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Una nueva esperanza para los elefantes marinos, protegidos por ley en Argentina
Luego de que la gripe aviar y el aumento de la interacción con humanos afectara a las poblaciones de elefante marino en las costas argentinas de la provincia de Chubut, la aprobación del primer programa de protección integral para el mamífero marino le entrega una luz de esperanza a la especie. Lee más detalles en el artículo completo escrito por Emiliano Gullo, desde Buenos Aires, a continuación.
Cuando la bióloga Julieta Campagna y su equipo de trabajo se asomaron a la playa no podían creer lo que estaban viendo: Más de 2500 crías de elefantes marinos muertas a metros del agua. Y otros miles de ejemplares adultos, también muertos. Otros tantos, desaparecidos. Los biólogos y los veterinarios entendieron rápidamente que se trataba de una masacre viral.
La causa, una irrupción del virus H5N1, la gripe aviar. Sucedió en 2023 en las costas de Chubut –Patagonia argentina– y, desde entonces, la única colonia de elefantes marinos del país se transformó en una colonia en estado de emergencia, con una población reducida a más de la mitad y con el peligro latente de un rebrote del mismo virus. Por eso, ahora la legislatura de la provincia tomó una decisión clave y aprobó el primer programa de protección integral para el elefante marino del sur.



En 2024, un año después del paso de la gripe aviar, los biólogos de la Wildlife Conservation Society Argentina (WCS Argentina) realizaron el habitual censo durante la temporada reproductiva en tres sectores diversos de Península Valdés, el hogar de los elefantes marinos de Chubut que implica, a nivel nacional, el 80 por ciento de los ejemplares del país. Los investigadores analizaron los datos y se encontraron con un panorama desolador. En total, faltaba el 97 por ciento de las crías; es decir cerca de 17 mil ejemplares. Una masacre viral.
Los científicos detectaron, además, una particularidad. El análisis genómico del virus arrojó que, al llegar a Sudamérica, evolucionó en clados separados entre aves y mamíferos marinos; una rareza que “representa el primer registro mundial de mortalidad masiva de elefantes marinos por influenza aviar”, dijo un informe de WCS.

Un elefante marino macho puede llegar a pesar 3500 kilos y medir 5 metros y medio de largo, prácticamente lo mismo que un container, de esos que viajan en los barcos cargueros. La hembra es bastante más chica. Llega a pesar 900 kilos, el doble que un oso polar macho, y pueden tener tres metros de largo.
Es uno de los predadores tope del Mar Argentino y tiene un rol clave para la integridad ecológica del ecosistema marino. Es uno de los pocos animales que se sumerge hasta dos mil metros de profundidad, donde se alimenta de calamares y de peces mesopelágicos como la merluza y los crustáceos, especies de aguas profundas. Con un promedio de nado profundo a 400 metros, el elefante marino transcurre el ochenta por ciento de su vida en el agua en una oscuridad casi absoluta.

Al consumir grandes cantidades de peces, evita la sobrepoblación de, por ejemplo, el calamar Illex que, de otra manera, podría agotar los recursos como el zooplancton. Además, ayuda a regular las especies dominantes y que no haya un monopolio de la depredación.
Los núcleos familiares de los elefantes marinos representan uno de los ejemplos de mayor poliginia en un mamífero. Los harenes pueden estar integrados por hasta 130 hembras y los machos mantienen una marcada jerarquía de dominación durante la etapa de reproducción.
Cada hembra tiene solo una cría al año, gestada a lo largo de 9 meses y a la que alimenta durante 22 días con un cuidado exclusivo. Por eso, Campagna advierte de los peligros que genera la interacción con las personas. “La gente pasa caminando, con perros, con cuatriciclos, les tiran piedras. También hay actividades de pesca, turismo invasivo. Todo eso puede generar consecuencias indeseables como el abandono de la cría si la madre se siente amenazada o se asusta. También genera un alto desgaste de energía al tener que desplazarse. Y es ella la única que puede alimentarlo”.

Hasta ahora, la especie sólo se encontraba resguardada dentro de la Península Valdés, básicamente porque concentraba casi la totalidad de ejemplares. Pero durante los últimos años, la colonia se fue expandiendo hacia el sur, fenómeno que hizo aumentar la interacción entre la gente y los animales.
Desde hace cincuenta años, el tamaño de la agrupación en las costas de Chubut, por fuera de Valdés, viene en aumento progresivo. La tasa de crecimiento anual comenzó siendo del 3,4 por ciento y luego se estabilizó en una tasa del 1% hace ya más de una década.
Antes de 2023, cuando irrumpió la gripe aviar en las colonias, la población gozaba de una excelente salud. El censo del año anterior detectó unas 18 mil crías nacidas en toda el área de distribución; es decir, Península Valdés y las áreas al sur. Prácticamente el mismo número de crías muertas por el virus, que también mató al 50 por ciento de los machos en edad reproductiva. Así las cosas, la población de elefantes marinos cambió rápidamente es estatus de conservación.


La categorización realizada por la Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos señalaba en 2019 que la población del elefante marino del sur de Península Valdés “cumplía criterios de preocupación menor al evaluarse su riesgo de extinción”. Después de 2023, el mismo estudio ubicó a esta población como vulnerable.
Campagna, coordinadora del Paisaje Valdés para la WCS, explica que cuando los elefantes marinos están en la costa atraviesan un período clave de sus vidas. “Los períodos que estos animales pasan en tierra son de especial vulnerabilidad porque se encuentran cumpliendo etapas esenciales de su ciclo de vida, como el amamantamiento de sus crías, durante el que realizan un ayuno prolongado”, dice la bióloga, una de las promotoras del proyecto de ley.

La combinación entre la masacre epidemiológica y el aumento de la interacción con humanos aumentó la preocupación de los conservacionistas, de legisladores y de otros organismos. Entre ellos WCS Argentina, el Ente Mixto Rawson Turístico, la Dirección de Fauna y Flora Silvestre de Chubut; y los diputados provinciales Sergio Daniel González y Fabián Gandón.
Por su parte, el diputado González, ex director general de Turismo, remarcó que “la fauna chubutense es un espectáculo natural que atrae turistas de todo el mundo”.
Esta ley define estrategias “basadas en evidencia científica” e implementa “acciones de monitoreo y manejo para proteger los hábitats críticos y las áreas esenciales” para la especie frente a impactos humanos y a los daños ambientales.

“Esta ley busca aumentar la protección de los elefantes marinos en toda la costa, concientizar a los visitantes sobre los cuidados necesarios y las consecuencias que su acercamiento puede generar, además de crear un fondo para solventar las tareas de conservación”, agrega el diputado.
Esencialmente, apunta a regular las prácticas de turismo para evitar los peligros que señalan Campagna y González. Para eso, establece una zona de seguridad de 50 metros de no aproximación alrededor de los ejemplares que se encuentren en la costa, fuera de las áreas protegidas, con el fin de reducir el estrés y evitar alteraciones en su comportamiento natural en la costa.

Además, prevé un programa de concientización y educación sobre la importancia de la preservación de la especie.
Campagna explica la importancia de ese punto. “Hay mucha gente, incluso en Puerto Madryn, en Rawson, en Trelew, que no saben qué tipo de animal es el elefante marino; no saben que si se acercan a una hembra, se puede ir y dejar abandonada a la cría y esa cría va a morir; los confunden con los lobos marinos. Es un animal de gran valor para la provincia y no se tiene conciencia”.
Durante sus migraciones de alimentación pueden viajar más de diez mil kilómetros en total, a más de dos mil kilómetros de la costa mientras realizan buceos profundos, que van de 30 minutos hasta dos horas. Por eso no es raro verlos en las costas de Mar del Plata o incluso en otros balnearios de la costa argentina, a más de 1000 kilómetros de distancia de Puerto Madryn. Pero es solo en esas playas de Chubut van, año tras año, a realizar las tareas de ayuno, apareamiento y reproducción.

Tienen dos etapas terrestres de ayuno. Una de reproducción, de septiembre a noviembre, y otra de muda, de diciembre a abril. Alternadas por dos etapas de alimentación, es decir, en el mar. En tierra también mudan su piel, entre noviembre y enero.
Ayuno y reproducción representan dos momentos de particular vulnerabilidad en estos animales. Períodos que, además, coinciden con el comienzo y el pico de la temporada alta de turismo en las costas.
En ese sentido, la ley también prevé un módulo de multas que puede llegar hasta los 10 mil dólares para cualquier persona que no respete los límites de acercamiento o viole cualquier otro punto de la norma.
La Península Valdés integra la lista de Patrimonio Universal de la Unesco desde 1999 y representa uno de los lugares más atractivos del turismo patagónico. Aunque todavía falta la fase de implementación, la entrada en vigencia de la Ley XI Nº92 promete traer una nueva esperanza para que el elefante marino del sur, la Mirounga leonina, vuelva a reinar en su calma sobre las playas de la Patagonia argentina.
