Luego del extenuante día previo, yendo desde el salvador hasta dónde nos encontrábamos, armamos las carpas, comimos, disfrutamos y nos fuimos a dormir. Sospechando que si el clima seguía bueno, entonces habría posibilidades de que el amanecer fuera otro espectáculo más. Puse la alarma a las 6:30, me abrigué como corresponde y salí de la carpa.

Si bien nunca tomamos la temperatura, los bidones con agua que dejamos al intemperie amanecieron parcialmente congelados, muestra de que la temperatura llegó a descender por debajo de 0° durante la noche. Una temperatura no demasiado baja si se considera que en el altiplano los condiciones suelen ser bastante más severas.

Llano del Bayo ©Vicente Weippert
Llano del Bayo ©Vicente Weippert

Aún estaba oscuro, y alcancé a fotografiar todo el proceso del amanecer: las primeras luces detrás de los cerros, la evaporación y la calma en la Laguna del Bayo, las nubes rojizas, y al final de todo, los cerros tornándose naranjos a medida que recibían los primeros rayos de luz.

Paisaje lagunas bravas ©Vicente Weippert
Paisaje lagunas bravas ©Vicente Weippert

A medida que se va quitando el frío, empezamos a movernos, tomamos el necesario desayuno, desarmamos, y partimos; aún nos queda el final: Las Lagunas Bravas.  Apenas emprendemos rumbo, el panorama no tarda ni un segundo en volver a ponerse interesante: El Llano del Bayo. Afloramientos de roca erosionada que emergen de forma extraña desde un arenal, dando como resultado un escenario lunar y surreal, con el Volcán Colorados poniendo el telón de fondo. Zigzageamos entre roca y roca movidos por la curiosidad durante un kilómetro, o quizás más. Luego de esto, seguimos hacia el objetivo final.

Panorámica Laguna Brava ©Vicente Weippert
Panorámica Laguna Brava ©Vicente Weippert

La huella es clara, se debe seguir la que está más marcada y se empina por sobre unos pequeños montículos. Desde lejos el camino provoca algo de temor, por la pendiente de la huella, pero resultó ser más sencillo de lo que parece y no tuvimos mayores inconvenientes. Ya habiendo andado alrededor de 10 minutos desde este punto, se divisa a lo lejos por primera vez la Laguna Brava Sur, con su intenso color turquesa y apacibles aguas.

La laguna desaparece y vuelve a aparecer entre los montículos que va rodeando y sobrepasando la huella, la que, a decir verdad, en este punto ya comienza a abrirse en diversas ramificaciones. Si bien la gran mayoría de ellas llegará en algún momento a la orilla de la laguna, casi siempre resulta ser que la mejor huella es la más clara y marcada.

Sierra Nevada de las Lagunas Bravas ©Vicente Weippert
Sierra Nevada de las Lagunas Bravas ©Vicente Weippert

Avanzamos, vamos pasando un montículo tras de otro hasta que divisamos frente a nosotros uno que sobresalía sobre a los demás, y que por su tamaño y ubicación, pensamos que podría ser un buen mirador para contemplar de forma panorámica lo que el altiplano estaba por mostrarnos. No nos equivocamos: Desde ese mirador, probablemente se tenga la mejor vista panorámica de fácil acceso de la Laguna Brava sur.

Es difícil dimensionar qué tan extremo es lo que tenemos delante de nuestros ojos, por lo solitario, prístino y remoto del paisaje. El color del agua, la forma de las montañas y lo desolado del lugar, además de la poca presencia de avifauna, producto de lo particularmente extremas que son las condiciones ambientales y geográficas en el altiplano de Atacama, nos hacen repetirnos una y varias veces que lo que tenemos en frente pareciera ser de otro planeta.

Reflejo laguna Brava ©Vicente Weippert
Reflejo laguna Brava ©Vicente Weippert

La Laguna Brava es belleza natural en su estado más puro, salvaje y extremo. Pocos lugares pueden jactarse de estar tan escondidos y alejados de la huella del hombre; tan así es, que mientras contemplamos la laguna, a nuestras espaldas ser erigen algunos hitos fronterizos. Aun así, a pesar del esfuerzo que significa llegar hasta este punto, sobre todo si es por primera vez, la recompensa es incomparable e invaluable.  No se me ocurrió nada más que disfrutar durante mucho rato lo que tuve frente a mis ojos y sacar algunas fotos que poca justicia le hacen al paisaje, el que, sin duda alguna, es uno de los más extraños y bellos que alguna vez vi.

Y así, luego de largo rato de contemplación, empezamos a dar por terminada nuestra corta pero exigente aventura. Emprendimos retorno atravesando el Llano de los Cuyanos, siempre con el objetivo de pasar a las termas de Río Negro a darnos un merecido chapuzón. Luego, volvimos a la ruta principal para seguir hacia el salar de Maricunga, a dar aviso de que todo salió según lo esperado, pero por sobre todo, para poder descansar luego de dos intensos y demandantes días.

Amanecer en laguna del Bayo ©Vicente Weippert
Amanecer en laguna del Bayo ©Vicente Weippert

La Puna de Atacama es una zona extrema, rigurosa y exigente, pero también es prístina, de una belleza indescriptible y surrealista. Quien desee aventurarse en ella, debe ser responsable y tomar todas las precauciones necesarias, como también ser respetuoso al decidir internarse en un lugar que, aún y por suerte, casi no conoce de la intervención humana. No es un viaje cómodo ni tranquilo, pero el altiplano espera paciente para mostrarse en toda su inmensidad a quien desee tomar el riesgo y perderse entre salares y montañas. Ahí, detrás de todo eso, están las lagunas, el secreto mejor guardado de la Puna de Atacama.

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