Antes de  profundizar, quisiera partir con un comentario sobre Aysén. Durante los últimos años en la región, la investigación de sus ecosistemas y el turismo han ido en aumento. Tanto el  gobierno como privados (actores locales) invierten cada año en potenciar la zona mediante el incremento y mejoramiento de la calidad de los servicios.

Gracias a la capacitación local y al mejoramiento de los  accesos a prístinos lugares como el glaciar Calluqueo  y lago Brown cercano a Cochrane se produce una mejora en la puesta en valor de la región. Otro ejemplo a destacar, es la apertura de rutas marítimas como la de Laguna San Rafael gracias a la creación del camino a Bahía Exploradores. Todos estos lugares, ofrecen sin duda un recorrido por destinos de una majestuosa belleza que me he sentido privilegiado de conocer.

Poblador Bernardo Arratia navegando en río Baker. ©Marcelo Mascareño
Poblador Bernardo Arratia navegando en río Baker. ©Marcelo Mascareño

Para mí, tener la posibilidad de conocer y recorrer  parajes remotos  que requieren de una investigación, planificación y mucha cautela para llegar a ellos, es aun mayor previlegio, uno que pocos tienen la suerte de disfrutar debido a la misma geografía y los desafíos que se enfrentan para llegar a ellos.  Largos trayectos en la carretera, lagos, cruces de ríos y densos bosques, sumados al inhóspito clima y las pocas posibilidades de servicios nos hacen valorar aun mas la posibilidad de descubrir estos remotos y salvajes paisajes.

Comienza el viaje

©Marcelo Mascareño
©Marcelo Mascareño

Partimos desde Coyhaique, la capital regional de Aysén. Desde aquí manejamos 8 horas a Cochrane y luego dos horas más hacia al sur de la Carretera Austral  hasta el embarcadero que da al río Baker cercano al lago Vargas. 

Al día siguiente tomamos un bote con Bernardo Arratia –poblador de la zona– y junto a él navegamos unas tres horas hasta la confluencia del río Ventisquero y Baker. Aquí llegamos al terreno del poblador Don René Muñoz –activista y defensor por la Patagonia Sin Represas–  donde nos acomodamos por un día más para preparar los pilcheros donde pondríamos todo lo necesario para pasar un par de días en el área.  Bernardo nos dejó y regresó a la casa donde vive en lado Oeste del Baker y sur del río Ventisquero. Ya en su casa, él también preparó pilcheros para acomodar un pequeño zodiac y motor para luego reunirse con nosotros.

©Marcelo Mascareño
©Marcelo Mascareño

Al día siguiente nos levantamos temprano para los mates e hicimos una última llamada de radio (reporte diario) antes de despedirse de la familia. Empacamos nuestro equipo, reunimos los caballos y los equipamos con sus monturas y sus cargas. Finalmente nos adentramos en el valle de río Ventisquero. 

Durante la jornada cruzamos un par de arroyos y un par de brazos del mismo río Ventiquero. El sendero ¨tropero¨ hecho hace décadas para llevar animales a pastar a las veranadas, era inicialmente bueno, pero a medio día, mientras avanzábamos se puso más complicado debido a que la huella se perdía y se adentraba en un bosque más denso y empinado. Muchas veces bajamos de los caballos o nos deteníamos para arreglar la carga en el camino. Durante el trayecto, uno de nuestros caballos con los pilcheros se dio vuelta y pensé que perderíamos el caballo que afortunadamente salió ileso y pudo continuar el viaje.

Uno de los cruces en el río Ventisquero. ©Marcelo Mascareño
Uno de los cruces en el río Ventisquero. ©Marcelo Mascareño

En la última parte del día nos encontramos con lo más agresivo o exigente. Hubo un par de veces donde hubo que desmontar y sacar la carga para avanzar en lugares muy empinados, (me saco el sombrero con estos dos pobladores que al hombro movían la carga). 

©Marcelo Mascareño
©Marcelo Mascareño

La parte final para llegar al lago Cristal (o lago Guillermo) y nacimiento del río Ventiquero nos tomaría más tiempo por la densidad del bosque. Finalmente alrededor de las 20:00h llegamos a este gran lugar esperado. Me sentía realmente como un Augusto Grosse explorando latitudes inexploradas junto a dos baqueanos de la zona habilidosos para los caballos, hacha y navegación en bote. Estos no son el estereotipo común que ve uno de los gauchos, no llevan botas de cuero sino botas de goma por el ambiente donde viven, húmedo y lleno de ríos. 

Nuestro primer acercamiento al lago Cristal. ©Marcelo Mascareño
Nuestro primer acercamiento al lago Cristal. ©Marcelo Mascareño

El lago contenía una serie de témpanos flotando y deslizándose por la embocadura del río. Quedamos despampanados. Para mí, era la primera vez que me encontraba frente a este paisaje, para Bernardo y René  era la segunda o tercera vez en su vida que llegaban a este lugar.

Sabíamos que para nosotros sería la primera vez que navegaríamos este lago para llegar hasta el Glaciar Pared Norte. Mi información indicaba que este lago lo navegó una pareja de extranjeros que usaron Packrafts y esa era la única referencia e información que tenía de alguien que navegara previo a nosotros.

©Marcelo Mascareño
©Marcelo Mascareño

Continuando con este largo día de trabajo, armamos campamento. Mientras uno hacía el  fuego para poner una palomita (corte de carne enterrado con un pedazo de rama al fuego), el otro descargaba los pilcheros y dejaba los caballos descansar y pastar. Yo por mi lado  armé un toldo contra viento y lluvia para tener una buena noche de descanso.

Una vista de nuestro campamento. ©Marcelo Mascareño
Una vista de nuestro campamento. ©Marcelo Mascareño

Esa noche armamos el zodiac, mateamos, comimos una deliciosa carne con tortas fritas, discutimos el plan para el día siguiente y los cuidado que deberíamos tener. Había mucha incertidumbre y queríamos que todo saliera bien siendo ésta la primera vez que navegaríamos en este lago rodeado de témpanos y pedazos de hielo. Nadie estaba ahí para ayudarnos si algo le pasaba al zodiac. Y si bien llevaba un teléfono satelital, tomaría días para que alguien pudiera ayudarnos. Cansados y ansiosos por lo que sucedería mañana  nos fuimos  descansar. No fue muy difícil dormir bien después de ese día de trabajo.

Mateando la mañana. ©Marcelo Mascareño
Mateando la mañana. ©Marcelo Mascareño

A la mañana siguiente pusimos a flote el zodiac y nos embarcamos sigilosos y observando el lago y los pedazos de hielo que podían amenazar la embarcación. A medida que nos adentramos al lago el asombro se presentaba en nuestras caras, una mezcla de preocupación y lo nuevo de estar en un lugar maravilloso, de una naturaleza dramática; un lugar barrancoso y sin orillas en las que refugiarse a excepción de una a mitad del lago. 

Probando el zodiac en el lago Cristal. ©Marcelo Mascareño
Probando el zodiac en el lago Cristal. ©Marcelo Mascareño

A medida que avanzamos en el lago, aparecía el ventiquero del Glaciar de Pared Norte, atrapado entre dos grandes bardas. Logramos llegar a los pies de este glaciar tomando como opción segura el lado Este. Fascinados con esta maravilla sacamos el drone para documentar el glaciar mientras René y Bernardo contemplaban su belleza.

©Marcelo Mascareño
©Marcelo Mascareño

Regresamos pronto debido a un anunciado mal clima. En 45 minuto ya estábamos en tierra firme listos para desarmar campamento, pero con la sensación de seguridad y de felicidad de haber logrado con éxito el acercamiento a este glaciar.

Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...