Alargados, de dimensiones moderadas e invisibles para muchos. Así son algunos de los peces nativos o endémicos (únicos) de Chile, los cuales enfrentan un amplio abanico de amenazas, partiendo por el alto grado de desconocimiento que existe sobre ellos. Para recabar más información sobre estos animales, un grupo de científicos estudió durante 2018 y 2019 la cuenca del río Róbalo, que se encuentra en la isla Navarino, en la Región de Magallanes.

De esa manera,  en lo que sin duda es un importante hallazgo, registraron por primera vez en la zona a la peladilla (Aplochiton taeniatus), un pez nativo poco conocido y en peligro de extinción. Paralelo a ello, constataron la alta abundancia de especies exóticas como las truchas arcoíris y de arroyo, pero la sorpresa fue doble al reportar – también por primera vez – la presencia del salmón coho (Oncorhynchus kisutch), siendo esta su distribución más austral hallada hasta ahora.

Salmon coho en su hábitat natural ©Bureau of Land Management Oregon and Washington
Salmon coho en su hábitat natural ©Bureau of Land Management Oregon and Washington

De esa forma, el estudio – publicado en la Journal of Fish Biology – evidencia que ni siquiera las últimas áreas del planeta, catalogadas como prístinas, se han librado del impacto humano. En la zona se encuentra, precisamente, la Reserva de la Biosfera Cabo de Hornos, área protegida declarada por la Unesco, que se considera uno de los contados bastiones silvestres del mundo. Sin embargo, actividades humanas como la salmonicultura pueden esparcir sus impactos más allá de lo imaginable, llegando a sitios tan distantes y remotos como este.

“En este trabajo registramos la invasión emergente de salmón Coho (Oncorhynchus kisutch) en la Reserva de Biosfera Cabo de Hornos, particularmente en el río Róbalo, el cual provee de agua bebestible a la ciudad de Puerto Williams, en Isla Navarino. Junto a esta especie, encontramos altas abundancias de trucha de arroyo (Salvelinus fontinalis) y trucha arcoíris (Oncorhynchus mykiss). Describimos la presencia de dos especies nativas Galaxias maculatus y Aplochiton taeniatus, en abundancias significativamente menores que las especies exóticas”, detalla Alan Maldonado Márquez, autor principal de la investigación, quien es estudiante de Magíster del Núcleo Milenio de Salmónidos Invasores (Invasal) e investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB).

Río Róbalo ©Tamara Contador
Río Róbalo ©Tamara Contador

Maldonado, quien también trabaja en el Programa de Conservación Biocultural Subantártica y en el Laboratorio Wankara, ambas de la Universidad de Magallanes, subraya que “esto es muy preocupante debido a que los salmónidos son depredadores voraces y generalistas, alimentándose de invertebrados y peces nativos”.

Para hacerse una idea, la distribución nativa del salmón coho se encuentra en el Pacífico Norte, abarcando a Canadá, Estados Unidos, México, Japón y Rusia.

En el caso de Chile,  esta especie fue introducida en 1930 y, según algunos estudios, existen poblaciones libres y en condiciones naturalizadas en Aysén, en los estuarios de los ríos Coicopihue y Puma, así como en el lago Los Cipreses, mientras que científicos trasandinos habían alertado sobre su presencia en Tierra del Fuego, en Argentina. Al hallarlo en el río Róbalo, este estudio entrega su distribución más austral conocida hasta ahora.

Pero ¿cómo habría llegado esta especie a las remotas aguas del Róbalo?

Aunque existió el cultivo de salmón coho hasta el año 2004 en la Región de Magallanes (no en la zona de estudio), esta no prosperó, por lo que no se descarta que pueda ser una fuente de origen. Sin embargo, los investigadores se inclinan por la hipótesis de que provienen de los escapes desde salmoneras ubicadas en la Región de Aysén, que es la región más cercana al sitio de estudio en la que se produce carne de esta especie, principalmente destinada a los mercados de Japón, China y Tailandia, entre otros.

Salmonera ©Gonzalo Zúñiga
Salmonera (referencial) ©Gonzalo Zúñiga

“Creemos que lo más probable es que las poblaciones que registramos provengan de jaulas de cultivo de la Región de Aysén. Sin embargo, no podemos identificar el evento en particular debido a que se producen efectos ‘step by step’ o paso a paso, en donde los individuos se mueven en avances progresivos hasta ir colonizando nuevos ambientes. No podemos aventurarnos a asociarlo a un escape en particular, año o sitio, puesto que para comprobar esta hipótesis y profundizar más en ello deberíamos realizar estudios a nivel genético”, precisa Maldonado.

Por ello, estos hallazgos constituyen una señal de advertencia sobre los impactos de la salmonicultura en ecosistemas prístinos, y en organismos como peces, invertebrados y otros animales nativos o endémicos que podrían verse perjudicados, ya sea de forma directa o por los efectos en cadena.

Así lo asegura Tamara Contador, investigadora asociada de Invasal y directora del Laboratorio Wankara. “El registro de especies de cultivo en sitios en donde aún no existe la industria salmonera genera una alerta muy preocupante, particularmente en ecosistemas insulares, debido a que los efectos de las especies invasoras son aún más graves que en el continente”, alerta.

La también científica del IEB y del Programa de Conservación Biocultural Subantártica, de la Universidad de Magallanes, añade que “en el caso de la Reserva de Biosfera Cabo de Hornos, aún tenemos ecosistemas libres de especies exóticas, como lo son algunas lagunas y ríos que están en el Parque Nacional Cabo de Hornos y las Islas Diego Ramírez”.

Río Róbalo ©Alan Maldonado (1)
Río Róbalo ©Alan Maldonado 

Pese a ello, todo podría cambiar de no implementarse medidas contundentes.

Una historia que se repite

Para tener una idea, se han introducido 11 especies de salmónidos lo largo de todo Chile continental, ya sea para la pesca recreativa o la acuicultura. A la introducción intencional se suman los escapes de estos peces desde los centros de cultivo, posibilitando su llegada a múltiples rincones del país, en concreto a ecosistemas acuáticos como fiordos, canales, arroyos, lagos y lagunas.

Periódicamente, estas huidas han hecho noticia, como el 28 de junio recién pasado cuando se dio a conocer la masiva fuga de alrededor de 800 mil salmones del Atlántico desde las jaulas de la empresa Blumar, en el Seno de Reloncaví, en la Región de Los Lagos.

Pero eso no es todo.

Salmonera en Los Lagos ©Paula Díaz Levi (2)
Salmonera en Los Lagos (referencial) ©Paula Díaz Levi 

De acuerdo con la información proporcionada por el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca), recogida por la Biblioteca del Congreso, entre los años 2010 y 2018 ocurrieron 87 eventos de fugas de salmones.

El documento señala que la región con mayor número de eventos durante ese periodo fue Los Lagos, aunque en términos del número de ejemplares escapados fue la Región de Aysén la que lideró la lista, pese a que tiene casi la mitad de estos incidentes en comparación con las demás regiones.

De hecho, los riesgos e impactos de gran envergadura de este tipo de eventos condujeron al estado de Washington, en Estados Unidos, a prohibir la producción del salmón atlántico en 2018, luego del escape de 263.000 peces, limitando de esa forma las concesiones hasta el año 2025.

En Chile, en tanto, la situación ha sido significativamente distinta.

La amenaza en los últimos refugios

Además de los escapes, la industria salmonera ha sido cuestionada por otros impactos – no evaluados ni dimensionados con rigurosidad –, ya sea por el elevado uso de antibióticos, antiparasitarios y otras sustancias químicas; la introducción y propagación de enfermedades o patógenos (como el virus ISA o piscirickettsiosis​); la contaminación y eutrofización por la acumulación de residuos en el fondo marino, derivados de los pellets, fecas y mortalidad de salmónidos, entre otros.

Con esto, la acción humana ha permitido el contacto entre los salmónidos y numerosas especies autóctonas, incluyendo a las alrededor de 50 especies de peces de agua dulce nativos y endémicos de Chile, que habitan desde los ecosistemas altoandinos de Chungará en el norte del país, hasta los parajes más australes donde yace el Archipiélago del Cabo de Hornos.

Estomago de trucha con peces Orestias chungarensis en su interior©Invasal
Chungará: estómago de trucha (exótico) con peces nativos O. chungarensis ©Invasal

De esa manera, la entrada de estos carnívoros exóticos generaría distintos efectos en los ecosistemas y en las especies chilenas, en especial por la depredación y competencia por recursos.

“Nuestros análisis preliminares confirman que las especies exóticas registradas en el río Róbalo se alimentan del puye (G. maculatus), además de consumir los mismos alimentos y ocupar el mismo hábitat.  La depredación de peces nativos, además de la competencia por hábitat y alimento, puede reducir significativamente las poblaciones de especies nativas, generando incluso extinciones locales”, advierte Maldonado.

Puyes de cerca del río Róbalo ©Alan Maldonado
Peces nativos conocidos como puyes, monitoreados en el río Róbalo ©Alan Maldonado

Naturalmente, la inquietud también surge respecto a la peladilla, el pez endémico del sur de Sudamérica, que vive entre la Patagonia e islas Malvinas, y que también fue reportado, por primera vez, en la cuenca del río Róbalo gracias a este estudio.

Este hallazgo reviste mucha importancia, ya que falta bastante información sobre este animal.

Para presentarla, el investigador cuenta que la peladilla “se caracteriza por tener un cuerpo alargado (hasta 36 cm) y no posee escamas. Se considera anfídromo, es decir, que se mueve durante su ciclo de vida entre el mar y los cuerpos de agua dulce, pero no para reproducirse. Un aspecto importante a mencionar es que es una especie que no es suficientemente conocida, por lo que no está catalogada dentro de la IUCN. El Ministerio del Medio Ambiente la considera en peligro de extinción debido a la disminución de sus rangos de distribución históricos y bajas abundancias reportadas, cuando existen reportes”.

He ahí la relevancia de la Reserva de la Biosfera Cabo de Hornos, la cual se sitúa dentro de la ecorregión magallánica subantártica, área donde el 50% de las especies de peces que moran allí son endémicas.

En el caso de la cuenca del río Róbalo, está se emplaza dentro de los límites del Parque Etnobotánico Omora, un lugar de investigación socioecológica a largo plazo y considerado como un sitio prioritario para la conservación.

No obstante, este refugio para la biodiversidad subantártica podría verse colonizado paulatinamente por especies introducidas por el humano, lo que podría terminar por sepultar su condición prístina.

Según los investigadores, el salmón coho estaría en proceso de establecerse en la cuenca del río Róbalo, ya que en las salidas a terreno han hallado, por ejemplo, a una hembra sexualmente madura, así como a otros individuos que – a todas luces – forman parte de una población incipiente.

Salmon coho en río Róbalo. Cedida por Alan Maldonado
Salmon coho en río Róbalo. Cedida por Alan Maldonado

Además de la biodiversidad, hay otro punto que resaltan los científicos, como son los impactos sociales, económicos y culturales que se pueden desencadenar en las comunidades locales.

La directora del Laboratorio Wankara puntualiza que “las comunidades locales se ven fuertemente afectadas por los procesos de homogeneización cultural que se generan a partir de la introducción de especies exóticas, siendo los pescadores artesanales y los pueblos originarios los más afectados. Los salmones pueden impactar las cadenas tróficas y afectar recursos importantes como la centolla, la merluza o los pejerreyes, mermando el recurso pesquero de los pescadores artesanales”.

Por ello, la investigadora considera relevante enfocar los esfuerzos en mantener y conservar los pocos ecosistemas que aún se mantienen libres de especies exóticas, así como modificar las prácticas de acuicultura de gran escala, en particular la salmonicultura.

Muestreo en río Rábalo. Cedida por Alan Maldonado
Muestreo en río Rábalo. Cedida por Alan Maldonado

“La industria de la acuicultura hace uso de los servicios ambientales en los espacios marítimos costeros que son bienes públicos de todo el país, y su uso es excluyente e incompatible con otros actores y genera múltiples impactos en los ecosistemas (ej. anoxia, escapes masivos, introducción de especies exóticas, etc.), alterando ecosistemas que no están afectados por especies exóticas, por ejemplo; lagunas localizadas en el Parque Nacional Cabo de Hornos que son refugio para especies endémicas o nativas”, argumenta.

Para Contador, la institucionalidad ambiental ha sido débil.

“Es insuficiente no requerir, a la industria de la salmonicultura y la acuicultura a gran escala, una evaluación de impacto ambiental. Estamos hablando de un sector que produce más de 790 mil toneladas al año, que se ubica como el segundo productor de salmón del mundo, 6 empresas del área se ubicaron el 2018 dentro de las 20 más rentables en la bolsa de Santiago. Claramente, las exigencias ambientales son insuficientes. En este sentido, creemos que la salmonicultura debe estar excluida de las áreas que tienen protección legal, parques nacionales, reservas terrestres o marinas o protección internacional, como las reservas de biosfera, reconocidas por Unesco”, agrega.

Río Róbalo ©Alan Maldonado (2)
Río Róbalo ©Alan Maldonado 

A su vez, la investigadora asegura que esta industria debería estar excluida de las zonas marítimas de los pueblos indígenas, en especial de los espacios costeros y de las áreas que tienen antecedentes de uso, significación o reivindicación ancestral, como sucede en Cabo de Hornos y en los territorios Kawésqar.

“Además, la acuicultura debiese respetar que las aguas interiores y las primeras 5 millas están reservadas para la pesca artesanal y a su vez, el Estado debiese promover una política pública para que exista un acceso equitativo al borde costero, promoviendo una acuicultura de pequeña escala. Finalmente, existe mayor protección por ley de las especies salmonídeas que de las especies nativas, y eso debiese cambiar”, sentencia.

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