Registran por primera vez a pumas alimentándose de huevos de ñandú
Mientras realizaba una de sus salidas guiadas al interior del Parque Nacional Torres del Paine, Jorge Cárdenas fue testigo de un momento único: vio cómo una puma y sus cachorros se alimentaban de huevos de ñandú. ¡Lee aquí la historia completa de este momento que nunca antes había sido registrado en foto o video!
Era octubre de 2018 cuando Jorge Cárdenas de Wildcat Expeditions localizó a una hembra adulta de 7 u 8 años junto a sus tres cachorros al interior del Parque Nacional Torres del Paine. Jorge conocía al puma muy bien. La había visto en variadas ocasiones durante sus expediciones guiadas y pese a que aún era de día, podía ver que estaba en actitud de caza. “El puma es normalmente una especie crepuscular y esta hembra, junto a otras en el área, al perder su miedo por los humanos, se aventuran durante el día a cazar. Mi teoría es que este comportamiento sirve como una medida de protección, y se aprende con el tiempo como una forma de asegurar la supervivencia de sus cachorros cuando son pequeños”, cuenta Cárdenas quien explica que, al salir de día, mientras los demás pumas –sobre todo los machos jóvenes– descansan, hay menos probabilidades de que ataquen a sus cachorros.
Decidió, entonces, seguirla desde una distancia prudente, con la esperanza de ver el espectáculo que significa ver a un puma salvaje avalanzarse sobre su presa. Pero nunca imaginaría que sería testigo de algo mucho más interesante…
La puma pronto dejó a sus cachorros tras unos matorrales y comenzó a recorrer el territorio en busca de alguna potencial presa. En el lado norte del camino, notó a un grupo de guanacos. Se acercó a ellos sigilosamente, acortando cada vez más distancia entre ella y el grupo, con una paciencia y delicadeza envidiables. Casi dos horas tardó en llegar a una distancia lo suficientemente corta para asegurar su botín, pero ni sus sigilosos movimientos ni su espectacular camuflaje con el paisaje, evitaron que los guanacos notaran su presencia. Pronto comenzaron a emitir su grito de alerta. Había fallado. Ahora sólo le quedaba regresar con sus cachorros.
Regresó a los matorrales donde los había dejado. Y ahí estaban, esperándola. Juntos se dirijeron hacia la playa en el lago Sarmiento, un área que comúnmente utiliza para descansar, pero en el camino se encontró con algo más. “Se detuvo un momento, dio un par de miradas hacia atrás donde la seguían sus cachorros, casi como diciéndoles que no la siguieran, y empezó a mirar intensamente hacia el este”, recuerda Cárdenas.
Sus cachorros se quedaron inmóviles en el lugar, mientras ella avanzaba agazapada sobre el terreno. En la base del precipicio, la puma había avistado a un ñandú descansando sobre su nido. Evitando el contacto visual con el ave, logró posicionarse detrás de ella. Estaba lista para atacar. Finalmente llegó el momento que Jorge estaba esperando. “Se avalanzó sobre el ñandú como un rayo, pero la rhea estaba 15 metros más abajo que el puma en una ladera inclinada y, una vez que la vio, escapó rápidamente alcanzando los 56 km/h a los que puede correr la especie y moviendo sus alas para distraer a la hembra hambrienta”, cuenta. La puma la persiguió a gran velovidad, pero no fue suficiente. Ya era la segunda vez que perdía su botín. Pero el ñandú había dejado algo atrás…
Al regresar la puma olfateó los huevos en el nido y tiempo después llamó a sus cachorros. “Estaba a 10 metros del nido cuando emitió un sonido breve y los cachorros inmediatamente se avalanzaron sobre el nido. Fue como si les hubiera dado una orden de ataque, porque los tres se lanzaron en un frenesí sobre los huevos”. Cada uno de ellos tomó un huevo y dio la espalda al nido mientras comenzaba a comer. Las rivalidades entre ellos se hacían notar. Después de un tiempo, cuando el frenesí ya se había calmado, la madre se acercó a saborear lo que quedaba en los huevos ya abiertos.
“El evento me dejó sin palabras. Era la primera vez que alguien documentaba esto. Pero a la vez me hizo preguntarme sobre la sobreviviencia de los ñandúes, cuyas poblaciones se encuentran en declive. Diecisiete huevos se comieron, lo que significa que habrá 17 ñandúes menos en el mundo. Si estos cachorros crecen comiendo huevos y enseñando a su descendencia a comerlos…¿qué significará para la población de ñandúes en Torres del Paine?”, reflexiona Jorge.