ARGENTINA: Se vive la magia de la temporada de orcas en Península de Valdés, un imperdible para los amantes de los cetáceos
La Península de Valdés en la Patagonia argentina es un lugar único en el mundo. Cada año más de 1.500 ballenas francas australes visitan sus mares, pero durante estos meses la atención se la llevan las 30 orcas que viven permanentemente en el lugar. Estas últimas tienen un sistema de caza único en el mundo que solo se puede apreciar entre marzo y mayo. Hace más de 20 años, el fotógrafo Maximiliano Jonas se dedica a fotografiarlas. En este artículo, hablamos con él, quien nos comenta que estos cetáceos le cambiaron la vida completamente y los conoce tanto, que sabe perfectamente cuál es cuál. Ahora, en plena temporada de orcas, entrega sus días completos para capturar el momento en que ellas salen a la playa a cazar. En esta galería te enseñamos algunas de las fotografías que ha tomado en los mares del sur de Argentina.
Maximiliano Jonas lleva más de 20 años fotografiando a las ballenas en la Patagonia argentina. Vive en Puerto Madryn, que es “la puerta de acceso a la Península de Valdés”. Este lugar fue declarado en 1999 como Patrimonio Natural de la Humanidad, debido a que gracias a sus tranquilas aguas “se dan las condiciones ideales para que la ballena franca austral pueda cumplir su ciclo reproductivo”. La población de ballenas francas en la península es de 1.500 aproximadamente, lo que es buen número para una especie que está en peligro de extinción, según explica el fotógrafo.
Según Jonas, la ballena franca austral es relativamente fácil de fotografiar, esto porque es un animal dócil y amigable. En inglés su nombre es the right whale, que quiere decir la ballena correcta, porque “era la ballena correcta para ser cazada”, lo que causó que su población se redujera un 90% desde el siglo XIX.
Estas ballenas durante los meses de junio y noviembre buscan tener sus crías cerca de la costa y gracias a la geografía del sector se pueden realizar avistajes completamente gratuitos desde las playas, donde “puedes ver a la ballenas pasar casi al rompiente de la ola” y en caso de querer adentrarse al mar para observarlas, su aparición “está 100% garantizada, además el mar es tranquilo y no te mareas”.
Sin embargo, entre los meses de marzo y mayo, hay algo que llama especialmente la atención: la presencia de orcas (Orcinus orca) y su particular método de caza en Península de Valdés.
Las orcas de Península Valdés
Diferente a las ballenas francas australes que llegan en una época a la Península de Valdés, existen 30 orcas que residen en la península y “se mueven desde las costas de Río Negro, que es la provincia que está arriba de Península Valdés, hasta todo el margen de Península de Valdés y se han registrado hasta 400 kilómetros al sur”. Se trata de tres grupos familiares y todas sus integrantes están completamente identificadas, “esto por la manchas que tienen en el post-ocular y por las marcas que tienen abajo de la montura de la aleta dorsal”.
El trabajo de identificarlas lo realiza hace 30 años la organización Península Valdés Orca Research, de la que Jonas es miembro activo. Según comenta, gracias a estos registros “ya sabemos cuál es el individuo que está frente nuestro, (…) entonces dices: ‘ahí viene Shekei, que es la que menos vara’. Cada una tiene una conducta particular, por ejemplo, uno sabe que el macho Jaluel no es de varar”, ejemplificó. Asimismo, se puede saber el parentesco entre las orcas, como cuáles son madres, hijas o nietas.
La temporada de orcas
Durante los meses de marzo y mayo es la temporada de orcas en Península de Valdés, donde ellas, con la finalidad de alimentarse de las crías de lobos marinos o de elefantes marinos, realizan un sistema de caza único en el mundo. Por esto, dice Jonas, “son las reinas cazadoras por excelencia”.
Las ballenas se dirigen a la Punta Norte de la península y realizan varamientos intencionales, es decir, “salen del agua para intentar cazar las crías de lobo”. El fotógrafo explica que para las orcas no es sencillo cazar de esta manera. Antes de dirigirse a las presas, se movilizan por toda la costa para encontrar el momento perfecto, pero a veces esto no ocurre. “Casualmente hoy estuve siete horas en la playa, tuvimos la suerte de ver orcas pero no hicieron ningún varamiento”.
Jonas está registrando su catorceava temporada de orcas, entonces, durante estos meses todos sus días están destinados a fotografiar a estos mamíferos. Al inicio del día maneja su automóvil una hora hasta la Punta Norte de la Península, lugar donde algunos fotógrafos tienen el permiso de los guardaparques para ingresar de manera sigilosa para no afectar a los grupos de lobos marinos. Ahí esperan el varamiento de las orcas, que ocurre tres horas antes y tres horas después de la marea alta, es decir, en la mañana y en la tarde noche, pero como las condiciones del mar varían debido a la luna, todos los días los varamientos suceden a horas distintas.
Otro factor importante para que se produzcan los varamientos, es que las crías de lobos marinos estén aprendiendo a nadar. “Las orcas esperan que las crías vayan por la rompiente de la ola, entonces ellas van tratando de agarrar alguna, morderla y llevarla al mar (…). Son apenas 20 segundos en los que la orca demora en salir a toda velocidad del agua, impulsada por su cola y aprovechando el movimiento de la ola”, explicó.
Ahí, los fotógrafos tienen solo unos segundos para tomar las fotos que llevan esperando todo el día o varios días. “Te genera una adrenalina, de velocidad, de tratar de resolver fotográficamente y aparte uno está siendo testigo de un evento increíble de la naturaleza, que está pasando a 40 metros tuyos y te pone la piel de gallina (…): Ver al depredador más grande del mar, que es la orca, alimentarse de una cría de lobo marino”, confesó Jonas.
De policiales a los cetáceos
Jonas se crió en Trelew, una ciudad vecina a solo 60 kilómetros de donde vive actualmente, ubicada al noreste de la patagonia argentina. En su juventud visitó muchas veces las playas de Puerto Madryn y nunca había visto a los cetáceos, “nos pasa mucho a los locales de chicos, que tenemos tan asimilado que las ballenas están ahí que no las vamos a ver”, aclaró. Comenzó haciendo fotografías de los accidentes de autos para las compañías de seguro, lo que lo llevó a prestar servicios a los policías, acompañándolos a los lugares de los crímenes para fotografiarlos. Esto haría que se interesará en el fotoperiodismo.
Empezó a trabajar en el diario El Chubut de Trelew “haciendo policiales”, donde le mandaron a fotografiar a el inicio de la temporada de ballenas. “Andá vos, el pibe nuevo que vaya”, dijeron en el diario. Ahí fue cuando hizo un avistamiento de ballenas por primera vez, “no podía creer lo que estaba viendo, era inexplicable”, recordó Jonas. Luego, fue cuestión de tiempo para que se mudara a vivir a Puerto Madryn, a unas siete cuadras de la playa. Recuerda empezó a interesarse en las ballenas cada vez más, hasta que decidió dedicarse por completo a ellas.
Para el fotógrafo, las ballenas le cambiaron la vida, no solamente refiriéndose al trabajo, “sino en una cuestión de energía, es un animal muy mágico”. Jonas contó que hace un par de años precisamente gracias a las ballenas, pudo curarse de una enfermedad que durante seis años le dificultó el habla. Un video suyo de una ballena jugando con una tabla de stand up paddle se hizo viral y gracias a eso lo contactó una doctora de Buenos Aires que pudo dar con su diagnóstico: pólipos en las cuerdas vocales. Este diagnóstico llevó a su operación y evitar que el fotógrafo perdiera su voz.
Tras esta experiencia, el fotógrafo reflexiona que aquella grabación por dron ha sido su trabajo más importante hasta la fecha, porque marcó un antes y un después en su carrera. Asimismo, aunque aquel trabajo hizo que mucha gente visitará Puerto Madryn y a los cetpaceps, no se trata de su mejor trabajo. “Mi mejor fotografía no la saqué todavía, no sé cuando la voy a sacar. Aún no la he sacado”, reflexionó al hablar de su trayectoria.