“Si quieres evocar cómo era el paisaje cuando vivieron los dinosaurios, entonces tienes que visitar el Parque Nacional Conguillío”, asegura David Rubilar, jefe de paleontología del Museo Nacional de Historia Natural. “Decimos que tiene un paisaje prehistórico básicamente por dos razones: la presencia de araucarias y por la ausencia, en términos generales, de pastizales”.

Cientos de millones de años atrás, en el Jurásico, la Tierra estaba dominada por dinosaurios, pero también por helechos y coníferas como las araucarias. Los primeros registros fósiles del árbol representativo de Chile datan de hace más de 200 millones de años y su morfología era prácticamente idéntica a las araucarias que conocemos hoy.

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Araucarias de noche en el Parque Nacional Conguillío. Foto de Evelyn Pfeiffer

“En esa época dominaban las plantas gimnospermas, que son productoras de semillas pero no tienen flor. El género araucaria es una de ellas y se distribuía por todo el mundo. Sin embargo, en la etapa geológica siguiente, el Cretácico, su distribución fue un poco más acotada, y ya en el Cenozoico, es decir, hace unos 65 millones de años, solo formaba parte del hemisferio sur. Hoy las araucarias son supervivientes o relictos de aquella época dorada y solo se pueden encontrar en áreas muy acotadas, como Chile, Brasil y Oceanía”, cuenta Juan Pablo Pino, biólogo especialista en paleobotánica.

Al ser árboles tan antiguos y representativos, las ilustraciones y reconstrucciones de la era de los dinosaurios en revistas científicas suelen incluir araucarias. “Usualmente se usa la Araucaria araucana, en forma de paraguas, porque es la más representativa en su género. Es inconfundible”, explica Juan Pablo.  

Por otro lado, los pastos son mucho más recientes, ya que aparecieron hace unos 40 millones de años. “A veces se hacen ilustraciones de dinosaurios sobre pastizales, pero estarían erradas, porque su apogeo se da mucho más tarde. Conguillío, por la escoria volcánica, combina muy bien esta ausencia de pastos con la presencia de araucarias y helechos”, asegura David.

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Foto de Evelyn Pfeiffer

Por estas características, la BBC seleccionó al parque como una de las cinco locaciones de filmación para su exitosa serie “Walking with dinosaurs” (Caminando con dinosaurios), la cual revolucionó las series documentales sobre estos animales, ya que filmaron en escenarios reales y luego agregaron los dinosaurios con computadores, creando un documental como si se tratara de fauna salvaje. Fue un éxito mundial de audiencia y crítica, pero, lamentablemente, esta información es prácticamente desconocida por los chilenos. De hecho, en el parque un solitario cartel en laguna Arcoíris plasma el nombre de la serie junto a la imagen de un dinosaurio, pero sin ninguna información de contexto.

“Si Conguillío contara con información adecuada de lo que significa en términos históricos y, mejor aún, si estuviera acompañado de reconstrucciones de dinosaurios, en especial las especies halladas en Chile, se convertiría en un atractivo paleontológico de interés mundial. Sería la oportunidad de palpar el pasado in situ, no en películas, no en un documental, ni en un paper”. Especies emblemáticas como las de la saga Jurassic World y, por supuesto, nuestros Stegouros y Chilesaurus vivieron en paisajes parecidos a los que encontramos en el Conguillío. “No poner en valor este tema, es desaprovechar una oportunidad única”, opina David.

El parque de la Tierra

Sabemos que la historia de la Tierra está registrada en sus rocas y paisajes. Aquellos lugares que muestran aspectos destacados de ese pasado son conocidos como Geositios y el Parque Nacional Conguillío cuenta con varios de ellos.

“Sin duda, desde la geología, el elemento más relevante del parque es el volcán Llaima, el segundo más activo de Chile y el agente modelador que más ha influido en su paisaje. Al sector del cañadón del río Truful Truful lo llamamos la ‘caja negra’ o la ‘bitácora’ del volcán Llaima, porque registra los últimos 13 mil años de su actividad eruptiva. Como si fuera una torta de mil hojas, aquí podemos ver los distintos tipos de erupciones que ha tenido el volcán según el color y composición del material”, cuenta el geólogo Manuel Schilling, subdirector del proyecto Laboratorio Natural Andes del Sur, que busca poner en valor sitios como este a través de la ciencia.

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Foto de Evelyn Pfeiffer

La incesante actividad volcánica en la zona no solo influyó en la formación de los volcanes Llaima y Sierra Nevada, o en los enormes escoriales de lava que se observan al entrar al parque desde la localidad de Melipeuco, sino que también fueron responsables de generar, indirectamente, los lagos y lagunas del lugar. Laguna Captrén, por ejemplo, fue creada por la acción del deshielo de la Sierra Nevada y por el embalse de las aguas por la acción de los depósitos volcánicos; laguna Arcoíris, por su parte, fue formada por la obstrucción que produjo la erupción de 1927, embalsando las aguas y obstruyendo el cauce fluvial normal.

Conguillío, además, es el corazón del Geoparque Kütralkura, que significa “piedra de fuego” en mapudungun. Después de diez años de trabajo entre diversas instituciones públicas y privadas, organizaciones locales y cuatro municipios, Kütralkura fue reconocido oficialmente en abril de 2019 como el primer Geoparque Mundial Unesco de Chile. 

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Foto de Evelyn Pfeiffer

“Al principio estos geoparques fueron promovidos por la comunidad geológica para poner en valor elementos de la geodiversidad que históricamente han sido menos protegidos que otros aspectos de la naturaleza. Sin embargo, el prefijo geo viene de la Tierra, entonces hoy se consideran como ‘parques de la Tierra’, donde hay elementos de interés geológico que se integran con otros naturales y culturales. Su fin es promover el desarrollo local, mejorando la calidad de vida de las comunidades que lo habitan”, explica Manuel, quien además fue uno de los geólogos que lideró su creación.

Actualmente Kütralkura está formado por el territorio de las comunas de Lonquimay, Curacautín, Vilcún y Melipeuco, y busca extenderse a otras dos comunas. “Si Chile quiere avanzar en la protección de su patrimonio natural, tiene que considerar su patrimonio geológico y debemos preguntarnos cómo podemos integrar estos elementos. Por ello, organizaciones como Unesco, hablan de diversidad natural y no de biodiversidad para referirse al patrimonio natural, pues si no estás dejando fuera millones de años de registro que tenemos en las rocas”, asegura Manuel.

El hogar de la araucaria

Sin duda uno de los atributos naturales más importantes del parque es la alta presencia de araucarias. Antiguamente se creía que estos árboles alcanzaban varios miles de años, sin embargo, de todos los ejemplares estudiados por décadas en Chile y Argentina, ninguno sobrepasaba los 800 años. Eso, hasta que en 2015, un grupo de científicos de Chile, Estados Unidos y Canadá descubrió un ejemplar milenario en el sector de laguna Captrén en Conguillío. ¿Su edad? 1021 años, convirtiéndose así en la tercera especie más longeva del país, después del alerce, que puede alcanzar más de 4 mil años y el ciprés de cordillera, con individuos de 1500 años.

Para saber la cantidad de años que tiene un árbol se estudian sus anillos de crecimiento. Para ello, los científicos sacan una muestra de un ejemplar con un taladro de 5 mm de espesor que ingresan hasta el centro del árbol. Esta disciplina, llamada dendrocronología, les permite estudiar no solo los años, sino además los distintos eventos que quedan registrados en estos anillos que crecen en la temporada de primavera y verano de cada año.

“En el parque hemos encontrado los registros de araucarias más antiguos de Chile. Estos árboles han logrado adaptarse a perturbaciones catastróficas de gran escala y sus anillos de crecimiento guardan esta información. Mediante análisis de la química que está contenida en sus anillos podemos conocer la historia eruptiva del lugar, año a año, en base a las variaciones de los elementos”, cuenta Duncan Christie, Doctor en Ciencias Forestales y académico de la Universidad Austral de Chile.

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Araucarias en Conguillío. Foto de Evelyn Pfeiffer

Pero no solo eso: las araucarias también son verdaderas estaciones de monitoreo climáticas, permitiendo determinar cómo han variado la temperatura y las precipitaciones a lo largo de los años. “En este caso medimos el ancho de los anillos. En las araucarias, cuando hay veranos cálidos y secos, van a resultar anillos muy delgados. En cambio, si son veranos más húmedos, van a formar anillos más anchos”, explica Duncan. De esta forma, los estudios han demostrado que durante los últimos 50 años ha habido una tendencia a veranos más secos y cálidos en toda el área de distribución de estos árboles.

Además del estudio de eventos volcánicos y del clima, los anillos también dan señales de los incendios forestales, dejando una cicatriz visible en ellos. Las araucarias están adaptadas para resistir incendios gracias a su corteza, que tiene un espesor de más de 20 centímetros en individuos adultos, lo que les permite proteger sus células meristemáticas, aquellas que generan crecimiento y regenerarse. A modo de referencia, una lenga tiene una corteza de 1 a 2 centímetros de espesor.

“Después de un incendio, las araucarias tienen buena capacidad de brotar vegetativamente; es decir, una planta que se quema en general es capaz de volver a producir nuevos brotes al año o dos años siguientes. El problema es que los incendios comenzaron a darse con mayor frecuencia de lo que teníamos registrado. Antiguamente había incendios cada 60 años, ahora son cada 15 años o menos. Esto le pone una presión muy grande a la especie y tengo mis dudas de si la araucaria va a tener la capacidad de adaptarse rápidamente, incorporando mecanismos en su genética para responder a la misma velocidad que los incendios. Eso podría limitar la conservación de la especie”, asegura Andrés Fuentes, biólogo en recursos naturales e investigador del Departamento de Ciencias Forestales de la Universidad de La Frontera, quien ha trabajado en áreas colindantes, como la Reserva Nacional China Muerta, en proyectos de regeneración asistida y reforestación de la especie.

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Foto de Evelyn Pfeiffer

Para Mauro González, investigador del Instituto de Conservación, Biodiversidad y Territorio de la Universidad Austral de Chile, una de las acciones clave que se deben realizar es eliminar las especies arbóreas exóticas que existen alrededor del parque, creando un área de amortiguación. “Una de las amenazas para la araucaria son las plantaciones de pinos en áreas privadas circundantes a Conguillío. El problema es que estos pinos son grandes diseminadores de semillas y ya hay bastantes áreas invadidas dentro del parque. El mayor problema es que si llegase a ocurrir un incendio en esas zonas, los pinos aumentan la carga de combustible y eso significa que puede haber incendios mucho más severos. Sin duda las araucarias han sobrevivido a muchas cosas, pero hay que tener cuidado, porque muchas veces los cambios ambientales pueden ser muy radicales y las especies no logran adaptarse”.

¿Turismo como amenaza?

“Conguillío tiene muchas características que lo hacen excepcional. Es como una burbuja de conservación y eso se ha dado porque es un área protegida hace ya varios años (desde 1940 con la creación del PN Los Paraguas), se encuentra rodeada de montañas que la protegen y, a eso, debes sumarle una alta actividad volcánica, que ha permitido esta especie de isla ecosistémica, donde se han conservado bosques primarios y la naturaleza ha podido avanzar sin la intervención del hombre. Eso representa una oportunidad única para la ciencia y para comprender la importancia de la conservación. Sin embargo, no hay tanta investigación científica sobre el parque y la que existe es bastante hermética, en el sentido de que no baja desde los científicos a la sociedad. Eso es un problema, porque se pierde el alcance y la posibilidad de que la gente realmente entienda el porqué de la existencia de un área protegida como esta”, asegura Nualik Burucker, director de Sendas Conguillío, empresa que maneja la concesión de los servicios de alojamiento y alimentación en el parque.

Es sabido que muchas personas no tienen claridad de qué significa visitar un Parque Nacional, siendo común ver que salen de los senderos, cortan flora, alimentan animales silvestres, o insisten en entrar a toda costa con sus mascotas, situaciones que pueden ser preocupantes para un parque como este, que recibe más de 83 mil personas al año.

“Hay que tener ojo, porque no es directamente proporcional la cantidad de gente con la cantidad de impactos negativos. Puede haber impactos positivos con más gente si se realiza una buena gestión de administración, y puede haber impactos muy negativos con poca gente, si se realiza una mala gestión, si das información deficiente o no tienes la infraestructura adecuada. A modo de ejemplo, antiguamente, cuando colapsaban los sitios de camping por la cantidad de turistas, se abrían ‘sitios de emergencia’ donde la gente podía acampar en cualquier parte, con consecuencias desastrosas. Lo que hicimos nosotros no fue agregar más sitios de camping de los que ya había, sino que armamos un sistema de reservas y apostamos por extender la demanda a través de toda la temporada; entonces las personas pudieron planificar su visita y con eso bajamos la intensidad de uso diario, distribuyendo el flujo de visitantes”, cuenta Nualik.

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Foto de Evelyn Pfeiffer

Uno de los mayores problemas ocurre con los visitantes que solo entran por el día, buscando un tiempo de playa a orillas del lago, hacer un picnic o alguna caminata. De hecho, en más de una ocasión, Conaf ha tenido que cerrar las puertas por el colapso del lugar, por lo que ahora solo se puede entrar con ticket en mano, el cual se debe comprar a través de https://aspticket.cl/

Según Nualik actualmente se permite la entrada de unas 600 personas al día. “Ese número no está dado por una capacidad de carga real, sino que se define según cuánta gente entra en los estacionamientos sin colapsar la infraestructura. Considero que es fundamental generar estudios de intensidad de uso para determinar cuáles son las brechas de gestión que permitan alcanzar los niveles esperados de una manera controlada, con menor impacto ambiental y con una mejor experiencia para los turistas. Sin duda Conguillío es mucho más que uno de los Parques Nacionales más lindos de Chile, la gran pregunta es si sabemos valorarlo y cuidarlo”.

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Líquen en Conguillío. Foto de Evelyn Pfeiffer
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Foto de Evelyn Pfeiffer
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Foto de Evelyn Pfeiffer
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