Aunque uno no pueda tomar vacaciones, el verano siempre será verano y además de calor, playa y días más largos, de seguro nos ofrecerá algún momento para tomar un nuevo libro. En mi caso fue el libro Hain, de Anne Chapman.

Ella es una prolífica antropóloga que dedicó parte de su trabajo a culturas desaparecidas durante el siglo XX y bajo esa dedicación es que nace este libro. Tomando fuentes directas y escritas, relata la cosmovisión selk’nam a partir de su rito principal: el Hain.

Los selk’nam habitaron la isla de Tierra del Fuego y solemos asociarlos con las fotos de hombres con sus cuerpos pintados y grandes máscaras que complementan su disfraz y que inspiran gran misterio. Este libro contribuye a explicar el misterio a partir del relato de la ceremonia del Hain y de los últimos días de esta cultura, en parte asesinada y en otra absorbida por el proceso colonizador.

La ceremonia del Hain

Danza de los hombres en la choza del Hain. ©Martín Gusinde
Danza de los hombres en la choza del Hain. ©Martín Gusinde

El Hain como ceremonia era el elemento fundamental de la cultura selk’nam y cumplía muchos objetivos mientras las vidas de los hombres se desarrollaban en torno a él. Lo primero que sabemos es que era una ceremonia de iniciación. Cuando los jóvenes cumplían entre 18 y 20 años, eran investidos como klóketen, con lo que comenzaba un proceso de entre uno y dos años en el cual el iniciado desarrollaba las habilidades para ser un adulto y sostener a una familia.

Esas habilidades comprendían un sistema de disciplina física y mental que le permitían enfrentar exitosamente la difícil tarea de cazar al guanaco. Este animal era la mejor fuente de alimento y pieles que podían alcanzar por su propio esfuerzo. Como ellos no eran navegantes no podían cazar ballenas, focas o leones marinos, aunque a veces, el varamiento de alguna ballena llenaba de bendiciones la vida de la comunidad y proveía alimento a muchas familias por mucho tiempo, pero claramente la subsistencia de esta cultura no podía depender de tal hecho fortuito.

Cuadrilla de cazadores selknam. ©Martín Gusinde
Cuadrilla de cazadores selknam. ©Martín Gusinde

Pero el Hain tenía otro objetivo: la reafirmación del sistema patriarcal. Lo primero que un klóketén enfrentaba era la tortura y el tormento por uno de estos hombres disfrazados. Pero no entendamos que este hombre estaba disfrazado, él era el mismísimo Shoort, un espíritu muy temido por las mujeres, los niños y los iniciados.

En el punto más álgido de ese tormento, el klóketen era forzado a “desenmascarar” a Shoort encontrando bajo su disfraz a un rostro conocido y familiar, entendiendo que los espíritus no existen y no eran más que hombres disfrazados. Y a partir de ese momento, el aspirante a adulto era iniciado en los secretos de la cultura selk’nam y no los podía revelar, bajo pena de muerte.

Como decíamos, Shoort era un espíritu que atormentaba a las mujeres y a los niños, cuando un hombre no estaba contento con el comportamiento de su mujer, recurría al espíritu para que la amedrentase, de esta manera, el secreto de los espíritus tenía el objetivo de mantener el sistema patriarcal en base al miedo.

Qué hombres más despiadados, podríamos pensar. Pero no. El origen del Hain de los hombres es justamente el Hain de las mujeres.

El patriarcado y el matriarcado

Elik, Angela e Imshuta pintadas ceremonialmente. ©Martín Gusinde
Elik, Angela e Imshuta pintadas ceremonialmente. ©Martín Gusinde

Hay muchas teorías y autores que plantean la teoría de que antes que patriarcado hubo matriarcado. De la misma forma que en nuestros días las mujeres se desarrollan y maduran antes que los hombres, las mujeres se desarrollaron en la historia humana antes que los hombres, incluyendo el despertar de su consciencia. Es por esto que es Eva la que insta a Adán a comer la manzana y por la misma razón la cultura que se funda en ese mito es tan misógina, es un rencor inconsciente y ancestral al dominio primitivo matriarcal. Porque el conocimiento es poder, y las mujeres supieron cosas antes y usaron ese conocimiento para controlar a los hombres.

El libro Hain no es tan profundo en explicar lo anterior, pero unos libros de mitología griega que leí en otro verano son en extremo reveladores.

Muchísimas cosas han pasado en los aproximadamente 400.000 años de historias humanas, y en muchas de esas historias hay algunos patrones. Como por ejemplo este despertar de la consciencia de las mujeres, anticipado al de los hombres. Ustedes fueron las primeras en darse cuenta que los hijos nacían de la relación sexual y mantuvieron ese secreto por milenios. Así, las personas que caminábamos por el mundo no podríamos tener un papá y solo teníamos madre, por eso también este mundo es llamado la Madre Tierra, porque todos nacíamos mágicamente solo de una madre.

Y por eso la mujer era temida, por su magia, porque engendraba sin explicación, aparentemente nada mediante. Así, no existía la figura de padre, no había apellido paterno que aportar y no podía existir otro sistema que el matriarcado, de la misma manera que ocurre hoy con los elefantes. Pero para la mujer selk’nam, en algún momento dejó de ser magia, y se convirtió en un secreto de género que usaban para someter a los hombres.

nuevaFamilia selk’nam. Inxiol, Warkiol y su hija Josilopa. Fotografía de Martín Gusinde
nuevaFamilia selk’nam. Inxiol, Warkiol y su hija Josilopa. Fotografía de Martín Gusinde

En el tiempo primitivo de los selk’nam, vivían bajo el sistema matriarcal y eran las mujeres las que se disfrazaban para atormentar a los hombres y obligarlos mediante el miedo a cazar guanacos y entregarlos a las mujeres, que vivían cómodamente en la choza del Hain, donde vivía Xalpen, la esposa de Shoort que con su apetito insaciable exigía los frutos de la caza de los hombres, que al final terminaban comiendo las mujeres.

Pero un día, Sol iba a la caza del guanaco cuando de repente pasó muy cerca de dos mujeres que reían y probablemente decían cosas como “que ahueonaos estos hombres que se creen nuestros cuentos, pero es mejor así”, etcétera, etcétera. Es así como Sol -el que ilumina- se entera y les cuenta a los hombres que todo es una farsa y comienzan a planear su venganza.

Y fue la más lamentable de todas las que pudieron imaginar: la matanza de todas las mujeres iniciadas, durante la cual Xalpen (la luna) escapa al cielo y es perseguida por Sol durante toda la eternidad sin poderla nunca alcanzar. Mientras tanto, los hombres crearon su propio Hain para dar lo mismo que recibieron.

Reflexionando…

¿Cuánto nos dice esta mitología sobre nosotros mismos? ¿Cuánto más podemos entender el mundo que co-creamos a partir de estos relatos? ¿Cuántos rencores, violencias y desigualdades pueden terminar de un momento para otro luego de tomar consciencia de la historia que nos ha definido?

Darnos cuenta de lo inútil de esta lucha de géneros, que solo deja tristeza y odio en su círculo vicioso, es un regalo inconmensurable que nos dejó la existencia de esta rica y noble cultura, que generó hombres y mujeres razonables, expertos sobrevivientes a las condiciones más duras que puede ofrecer la Tierra pero que sucumbieron tristemente ante la colonización y los intereses que la promovieron.

Siempre me pregunto respecto de qué pasaría si los descubriéramos hoy… ¿Los aniquilaríamos nuevamente? ¿Los estudiaríamos? ¿Nos sentaríamos en la misma mesa a compartir un mate y nuestras respectivas cosmovisiones? Mas nunca lo sabremos, ellos ya son parte del pasado y las fabulosas historias de los libros ya nunca volverán a ocurrir ni en Karukinka ni en ningún otro lugar.

Pero no todo está perdido. Todavía hay pueblos originarios que pueden seguir enriqueciendo la visión sobre la vida, sobre la tierra, sobre el día y la noche. ¿Podremos aprovecharlos? Lamentablemente la política de pueblos originarios ha mantenido su esencia reductiva en los últimos 500 años de colonización, afortunadamente no es tarde con los Mapuche, los Aymara, los Rapa Nui. Pero somos nosotros los responsables de hacernos ciudadanos y de doblarle la mano a este sistema que no quiere molestias y solo quiere consumidores.

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