Fue el 16 de septiembre. El Proyecto Puma cumplía exactamente 4 años monitoreando las carcasas de guanaco en los alrededores del Parque Nacional Torres del Paine, y el hallazgo de un “carneo” fresco en la estancia Tercera Barranca nos daba otra oportunidad para seguir estudiando las interacciones entre el depredador tope de la Patagonia y los carroñeros que dependen de éste.

La ubicación y el estado general de la carcasa pronosticaban la pronta visita de muchas aves y mamíferos, por lo que decidimos instalar tres cámaras trampa a una distancia prudente del guanaco. La presente galería es un resumen de las más de 30.000 fotos que fueron captadas durante la siguiente semana.

Siete horas después del hallazgo, las cámaras registraron la primera visita de un puma, quien procedió a arrastrar el cadáver un par de metros, para luego consumir el corazón, el hígado y la parte interna de los cuartos traseros. Las huellas dejadas por este ejemplar están siendo analizadas mediante un nuevo programa computacional, que nos permitirá determinar si corresponde al mismo individuo que cazó el guanaco.

Al día siguiente, el panorama parecía totalmente distinto. En la madrugada había caído una intensa nevazón, tras lo cual llegaron los cóndores, las águilas y otras aves carroñeras que comenzaron a alimentarse de la carcasa. El puma es considerado una especie paraguas porque al conservarlo, indirectamente también se protege a muchos otros animales que habitan la misma zona.

Poco antes de las 16:00 horas, apareció finalmente la hembra inmadura de cóndor que protagonizaría el duelo con el águila mora. Nuestro equipo de trabajo aún está analizando las casi ochocientas imágenes de esta secuencia, y no queremos apurarnos en contar la historia completa antes de entender a fondo cada uno de los movimientos observados.

Pese a lo anterior, las fotos ya sirven para comprender la intensidad del evento. La lucha duró unos quince minutos, hasta que el cóndor finalmente logró desplazar al águila, quien opuso una valiente resistencia, pero no fue capaz de contrarrestar su evidente desventaja en términos de tamaño corporal.

Esa tarde “ganó” el cóndor, pero nuestra experiencia con otras carcasas indica que el resultado de estos duelos no siempre es predecible. Las interacciones entre estas dos especies han probado ser muy complejas, y no se limitan solamente a conductas de naturaleza competitiva, sino que también abarcan otros comportamientos más colaborativos.

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Durante los siguientes días, pudimos obtener muchas otras imágenes de momentos similares, aunque nunca se volvió a repetir la espectacularidad del encuentro original. Cada vez quedaba menos carne disponible, y las visitas de estos grandes carroñeros fueron disminuyendo progresivamente.

Y así llegó la octava noche. El puma, que no había aparecido desde hace más de una semana, volvió a la “escena del crimen”, recorrió un poco los alrededores y finalmente arrastró el cadáver fuera del alcance de las cámaras. La última foto tomada esa noche nos hace recordar la importancia del puma como especie paraguas de la Patagonia. Una que permite la coexistencia de muchas otras formas de vida, tan salvajes y majestuosas como el cóndor y el águila.

Agradecimientos: Las imágenes fueron logradas gracias al trabajo de Magdalena Palisson, Nicole García, Dafna Bitrán, Cristian Asún, Eduardo Minte, Tomás Navarrete y al equipo de científicos ciudadanos del Hotel Awasi Patagonia.

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