Telmatobufos: Los «falsos sapos» endémicos de Chile, verdaderos fósiles cuyos antepasados coexistieron con los dinosaurios
En Chile existen cerca de 60 especies de anfibios y más de la mitad son endémicas. Dentro de este último grupo, se encuentran cuatro especies de rana que corresponden al género Telmatobufo. Se trata de uno de los linajes más antiguos de América del Sur, con un origen gondwánico, es decir, de inicios del período Cretácico. En este artículo te contamos todo lo que necesitas saber respecto a estos fósiles vivientes, los que únicamente habitan en este país ubicado en los confines del mundo, y cuyos antepasados coexistieron con los dinosaurios.
Se mueven con tanto cuidado entre la vegetación que son casi imperceptibles al ojo humano, sobre todo cuando son del tamaño de una pequeña nuez. Sin embargo, sin importar dónde se encuentren, siempre le hacen saber a los demás que están allí por medio de su inconfundible canto.
El mundo de los anfibios está lleno de sorpresas y misterios, cuenta con una belleza sin igual y una enorme variabilidad de formas de vida. Se compone por criaturas que son estudiadas tanto desde un punto de vista biológico como evolutivo, siendo habitantes de este planeta desde hace más de 250 millones de años, durante el período Triásico Inferior.
«Los anfibios fueron los primeros vertebrados en pisar la tierra. Así, los anfibios han vivido la historia de la tierra en “primera persona”, y algunos de los ancestros de las especies de anfibios anuros vivos en la actualidad incluso vivieron junto a los dinosaurios. Me imagino que, probablemente, muchos dinosaurios cazaban por las tardes, mientras sendos coros de ranas cantaban en los lagos y lagunas del pasado. Debe haber sido un marco escénico increíble», comenta Felipe Rabanal, herpetólogo y vicepresidente Asociación Red Chilena de Herpetología (RECH).
A lo largo de los años, los anfibios han logrado un alto grado de diversificación, por lo que en la actualidad son cerca de 7.500 las especies que habitan determinados ecosistemas acuáticos en todo el mundo. Estas están agrupadas en tres órdenes, uno de ellos es el Gymnophiona, conformado por casi 190 especies, las que habitan en zonas tropicales húmedas. Este vendría a ser el menos común de todos, integrado por las llamadas “cecilias”, las cuales se caracterizan por la ausencia de extremidades.
El siguiente es el Caudata, que cuenta con 650 especies. En este grupo encontramos a las salamandras, tritones o ajolotes. El último, pero el más prolífico, corresponde al orden Anura, el que reúne más de 6.200 especies, entre ranas y sapos.
«Son los primeros vertebrados que salen desde los cuerpos de agua primitivos. Fueron un grupo muy numeroso en el Devónico. Actualmente, a nivel global, solamente sobreviven tres órdenes. Uno de ellos es el de las salamandras. Otro grupo se llama Gymnophiona, que son anfibios bien extraños, porque llevan una vida subterránea. Son como anélidos, parecen lombrices, no tienen extremidades, algunos incluso no tienen ojos. El tercero son los Anuros, que son sapos y ranas», explica Gabriel Lobos, doctor en ciencias silvoagropecuarias y veterinarias de la Universidad de Chile.
Lamentablemente, sin importar al orden al que pertenezcan, el grupo de los anfibios es uno de los más amenazados de los vertebrados, principalmente por efectos antrópicos. Del mismo modo, también es uno de los menos estudiados, por lo que no existe mucha información sobre ellos en comparación con otras criaturas.
En esta línea, Chile no es la excepción a la regla. El país es hogar de aproximadamente 61 especies de anfibios nativos (pertenecientes al orden Anura), de la cuales el 57% se encuentra dentro de alguna clasificación de amenaza. A esto se suma que un poco más del 60% de los anfibios que se encuentran en Chile habitan únicamente en el territorio nacional (endémicos), por lo que no es posible hallarlos en otras partes del mundo.
«Nosotros tenemos en Chile un número bastante bajo de especies. En la actualidad se reconocen cerca de 60. Eso es bastante bajo comparado con otros países, como lo es, por ejemplo, Argentina, pero destaca que al menos 34 especies son endémicas, únicas de Chile. Eso más menos representa cerca de un 60% de endemismo», afirma Lobos.
«Me atrevería a decir que todas las especies están altamente amenazadas, porque tenemos factores que a nivel global están afectando a todos los anfibios. Como es el caso del cambio climático, el aumento de la radiación ultravioleta, las enfermedades emergentes, etcétera. Entonces, esos son elementos que afectan a todos, pero también hay causas más locales. Hay lugares donde los hábitats están siendo fragmentados, que se están perdiendo en sus entornos, o que se están introduciendo especies invasoras. Yo creo que la crisis de los anfibios es mayor a lo que nosotros pensamos», agrega.
Cabe recalcar que, desde el punto de vista ecológico, los anfibios cumplen con un rol sumamente importante en lo respectivo al control de plagas. Asimismo, favorecen la dinámica de sedimentos en los cuerpos de agua y generan un vínculo de materia y energía entre ambientes acuáticos y terrestres. A lo anterior se debe sumar su rol en la cadena alimenticia, el cual es crucial para la sobrevivencia de otras especies, ya que sirven de alimento para ellas.
«Los anfibios juegan un rol ecológico importante. Son tanto presa como depredadores, por lo que son eslabones fundamentales en las cadenas tróficas de los ecosistemas. Además, son grandes controladores de plagas, al consumir toneladas de insectos que podrían ser potencialmente riesgosos. A su vez, por sus características de vida bifásica, transportan energía y nutrientes desde el agua a la tierra y viceversa. O sea, generan un flujo energético entre sistemas distintos», relata Rabanal.
Conociendo a los Telmatobufos
En Chile solo podemos encontrar anfibios del orden Anura, los que se agrupan en siete familias. Una de estas es la Calyptocephalellidae, dentro de la cual podemos encontrar el género Telmatobufo, el que se compone por cuatro especies, las que son conocidas erróneamente como sapos, principalmente por su aspecto físico más fornido que lo estándar, así como por poseer glándulas parotoides.
«Poseen cuerpos rechonchos, pero tienen extremidades fuertes, con sendas membranas natatorias en las patas, lo que muestra su gran afinidad al agua. Sus cuerpos son verrugosos, y poseen un par de glándulas detrás de los ojos, llamadas parotoides, las que secretarían sustancias defensivas. Estas glándulas también aparecen en el grupo de los “sapos verdaderos”, los anuros pertenecientes a la familia Bufonidae, y a razón de esto, a las ranas del género Telmatobufo se les llaman “falsos sapos” en inglés», explica Rabanal.
«El primer ejemplar de Telmatobufo fue descrito por Philippi en 1902, y hay una cita de él que dice lo siguiente: “es de color negro como carbón, adornado en el dorso con dibujos de color rojo muy vivo que ocupan más de la mitad de la superficie, mientras el vientre muestra solo gotas redondas coloradas, esta especie, bien conocida por los arrieros es muy rara”», señala por su parte Andrés Charrier, herpetólogo perteneciente al Grupo de Especialistas d Anfibios de Chile y Naturalista.
Por otro lado, este género corresponde a uno de los linajes más antiguos de América del Sur, ya que se encuentra relacionado con la familia Myobatrachidae, lo que es consistente con un origen gondwánico, es decir, de inicios del período Cretácico. Esto fue hace aproximadamente 200 millones de años, cuando los continentes se unieron como Gondwana. Es así como estas pequeñas ranas podrían considerarse fósiles vivientes, cuyos antepasados coexistieron con los dinosaurios.
«Hay que destacar que este género forma parte de una familia que se llama Calyptocephalellidae, y esta es muy antigua desde el punto de vista del linaje genético. Entonces, de hecho, se dice que es una familia primitiva y que sus parientes más cercanos están en la región de Australasia. Ahí hay una familia que se llama Australobatrachia, que serían como los parientes más cercanos a esta otra familia que es donde están los cuatro Telmatobufos», comenta Lobos.
Por lo mismo, se trata de un género que es sumamente particular, poco estudiado y protegido. Es más, las cuatro especies que lo componen, que son endémicas del centro-sur de Chile, además de ser en extremo escasas y difíciles de encontrar, también se encuentran en peligro constante, principalmente por la pérdida de su hábitat.
«Las cuatro especies están en áreas que son bastante pequeñas, además, cuesta mucho encontrarlas. Son difíciles de encontrar por los propios especialistas. Entonces, si bien no sabemos mucho de ellas, eso nos está indicando que se trata de poblaciones chiquititas. Entre más pequeñas son las poblaciones, son más susceptibles a la amenaza. Justamente están en la zona centro-sur de Chile, donde hay amenazas importantes», explica Lobos.
«Por ejemplo, las especies que están más hacia el norte de la distribución, obviamente que se enfrentaron a estos períodos largos de sequía, lo que afectó a estos anfibios que dependen del agua. Tenemos, por otro lado, los mega incendios forestales, que arrasaron zonas enteras. Más al sur tenemos el cambio en el uso del suelo, donde los bosques nativos han sido desplazados por plantaciones forestales», agrega.
En este sentido, recientemente se llevó a cabo una expedición en la zona, la que forma parte de un proyecto que busca evitar la extinción de estas increíbles criaturas. El equipo, conformado por cinco investigadores financiados por Revive & Restore y el zoológico de San Antonio (Estados Unidos), recogió muestras de ADN para secuenciar el genoma completo de una de las especies, la T. venustus, lo que les permitirá determinar su diversidad genética, su proximidad a la extinción y el tamaño de sus poblaciones.
Este proyecto, encabezado por José J. Núñez, profesor de la Universidad Austral de Chile, tiene como finalidad desarrollar estrategias de conservación que permitan en un futuro cercano la reinserción de ejemplares criados en cautiverio en la naturaleza o hábitat
«En la actualidad existen equipos trabajando en lo que se conoce como “cría Ex Situ”, que consiste en llevar algunos ejemplares a centros propiamente adaptados para intentar reproducirlos en cautiverio. La idea final de este tipo de proyectos tiene relación con salvaguardar ejemplares que se encuentran amenazados críticamente, para luego reinsertar la descendencia en sus ambientes originales, una vez las amenazas hayan disminuido», afirma Rabanal.
«El Parque Zoológico Metropolitano y un Proyecto del Centro de Humedales de Valdivia (CEHUM), en conjunto con la Universidad Austral, son instituciones que podría mencionar como pioneras en trabajar bajo esta modalidad con especies de Telmatobufo en Chile», agrega.
Sapo hermoso (Telmatobufo venustus)
Esta especie se caracteriza por tener un cuerpo robusto, piel granulosa, ojos grandes, membrana interdigital entre los dedos de las extremidades posteriores y glándulas parotoides Fue descrito por primera vez en 1899, sin embargo, recién un siglo después (en 1982) se logró el avistamiento de un segundo ejemplar. Pese a que es muy difícil lograr un registro de esta especie, desde 2020 se ha vuelto un poco más común.
«Su nombre viene de la diosa Venus, la diosa de la belleza, porque efectivamente se trata de un sapo muy hermoso que tenemos en Chile», señala Charrier.
En lo respectivo a su hábitat, los ejemplares suelen desarrollarse en zonas elevadas de los Andes, donde se han adaptado a la vida de montaña, habitando en cuencas y quebradas con ríos caudalosos de aguas puras, frías y muy oxigenadas. Por lo mismo, se puede encontrar entre las regiones del Maule y el límite sur del Biobío (San Ignacio de Pemehue).
Dentro de este territorio, la Reserva Nacional Altos de Lircay, Siete Tazas, y el Parque Nacional Laguna de Laja, albergan una población protegida y aparentemente estable de esta especie, aunque la introducción de peces salmónidos constituye una amenaza en la reserva. Por lo mismo, de acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la especie se encuentra catalogada como En Peligro. Otras amenazas que aquejan a estos ejemplares son: la pérdida de hábitat debido a la destrucción del bosque nativo, el reemplazo de esta por plantaciones exóticas, y el riesgo de incendios forestales.
Con relación a las características físicas del sapo hermoso, este es más bien entre mediano y grande, alcanzando los 65 a 70 mm de largo. Cuenta con una coloración inconfundible, ya que su cuerpo es negruzco violáceo, mientras que su dorso se encuentra salpicado por manchas entre amarillentas, naranjas y rojizas.
En cuanto a su comportamiento, se trata de un animal de hábitos nocturnos y movimientos lentos. Además, como los ejemplares suelen vivir en ríos de aguas caudalosas, sus larvas presentan adaptaciones morfológicas para mejorar sus oportunidades de sobrevivencia. En el caso de sus bocas, estas tienen un aparato succionador y un pico corneo, que usan como ventosas para pegarse a las rocas bajo el agua. Asimismo, poseen colas gruesas, las que facilitan su movimiento por la corriente del río, evitando que sean arrastradas.
«Las larvas son muy especiales, porque son las únicas en Chile que están adaptadas para vivir en aguas con muchas correntadas. Tienen una modificación en la boca, que es como una ventosa y se pegan a las piedras. Además, tienen unas colas que son, dentro del mundo de las larvas, bastante gruesas, lo que les permite nadar a contracorriente y adherirse», afirma Lobos.
Sapito Austral (Telmatobufo australis)
Este sapo puede llegar a medir 77 milímetros en el caso de las hembras, y 70 en el de los machos. Se caracteriza por su coloración dorsal gris oscuro con dos bandas paravertebrales amarillentas, mientras que su vientre posee algunos tonos violáceos.
Esta especie habita en la Cordillera de la Costa, en el Valle Central y en contrafuertes occidentales andinos de las provincias de Valdivia y Osorno. De las cuatro especies de Telmatobufo, esta es la que cuenta con una mayor distribución geográfica.
«Australis es rosado pálido con verde. Se trata de una coloración preciosa, y yo diría que, al igual que las otras, es extremadamente difícil de ver. Cabe destacar que es la única que está en ambas cordilleras. Está en la Cordillera de los Andes y en la Cordillera de la Costa», señala Charrier.
En cuanto a su población, existe un tamaño estimado, por lo que su abundancia es relativa. En este sentido, en 1972 se describieron diez ejemplares de la especie, un adulto, tres juveniles y seis larvas, provenientes de la Cordillera Pelada, en la Provincia de Valdivia. Posteriormente, en 2001 se identificaron 38 especímenes, distribuidos en la costa, el Valle Central, y en los faldeos occidentales de la Cordillera de los Andes.
Todos los adultos y subadultos fueron recolectados bajo troncos podridos, escondidos en rocas ubicadas en las cercanías de los arroyos, y en pequeños cursos de agua de montaña. Las larvas, por su parte, se desarrollan en el agua de los arroyos, donde se adhieren a las rocas al igual que las de Telmatobufo venustus.
En esta línea, dentro de las principales amenazas que enfrenta esta especie nos encontramos con la contaminación y sedimentación de los cursos de agua. A lo anterior se suma la pérdida de hábitat debido a la deforestación de la vegetación nativa y el reemplazo de esta por plantaciones exóticas. Por lo mismo, la UICN clasificó esta especie como Vulnerable.
«En el sur también hay problemas con T. australis, con las centrales de paso, la destrucción de hábitat por las forestales y los incendios», afirma Charrier.
Sapo de Bullock (Telmatobufo bullocki)
Esta especie, también conocida bajo el nombre de rana montana de Nahuelbuta, mide cerca de ocho centímetros de longitud, y se caracteriza por poseer formaciones glandulares lisas en la piel dorsal. Asimismo, su cuerpo en general es de color café oliváceo, contando con unas características manchas amarillo limón en la parte posterior de los párpados y detrás de los antebrazos.
En cuanto a su hábitat, estos anfibios prefieren los ambientes de bosque nativo, asociados a arroyos bordeados de vegetación densa, ubicados en unos pocos sectores de la Cordillera de Nahuelbuta, entre las provincias de Arauco y Malleco. Aunque también existen registros de algunos ejemplares en las cercanías de Quirihue, provincia de Ñuble.
Se considera como una especie acuática, por lo que se ve sumamente afectada ante cualquier intervención llevada a cabo en las aguas donde habita. Durante su época reproductiva, la que ocurre entre primavera y verano, los ejemplares permanecen en las orillas de los ríos y bajo el agua.
Las larvas se desarrollan durante varios meses en un hábitat completamente acuático, donde existe cuidado parental de ambos adultos o de al menos uno de ellos. Por su parte, los individuos ya crecidos suelen alejarse varios cientos de metros del agua, adentrándose en los bosques nativos aledaños donde es más factible poder observarlos.
Por lo mismo, las amenazas más importantes a las que debe enfrentarse son: la instalación de centrales de paso, la ejecución de técnicas de canalización de aguas, la contaminación de las mismas, y la introducción de peces invasores, como es el caso de las truchas. Otras amenazas son la fragmentación de los bosques remanentes y la expansión de plantaciones forestales. Debido a esto, la UICN clasificó esta especie como En Peligro Crítico.
«Yo diría que una de las principales amenaza hoy día son las truchas que hay en los ríos. Hay que recordar que la trucha es una especie invasora y que está protegida en Chile. Es una especie que es una tremenda amenaza para toda la diversidad y vida dulce acuícola o de aguas continentales. Amenaza las larvas, los huevos y sobre todo el alimento que consumen los Telmatobufo. Otra amenaza mayor diría que son los mega incendios forestales de la zona centro sur de Chile que han ocurrido en los últimos años», opina Charrier.
En lo que respecta a su población, esta no ha sido determinada aún. En este sentido, la especie fue descubierta en 1931 por el Dr. Dillman Bullock Lytle, médico y naturalista norteamericano, quien dio origen al nombre de la especie. Posteriormente, hasta 1968, se realizaron solamente siete registros, en cuatro sectores distintos de la Cordillera de Nahuelbuta. En 2001 fue posible identificar 12 ejemplares más en cinco nuevas localidades.
Finalmente, en 2005 se consiguió un nuevo registro, el cual se transformó en el primero ubicado al norte del río Biobío y fuera de la Cordillera de Nahuelbuta. En los últimos años, se han realizado otros avistamientos, especialmente en 2017, año en el que se produjo una especie de Boom. Esto último debido a que se agruparon algunos científicos para llevar a cabo una investigación sobre la especie en la zona.
«Virginia Moreno es sin duda la persona que más poblaciones ha visto de esta especie y con ella puede conocer varias también. Ella estaba presente la noche donde por primera vez vimos un ejemplar de esta bella y misteriosa especie. Actualmente, se conocen (gracias al trabajo de Virginia Moreno) varios otros puntos con presencia de Telmatobufo bullocki. Asimismo, conocemos algunos otros aspectos, pero una de las cosas en las cuales poco o nada hemos avanzado es en el desarrollo de acciones tangibles de conservación», menciona Edgardo Flores, de la Fundación Nahuelbuta Natural.
«Posiblemente con más trabajo de campo podríamos encontrar algunos otros sitios, pero las amenazas continúan estando presentes para esta especie en Nahuelbuta. Las plantaciones forestales, las extracciones de áridos, las hidroeléctricas, la minería de tierras raras, también se suman a las amenazas», agrega.
Rana montana de Los Queules (Telmatobufo ignotus)
De acuerdo con el único registro que existe de esta especie, realizado por el herpetólogo César Cuevas, la rana montana de Los Queules es muy similar a Telmatobufo bullocki. El macho, siendo este del único que se tiene alguna descripción, puede llegar a medir hasta 7 centímetros, posee una cantidad moderada de verrugas, y muchas pequeñas espinas debajo de las parotoides en el extremo de la mandíbula.
En cuanto a su coloración, la punta de sus dedos es blanquecina, mientras que su dorso es café con toques cobrizos anaranjados y su vientre es grisáceo con diminutas manchas irregulares de color amarillento. Asimismo, presenta dos pequeñas manchas de color naranja-amarillento sobre los bulbos oculares, las cuales están unidas por una zona de color naranja.
«Podrían diferenciarse externamente en algunos rasgos morfológicos, como el tamaño de sus glándulas parotoides, que serían proporcionalmente mucho más grandes en Telmatobufo bullocki que en Telmatobufo ignotus. Ambas especies poseen una distintiva mancha transversal entre y sobre los ojos, que en T. ignotus sería más anaranjada, mientras que en T. bullocki es más bien amarilla. Además, presentarían diferencias en la cantidad de verrugas en los flancos y dorso, que en T. ignotus estarían presentes en mayor cantidad, aunque más pequeñas», señala Rabanal.
Respecto a su distribución, solo se conoce su localidad tipo, la cual es la Reserva Nacional Los Queules, la que es un remanente de bosque maulino, ubicada 22 km al noroeste de la ciudad de Curanipe, provincia de Cauquenes. Se trata del mismo sitio donde se realizó el registro del primer ejemplar de Telmatobufo bullocki.
Este sitio, además, ha sido intensamente intervenido por actividad humana en el último tiempo. A esto se suma que el territorio se encuentra dominado por grandes extensiones de cultivo de pino, con escasos remanentes de bosque nativo, siendo así esta especie clasificada por la IUCN como En Peligro.