Si has visitado la Patagonia chilena, es probable que te hayas encontrado con grandes extensiones de lo que pareciera ser un campo de pastos de colores, especialmente rojos y salpicados de verde, sin árboles y con pequeñas lagunas. Si hasta ahora no sabías bien de qué se trataba, probablemente te encontrabas frente a una turbera. Estos ecosistemas, son como esponjas de musgos y vegetación que se ha acumulado durante miles de años sin descomponerse del todo, en un ambiente saturado de agua.

La explicación simple, es que estos ecosistemas se formaron una vez que comenzó el retiro de glaciares dejando a su paso diversos sectores con depresiones que fueron colonizados por especies vegetales. Entre estas especies se encontraban las briófitas, como el musgo del género Sphagnum –uno de los principales componentes de las turberas– que es capaz de absorber grandes cantidades de agua (hasta 20 veces su propio peso en seco). Este musgo además forma un ambiente pobre en nutrientes con una baja concentración de nitrógeno, muy ácido, anóxico y frío, lo que ayuda a prevenir la presencia de hongos y bacterias que de otra forma comenzarían a descomponer el material vegetal muerto (el mismo que forma la capa de turba).

¿Dónde se pueden encontrar estos ecosistemas en Chile?

Turbera ©Karukinka, WCS
Turbera ©Karukinka, WCS

Las turberas, que corresponden al 50% de los humedales del mundo, representan sólo el 3 a 4% de la superficie del planeta y se pueden encontrar en los 5 continentes, principalmente en zonas de bajas temperaturas y abundante precipitación durante el año (alrededor de los 2.000 mm anuales).

En Sudamérica estos ambientes se concentran principalmente en Chile y Argentina. Y en nuestro país se extienden en su mayor parte a lo largo de la Patagonia, desde la región de Los Lagos a Magallanes, donde destaca la zona de Tierra del Fuego, que reúne 90.000 hectáreas de turbera. ¿Un dato impresionante? Se estima que el origen de las turberas de la región de Magallanes data de 11.000 años atrás.

Gran parte de las turberas al sur de Chile se encuentran protegidas en el Parque Karukinka –el área privada más grande de la región de Magallanes (perteneciente a la organización WCS) y la que ostenta la mayor superficie de humedales de turberas–, y otras áreas protegidas como el Parque Nacional Bernardo O’Higgins, el Parque Nacional Chiloé y el Parque privado Tantauco en la isla de Chiloé.

Bofedal de Putana en San Pedro de Atacama ©Franck Zecchin
Bofedal de Putana en San Pedro de Atacama ©Franck Zecchin

Y si bien, estos ecosistemas suelen concentrarse en nuestra Patagonia, también existe otro tipo de turberas (bofedales) de alta montaña situados en la estepa árida de los Andes centrales (en la zona norte de Chile, principalmente en la región de Atacama), donde las plantas de tipo Juncaceae son las principales formadoras de turba y se abastecen del agua subterránea asociada al derretimiento de nieve.

En total, la superficie de turberas en Chile alcanzaría los 10.500 km2 a 21.000 km2, que corresponderían a un 1.4% a 2.8% del territorio nacional.

¿Cuál es la importancia de las turberas?

©Karukinka, WCS
©Karukinka, WCS

Al igual que otros tipos de humedales, las turberas juegan un importante rol en su entorno. Para empezar, regulan los ciclos hidrológicos manteniendo la calidad del agua dulce y constituyendo verdaderas reservas hídricas –el 90% de una turbera está compuesto de agua– que abastecen de agua lugares con presencia de temporada seca. Además, pese a cubrir un mínimo porcentaje de la superficie territorial del planeta, regulan la química atmosférica al contener cerca de un tercio de todo el carbono que se encuentra en el suelo del planeta. ¡Almacenan más carbono que toda la biomasa de los bosques en la Tierra!

Si esto se suma al hecho de que funcionan como hábitat para diversas especies animales como anfibios, guanacos y aves como el pimpollo, blanquillo o canquén, además de singulares especies vegetales como diversos tipos de líquenes, briófitas, plantas vasculares e incluso plantas carnívoras (en las turberas de Chiloé se encontraron dos especies insectívoras, Drosera uniflora y Pinguicula antárctica), entonces ya comienza a quedar claro el panorama.

Bajo amenaza

Musgo Sphagnum magellanicum. Esta especie sólo se puede encontrar en Chile, Argentina y Perú. Kristian Peters
Musgo Sphagnum magellanicum. Esta especie sólo se puede encontrar en Chile, Argentina y Perú. Kristian Peters

Las turberas son ecosistemas muy vulnerables a la intervención humana y están en riesgo de desaparecer. Lamentablemente, en Chile se están viendo amenazadas principalmente por la extracción de musgo –Sphagnum– y turba para ser utilizado, entre otras cosas, como sustrato y fertilizante en el cultivo de hortalizas y flores o para la industria de productos absorbentes y material de empaque.

Se cree que esta actividad ha aumentado considerablemente en los últimos años donde, según cifras de ProChile, las exportaciones de estos materiales a países como EE.UU, Corea del Sur, Taiwán y Japón en los últimos diez años han aumentado progresivamente, con un promedio de crecimiento para los últimos 4 años de un 20%. Y en Chile aún no existe una regulación política o ambiental para la extracción de estos materiales en turberas.

Otra de las amenazas que enfrentan estos ecosistemas, principalmente en la región de Magallanes y en especial en Tierra del Fuego, es la presencia de especies exóticas invasoras como los castores, los que al construir diques inundan amplias áreas afectando entre otros ambientes, a las turberas.

Sin embargo el mayor impacto que ha tenido el hombre en estos ecosistemas, es cuando las turbas son drenadas. En lugares como Europa, Asia y Norteamérica, las turbas son drenadas para generar más tierras para la agricultura y la forestación. ¿El problema? Al drenarlas la turba se descompone y libera carbono a la atmósfera en forma de gas de invernadero y, según cifras de la FAO, al año se está liberando alrededor de una gigatonelada de emisiones de GEI por año debido a esta oxidación, convirtiéndolo en el tercer mayor emisor de la agricultura, tras los cultivos y ganadería, y la conversión forestal neta. (Ya se estima que se han drenado alrededor del 15% de las turberas en el mundo).

Según ha señalado Alejandra Figueroa, jefa de Recursos Naturales y Biodiversidad del Ministerio de Medio Ambiente, las turberas “Son los más grandes reservorios de carbono en un ecosistema terrestre. Cubren relativamente poca superficie, pero si se liberara su contenido, se duplicaría la cantidad de carbono en el planeta, y las consecuencias serían desastrosas».

Y no sólo eso, al drenar las turberas, también se afecta la cubierta vegetal, se afecta la diversidad biológica, se reduce la calidad del agua, aumenta la ocurrencia de incendios forestales, se genera el hundimiento del suelo, entre otras cosas.

Turberas en Tierra del Fuego Chile. Foto © Martín del Río López
Turberas en Tierra del Fuego Chile. Foto © Martín del Río López
Turba en Parque Tantauco. Foto © Martín del Río López
Turba en Parque Tantauco. Foto © Martín del Río López
Turba en Parque Tantauco, Chiloé. Foto © Martín del Río López
Turba en Parque Tantauco, Chiloé. Foto © Martín del Río López
Turba en Parque Tantauco, Chiloé. Foto © Martín del Río López
Turba en Parque Tantauco, Chiloé. Foto © Martín del Río López
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