Temporada de ballenas: lo que deberías saber para ayudar a proteger a estos gigantes
Durante el verano es posible ver en varios puntos de la costa chilena a estos grandes mamíferos marinos que llegan desde principios de diciembre hasta mayo. ¿Por qué lo hacen? ¿Dónde pueden observarse? y ¿Qué podemos hacer para ayudar a protegerlas? ¡Encuentra las respuestas aquí!
Las costas chilenas son reconocidas como un excelente lugar para observar cetáceos. De hecho, cerca de 43 especies diferentes surcan nuestras aguas, lo que representa un poco más del 50% de las especies conocidas a nivel mundial.
Durante los meses de verano, entre diciembre y mayo, podemos encontrar ejemplares como la majestuosa ballena azul, la ballena jorobada o la ballena minke en lugares como Chañaral de Aceituno, el archipiélago de las Guaitecas, el Parque Marino Francisco Coloane o el Golfo de Corcovado frente a Chiloé. Pero… ¿por qué llegan a nuestras aguas?
Tal como lo explica Fundación Meri en una de sus cápsulas informativas lanzadas este verano, las ballenas viajan de un extremo a otro de los hemisferios siguiendo aparentemente las corrientes oceánicas y en este recorrido visitan zonas de aguas cálidas y seguras para el nacimiento de sus crías, y zonas de aguas más frías y ricas en alimento, como las que se encuentran en la costa chilena, para alimentarse.
https://www.facebook.com/FundacionMERI/videos/1456118347848914/
Las costas chilenas, sobre todo aquellas áreas de la Patagonia, se transforman en un gran núcleo de reunión para estos gigantes marinos, ya que en sus aguas se puede encontrar una gran cantidad silicato y otros nutrientes provenientes de los ríos y glaciares, que generan un ambiente propicio para el desarrollo de fitoplancton (pequeñas algas) y zooplancton (pequeños seres vivos), entre ellos el krill, principal fuente de alimentación de las ballenas.
Una vez que ya han encontrado el alimento suficiente, al finalizar el verano las ballenas emprenden nuevamente un largo viaje, ahora hacia aguas tropicales.
Un nuevo descubrimiento
Una de las áreas de alimentación más importantes para especies como la ballena azul o la ballena jorobada en Chile, es el Golfo de Corcovado, donde especialistas de Fundación Meri han centrado sus investigaciones. Este lunes 19 de febrero, zarparán un una nueva expedición con el fin de registrar los cantos de las ballenas en el área. Esto, luego que en sus últimas visitas a Corcovado identificaran nueva evidencia que indicaría que en esta zona podría comenzar el cortejo de ballenas como la jorobada –previo a la reproducción–, algo que se creía sólo ocurría en zonas de aguas tropicales.
«Lo que estamos apuntando es que pueden ser juveniles que están ensayando, que están aprendiendo, pueden ser machos adultos que a lo mejor están ensayando antes de ir a las zonas de cortejo», señaló al respecto el Director científico de la Fundación MERI, Gustavo Chiang, sobre el descubrimiento realizado por la investigadora española Sonia Español-Jiménez y publicado en la revista Marine Mammal, que indica que se registraron cantos en intervalos de 15 minutos y durante varias horas, en esta zona de alimentación. (Los cantos se asocian al momento en que los cetáceos buscan pareja).
«Vamos a instalar varios hidrófonos y, al mismo tiempo, lo haremos en zonas tropicales del Pacífico y luego las compararemos», adelantó Chiang sobre la expedición. De tratarse de cantos de cortejo, sería la primera vez que se detecta este comportamiento en aguas chilenas.
La salud de las ballenas
Estos gigantes marinos no están libres de peligros. Entre sus principales amenazas se encuentran el posible daño ocasionado por colisiones con embarcaciones y la contaminación debido a los desechos que terminan en el mar.
Por ejemplo, en el área del Golfo de Corcovado, ya se ha identificado que las ballenas hacen inmersiones a menor profundidad durante la noche ya que el krill migra a zonas de menor profundidad a estas horas, por lo tanto las ballenas quedarían más expuestas a colisiones con las naves, que pueden causarles lesiones graves y hasta mortales a las ballenas y otros cetáceos. Además, el ruido ocasionado por el motor, el radar, la ecosonda y otros instrumentos puede generar alteraciones en el comportamiento, pérdida de la audición y varamientos de estos animales.
Para evitar estos riesgos, se recomienda a los responsables de las embarcaciones mantener distancias prudentes que varían de acuerdo a cada especie, contar con un vigía que advierta la ubicación de las ballenas, reducir la velocidad y tiempo de observación.
En relación con la amenaza que significan los residuos vertidos a los océanos y que terminan siendo el alimento de muchos mamíferos marinos, peces y aves, la recomendación es a reducir la basura. ¿Cómo?
Por ejemplo:
– Disminuyendo el uso de bolsas plásticas y reemplazándolas por las de género
– Reciclando en los puntos verdes de cada comuna
– Prefiriendo pilas recargables
– Disminuyendo la impresión de papeles
– Comprando líquidos en botellas retornables