En 1990, la geógrafa Pilar Cereceda, impulsora de la colección de agua niebla en Chile, escuchó llamar a la puerta de su oficina. Dio el pase. Frente a ella, un joven estudiante de segundo año geografía se presentaba. Era Pablo Osses quien, por el dato de un amigo que sabía que la profesora saldría pronto a un terreno con los de quinto año al norte, le preguntaba con personalidad si podía ir. Ella, sin esperar la solicitud, quedó impactada, pero accedió: “ya, pues véanlo con los estudiantes, yo no tengo problema”.

Pablo Osses
Pablo Osses

Una cuota y bastante entusiasmo bastó para que Pablo, junto con sus amigos Felipe Howard y Álvaro Monett, se “colaran” en ese viaje. Se subieron a unos buses antiguos que horas más tarde se quedaron en panne en la cuesta Buenos Aires. Lograron llegar a un San Pedro de Atacama que todavía veía abierto el museo del Padre Le Paige. También disfrutaron de una paella, hecha con una paellera guardada en la gran rueda de repuesto del bus.

“Ese viaje es tan importante para mí, que marcó mi destino académico”, recuerda Pablo, quien también lo cataloga como el más lindo de su vida, en el que decidió que el norte le encantaba. “Yo seguí trabajando con Pilar. Es mi gran mentora en el quehacer académico y, si no es por ella, no hubiera hecho la carrera que tengo”, explica.

En su camino, el profesor Osses se ha especializado en el desarrollo de proyectos para captar agua y tecnologías de atrapanieblas, la aplicación de este recurso hídrico y su aplicación a gran escala. Es profesor asociado del Instituto de Geografía UC y Director Estación de Investigación Atacama – Alto Patache UC.  Quizás, más en simple, se puede resumir a que es un apasionado por la geografía y un entusiasta alerta por nuevas experiencias.

De naturaleza aventurera

En el colegio, Pablo Osses fue un lobato. Siempre listo, como un buen Scout. Eso sí, ya cursando la media, su profesor fue más innovador: los llevaba de excursiones aventuradas, como a subir volcanes o cerros más difíciles. Por sus vacaciones familiares, él estaba muy familiarizado con dormir carpa. Y en el deporte escolar, no solo se adentró al estar al aire libre, sino que también a otras cosas más avanzadas.

Un poco fuera de lo común, Pablo practicaba vela. Navegaba competitivamente, representando a Chile en campeonatos fuera del país. Por ello, naturalmente, fue entendiendo las olas, el viento y meteorología: navegar le permitió tener una noción de cómo se comporta el tiempo. Luego, del mar pasaría a la tierra.

Navegación a vela. Pablo Osses.
Navegación a vela. Pablo Osses.

“Me conseguí con Rodrigo Jordán un libro de la primera subida y bajada en bicicleta al Kilimanjaro. Estoy hablando de principios de los 90’ y esa era una bicicleta que no existía en Chile. Era muy rara, con ruedas gordas, hartos cambios. Y yo dije: ‘mm, me interesa’. Lo primero que hice fue, a una chancha que tenía, ponerle ruedas gruesas. De repente un día, a principios de la enseñanza media, veo en una tienda una de esas bicis. Lo que hoy conocemos como una mountain bike, en ese entonces se conocía como montañesa”, explica Pablo.

Ahí emprendió una nueva aventura, acompañado de grandes amigos. Sin tener idea de nada de bicicletas, ponían sus trajes Chilectra, esos de PVC impermeables a la lluvia, en las mochilas y partían a recorrer Chile. Una historia similar se repetiría cuando conoció la existencia del kayak y logró comprar, probablemente, algunos de los primeros que llegaron a Chile. Habían sido importados por error.

“Éramos estudiantes universitarios con 60 días de vacaciones. Trabajaba 30, ahorraba, viajaba los otros 30. La culminación de todo este proceso de búsqueda de aventura, que empezó por entender las olas y las corrientes, pasó por viajar libre en bicicleta, siguió en el mar (…)”, recuerda Pablo. En ese momento, el estudiante de geografía era el encargado de ser el navegante: ese que mira a todo momento la carta topográfica, la carta náutica, las olas y entendía las corrientes. Eran cosas que en la universidad aprendió de forma teórica, pero que el kayak le ayudó a llevar a la práctica. “Me encantaba”, asegura.

El vínculo con el desierto de Atacama

Desde su primer día de clases, Pablo amó la Geografía. Su mamá le sugirió averiguar de esta carrera cuando tenía que tomar la decisión de qué estudiar. Hoy dice que es un geógrafo de corazón: “Desde que aluciné en mi primera clase, me dije que era lo mío. Y hasta el minuto de esta conversación, lo sigue siendo”.

“Entré a estudiar el año que gana Patricio Aylwin, 1989. Es un hito muy importante en mi vida. Se dio la circunstancia y funcionó. Estuvo muy bueno. Fui englobando, mezclé todo: técnicas, y tecnologías”, recuerda.

Pablo Osses
Pablo Osses

Entre eso, conoció el kayak y lugares alucinantes de la Patagonia. Por ejemplo, junto a sus amigos, bajó en kayak el río Palena desde las pampas de la cordillera hasta Raúl Marín Balmaceda, conociendo lugares tan icónicos como las colonizaciones de Melimoyu —que inspiraron la película La Fiebre del Loco— o la cárcel cercana, donde incluso decidieron dormir en una caseta. “Hay fue integrar las cosas desde un punto de vista recreativo, de deporte en la naturaleza”, comenta. Profesionalmente, en cambio, el norte se robó su corazón.

—¿Qué te encantó del desierto para dedicarte a él?

—Varias cosas. Lo primero era que no lo conocía mucho, había un mundo con explorar. Dos, había una oportunidad de aprendizaje asociada a, en específico, la investigación de recursos hídricos, que fue donde yo empecé a trabajar con la profesora Cereceda. Y la verdad es que, por la parte más romántica, me empezaron a gustar los colores del norte, los olores, las temperaturas. Todo era desconocido. Después hay toda una historia cultural de uso y ocupación. Empecé a entender el mundo del chango costero (…). Donde hubo un asentamiento chango, hay condiciones propicias; probablemente agua dulce, una surgencia de agua fría en el océano, abrigo de los vientos. Entonces empiezas a jugar con todo eso y empecé a tomarlo en valor para las distintas pegas. Se me produjo la mezcla entre lo lindo de trabajar, de vivir de eso, y también combinar estas intuiciones; pensar en cómo vivían antes y que eso contribuya a tomar decisiones actuales.

—¿Desde que empezaste a trabajar en el desierto te enfocaste en atrapanieblas?

—Sí, bueno, la Pilar es la precursora de la implementación de atrapanieblas para el recurso hídrico en Chile. Hay un proyecto emblemático en Chile que fue Chungungo, en la Higuera, donde hoy día está la pelea por Dominga. Fue el primer pueblo abastecido con agua niebla por 10 años. Yo atesoro en mi corazón el haber participado en la inauguración de esa iniciativa. Después la vi morir también. Viví toda su vida útil. Fueron 10 años de agua, pasó de 300 habitantes a 1200. Entonces, el valor del agua como recurso social me conmovió, me pareció súper fuerte. Partió por ahí la cosa del agua de niebla.

Pablo Osses y Atrapaniebla
Pablo Osses y Atrapaniebla

—¿Por qué “murió” el proyecto en Chungungo?

— Hubo una tormenta de invierno muy fuerte que derribó varios atrapanieblas. Eran 100; una cantidad enorme. Entonces se produjo ahí un bajón en términos de bajón social. Se nos cayó el sistema, hubo que volver a postular fondos para reconstruirlo. Fue complejo reconstruirlo, pero volvieron. Hubo que repensar cómo hacer esto más fácil. Yo ya estaba involucrado desde la investigación y fue como pucha, no puede ser que se caigan 60 atrapanieblas y, aunque se demore un año en recuperar la infraestructura, hay que arreglarlo. Y así como tuvimos este click en la reparación, los políticos vieron la oportunidad de meter cañería. Era la promesa de las elecciones. Frente a eso, se empieza a abandonar la mantención del sistema de atrapaniebla. Después de varios alcaldes, nadie prestó atención a la mantención, ni tampoco llegó la cañería. Paradójicamente, después pasaron 10 años con agua de camión. Hoy ya tienen una planta desaladora chiquitita. Pero son procesos: la tormenta, la cohesión y la no cohesión social. No fue porque el atrapanieblas no funcionara, sino que hubo una evolución. Ojo: duró 10 años y triplicó la población.

—Solo en base a agua de atrapaniebla.

—El valor del agua.

Los atrapanieblas

Cuando empezó a trabajar con Pilar, Pablo ayudaba en lo que le encargaran. Entre eso, participó activamente en a investigación y en el arreglo de atrapanieblas.

“Empezaba otra mezcla viciosa, como yo había tenido muchos años navegando, había trabajado mucho con elementos aéreos; mástiles, velas, cuerdas y cosas. Miraba el atrapaniebla y encontraba que era mejorable, sin subir mucho los costos, era mejorable desde la experiencia de navegar con estructuras aéreas. Empecé a pensar en mejor y fui diseñando varias cosas. Entonces, bueno, finalmente me metí en el atrapaniebla”, explica.

Atrapanieblas. Créditos Nicole Saffie.
Atrapanieblas. Créditos Nicole Saffie.

Con el tiempo, y varios años en su pasar, sus avances con los diseños de atrapanieblas le valieron la primera patente de atrapaniebla a la Facultad de Geografía de la UC.

En esa misma línea, también fue aportando al trabajo, diseño y mejora de otros instrumentos dentro del área. Por ejemplo, para su tesis —que lo llevó a conocer el Archipiélago de Juan Fernández— hizo transportables los neblinómetros. Pablo bromea diciendo que también es “bien maestro”.  Dentro de la geografía, avances como los antes mencionados, fueron un anticipo a la forma más práctica y útil en que fabrican los instrumentos.

—Por tu tesis conociste el Archipiélago de Juan Fernández. ¿En qué se diferencia, dentro de tu área de estudio, con el desierto de Atacama?

—La isla de Robinson Crusoe tiene un relieve muy grande que es el cerro El Yunque, el motivo que me hizo ir dos temporadas completas. Al ser tan alto, hace que el aire oceánico, para pasar alrededor del cerro, tiene que subir o pasar por el lado. Entonces ahí se produce un cambio de presión y de temperatura. Siempre El Yunque tiene una nube arriba. Ahí está el vínculo. Esa nube hace que lo verde sea verde y selvático. Eso motivó el estudio. Toda la parte norte de la isla que no tiene relieve es un desierto. Ahí está la pregunta: ¿cómo se producen esos cambios? ¿cuál es la magnitud de las diferencias? Era traer toda la experiencia desértica o del semiárido a una isla en particular (…) Todo el background metodológico de niebla que nace acá en Chile, y que desarrollamos desde Geografía en la Universidad Católica con distintos actores, entre ellos yo, Pilar Cereceda y otros, empieza a vivirse por el mundo, entonces, no es tan lejana la mezcla entre el desierto y la isla en particular, y así con otros varios otros lugares del del planeta.

—¿Cómo funciona un atrapanieblas?

—Para que exista niebla, significa que ya hubo un proceso de condensación. ¿Qué es eso? Cuando en verano sacas una botella del refrigerador y se moja por fuera, esa agua no salió de la botella, ni tampoco del refrigerador. La botella enfrió el aire alrededor y ese aire se condensó y gotea. Condensar es pasar del estado gaseoso al líquido. En resumen, la niebla son miles de gotitas de agua pequeñas. Con los atrapanieblas, mediante fibras, interceptamos las gotitas de agua. Las agarramos en el camino. Y esas gotitas se adhieren a las fibras. De 1000 que chocan, 100 se atrapan. Después llegan 100 más detrás porque hay viento. Al final se hace una sola gota grande, que escurre por gravedad. Entonces, para tener agua de niebla necesitamos desde el lado de la naturaleza necesitamos que haya viento y nube. El atrapanieblas requiere la energía que está en el viento y, el proceso energético para la condensación lo hizo la naturaleza, al convertir el vapor de agua en nube. La nube ya no es vapor de agua, son gotitas en suspensión.

Atrapanieblas.
Atrapanieblas.

—¿Por qué se habla de los atrapanieblas como una solución basada en la naturaleza?

En el caso del agua de niebla, la energía está en el viento que transporta las gotas de agua, o sea, él es el que hace el trabajo y, por otro lado, en la diferencia de temperatura que se producen por el día y la noche o la radiación solar, la ausencia de radiación solar. Esa diferencia energética natural es la que produce la condensación. Por otro lado, al observar la naturaleza, uno perfecciona la tecnología. Por ejemplo, cuando ves una telaraña mojada en el bosque de Fray Jorge. Esa telaraña es un atrapaniebla. El bosque de Fray Jorge es un atrapaniebla. Hay un clásico escarabajo namibio que levanta la colita y hace escurrir la gota de agua por su espalda hasta la detrás de la cabeza y toma el agua. Pero no hay para que ir a Namibia, basta con ir a los bosques de cactáceas de Pan de Azúcar, el Cerro Santa Inés en Pichidangui. Entonces lo que se está haciendo hoy día es, después de inspirarse en esos objetos, con desarrollo científico, tratar de perfeccionar aquellos objetos y estudiar modelos predictivos. En fondo tratar de responder desde la ciencia el cuánto, cuánta agua, cuándo está esa agua, qué época del año hay estacionalidad y el dónde. No todos los lugares son iguales. Eso son tres preguntas claves para el desarrollo científico en los próximos diez años.

Atrapanieblas.
Atrapanieblas.

—¿Cómo esta tecnología del desierto se podría aplicar en otras partes de Chile?

Está hiper estudiado que el acceso a naturaleza y a zonas de distensión ayudan a la salud mental. En Santiago, se lleva años tratando de implementar un parque en el Cerro Renca. Puedes mejorar la calidad de vida a través de un bien común público. Podría ser un objeto de estudio. Pero ahí hay desafíos concretos que mejoran la calidad de vida de las personas. Estamos trabajando en Alto Hospicio. Son 150. 000 personas de mediano a bajos recursos, donde también hay problemas de hacinamiento y problemas sociales vinculados con ciudades con explosión demográfica muy grande. Ahí también hay parques y zonas de encuentro en la comunidad donde hay servicio gratuito y es impresionante ver cómo se llenan esos parques. El parque es una cosa fundamental para el ser humano. Entonces, si podemos, en vez de sacar agua de la ciudad, generar la propia agua para estos espacios estamos generando un bien social. Lo vimos en Antofagasta, en Chañaral, donde en Falda Verde un grupo de pescadores reconvirtieron a la producción de agua niebla y hacen actividades experimentales. En Iquique, en la estación de investigación estamos produciendo hortalizas. Pero si uno lo piensa más allá, estás generando alimentos de muy baja huella de carbono. Hoy día la solución está en el modo experimental, pero son todas soluciones que técnicamente son escalables.

Un reconocimiento al trabajo

Desde aquella vez que tocó la puerta de Pilar Cereceda, se podría decir que Pablo se fue transformando en un hombre del desierto. Desde ahí ha podido hacer ciencia vinculada al territorio, sobre todo a partir del trabajo en la Estación de Investigación Atacama – Alto Patache UC. Llegó a iniciar el lugar en 1997 y, al menos durante 10 años estuvo durmiendo en una carpa.

“Hoy ya tenemos una estación de investigación de nivel internacional, líder absolutamente en el país en tema multidisciplinario. Se hace mucha educación a nivel universitario y escolar. Todavía hay mucho por descubrir. Entonces, en ese camino que fue bastante largo, las he tenido todas y todavía queda mucho por hacer”, comenta Pablo.

RENDER Casa medio espacial. Es un prototipo que se llevará a la bienal de Venecia, como invitados estelares.
RENDER Casa medio espacial. Es un prototipo que se llevará a la bienal de Venecia, como invitados estelares.

En ese sentido, en febrero —junto a profesor Alejandro Salazar, investigador en Patagonia, y Sergio Navarrete, que centra sus estudios en Las Cruces— recibió una distinción por parte de la Universidad Católica, que destacó su liderazgo y compromiso con la investigación en territorios extremos. “Han impulsado investigaciones colaborativas que generan impacto en la academia y las comunidades locales, ampliando las fronteras del conocimiento y promoviendo el desarrollo sostenible de los territorios donde trabajan”, explicaron desde la Universidad vía Instagram.

“Es valioso que te digan que has sido un pionero en la consolidación de estas cosas. Los otros colegas que recibieron el premio son de distintas partes de Chile. Es mover la frontera de la investigación al límite”, comenta Pablo.

Así, desde el haberse motivado con la bicicleta de montaña en un libro y llevarlo a cabo, historia que repitió al ver por primera vez un kayak siendo un amante de la navegación, vio en Alto Patache un nicho por descubrir. “Dije: démosle, construyamos, avancemos. Y hoy en día tenemos una estación espectacular a nivel mundial, en la que la Universidad Católica ofrece educación, investigación y publicaciones conjuntas. Es como trabajo retribuido”, finaliza.

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