Esto nos muestra que todo tiene, tarde o temprano, sus consecuencias, todas las decisiones económicas que tomamos como Estado deben considerar estas consecuencias. Mientras que en Europa o Estados Unidos las industrias textiles cumplen con las normas ambientales, todos sus residuos textiles terminan en el desierto de Atacama, en Chile.
Por tanto, una opción, aunque más extrema, es prohibir definitivamente la entrada de este tipo de productos, o regularlo adecuadamente. No puede ser que lleguen fardos con cientos de zapatos o zapatos sin par, ¿qué es eso? Sin un tratamiento adecuado, es basura; con un proceso de eliminación adecuado, puede ser una materia prima, según se mire, pero siempre serán necesarios recursos, voluntad y responsabilidad estatal y empresarial.
Como punto central de cualquier solución, siempre debe estar la educación y conciencia ambiental, cómo desarrollar o recuperar en las personas el sentido de pertenencia, arraigo y hábitat, en relación con los lugares que habitan, su entorno natural, y el sentido de pertenencia a un ecosistema natural más amplio de lo que podemos percibir y la conexión armoniosa que existe entre los humanos y la naturaleza.
— Aquí en Brasil, recientemente tuvimos grandes inundaciones en Rio Grande do Sul, lo que puso de relieve aún más el problema de la basura en las grandes ciudades. ¿Seguiste esta tragedia?
— Sí, lo que Brasil vive es una verdadera tragedia socioambiental. Si bien el cambio climático es un factor determinante en la severidad o intensidad de los fenómenos climatológicos, igualmente decisivas para contener estos procesos y sus efectos son precisamente aquellas medidas de adaptación al cambio climático y mitigar sus efectos. Un elemento fundamental para afrontar este fenómeno con responsabilidad y previsión es priorizar y mantener barreras naturales de contención, me refiero, por ejemplo, al mantenimiento de la vegetación nativa que sirve como barrera natural ante inundaciones y movimientos de tierra generados por las lluvias.
Lamentablemente, como también sucede en mi país, la tala indiscriminada de bosques nativos afecta o altera esta barrera natural; El crecimiento inorgánico de los centros urbanos está robando espacios naturales que son esenciales para la contención de los fenómenos naturales. Por otro lado, u otro ejemplo, está el respeto y mantenimiento de los cursos naturales, muchas veces sucede que invadimos el camino, el sendero natural del agua, por así decirlo, construimos a lo largo de los cursos de los ríos, o acumulamos desechos en lugares que históricamente corresponden a este paso de la naturaleza. El agua tiene memoria, sin embargo, el ser humano a veces no la tiene. Eso es por un lado.
Por otro lado, estas catástrofes nos muestran el grave fenómeno de la acumulación a veces excesiva de, por ejemplo, electrodomésticos, muebles y otros productos, y la vulnerabilidad a la que nos enfrentamos a la hora de gestionar sus residuos. Además, en una situación normal, al menos en nuestro país, no existe un lugar donde disponer adecuadamente de estos residuos. ¿Qué hacemos con estos residuos, como una lavadora rota? ¿Cómo nos deshacemos de ellos? Para el fabricante es mucho más rentable vendernos un producto nuevo que darle un segundo uso a un producto elaborado. De ahí, por ejemplo, abrir la discusión pública y política sobre medidas como la prohibición de la obsolescencia programada de electrodomésticos, bienes tecnológicos, entre otras, y otras medidas. Me imagino que tenéis un reto común con nosotros, ¿qué hacemos con toda esta “basura” que no es orgánica ni biodegradable, sino puramente industrial? Imposible descomponerse de forma natural o pasar a formar parte de un proceso natural para volver a la naturaleza de forma inofensiva para ella, o para el ser humano, como ocurre, por ejemplo, con los residuos orgánicos. Esto nos lleva a un punto de inflexión del que, como Estado, debemos responsabilizarnos.
O nos detenemos y nos responsabilizamos de los efectos, no sólo del exceso de consumo, sino también de los materiales que consumimos, porque una vez que entendemos que el desperdicio no existe y que, como otros productos ofrecidos en un sistema capitalista, en el mercado, genera dinero y capital, quizás las ganancias no sean tan estratosféricas como las que se obtienen con productos elaborados a base de plástico y explotación laboral, u otros, pero siempre habrá consumidores responsables y conscientes dispuestos a invertir o pagar más a favor de la sostenibilidad de nuestro planeta. O tendremos que seguir sufriendo las consecuencias ambientales, sociales, económicas, laborales, entre otras, que dejan estos eventos naturales, por no entender que lo único que está en peligro en un escenario de cambio climático, en mi opinión, no es la naturaleza, sino más bien la raza humana.
*Este artículo fue compartido por nuestros amigos de la revista brasileña Go Outside. Se publicó originalmente en su página web, donde se puede leer en portugués. Esta es una traducción al español.