En los últimos cinco años, hemos presenciado un aumento vertiginoso en la demanda de litio a nivel global. Este fenómeno responde a las crecientes presiones por avanzar hacia un modelo de transición energética impulsado en gran medida por los países del norte global. En este contexto, el litio es considerado por algunos sectores como un recurso esencial para la fabricación de baterías de computadoras, celulares y vehículos eléctricos.

Si bien es urgente y necesario abandonar la explotación y consumo de los combustibles fósiles, una transición energética que se basa en un paradigma de producción y consumo igual al actual —que promueve el uso desmedido de los bienes naturales, sin contemplar los impactos socioambientales que genera— replica las mismas lógicas extractivistas.

Créditos: Sara Undurraga.
Salares de Atacama. Créditos: ©Sara Undurraga.

La minería de litio —junto con la de cobre y la de otros minerales denominados «críticos» para este modelo de transición energética—, presentada discursivamente como la solución a la crisis climática, está causando o puede causar daños irreparables a ecosistemas extremadamente frágiles como son los humedales andinos. Entre ellos están salares, vegas, lagos y lagunas ubicados en Argentina, Chile y Bolivia, en un territorio conocido como Gran Atacama y renombrado por intereses empresariales como “triángulo del litio” porque alberga el 54% de los recursos (material potencialmente explotable) globales de ese mineral.

Estos ecosistemas son esenciales para la vida, sostienen una valiosa biodiversidad y tienen una alta importancia social y ambiental. Por su función de regulación hídrica, actúan como reservorios de agua dulce, facilitan la recarga de acuíferos subterráneos y permiten reducir el riesgo de inundaciones, contribuyendo a la adaptación al cambio climático. Asimismo, a través de la vegetación y microorganismos —como los estromatolitos, que son considerados como la forma de vida más antigua en la Tierra—, pueden secuestrar y almacenar CO2, un rol central en la mitigación del cambio climático.

Salar de Atacama - Jorge Muñoz
Salar de Atacama. Créditos: Jorge Muñoz

Los humedales andinos son además hogar de comunidades indígenas que los habitan desde tiempos ancestrales, manteniendo un vínculo espiritual único basado en el “Buen Vivir” y desempeñando un papel muy importante como guardianas de la biodiversidad, ayudando en su restauración, conservación y uso sostenible.

Además de los severos efectos del cambio climático, la minería de litio aumenta las presiones sobre estos territorios por los volúmenes de agua que consume, en una región donde el balance hídrico natural ya es negativo, poniendo en riesgo a estos ecosistemas y a la biodiversidad asociada a ellos.

La falta de información acerca de los impactos acumulativos de la actividad minera podría comprometer seriamente la disponibilidad de agua para las comunidades locales y para las generaciones futuras. Hoy la minería de litio avanza sin información sobre la estructura y funcionamiento de los humedales, sin adecuados procesos de evaluación de sus impactos, sin que exista una planificación estratégica del uso del territorio y sin respetar el derecho a la consulta y al consentimiento libre, previo e informado de las comunidades indígenas.

Salar de Tara ©Cristóbal Bonelli
Salar de Tara ©Cristóbal Bonelli

La carrera geopolítica para controlar el acceso a minerales como el litio y para satisfacer las metas establecidas para el modelo de transición del norte global implica la profundización de las presiones sobre los ecosistemas e incrementa el riesgo de pérdida de la biodiversidad de los humedales andinos y de sus contribuciones.

¿A qué costo estamos avanzando hacia un cambio de matriz energética?

Necesitamos replantearnos el actual modelo de producción y consumo. No se trata simplemente de cambiar el tipo de energía que utilizamos, sino de cuestionar los patrones insostenibles que perpetúan la degradación ambiental y el avasallamiento de los derechos humanos.

Minería del litio ©Guy Wenborne
Minería del litio. Créditos: ©Guy Wenborne

Es crucial que en vez de perpetuar la lógica de saqueo, los gobiernos promuevan modelos de transición socioecológica integral, que sean construidos participativamente, en consulta con las comunidades; que respeten los derechos de las personas, la integridad de los ecosistemas y los límites planetarios; y que respondan a las necesidades de cada país.

El desafío que enfrentamos a nivel mundial es construir una transición justa, que no deje a nadie atrás y que, sobre todo, no sacrifique la vida misma de nuestros territorios en nombre de una falsa promesa de sostenibilidad.

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