Las energías limpias eran tildadas de utópicas hace pocos años atrás. Basta con recordar la discusión que se generó con el mega proyecto hidroeléctrico Hidroaysén, cuando mencionábamos las energías renovables no convencionales (ENRC) como alternativas a la supuesta demanda energética en el año 2008.

Con el paso del tiempo, su nivel de competitividad ha aumentado, bajando sus valores al punto que en enero de este año Bloomberg indicó que mundialmente la energía solar es la forma más barata de producir electricidad, compitiendo directamente con combustibles fósiles (gas y carbón), incluso llegando a ser más económica que la energía eólica.

Parque Solar Quilapilún. Créditos: Revista EI

Las energías sucias generan muchas externalidades negativas: con sus emisiones producen gases efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global, causan enfermedades producto de la contaminación, además destruyen ecosistemas, generan escasos y precarios puestos de trabajo, empeoran la calidad de vida a miles de millones de personas a nivel mundial.

Se estima que el carbón es responsable de un cuarto de las emisiones de gases efecto invernadero en el mundo, problema que actualmente tiene a la comunidad científica y a Naciones Unidas en la línea de limitar dichas emisiones para evitar que el cambio climático siga generando estragos, pues las pérdidas económicas, sociales y ambientales son cuantiosas.
En Chile, nuestra matriz eléctrica tiene una capacidad instalada de un 56% de energías sucias (petróleo, gas, carbón, a diciembre de 2016), donde el sector energía aporta con el 77,4% de las emisiones de gases de efecto invernadero nacional. Destaca, entre ellas, particularmente el uso del carbón -que está asociado a las Zonas de Sacrificio-, ya que no tiene regulación alguna porque no es considerado combustible. Lo que llega a sonar irónico, teniendo en cuenta que Chile ya firmó y ratificó el compromiso climático internacional llamado “Acuerdo de París”, que busca limitar el aumento de temperatura del planeta en 1,5 grados, en que eliminar las energías sucias es parte de la solución.

Parque eólico Punta Colorada. Créditos: Gato Mac

El gobierno, de manera conservadora, indica en su política energética que el objetivo es tener una matriz eléctrica compuesta de energías renovables en un 70% para el año 2050 (esto incluye hidroelectricidad a toda escala). Incluso, desde el sector empresarial califican esta cifra como conservadora, ya que afirman que es técnicamente posible alcanzar el 100% de energías limpias al 2050, si existiese voluntad política para ello.

En ese sentido, desde la Mesa Ciudadana sobre Cambio Climático, estamos convencidos que aspirar a tener una matriz eléctrica 100% de ERNC es lo que nuestro país debe realizar y estar en línea con el Acuerdo de París.

Las ERNC ya ocupan un 18% de la capacidad instalada de Chile (cuando en el año 2006 era solo un 1%). Abandonar las energías sucias está en la línea de los países desarrollados a los cuales nos gusta admirar, en el mismo sentido de avanzar con la eficiencia energética y electrificación de sectores, como transporte y calefacción. No tener una matriz limpia es consecuencia de falta de voluntad política en un país donde el potencial eléctrico en ERNC es reconocido a nivel mundial y donde la factibilidad técnica y viabilidad económica hoy lo permiten.

El cambio climático ya es una realidad palpable por todos, con las sequías, aluviones, pérdidas de cosechas, aumento del nivel del mar, por mencionar solo algunos efectos que se traducen en pérdidas económicas muy grandes para los Estados y los grupos humanos más vulnerables. Por ello, contrarrestarlo, pasa por aumentar la ambición de la política pública, la que además influye en que los ciudadanos estemos más informados para impulsar esos cambios.

Aquí un video realizado por la Fundación Terram para su campaña 100% Energías Renovables No Convencionales para el año 2050:

Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...