Ritos funerarios: ¿cómo experimentan el duelo los animales?
Existen diversas observaciones de cambios en el comportamientos en diferentes especies de animales luego de una pérdida. En la mayoría de los casos se asocia esta conducta con el vínculo entre la hembra y la cría, y con la sociabilidad, siendo más probable obtener registros de este tipo en animales que viven en grupos, como es el caso de los chimpancés, delfines, elefantes, focas, entre otros. En este artículo te contamos más al respecto.
El dolor de una madre no conoce barreras. Una muestra de esto es el caso de la chimpancé de 21 años de nombre Natalia, la cual por más de tres meses no ha podido desprenderse del cadáver de su cría.
La hembra dio a luz a inicios de febrero en el Bioparc, un zoológico de la ciudad de Valencia, España. Lamentablemente, con el paso de los días la cría fue debilitándose, lo que finalmente terminó con su fallecimiento. Desde entonces, la madre, que ya había perdido una cría previamente, la lleva consigo para todos lados, la acaricia y le da besos como si aún estuviera con vida.
De acuerdo con los especialistas del zoológico, este comportamiento es normal en los chimpancés frente a una pérdida, aunque es muy poco usual que se prolongue por tanto tiempo. Respecto a esto, la cría ha pasado por el proceso normal de descomposición, sin embargo, los trabajadores del recinto se han asegurado de que esto no suponga un problema de carácter sanitario.
Por lo mismo, todas las medidas implementadas por los expertos han ido orientadas a darle el tiempo necesario a Natalia, con la finalidad de que la separación vaya dándose de forma gradual y que sea lo menos traumática posible.
«Recuerdo un estudio en el que un grupo de científicos se encontraron con una situación similar en un cetáceo y tuvieron la idea de sacar al animal muerto, a la cría, del agua. Esto con el objetivo de facilitarle esta recuperación a la hembra, pero resultó peor. La madre empezó a reaccionar y a saltar. Cambió su conducta. Entonces, de la misma manera que en un ser humano, este asunto no se puede forzar. Hay que dejar que suceda en su propio momento», comenta el Doctor Carlos Olavarría, biólogo especialista en mamíferos marinos.
En esta línea, existen diversos estudios en torno a la experimentación del duelo y de la práctica de ritos funerarios en el mundo animal. En la mayoría de los casos se asocia esta conducta con el vínculo entre la hembra y la cría, y con la sociabilidad. Es decir, que es mucho más factible observar este tipo de comportamiento en animales que son sociables, que suelen vivir en grupo. En este artículo te contamos más al respecto.
El duelo en el mundo animal
El significado evolutivo del duelo fue elaborado a partir del trabajo de diversos autores, tales como John Archer, John Bowlby, y Colin M. Parkes. Gracias a ellos se ha logrado explicar que el duelo es una respuesta a un déficit, que surge como subproducto de una reacción ligada con la separación. Esta experiencia de pérdida profunda se procesa a través de la angustia, depresión y comportamientos compulsivos.
«El duelo llega cuando pierdes la cercanía de otro individuo de una manera repentina. Hay un proceso de llegar a entender y aceptar que esa vinculación ya no va a estar», señala Olavarría.
Si bien el duelo es más bien propio de la raza humana, las raíces compartidas con otros animales fueron reconocidas por Charles Darwin en 1872. En este sentido, estudiar la muerte en el reino animal se ha presentado como todo un desafío. Ramas de la ciencia, como la tanatología comparada, han dedicado múltiples esfuerzos en lograr entender las reacciones de los animales en este tipo de situaciones.
«Se ha considerado que el duelo, a diferencia de las experiencias emocionales más rudimentarias, requiere capacidades potencialmente exclusivas del ser humano, como un fino sentido de particularidad, la capacidad de proyectarse hacia el futuro distal y el pasado, y una comprensión de la muerte o la pérdida (…). Estas características no descartan el duelo animal y están presentes en muchas respuestas (…). El principal tipo de “comprensión” involucrada en el duelo no es intelectual sino más bien una variedad práctica disponible para los animales», se lee en el estudio titulado “¿Pueden los animales sufrir?”.
De acuerdo con el estudio, los cambios en los patrones de comportamiento social, alimentación, sueño y/o expresión de afecto del sobreviviente son los criterios más importantes a la hora de definir el duelo. De esta forma, se abre la posibilidad de que una amplia variedad de animales experimenten este proceso.
«La pérdida de un ser querido es bien poco estudiada en comparación con otros aspectos de la vida de estos animales, porque no hay manera de experimentar. Buena parte de la información tú la vas a obtener de observaciones que son completamente al azar. Sucede si es que tienes la fortuna, o la mala fortuna, de encontrarte con una situación en la que un animal muere y puedes observar qué es lo que pasa con el resto», explica Olavarría.
«Cuando se empieza a registrar en muchos lugares, en muchas especies, ya comienza a mostrarse un patrón. Hay una conducta que es independiente del grupo zoológico y de la localidad. No es un asunto cultural, sino que es mucho más extendido», agrega.
Respecto a esto, los comportamientos funerarios observados en los animales podrían estar originados por varios factores, como la necesidad de evitar la presencia de carroñeros o prevenir la propagación de enfermedades. Sin embargo, diversos científicos sugieren que existe la posibilidad de que estén relacionados con la memoria y el aprendizaje social, así como a manifestaciones de empatía y compasión ante la muerte.
«No es raciocinio ni pensamiento la palabra, es una cosa media cognitiva. Entonces, en ciertas especies con mayor desarrollo, se genera el darse cuenta de la pérdida, y tienen procesos de duelo. Va directamente relacionado con ese poder de evolución, que hace a estas especies más cercanas al ser humano. Son cosas instintivas, pero que son parecidas a los sentimientos», aclara Ignacio Idalsoaga, director del Parque Zoológico Buin Zoo.
«En los animales no se habla de sentimientos. Tienen nombres más básicos en el fondo. Hay sensaciones de pérdida, confusión, una serie de cosas que son más instintivas que de pensamiento», agrega.
Conoce algunos ejemplos
Se ha observado en cetáceos, grupo taxonómico que incluye ballenas, delfines y marsopas, patrones de comportamiento y respuestas emocionales similares a las de los humanos, sobre todo luego de la pérdida de una cría.
«Este duelo, está dificultad en aceptar la pérdida de otro animal, se da principalmente en hembras con cría y se manifiesta de muchas maneras. En cetáceos se ha descrito principalmente en este grupo que forman sociedades. Hay elementos de la sociabilidad que explican y que favorecen este tipo de duelos», afirma Olavarría.
«Hay otros ritos, que son los menos, en los que golpean mucho al animal que está muerto. Se ha explicado que potencialmente podría deberse a una forma de intentar reanimar al fallecido», agrega.
Por otra parte, los elefantes son otros animales a los que se les ha observado este tipo de conductas. Un fascinante estudio realizado por el Instituto Indio de Educación e Investigación Científica (IISER), en el norte de Bengala en India, reveló una práctica inusual entre los elefantes asiáticos: el entierro de crías.
Se observó que los elefantes transportaban los cadáveres hasta encontrar un lugar propicio para llevar a cabo el entierro: lejos de humanos y otros animales, donde sus muertos pudieran descansar en paz. Además, las huellas y los rastros de estiércol, que los investigadores encontraron en las cinco sepulturas estudiadas, indicaban que elefantes de todas las edades contribuyeron en los entierros.
Asimismo, también se ha encontrado evidencia relacionada con los elefantes africanos, los que cubren los cadáveres con vegetación y regresan a esos lugares repetidas veces a lo largo del tiempo.
«Está claro que hay una relación muy cercana con las crías que fallecen. Esto básicamente porque en la sociedad de los elefantes, el tema social es relevante para sobrevivir a las adversidades. Entonces, cuando muere una cría se produce una gran pérdida para la comunidad. Se genera un desajuste social. Hay una especie de acompañamiento ante la muerte», comenta Idalsoaga.
Otro ejemplo de esto serían los chimpancés, como fue el caso de Natalia. Respecto a esto último existe un estudio que se hizo en dos grupos de chimpancés de África Oriental, durante un período de observación de 40 años. En este tiempo se produjeron 191 nacimientos, de los cuales 68 tuvieron resultados fatales en la infancia, falleciendo la gran mayoría antes de cumplir el año de vida.
En este contexto, en nueve ocasiones las madres de chimpancés en el bosque de Budongo cargaron a sus bebés durante 1 a 3 días después de su muerte, generalmente hasta que el cuerpo comenzó a descomponerse.
También se registraron tres casos adicionales, en los cuales las madres duraron más de 2 semanas. En este segmento se destacó una hembra en particular que duró 3 meses en estas circunstancias. Además, se produjeron cuatro casos de transporte recurrente de bebés muertos, tres de las cuales cargaron el cadáver durante más tiempo durante la segunda pérdida.
«Lo que pasa con los chimpancés es que tienen una genética muy parecida al ser humano. Compartimos una cantidad gigantesca de genes, alrededor de un 98%. Entonces, eso los hace tener cosas instintivas que son muy propias también del ser humano. Ellos se dan cuenta de la pérdida del ejemplar. Es un proceso muy largo de asumir la pérdida y seguir viviendo en el fondo, a diferencia de otros animales», explica Idalsoaga.
Un caso similar ocurrió en nuestro país en 2021, específicamente en la Región de Aysén. Todo partió cuando una empresa local, Destino Patagonia, se encontraba realizando un viaje en la Laguna San Rafael. Fue en ese momento cuando notaron que una hembra de foca leopardo estaba embarazada. Cerca de un mes después, descubrieron que la cría había nacido, pero que no se movía.
«Empezamos a fijarnos un poco en la cara de esta foca, la gran matriarca, como la llamó un amigo, Nicolás Fernández, que hizo un catálogo de la foca leopardo, y ahí notamos que estaba cada vez más ojerosa, con lágrimas marcadas, más delgada y la cría a su vez se empezaba a ver como más decolorada. El hielo donde estaba se comenzó a manchar con secreciones del cuerpo. Después que pasó un mes ya como que terminó esta especie de duelo y la dejó hundirse, pero luego de haber soportado todo ese tiempo en ayunas, tratando de darle calor. La veíamos ponerse en diferentes posiciones y moverla con la nariz. Fue muy triste ver todo ese proceso», relata Daniel Torres, co-creador de Destino Patagonia y encargado de logística.
«Hay muchas embarcaciones que navegan rápido y producen olas, y probablemente fue una de estas la que arrojó del hielo a la cría. Estas necesitan alrededor de ocho a diez días para poder desarrollar su capacidad para nadar en el ambiente en el que viven. Entonces es clave que estén ese tiempo sobre el hielo, sin ser perturbadas y sin caer al agua, que es lo que creemos que pasó. Es un problema que hay que empezar a averiguar y a regular», agrega.
A pesar de todas estas observaciones, ha sido muy difícil confirmar científicamente que efectivamente se trate de una reacción fruto del dolor y no de una respuesta fisiológica de la madre, la que aún conservaría el instinto maternal de protección debido a la presencia de hormonas como la prolactina en su sangre.
«Se ha registrado en varias oportunidades esto de que un adulto lleva a una cría y la lleva por mucho tiempo. O sea, pueden ser meses, incluso hasta que el cuerpo de la cría se empieza a descomponer. En el ambiente terrestre es muy difícil que esto ocurra, principalmente porque es muy difícil que no noten el olor asociado a la descomposición», comenta Olavarría.
Por otro lado, este tipo de ritos funerarios, o formas de procesar el duelo, no solo se han observado en animales de cerebros más grandes, sino que también en algunas aves.
Un ejemplo de esto son los búhos y las urracas. El primero que describió el comportamiento funerario de los córvidos fue Konrad Lorenz, en su libro «Hablaba con las bestias, los peces y los pájaros», publicado en 1962. Se observó en estas aves comportamientos repetitivos y especiales cuando se producía una muerte: emitían sonidos particulares y se reunían en torno al cuerpo sin vida.
También hay informes de comportamientos funerarios en otros animales, como es el caso de los lobos y los chacales, los que suelen aullar en señal de duelo cuando fallece uno de los miembros de su manada. Los gorilas, por su parte, tienden incluso a transportar los cuerpos de sus difuntos para colocarlos en lugares que fueron especiales para ellos.