Independientemente de si pertenecemos a un pueblo originario o no, cada vez somos más las personas y comunidades que buscamos retomar un buen vivir, es decir, alcanzar el bienestar común y personal en coexistencia con nuestro planeta viviente. A lo largo de la historia, y ahora más que nunca, aprender de las primeras naciones y los conocimientos tradicionales que éstas ofrecen, puede ser la clave en nuestra resiliencia como seres vivos “para juntos sobrevivir bien ” el Antropoceno (Gibson-Graham et al., 2017).

© Budi Amunka
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En diversas regiones del mundo, a pesar de los desafíos que plantea la creciente fragmentación tanto del conocimiento y las estructuras institucionales, como de los paisajes bioculturales y sus ecosistemas, los pueblos originarios y sus aliados están utilizando herramientas globales (institucionales, tecnológicas, comunicacionales) para reafirmar sus propios mundos o territorios de vida, y con ello la posibilidad de un buen vivir, profundamente relacional y en equilibrio o salud integral en sus dimensiones espiritual, económica, medioambiental y cultural.

Las economías comunitarias regenerativas, es decir, las economías construidas por las propias comunidades para restaurar sus territorios, patrimonio, medios de vida y, en definitiva, su buen vivir, son ahora más urgentes que nunca. Respuestas estructuradas  orgánicamente de abajo hacia arriba tardan en tomar forma durante su período de incubación, pero una vez que han sido probadas, monitoreadas y apropiadas por las comunidades locales, estas soluciones “de fermentación lenta” pueden brindar respuestas efectivas en tiempos de crisis ambiental y social.

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En 2013 fuimos invitados por el lof (comunidad) Llaguepulli, una de las más de cien comunidades lafkenche del  Budi, para acompañarles en el diseño participativo de herramientas de autogestión  comunitaria para una economía regenerativa de base cultural mapuche. Desde entonces, hicimos del Wallmapu –territorio ancestral mapuche– nuestro hogar, y ahora queremos compartir algunos ejemplos de cómo los lof de Llaguepulli, Allipen, y Malalhue-Chanko, con quiénes hemos establecido iniciativas colaborativas de largo aliento, están liderando soluciones regenerativas para sus territorios y humedales costeros, y por qué que necesitan apoyo de aliados respetuosos de su autonomía y patrimonio biocultural.

Lago Budi: un paraíso Lafkenche amenazado

El lago Budi está en el corazón de la zona costera de La Araucanía o Lafkenmapu, el territorio ancestral de los Lafkenche. Se trata de un espléndido territorio de humedales –un paraíso Mapuche, al decir del poeta y cultor del Budi, Lorenzo Aillapán (2003)- que se extiende hacia el norte hasta la cuenca del río Imperial y el accidentado pueblo pesquero de Puerto Saavedra, y hacia el sur hasta el pintoresco pueblo de Teodoro Schmidt, sobre la ribera nortina del río Toltén.

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Debido a su mega biodiversidad, el Budi fue declarado por la Estrategia Regional de Biodiversidad 2002 como Sitio Prioritario de Conservación y candidato a la Lista Ramsar de Humedales, pues cobija al menos a 130 especies de aves –el número más alto de la región– y es hábitat crucial para aves migratorias como el zarapito de pico recto (Limosa haemastica) y otras especies en peligro como el cisne coscoroba (Coscoroba coscoroba) y el cuervo de pantano (Plegadis chihi), así como valiosos y alguna vez abundantes peces endémicos como el huaquil o corvinilla (Micropogonias furnieri), hoy también en peligro de extinción.

Desafortunadamente, casi dos décadas después, desde el Estado no se han establecido instrumentos concretos para planificar e implementar una estrategia de conservación para el lago Budi, y menos aún para iniciar la restauración de su cuenca, altamente deforestada, erosionada y vulnerable al cambio climático. Por el contrario, este humedal de importancia global para la biodiversidad y su patrimonio biocultural irremplazable, ha quedado al margen de todas las iniciativas más recientes, como el Plan Nacional de Protección de Humedales (2018) y el GEF Humedales Costeros (2020).

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Aparentemente, los “tomadores de decisiones” aún no han hecho suyas las conversaciones globales sobre el papel crucial de los pueblos originarios y las comunidades costeras, tanto para la conservación de la biodiversidad como para el combate y la adaptación al cambio climático. Menos aún han sabido priorizar la supervivencia del patrimonio biocultural –lenguas, prácticas y saberes que guardan conocimiento ecológico tradicional– como un derecho humano colectivo de los pueblos que han habitado estas tierras durante milenios, y como herramienta irremplazable para coexistir con los humedales costeros.

Mientras tanto, ha aumentado la contaminación causada por la erosión y la escorrentía agrícola, que se han incrementado con la extracción forestal, los monocultivos, y las lluvias torrenciales cada vez más concentradas, intercaladas con una prolongada sequía. Como ocurre con muchos lagos y recursos hídricos en Chile, estas amenazas ponen al Budi en peligro de muerte ecológica por eutrofización, mientras que sus comunidades ancestrales han sido abandonadas a valerse por sí mismas para velar por sus bosques y humedales, sus derechos y territorio, y su patrimonio biocultural.

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Retomando economías regenerativas

A lo largo de años de profundo aprendizaje como colectivo de investigación-acción, hemos llegado a reconocer que, al igual que en otras dimensiones entrelazadas a las que nos referimos como “economías comunitarias”, las llamadas soluciones “basadas en la naturaleza” que podrían salvar el lago Budi y sus humedales mega diversos, y preservar con esto el patrimonio biocultural de las próximas generaciones de Mapuche-Lafkenche, también están surgiendo de la propia comunidad a medida que va retomando el control de sus economías regenerativas.

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También hemos aprendido que el desafío no es simplemente el de “volver” a una condición previa, sino que el de apropiarse de nuevas herramientas para “retomar” autonomía económica, ambiental, cultural y política allí donde fueran arrebatadas por la colonización y la post-colonización. Por ejemplo, retomar o revitalizar en las últimas dos décadas el antiguo arte de construir y habitar la ruka ha significado para las familias del lof Llaguepulli re-contextualizar y revalorizar estos espacios como lugares complementarios a las construcciones convencionales, donde se realizan los encuentros comunitarios, las reuniones familiares y las actividades y ceremonias culturales. Así, después de algunas décadas en desuso, estas casas-nido hechas con fibras obtenidas de los humedales cercanos y con una hoguera en su núcleo, expresan nuevamente la vitalidad comunal y la sacralidad de la relación íntima y cotidiana con el agua y la biodiversidad de los humedales circundantes.

Salvar el Budi: entran Budi Anumka y sus aliados

Budi Anumka es un grupo diverso de profesionales, pensadores y activadores mapuche de ideas afines, que residen en los territorios del sur del lago Budi, insertos en familias extendidas que se entretejen a lo largo y ancho de comunidades territoriales o lof y conjuntos ceremoniales o rewe. En forma colectiva, los lof Llaguepulli, Allipen, y Malalhue-Chanko, están determinando acciones concretas para avanzar hacia la autogestión económica y la regeneración ambiental de su territorio, como pudieron haberlo soñado sus antepasados.

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Si bien Budi Anumka es reciente como organización sin fines de lucro, formalizada a fines de 2019 justo antes de la pandemia, el liderazgo, las acciones, los acuerdos y las herramientas intergeneracionales que le dan cuerpo se han formado orgánicamente a través del diálogo interdisciplinario de conocimientos. Durante los últimos seis años, Budi Anumka y antes su Red de Viveros, han ido involucrando a custodios y autoridades territoriales en un diálogo horizontal con investigadores y científicos que está resultando en el codiseño de soluciones innovadoras y modelos replicables. Además, una fuerte comunidad de aliados que adherimos a los principios de autodeterminación y conservación de un patrimonio biocultural irremplazable, está desarrollándose en torno a esta iniciativa regenerativa con liderazgo mapuche.

Como muestran los ejemplos siguientes, Budi Anumka no trata sólo de promover un “cuidado medioambiental”, sino de combinar en forma creativa herramientas antiguas y nuevas que permitan reactivar economías regenerativas azules, capaces de sostener intrincadas relaciones restauradoras entre la gente, el humedal y el itrofillmonguen o patrimonio biocultural que ambos comparten.

1. Agroforestería Nativa: Desde 2014, los principios y técnicas de la agroforestería regenerativa se están adoptando rápidamente y con mucho entusiasmo por más y más familias en el territorio. Primero a través un pequeño y rústico vivero educativo en la escuela comunitaria, que sirvió para albergar y cuidar las primeras plántulas de especies nativas (anumka) por los propios niños mapuche-lafkenche, que luego las llevarían a sus casas, y quienes ahora las observan convirtiéndose en majestuosos árboles de lingue (Persea lingue), foye o canelo (Drimys winteri) y tüke u olivillo (Aextoxicon punctatum). Entre la veintena de especies distintas que propagan hoy los tres viveros comunitarios están también algunos arbustos más pequeños, pero no menores en cuanto a su valor biocultural, como la üngi o murtilla (Ugni molinae) y el maqui o külon (Aristotelia chilensis), que han vuelto a entregar a las familias abundantes cosechas de frutos, hojas y tallos medicinales, claves en la medicina preventiva mapuche o lawen por su carga excepcionalmente rica en vitaminas y antioxidantes.

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Así, la propagación de plantas nativas en los viveros comunitarios y de allí a las pequeñas parcelas familiares, se ha convertido en parte de un esfuerzo alegre, comunitario y cotidiano por retomar una ancestral relación de intimidad con las especies nativas, y a la vez en un mecanismo efectivo para la reinversión regenerativa en los pequeños predios familiares y la proyección de economías regenerativas sustentables en el tiempo.

2. Economías regenerativas azules: La etiqueta “azul” fue creada por la comunidad internacional para promover medios de vida sostenibles en el mar y las zonas costeras, pero también sirve para imaginar tecnologías y entidades diseñadas colaborativamente con el fin de retomar economías que ponen el agua y la vida en el centro, un valor ancestral del pueblo Mapuche-Lafkenche. Desde 2016, los agricultores lafkenche locales se han re-apropiado de la práctica de fertilizar incorporando algas marinas, un insumo local producido por las comunidades costeras vecinas, pero ahora mediante técnicas actualizadas como el compostaje y los tés foliares.

Curiosamente, alguna vez olvidado, el uso de algas como el kollof o cochayuyo (Durvillaea antarctica) como pesticida natural, bioestimulante y fertilizante, está reemplazando eficazmente los insumos químicos costosos y a menudo tóxicos inducidos por el Estado por décadas. En este sentido, ha demostrado  ser una herramienta útil para cada vez más familias que optan por cultivar huertos saludables y nutritivos mientras protegen los suelos, las aguas y los humedales costeros y su biodiversidad de una degradación aún mayor, mientras que van fortaleciendo a la vez antiguas relaciones de intercambio con las comunidades lafkenche vecinas en las costas del Pacífico, como puede verse en el  video “Fortaleciendo Nuestras Prácticas Ancestrales”.

3. Resistencia a la sequía y el calentamiento global recolectando agua de lluvia y restaurando microcuencas: Lo que comenzó como una preocupación de una de las familias líderes de capturar la lluvia para regar los árboles jóvenes durante los veranos cada vez más secos, se convirtió en una iniciativa de alcance regional para que las comunidades recolectaran agua de lluvia para sus huertas, viveros y áreas de restauración. Se han instalado curvas de infiltración y sistemas recolección y almacenamiento de agua de lluvia en los techos de decenas de hogares rurales para enfrentar la sequía y un clima cada vez más inestable. A su vez, con plantas de los viveros se están restaurando microcuencas estratégicas que albergan patrimonio biocultural lafkenche amenazado, vinculado a vertientes sagradas y plantas medicinales presentes en los humedales y los remanentes de bosques riparios o ribereños.

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4. Herramientas para crear una comunidad de aliados: La tecnología puede ser de gran ayuda cuando se trata convocar la necesaria colaboración para cumplir las metas y prioridades de los Pueblos Originarios y sus territorios. Con el apoyo de aliados a largo plazo como MAPLE Microdesarrollo (organización sin fines de lucro con sede central en Oregón, Estados Unidos, y desde 2013 presente en Chile), las comunidades están fortaleciendo las redes de colaboración incorporando aliados y especialistas, tanto a nivel nacional, como el Programa de Pueblos Indígenas de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, como global, como el Consorcio Internacional de Territorios de Vida (TICCA), como inter-nacional, como la Nación T’souke del Pacífico Norte, actual Canadá, pionera en economías regenerativas indígenas.

A fines de 2020, se lanzó junto a la plataforma de financiación colaborativa  PicParks.com, una campaña para la “restauración en comunidad” del Humedal del Budi, que utiliza mapas digitales y multimedia para invitar a simpatizantes y aliados a hacerse parte de la creación de corredores bioculturales en zonas sensibles y biodiversas en los contornos y afluentes del Humedal del Budi, cuales están siendo priorizados, codiseñados y sostenidos por las propias familias lafkenche de las comunidades participantes. Esperamos que, a través de esta plataforma, Budi Anumka siga reuniendo a personas de ideas afines en torno a iniciativas regenerativas lideradas por la comunidad y promoviendo alianzas de comunidad a comunidad.

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Desafíos presentes y futuros

Con apoyo de aliados y colaboradores, un equipo liderado por el agroecólogo Lafkenche y uno de los iniciadores de Budi Anumka, Fernando Quilaqueo Calfuqueo, comenzó en 2020 –en medio de la pandemia– el diseño e implementación por etapas del primer corredor biocultural del Budi en conjunto con seis familias iniciales, apoyadas por jóvenes líderes de Budi Anumka. Además, hoy en día, la red modular de viveros de árboles ya contiene una gran cantidad y diversidad de plantas tradicionalmente utilizadas para alimentos, fibras y medicinas a base de hierbas. Éstas,  a su vez están siendo cosechadas en forma sustentable para ser convertidas, en el propio territorio en productos con agregación de valor ambiental y cultural, como frutos secos, aceites, cosméticos y bolsas biodegradables por cada vez más jóvenes, mujeres y artesanas y artesanos, quienes han demostrado ser actores clave para codirigir economías regenerativas azules. Al apropiarse de modelos innovadores y tecnologías de vanguardia con el fin de retomar y revitalizar  el conocimiento tradicional y el patrimonio biocultural del territorio ancestral Lago Budi, las comunidades participantes han decidido,  para citar  el sitio web de Budi Anumka,  “continuar la defensa permanente del Itrofillmonguen o patrimonio biocultural de nuestro territorio, herencia de nuestros ancestros y pilar fundamental de nuestro Azmonguen o forma de vida mapuche, que nuestros abuelos defendieron, administraron y nos legaron, y así nosotros hacerlo para con las nuevas generaciones.”

¡Te invitamos a visitar la página web de Budi Anumka y unirte a la comunidad de restauración del Budi!

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*Sobre los autores: Alison Guzman, internacionalista con magíster en Ética y Asuntos Globales, Ignacio Krell, sociólogo con magíster en Estudios Ambientales, investigadores asociados al Instituto de Economías Comunitarias y Codirectores de ONG MAPLE Microdesarrollo Chile. Como pareja y colectivo de investigación-acción, está desarrollando enfoques colaborativos para documentar y compartir el conocimiento generado en procesos de codiseño institucional indígena de economías comunitarias,  filantropía sostenible de comunidad a comunidad y estrategias lideradas por comunidades para regenerar agroecologías, patrimonios bioculturales y economías locales.

Referencias:

Aillapán, L. (2003). Üñümche Hombre Pájaro. Santiago: Pehuén.

Gibson-Graham, J.K, Cameron, J., & Healy, S. (2017). Retomemos la economía: Una guía ética para transformar nuestras comunidades. Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

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