Siguiendo las “pistas” de los dinosaurios en Chile: el trabajo de reconstruir el pasado y su importancia para el presente
Desde 2011, se han dado a conocer cuatro nuevas especies de dinosaurios para Chile. Dos de ellas, incluso, han sido tan importantes a nivel internacional, que fueron portada de la prestigiosa revista Nature. Sin embargo, el trabajo para perseguir sus pistas empezó desde mucho antes, con menor tecnología y conocimientos. Con el paso de los años, un trabajo interdisciplinario ha ayudado a juntar las piezas del puzzle del pasado en la época de dinosaurios, y así tener muestras claves para entender el presente. Y mientras tanto, han sucedido otros descubrimientos en distintos lugares de Chile.
En 2011 fue la primera vez que se escuchó, a un nivel masivo, sobre una nueva especie de dinosaurio para Chile: el Atacamatitan chilensis. Era la primera declarada por la ciencia y publicada en una revista internacional para el país. Previo a esto, incluso, había quienes creían que en el territorio chileno, no existían dinosaurios que no fuesen aves. Pero, detrás de esas erróneas impresiones, un grupo de jóvenes y entusiastas paleontólogos trabajaban en silencio.
Tras los años, y fruto de un enorme trabajo colaborativo, se han descubierto tres especies más: el Chilesaurus diegosuarezi (2015), Arackar licanantay (2021) y Stegouros elengassen (2021). Dos de ellos han sido publicados y portada de la prestigiosa revista científica internacional Nature, siendo importantes hallazgos paleontológicos.
Pero la historia de sus descubrimientos se remonta a muchos años atrás de las publicaciones, lo que ha ido de la mano del desarrollo una incipiente paleontología -y todas sus disciplinas relacionadas- en Chile.
Un inicio tardío
Haciendo un retroceso en el calendario, habría que llegar a los años 60’ para conocer las primeras pistas sobre los dinosaurios en Chile. “Esto fue tardío en relación a otros países”, dice David Rubilar, jefe de Paleontología del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN).
Para hacerse una idea, en el siglo XIX en Estados Unidos se desató la conocida “Guerra de los Huesos” -en plena Época Dorada- en la que dos paleontólogos millonarios se disputaron el hallazgo de nuevos esqueletos, nombrándolos rápidamente. Lograron describir más de 120 especies en tres décadas, entre ellas, el famoso Brontosaurio, el Estegosaurio o el Triceraptops. Pero en Chile los primeros hallazgos de dinosaurios no aviares fueron casi 90 años después.
En esos inicios, un nombre clave es el del paleontólogo argentino Rodolfo Casamiquela. “Él impulsó en muchos aspectos el conocimiento de los vertebrados fósiles en Chile, pero se fue por razones políticas. Fue un pionero no solo en huesos de animales prehistóricos, sino que del estudio de huellas fósiles. De hecho, propone los primeros nombres de huellas”, explica David. Esos hallazgos fueron en la provincia de Tarapacá y Colchagua, además de en las conocidas Termas del Flaco. Según lo que el mismo Casamiquela escribió para un boletín del Museo de Historia Natural, identificó las huellas como Iguanodonichnus (huella de Iguanodón) y Camptosaurichnus (huella de Camptosaurio).
“Posteriormente se identificaron los primeros huesos de dinosaurios en la Región de Coquimbo y desde ahí ha habido reportes en distintas localidades del país. Pero hasta hace un par de décadas atrás no se dio el descubrimiento de material suficientemente diagnóstico como para definir una nueva especie (…) Imagínate, desde los 60´ hubo un salto de 50 años para publicar la primera especie a partir de huesos y fue recién en 2011 (…) Es tardía nuestra evolución en cuanto al conocimiento de dinosaurios, pero no por eso menos interesante”, finaliza David.
Lo que el norte reveló
Aunque Arackar licanantay no fue el primero en ser publicado, sí fueron los primeros restos fósiles que empezaron a indagar. En ese entonces, unos jóvenes y entusiastas estudiantes de pregrado, a principios de los 2000, se enteraron de que el Servicio de Geología y Minería (Sernageomin) tenía unos fósiles y lograron ir a conocerlos. “Estábamos en compañía de paleontólogos del Sernageomin, que no estudiaban dinosaurios, sino que invertebrados. Junto a José Iriarte pudimos identificar partes y hablar de lo que veíamos ahí. El jefe del departamento quedó lo suficientemente impresionado para permitirnos estudiar, limpiar y remover más roca. Lo hacíamos con visitas periódicas, en nuestros tiempos libres. También se sumó David Rubilar, a quien cedí el liderazgo de la investigación”, explica Alexander Vargas, paleontólogo, profesor asociado del departamento de Biología de la Universidad de Chile y Miembro de la Red Paleontológica de la misma casa de estudios.
En el caso de Atacamatitan, un grupo de paleontólogos, liderados por el brasilero Alexander Kellner extrajo algunos restos a inicios de los 2000. “Éramos muy jóvenes y la ciencia paleontológica era bastante precaria. Estos restos no los pudimos preparar nosotros, no teníamos los laboratorios adecuados. La roca era muy dura y los restos estuvieron bastante tiempo en el Museo de Historia Natural en chaquetas de yeso. Eso fue antes de que Mario Suárez los preparara y se pudiera elaborar el estudio que salió en 2011. El impulsor de esa publicación fue Kellner”, explica Alexander.
Ambos descubrimientos corresponden a titanosaurios –animales herbívoros, cuadrúpedos, de cabeza pequeña, cuello y cola largos- que habitaron en el periodo Cretácico, es decir, entre 145 y 66 millones de años atrás. Descubrirlos, de acuerdo con lo que dice David Rubilar, era un hallazgo esperable: “Esos dinosaurios prosperaron mucho durante el periodo Jurásico -entre 145 y 201 millones de años atrás-, y fueron los herbívoros dominantes. Cuando ocurre la extinción global y se pasa al Cretácico aparecen otros herbívoros sofisticados, mientras desaparece la mayoría de los linajes de los dinosaurios cuellilargo. Sin embargo, en el hemisferio sur, una línea de estos dinosaurios prospera y le va muy bien. A esos se les llama titanosaurios. Atacamatitan y Arackar están dentro del espectro de menor tamaño y todavía estamos tratando de determinar por qué”.
Mientras tanto, trabajos paralelos destacarían a dos especies que serían publicadas en la revista Nature: Chilesaurus diegosuarezi y Stegouros elengassen. A diferencia de los otros dos dinosaurios, nadie se esperaba descubrimientos de esta índole.
Dos descubrimientos de importancia internacional
El caso de Chilesaurus diegosuarezi llamó mucho la atención, al punto de que fue compartido por la cadena de noticias internacional, BBC. Lo que sucedió fue que, en 2004, a sus 7 años, un pequeño Diego Suárez acompañaba a sus padres geólogos en una de sus expediciones en la Región de Aysén cuando se encontró con un dinosaurio único, que más adelante, incluso, recibiría su nombre. Este es el único dinosaurio del Jurásico que está descrito en Chile.
“Este caso a todos nos tomó por sorpresa. Es un animal totalmente extraño, todavía no hay claridad sobre a qué clase de linaje pertenecía, todavía no lo podemos definir. Tenemos nuestra hipótesis que podría ser un linaje de Terópodos, que son un gran grupo de dinosaurios donde todos son carnívoros -incluyendo a famosos como el Velociraptor, Carnotaurius y Tyrannosaurus– y aves, pero este se alimentaba de plantas. Hay pocos registros de Terópodos jurásicos herbívoros. Junto a otros caracteres anatómicos, este es realmente un Frankenstein de los dinosaurios. Eso es extraño, hay nuevas investigaciones que estamos haciendo, pero todavía es un animal que cuesta posicionar”, explica Rubilar.
Años más tarde, se daría a conocer, nuevamente en la revista Nature, al Stegouros elengassen. Tal como se explicó cuando se compartió la noticia, se trató de un fósil asombrosamente preservado -prácticamente se encontraron todos sus huesos, con una zona posterior íntegra- que reveló la existencia de un linaje que se desconocía de este tipo de dinosaurios, con características asociadas a los estegosaurios y a los anquilosaurios. El hallazgo -cuya investigación fue liderada por los paleontólogos Sergio Soto y Alexander Vargas- se realizó en el Valle del Río de las Chinas, un lugar cercano al Parque Nacional Torres del Paine, en la Región de Magallanes. Con el paso del tiempo, se seguirían encontrando más restos asociados a este dinosaurio.
“Es de los pocos dinosaurios acorazados del hemisferio sur (…). El Stegouros vino a decir varias cosas. Uno, cómo era la anatomía del animal y la novedad fue la cola: no era de esperarse en estos dinosaurios acorazados porque se pensaba que los del hemisferio sur se relacionaban a formas más simples, por sus ancestros (…) Su cola parecía un helecho de hueso y eso hizo delirar al mundo. También este dinosaurio permitió entender que cuando se separó Pangea -el gran continente que se dividió en Laurasia y Gondwana-, el linaje evolucionó independientemente. No es que los acorazados del hemisferio sur hayan sido los del norte. Eso es realmente novedoso y permitió que se publicara en Nature”, asegura David.
“Cada uno de los dinosaurios descubiertos en Chile entrega información novedosa. Pero los dos más importantes son Chilesaurus y Stegouros. Son hitos muy importantes porque los dos hablan de evoluciones de dinosaurios que eran totalmente desconocidas. Eran linajes que no se conocían, que de alguna manera no se han conservado bien en otras partes del mundo, por lo que no se había descubierto mucha información. En el caso del Chilesaurus, no se había descubierto nada parecido. En el otro caso, había una idea de que había algo así de interesante y misterioso de dinosaurio acorazado en el sur, pero Stegouros le dio casi un esqueleto completo a eso”, dice Alexander.
¿Cómo se sabe que es un dinosaurio?
Con el tiempo, se han dado a conocer muchos descubrimientos prehistóricos en Chile. Hablar de un ancestro de una familia de sapos en La Araucanía, el hallazgo de tortugas de agua dulce que vivieron en la época de los dinosaurios, el huevo más grande de la época de los dinosaurios o el descubrimiento de los mamíferos más antiguos de Chile Orretherium tzen y Magallanodon baikashkenke, sirve para dar algunos ejemplos. A eso se suman, descubrimientos asociados a las aves, como el ave prehistórica más grande del mundo (Pelagornis chilensis), Neogaeornis wetzeli. Lo cierto es que la lista continúa.
En ese sentido, ¿cómo se reconoce que se está hablando de un dinosaurio? La primera duda es por qué, cuando se presentan las cuatro especies descubiertas para Chile, se habla de especies no aviares.
“En Chile hay fósiles de aves y las aves son dinosaurios. Las que quisiéramos encontrar son las de la era de los dinosaurios, o sea las primeras que evolucionaron en ese tiempo. De eso no hay mucho, Neogaeornis wetzeli fue de los primeros. Pero en general, las aves son dinosaurios que sobrevivieron a la gran extinción y ahí el ave fósil más interesante, que es un dinosaurio a la larga, por ser ave, es el Pelagornis chilensis, del Mioceno. Es espectacular, el ave más grande que haya volado jamás, con 7 metros de envergadura considerando plumas. Tiene unas fauces con unos pseudo-dientes, o sea, que no son dientes verdaderos sino huesos que salen del cráneo sin esmalte, dentina, ni raíz”, explica Alexander.
Sobre el por qué no se consideran, entonces, entre las cuatro especies de dinosaurios en Chile, el profesional dice que “cuando uno usa el término de dinosaurio se refiere a lo no aviar. Dinosaurios chilenos son las palomas, los chincoles, todo lo que vemos por la ventana, son dinosaurios vivientes chilenos y decir eso científicamente está totalmente correcto (…) pero generalmente la gente se refiere a los antiguos dinosaurios. A las formas que ya no existen hasta ahora, así que claro, ahí esos cuatro son los que llevamos hasta ahora, vienen más, y he tenido la suerte de participar en todas esas investigaciones”.
Más allá de eso, existen ciertas cosas que ayudan a determinar si son o no dinosaurios. Al respecto, David afirma que existen características -llamadas sinapomorfias- que determinan esto. Una de ellas está en la pelvis: “ahí hay tres huesos que se juntan al medio y forman un hoyo por el que uno puede ver. Ese se llama acetábulo. Todos los animales que tengan esta unión donde se aloja la cabeza del fémur abierta son dinosaurios, es algo solo de ellos”.
La importancia del trabajo colaborativo
Para seguir las pistas de los dinosaurios en Chile se necesitan muchas manos y disciplinas que permitan entender todo el contexto. Un ejemplo es la paleobotánica. Cristine Trevisan se desempeña en ese trabajo junto al equipo del Instituto Antártico Chile (INACH), en específico en el Valle de las Chinas, donde se encontraron los restos del Stegouros: “Lo que tenemos ahí es flora que está junto a esos dinosaurios. Lo que nosotros encontramos son impresiones mismas, las analizamos y encontramos el grupo de plantas al que corresponden”. Pero estos estudios también ayudan a recolectar saber sobre el clima del pasado, a través de la información que guardan estas plantas.
Entre eso, se ha visto la similitud entre la flora de Cerro Guido y Australia. “Estamos pensando en el Cretácico, donde Sudamérica se conectó con Antártica en Gondwana. Alrededor estaba Australia y Nueva Zelanda. Chile fue la última masa de tierra en desconectarse de la Antártica, entonces tenemos una buena explicación del origen de sus flores (…). Tenemos de los fósiles más antiguos, como una planta parecida al mañío de 30 millones de años. Los investigadores que trabajan con dinosaurios ven eso. Muchas veces esos dinosaurios de acá son más antiguos que los de otros lugares”.
En ese sentido, por ejemplo, ambas disciplinas se van complementando, así como con otras. En un grupo de investigadores cada uno tiene su especialidad, pero es un trabajo muy multidisciplinario. “Eso es lo más importante de la ciencia porque yo sola con mi planta puedo hacer un buen trabajo, pero si juntamos eso, con el dinosaurio, cómo se formó el fósil, la geología, etc, se arma todo el panorama”, dice Cristine.
Todo este complemento de disciplinas es importante para comprender cómo eran los ecosistemas. “Los dinosaurios son llamativos, capturan la imaginación, pero no fueron los únicos. La historia de los mamíferos es súper importante porque en la época Mesozoica, estaban relegados pequeños tamaños. También había reptiles en el mar, porque cuando los dinosaurios predominaban en la tierra, los reptiles hicieron de la suya en el océano. Todos fueron afectados por la gran extinción y es importante saber qué truncó la evolución de esos linajes. Sobre plantas, Marcelo Leppe, director del INACH y paleobotánico, está descubriendo cosas alucinantes, como en qué momento llegaron los Nothofagus a Chile y se descubrió que fue en la última parte de la época de los dinosaurios porque hubo un puente terrestre en el que varias especies cruzaron de Antártica a Sudamérica. Eso te permite reconstruir la historia de los linajes y su dispersión en el mundo”, explica David.
En la misma línea, Alexander dice que no se podría desarrollar este trabajo de otra forma: “La paleontología es un cruce de geología y biología. Los geólogos son fundamentales para saber la edad de las rocas (…). La paleobotánica ayuda a la reconstrucción de paleoambientes y eso es importante. Por ejemplo, el pariente más cercano de Stegouros es de Antártica, incluso más que de otros de Latinoamérica y lo mismo pasa con las plantas (…). Entonces es genial tener distintas líneas de evidencia. El tema de la extinción es altamente integrativo y hay que tomar muchas cosas en cuenta en términos de reconstrucción paleoambiental, geoquímica de las temperaturas del mar, etc. En fin, hay distintos factores que meter para tener una película de lo que estaba pasando”.
El pasado para entender el presente
Es inevitable hablar de dinosaurios sin acordarse de cómo nos aproximamos a ellos en la infancia. Más de alguno tuvo una figurita de un cuellilargo, vio las aventuras de Pie Pequeño o, ya en el mundo más cinematográfico, se imaginó cómo sería estar cerca de una de estas criaturas en la película de Jurassic Park. Como sea, pensar en dinosaurios nos puede transportar a animales alucinantes. Los nuevos descubrimientos, entonces, son como ir sumando nuevas láminas al álbum.
Al menos así explica David, a un nivel superficial, la importancia de estas nuevas especies. Pero a un nivel más profundo, concuerda con Alexander al decir que reconstruir el pasado ayuda para entender el presente. Por ejemplo, se entregan perspectivas sobre lo que sucede con los ecosistemas -en los territorios que habitamos- a lo largo del tiempo. También, ayuda a comprender sobre los orígenes, de dónde venimos y cómo ha sucedido la evolución de la vida en la Tierra. “Ahí la paleontología juega un rol importante porque es la reconstrucción de la historia de la vida”, dice David.
Así, reflexiona: “Los dinosaurios cuentan varias historias, por ejemplo, aparecen casi en paralelo al linaje de los mamíferos. La pregunta es por qué los dinosaurios predominaron 150 millones de años como la forma de vida predominante de la tierra, y nuestros ancestros mamíferos tuvieron tamaños de roedores durante todo ese tiempo, y por un evento fortuito hace 66 millones de años se extingue la mayoría de los dinosaurios y nuestros ancestros aumentan de tamaño y con eso se diversifican. Es interesante saber por qué ocurrió ese freno evolutivo, por qué tuvo que ocurrir un accidente para que los dinosaurios nos dejaran el terreno libre a los mamíferos. Son preguntas muy interesantes, yo creo que parte de la curiosidad humana esa comprensión de su pasado”.
En ese sentido, el seguimiento de las pistas de los dinosaurios en Chile no termina. Con mejores infraestructuras para el estudio de fósiles, equipos buscan lugares claves para concentrar sus investigaciones. Hay zonas interesantes en el norte y en el sur, como el valle de las Chinas, que tienen información guardada, no solo de dinosaurios, de millones de años. Con el apoyo económico y la motivación de los científicos, entonces, todavía se vienen grandes descubrimientos.