Aunque las tarántulas despiertan a menudo miedo o rechazo, lo cierto es que estos arácnidos desempeñan funciones ecológicas esenciales que las convierten en piezas clave de los ecosistemas. Regulan poblaciones de insectos y otros artrópodos en su rol como depredadoras, y a su vez sirven de alimento a aves, reptiles y pequeños mamíferos, aportando a la cadena trófica.

Homoeomma chilense. Créditos: ©Tamara Núñez
Homoeomma chilense. Créditos: ©Tamara Núñez

En Chile se han registrado 19 especies de tarántulas —localmente conocidas como “arañas pollito”— de las cuales 15 son endémicas y 4 comparten rango con Argentina. Sin embargo, los investigadores coinciden en que este grupo sigue siendo muy desconocido y que probablemente aún quedan muchas especies por descubrir y describir.

Una de las características más evidentes de las tarántulas es su gran tamaño y su densa pilosidad. Sin embargo, las especies chilenas destacan por otro rasgo único: 18 pertenecen a la subfamilia Theraphosinae, definida por la presencia de setas urticantes tipo IV en el abdomen, que pueden proyectar para irritar la piel, los ojos o las mucosas de un posible agresor. Sin embargo, vale mencionar que, aunque estas setas pueden causar irritación, no representan un peligro grave para las personas.

“En Chile hay una subfamilia que se llama Theraphosinae, y 18 de las 19 tarántulas chilenas pertenecen a esa subfamilia. Estas tarántulas tienen unos pelitos en el abdomen que lanzan cuando se sienten amenazadas. Los raspan con la pata de atrás, los mandan al aire y eso provoca irritación cuando te cae en la mano, en los ojos, en la mucosa. Entonces, esa es también una característica muy particular de las especies chilenas porque la gran mayoría de las tarántulas en Chile pueden hacer eso”, agrega Rubén Montenegro, aracnólogo chileno, investigador asociado de Fundación Núcleo Aracnológico Grado 36 y colaborador del Área de Entomología del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN).

A pesar de su apariencia imponente, con envergaduras que en algunos casos superan los 12 cm, las tarántulas chilenas son completamente inofensivas: optan por la huida como primera respuesta ante el peligro y su mordida no representa riesgo alguno para el ser humano.

Estas arañas se distribuyen desde la Región de Arica y Parinacota hasta los bosques lluviosos del sur, ocupando ambientes tan diversos como desiertos, matorrales, bosques esclerófilos y selva valdiviana. Algunas especies excavan madrigueras bajo piedras o troncos; mientras que otras, principalmente en el sur, han adaptado un modo de vida parcialmente arbóreo, desplazándose entre el sotobosque y las ramas bajas en busca de presas y refugio.

Las especies chilenas: diversidad, hábitats y características únicas

En Chile se reconocen actualmente 19 especies de tarántulas agrupadas en cinco géneros: Euathlus, Homoeomma, Grammostola, Phrixotrichus y Catumiri. Las especies descritas son: Euathlus walteri, E. atacama, E. antai, E. affinis, E. condorito, E. manicatus, E. truculentus y E. parvulus; Homoeomma chilense, H. espinozai, H. orellanai, H. toriyamai, H. minimum y H. poqui; Grammostola rosea; Phrixotrichus scrofa, P. vulpinus y P. jara; y Catumiri argentinense. Quince de ellas son endémicas y cuatro nativas.

Euathlus walteri. Créditos: ©Javier Cruz Romero
Euathlus walteri. Créditos: ©Javier Cruz Romero

Aunque actualmente se reconocen estas 19 especies, los expertos coinciden en que el número real podría ser mucho mayor. “Las tarántulas chilenas son un grupo poco estudiado y probablemente hay más especies por describir”, advierte Milenko Aguilera, Doctor en Sistemática y Biodiversidad y director de Aracno Inc SpA y Fundación Núcleo Aracnológico Grado 36.

En cuanto a su apariencia, se caracterizan por su gran tamaño —algunas alcanzan hasta 12 cm de envergadura incluyendo las patas— y por su cuerpo cubierto de abundantes setas, comúnmente llamadas “pelos”. “Tienen muchas setas en el cuerpo, le cubren tanto las patas como el cefalotórax y el abdomen”, señala Aguilera. Estas características, junto a la disposición compacta de sus ojos en la parte frontal del cefalotórax y el movimiento lateral de sus colmillos —a diferencia de las arañas araneomorfas más comunes—, ayudan a diferenciarlas fácilmente del resto de las arañas presentes en el país.

Phrixotrichus vulpinus. Créditos: ©Claudio Maureira
Phrixotrichus vulpinus. Créditos: ©Claudio Maureira

La distribución de las tarántulas chilenas varía ampliamente según la especie. Algunas, como Grammostola rosea, tienen una amplia distribución que abarca desde la Región de Coquimbo hasta La Araucanía, adaptándose a una diversidad de hábitats, desde zonas áridas hasta plantaciones de pino. Otras especies tienen rangos mucho más restringidos y son conocidas solo desde su localidad tipo. “Las tarántulas en general tienen una distribución bastante amplia, pero eso no significa que tú puedas encontrarlas de manera continua. Están distribuidas de manera, como nosotros le llamamos, en parches a lo largo de Chile. La que tiene la distribución más continua es Grammostola rosea, que es la más común, la que se comercializó durante muchos años también”, comenta Aguilera.

En cuanto a hábitats, muchas especies viven en bosques nativos, matorrales y ambientes semiáridos. Casi todas están asociadas al suelo y construyen madrigueras bajo piedras, raíces o troncos. Sin embargo, algunas del género Phrixotrichus, especialmente en el sur, adoptan hábitos semiarborícolas en su etapa juvenil, ocupando árboles o arbustos como refugio. También existen especies más pequeñas como las del género Homoeomma o Catumiri, que habitan principalmente zonas del centro-sur de Chile, asociadas a formaciones vegetacionales como el espino.

Respecto a su comportamiento, son animales principalmente nocturnos, que salen a cazar durante la noche y se mantienen en sus madrigueras durante el día, especialmente en las estaciones frías. Sobre su alimentación, Rubén Montenegro explica: “Las tarántulas se alimentan principalmente de todo lo que puedan cazar. Generalmente esto incluye pequeños insectos, como grillos, larvas, saltamontes, escarabajos, entre otros. También son alimento para otras especies. Yo he visto, por ejemplo, que las cazan reptiles, como la iguana chilena, roedores, aves y a su vez las tarántulas también en ocasiones se pueden alimentar de pequeños roedores. También las hemos visto cazar reptiles y aves en algunas ocasiones, los típicos polluelos que se caen de los nidos. Si una tarántula pasa por ahí y la pilla, la va a depredar. Son súper generalistas. Entre ellas mismas también, se canibalizan, así que también otras arañas entran dentro de su alimento.”

La actividad reproductiva también varía según la región y la especie. En la zona centro-sur, el ciclo comienza a principios de primavera, cuando los machos adultos emergen en busca de hembras. “Ya en la tercera o cuarta semana de primavera empieza a haber oviposiciones. Esas que ponen a principio de primavera normalmente están eclosionando a mediados o finales del verano”, señala Aguilera.

Sin embargo, no todas siguen esa regla, como ocurre con una tarántula del norte del país que ha adaptado sus ciclos reproductivos a las condiciones locales. “Encontramos una población bastante abundante de una tarántula que todavía no tenemos identificada y su periodo de reproducción se retrasa bastante, incluso empezando como a mediados de verano. ¿Por qué? Porque en la zona norte, sobre todo en la zona de Calama, vienen estas lluvias estivales que le llaman el invierno boliviano, y se inunda. Entonces, si tuvieran los capullos dentro de la madriguera se inundarían y morirían todos. Entonces, ellas se reproducen después de esta temporada de lluvia”, explica Aguilera.

Homoeomma chilense. Créditos: ©Bernardo Segura
Homoeomma chilense. Créditos: ©Bernardo Segura

Asimismo, se ha documentado que algunas especies más pequeñas, como las del género Hommeoma, suelen tener un ciclo distinto, principalmente para evitar a las tarántulas de tamaño más grande, que pueden depredarlas. Así lo explica el aracnólogo Rubén Montenegro: “Los machos de Hommeoma tienen un ciclo distinto. Yo creo que es porque como son tan chiquititas si se encuentran con machos más grandes de otra especie, se los van a comer o los van a matar. Entonces, mientras las otras arañas están resguardadas por el invierno, estas aprovechan de salir y aprovechan de reproducirse y así evitan a otros machos de otras especies que pueden acabar con ellos. Claro, éstas tienen un periodo diferente”.

Asimismo, durante el otoño, muchas especies tienden a aumentar su actividad para alimentarse y acumular energía antes del invierno. Aunque no hibernan, sí reducen significativamente su actividad, permaneciendo resguardadas en sus madrigueras. “No hibernan, pero sí se quedan con más estáticas y se mueven menos en invierno, se quedan refugiadas bajo sus madrigueras. Ya no salen a cazar todos los días, sino que pasan periodos sin cazar, entonces acumulan energía para pasar y solventar ese periodo invernal”, agrega el Dr. Aguilera.

Por otra parte, es importante mencionar que estas especies tienen movilidad limitada y son muy fieles a su refugio: una vez que construyen su madriguera, la utilizan por años, ampliándola a medida que crecen. Por ello es que su radio de desplazamiento rara vez supera los 100 metros.

Roles ecológicos y algunas interacciones biológicas de las tarántulas chilenas

Las tarántulas chilenas cumplen funciones ecológicas esenciales que contribuyen al equilibrio de los ecosistemas donde habitan. Como depredadores tope dentro del grupo de los artrópodos, controlan poblaciones de insectos y otros invertebrados, evitando explosiones demográficas que podrían afectar negativamente la vegetación y la dinámica del ecosistema. En este sentido, su rol es comparable al de los grandes depredadores en otros ecosistemas.

Como señala el director de Fundación Núcleo Aracnológico Grado 36: “Las arañas que están en nuestra casa, incluso, cumplen roles súper importantes porque son depredadores y son depredadores tope dentro de los artrópodos. Yo siempre hago esta analogía: las arañas son como los leones en la sabana. Si no hubiera leones, estaría lleno de impalas que se comerían toda la vegetación y morirían porque nadie los depreda. Aquí ocurre lo mismo: las arañas, por ser depredadores tope, se comen a todos los artrópodos hacia abajo y mantienen controladas las poblaciones de estos animales, que además se reproducen muy rápido. Si no existieran las arañas, estaríamos plagados de artrópodos y los insectos se comerían todas las plantas, el ecosistema colapsaría. Cumplen un rol súper importante dentro de los ecosistemas.”

Grammostola rosea. Créditos: ©Jorge Valenzuela
Grammostola rosea. Créditos: ©Jorge Valenzuela

Además, las tarántulas también forman parte importante de las cadenas tróficas al ser presas para otros vertebrados como lagartijas, aves, culebras, roedores e incluso zorros. Al respecto, Aguilera explica: “Las arañas también son alimento de otros vertebrados como lagartijas, aves, culebras, ratones y zorros, por ejemplo. Entonces también son una contribución al ecosistema en las cadenas tróficas más grandes. Finalmente son parte de esta cadena, de esta trama alimenticia que existe.”

Por otro lado, las tarántulas mantienen relaciones muy particulares con ciertos parásitos que dependen exclusivamente de ellas para completar su ciclo vital, aunque estas relaciones no son beneficiosas para las arañas. Rubén Montenegro señala que “Las arañas tienen dos parásitos que están muy relacionados a ellas porque si no estos parásitos no se podrían reproducir. Una son las avispas de la familia Pompilidae, que paralizan a la araña y ponen un huevo sobre el abdomen de la araña. Luego la avispa la lleva hacia una cueva y la deja ahí. Como está paralizada la araña, no se mueve y la larva empieza a crecer y se alimenta desde afuera hacia dentro de la araña. Hasta que la araña muere, la avispa se desarrolla y repite el ciclo. Y otro parásito que tiene son unas moscas donde la larva entra al interior de la araña por los pulmones y se empieza a alimentar desde adentro de la araña. Después sale por una parte del abdomen, hace un hoyito, sale, obviamente la araña muere y la larva completa su ciclo y se convierte en una mosca.”

Así, las tarántulas no solo cumplen un papel vital como depredadoras y presas, sino que también forman parte de complejas redes biológicas donde sus interacciones con parásitos y otros organismos condicionan su dinámica poblacional y evolución.

Amenazas y desafíos para las tarántulas chilenas

El tráfico de tarántulas en Chile tuvo su mayor auge entre las décadas del 80 y 90, cuando varias empresas dedicadas a la exportación comenzaron a capturar y comercializar arañas sin regulación ni control. Según Rubén Montenegro: “Entre los 80 y los 90 se exportaban, por ejemplo, 50.000 tarántulas al año, sin ningún tipo de control, y no se sabía qué especie se estaba sacando, solo se ponía ‘araña pollito’. Esto duró hasta aproximadamente 2015, cuando colaboramos con el SAG para incluir a las tarántulas en la Ley de Caza, prohibiendo su captura y exportación sin permisos.”

Euathlus condorito. Créditos: ©Daniela Perez Orellana
Euathlus condorito. Créditos: ©Daniela Perez Orellana

Con esta regulación, el comercio se limitó a ejemplares criados en cautiverio, aunque criar tarántulas no es rentable dado que pueden tardar hasta 10 años en alcanzar un tamaño adecuado para la venta, por lo que el tráfico disminuyó mucho. El tráfico ilegal persiste, aunque a menor escala.

Como comenta Aguilera: “El año pasado me contactaron del SAG justamente porque tenían una duda acerca de una especie que habían requisado de unas personas que estaban mandando un número de tarántulas al extranjero como contrabando. Yo los ayudé a la identificación y eran como 100 ejemplares. Entonces, el contrabando existe todavía en Chile.”

Grammostola rosea. Créditos: ©Rigoberto Yañez
Grammostola rosea. Créditos: ©Rigoberto Yañez

Este tráfico se explica, en parte, por el interés de coleccionistas que buscan especies endémicas como un objeto único y valioso. El experto señala: “Como son especies endémicas, para la gente que colecciona tarántulas, las quieren a toda costa. Entonces, mientras haya demanda, habrá tráfico.”

Además del comercio ilegal, la destrucción y pérdida del hábitat constituyen la amenaza más grave para las tarántulas chilenas. La urbanización, la minería y el cambio en el uso del suelo afectan directamente los ecosistemas donde habitan, disminuyendo sus posibilidades de sobrevivencia. Rubén Montenegro explica: “Podemos proteger a las especies, pero si no protegemos su hábitat no logramos nada. Estamos ocupando los bosques para construir viviendas, y las actividades mineras contaminan el agua. Las tarántulas de la precordillera y la cordillera también sufren estos impactos.”

Esto toma aún más relevancia considerando que las tarántulas suelen vivir asociadas a sus madrigueras toda su vida, por lo que el daño de su hábitat les afecta directamente. “Sobre todo, pensando en que estas arañas no suelen moverse muy lejos de su madriguera. Entonces, al final al afectar su hábitat ya estás prácticamente matándola. Por ejemplo, cuando van a construir un proyecto llega el bulldozer a hacer el camino y si hay un zorro, el zorro corre. Si hay una lagartija, la lagartija corre, pero la tarántula vive bajo tierra, entonces arrasan con ella”, agrega el Dr. Aguilera.  

La conservación de estas arañas también se ve dificultada por el escaso interés público y científico. El estigma asociado a las tarántulas, por su aspecto y el miedo que generan, limita el financiamiento y la investigación sobre ellas.

Euathlus truculentus. Créditos: ©Matias Faundez
Euathlus truculentus. Créditos: ©Matias Faundez

Como comenta Montenegro: “El problema que tienen las tarántulas es que hay poco interés en protegerlas porque dan asco, miedo, la gente cree que todas son iguales y no son animales carismáticos. Hemos querido hacer proyectos, pero si otro investigador va con el cóndor o el picaflor, obviamente tienen más prioridad.”

Esta falta de interés se traduce en desconocimiento generalizado, lo que a su vez dificulta su protección efectiva. Por ello, la educación es fundamental para eliminar prejuicios y fomentar la conservación. Según Montenegro, “hay que hacer una función educativa para que la población general conozca a las tarántulas. Si no las conocen, no las van a querer proteger. Además, una tarántula no te va a matar ni dejar grave; siempre va a querer huir y no atacar.”

Catumiti argentinense. Créditos: ©Leandro MaltaCatumiti argentinense. Créditos: ©Leandro Malta
Catumiti argentinense. Créditos: ©Leandro Malta

Como mencionamos más arriba, el conocimiento científico sobre estas especies es aún muy limitado. Aguilera advierte que falta mucho por descubrir, desde aspectos básicos de su biología hasta el número exacto de especies que habitan Chile: “No tenemos ni siquiera un 1% de lo que podríamos conocer de las tarántulas en Chile. No sabemos cuánto viven, cómo son sus huevos, y en algunas especies ni siquiera cuál es el macho y cuál la hembra. Faltan especialistas y financiamiento para estos estudios.”

El desconocimiento generalizado sobre las tarántulas representa uno de los principales obstáculos para su conservación efectiva. La falta de estudios científicos básicos —como el conocimiento sobre su biología, distribución y dinámica poblacional— limita la capacidad de diseñar políticas públicas adecuadas y establecer medidas de protección efectivas. Sin una base sólida de ciencia fundamental, es muy difícil justificar recursos, desarrollar normativas específicas o implementar planes de manejo que garanticen la supervivencia de estas especies a largo plazo.

A pesar de su rol ecológico clave y su alto endemismo, las tarántulas chilenas enfrentan un escenario preocupante para su conservación. La mayoría de las especies no cuenta con una categoría oficial de amenaza, en gran parte por la falta de estudios básicos sobre su biología, distribución y abundancia. Recién en 2015, las tarántulas fueron incluidas en la Ley de Caza, lo que prohibió su extracción del medio silvestre sin autorización, pero aún están ausentes de otras herramientas legales como áreas protegidas específicas.

Vale señalar que la mayoría de las tarántulas chilenas son especies endémicas, es decir, exclusivas de nuestro territorio, lo que las convierte en un componente irremplazable de la biodiversidad nacional. Esta singularidad no solo destaca su valor ecológico, sino que también subraya la urgente necesidad de proteger sus hábitats y garantizar su conservación, ya que la pérdida o afectación de estas especies tendría un impacto irreversible en los ecosistemas donde desempeñan roles clave.

“Son animales increíbles que han sobrevivido miles de años. Estaban aquí antes de la cordillera de los Andes y antes de que se formara el desierto de Atacama. Nosotros llegamos a invadir su hábitat, así que al menos deberíamos tomarnos el tiempo para observarlas y conocer su belleza escondida”, finaliza Milenko Aguilera.

Sigue la conversación en nuestras redes sociales.

Ver esta publicación en Instagram

Una publicación compartida por Ladera Sur 🌎 (@laderasur)

Comenta esta nota
·