Durante millones de años, la Tierra ha experimentado un sinnúmero de cambios y procesos que han cuajado en el intrincado y fascinante mundo que conocemos hoy. No obstante, el impacto humano en los últimos 10 mil años ha gatillado una serie de transformaciones a escala global que no tiene precedentes, compitiendo inclusive con grandes eventos de extinciones masivas ocurridas en el pasado. Frente a este desafío es que se ha insistido en la necesidad de generar soluciones basadas en la naturaleza, entendiendo que el planeta no funciona solo como un sistema físico.

Por ello, un grupo de científicos ha hecho un llamado a incluir la biodiversidad como un eje central para la gestión del clima planetario, tanto en la ciencia como en el diseño de las políticas públicas, a través de un editorial en la revista Science Advances, de la prestigiosa Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS, por sus siglas en inglés).

“Para enfrentar los desafíos, mitigar y adaptarnos a los cambios globales que estamos experimentando, y que serán cada vez más severos e incontrolables, es necesario un cambio radical que sea capaz de fortalecer el tejido social, que ponga la dignidad de las personas, la igualdad, la cooperación y el bienestar como el eje central de la dinámica social, y donde se reconozca nuestra pertenencia y dependencia de la naturaleza, relación que debemos administrar sabiamente” señala Pablo Marquet, académico de la Universidad Católica, quien lideró el texto que forma parte de una edición especial de Science Advances, que recopiló estudios sobre esta materia para orientar una discusión basada en la evidencia, y que será distribuida durante la COP25, en Madrid.

En ese sentido, los investigadores destacan la historia de este mundo bioclimático, donde cada organismo contribuye de manera inseparable al clima y a las condiciones del planeta, pasando desde una bacteria hasta la ballena azul.

Sin embargo, en una clase de “círculo vicioso”, la degradación de la naturaleza exacerba el impacto del cambio climático y éste acentúa, a su vez, la transformación o pérdida de la biodiversidad, pudiendo desencadenar consecuencias ecológicas y evolutivas severas e insospechadas.

“Lo más complejo es que generará una re-organización del sistema terrestre. No sólo enfrentamos un mundo más caliente en promedio, sino que además un mundo donde los eventos extremos, como grandes inundaciones y olas de calor, serán más probables. Esto incidirá en el funcionamiento de los ecosistemas, en la persistencia de millones de especies y, por lo tanto, en nuestra capacidad de producir alimentos, en la economía en general y en nuestra calidad de vida”, advierte Marquet, quien también es investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad.

El poder de la biodiversidad

Paula Díaz Levi
© Paula Díaz Levi

La historia de la vida en el planeta ha estado marcada por la coevolución entre organismos y sus entornos con consecuencias a diferentes escalas de tiempo, espacio y organización.

El profesor de la Universidad Católica explica que “un aspecto fundamental de las entidades vivas como una bacteria, un árbol o nosotros, es que nuestra autonomía depende de otras entidades vivas y de compuestos químicos que son esenciales para la vida, como el nitrógeno, el fósforo, el fierro, el calcio, el potasio y el carbono. Estos elementos se mueven a través de la materia viva formando ciclos”.

Sin embargo, hay un ejemplo clásico que demuestra cómo la diversidad biológica ha generado transformaciones profundas que siguen vigentes hasta hoy.

Un ejemplo del poder de la biodiversidad, es un evento denominado la Gran Oxigenación y que ocurre hace unos 2400 millones de años, cuando emerge una novedad evolutiva; organismos que pueden usar la energía del sol y el CO2, y producir oxígeno. Su éxito fue tal que cambiaron la composición de la atmósfera, transformándola en una que adquiere una concentración de oxígeno nunca vista”, relata Marquet.

De esa manera, el mencionado fenómeno permitió no solo que se formara una capa de ozono, sino también que emergieran organismos multicelulares como nosotros.

“La biodiversidad danza y modifica el ambiente, y es modificada por éste, en una gran danza evolutiva”, señala.

La respuesta está en la naturaleza

Actualmente, existe un sólido consenso en que la reducción forzada de las emisiones de gases de efecto invernadero – a través de la disminución del uso de combustibles fósiles – es una de las acciones más importantes que se deben impulsar.

Humedal de Mantagua ©Cristián Quezada
Humedal de Mantagua © Cristián Quezada

Sin embargo, hay otras medidas con efectos más transversales y que generan múltiples beneficios para la biodiversidad, incluyendo a los humanos: “las soluciones basadas en la naturaleza”, es decir, todas las acciones que se basan en los ecosistemas y en los beneficios que estos proveen (denominados también como “servicios ecosistémicos”).

Por un lado, estas medidas ayudan a mitigar el impacto del cambio climático, aumentando la captura y el almacenamiento de carbono, y reduciendo la emisión de gases de efecto invernadero. Pero, además, proporcionan importantes beneficios colaterales como el suministro de agua, el control de la erosión de los suelos, y la evitación de las floraciones de algas nocivas o de «zonas muertas» en áreas costeras.

En el caso de Chile, Marquet recalca la necesidad de “restaurar y manejar nuestros bosques nativos, proteger y restaurar los humedales costeros y turberas, así como proteger las praderas de algas pardas, cambiar la manera en que hacemos agricultura y ganadería. Todo esto, además de incentivar la forestación de ciudades con especies nativas, es esencial para potenciar que puedan capturar carbono y así contribuir a la carbono-neutralidad nacional y mundial”.

De esa manera, la evidencia científica sugiere que los impactos negativos del cambio climático pueden mantenerse bajo control si actuamos colectivamente, considerando a la biodiversidad como parte fundamental de las soluciones.

Para ello también se requiere un cambio profundo de paradigma, como bien ha recalcado la comunidad científica en otras instancias, como en los informes de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica (IPBES) y del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).

“Nacemos y nos hacemos en compañía de otros seres como nosotros y del resto de la naturaleza. Es hora de aceptar, humildemente, nuestra pertenencia y dependencia de la naturaleza. En Chile y en el resto del mundo se está reflexionando sobre cómo debemos organizarnos social y económicamente para asegurar estos principios básicos. Ojalá y nos vaya bien, sino perdemos todos”, concluye.

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