En los ecosistemas terrestres los cambios de estación son claros: en otoño las hojas caen y los paisajes se tiñen de tonos cálidos; en invierno la vida se ralentiza; en primavera los árboles reverdecen y las flores brotan; y en verano la naturaleza alcanza su máxima vitalidad.

Bajo el mar la transformación es más sutil pero igual de importante. La primavera trae cambios que renuevan los ecosistemas marinos y sostienen la vida en el planeta.

En Chile, las estaciones marinas se ven moduladas por la radiación solar, el aumento de la temperatura superficial y procesos como las surgencias costeras, que gatillan cambios en la productividad del océano.

Con más luz, el fitoplancton crece, alimentando al zooplancton y pequeños invertebrados, que sostienen a peces y depredadores mayores, transmitiendo energía a toda la cadena trófica.

Pero la luz no basta: las surgencias, desde septiembre, llevan nutrientes como nitratos y fosfatos desde aguas profundas hacia la superficie. Esto activa toda la cadena alimenticia, generando una explosión de vida.

En otoño la radiación solar cae, la surgencia se debilita y disminuye la productividad. Las aguas se aclaran y los organismos ajustan sus estrategias: algunos reducen su metabolismo, otros cambian su dieta y muchos migran siguiendo los pulsos de alimento, como ballenas, tiburones y rayas.

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