Bastaron sólo dos días desde que se anunciara el toque de queda para que hiciera aparición el primer puma en la ciudad de Santiago, deambulando en plena zona residencial entre Providencia y Ñuñoa. Luego de este avistamiento, ocurrido el 24 de marzo, otros dos pumas han sido reportados por vecinos del sector de Colina, los días 1 y 6 de abril. Tres pumas en sólo dos semanas. El nocturno deambular de estos felinos sin duda ha despertado la atención de muchos, generando una serie de comentarios y controversias.

Puma en Lo Barneche ©Javier Mery
Puma en Lo Barnechea ©Javier Mery

Pero esta no es la primera vez que sucede. Sin ir más lejos, en la misma ciudad de Santiago, a pocos días de comenzar el año 2019, un puma juvenil fue rescatado desde arriba de un árbol luego de un mediático operativo. Casi un mes después, otro ejemplar fue reportado y capturado en Chicureo. Con una menor cobertura mediática, los avistamientos y rescates de pumas en zonas urbanas y periurbanas también han ocurrido fuera de Santiago, como en Río Bueno, el mismo año 2019, cerca de Pichilemu en agosto del 2018, y el año 2015 en la localidad de Curimón, cerca de San Felipe, por nombrar algunos. Pero lo que sin lugar a dudas ha llamado la atención en los registros de la Región Metropolitana es que estos tres avistamientos ocurrieron en un lapso de tiempo muy corto: sólo dos semanas.

©Diego Ramirez Alvarez
©Diego Ramirez Alvarez

Para dar luces sobre la que pudiera ser la causa detrás de estas arriesgadas incursiones, es importante conocer un poco sobre de la ecología y el comportamiento de estos felinos. Los pumas son especies que necesitan amplias extensiones de espacio para poder realizar sus actividades de reproducción y alimentación. En el pasado, en el Chile mediterráneo, la presa principal del puma era el guanaco, especie que lamentablemente ha sufrido una drástica disminución en sus poblaciones, y sus poblaciones de la zona central hoy se encuentran relegadas sólo a unos pocos rincones.

Sin embargo, el puma es un animal resiliente, que ha sabido cómo adaptarse a las condiciones más adversas. Así es como ha debido incorporar a su dieta especies foráneas como la liebre o el ganado doméstico, a causa de este último ganándose la infamia entre productores locales.

En lugares como estos, donde el alimento escasea, los pumas deben recorrer largas distancias, desplazándose en promedio unos 5 km diarios y ocupando una superficie que puede incluso superar los 500 km2 (1), casi la misma ocupada por el casco urbano de Santiago.

puma_sarmiento3-sel ©Nicolás Lagos
©Nicolás Lagos

Sin embargo, en ambientes más productivos, esta superficie puede ser mucho menor, rodeando los 80 y 100 km2. Los pumas son, además, animales territoriales, por lo que deben mantener y patrullar ese territorio, manteniendo a raya a los intrusos.

Los pumas juveniles, cuando llega el momento de dejar a su madre, son quienes viajan las mayores distancias en busca de un territorio propio con alimento, refugio y – en el caso de los machos – hembras con quienes mantener su legado.

Las distancias de dispersión pueden ser muy variables, pudiendo llegar a los 220 km para los machos y 100 km para las hembras (2). Sin embargo, existen casos extremos, como el de un macho en Estados Unidos que, en busca de un territorio donde establecerse, recorrió más de 2.700 kilómetros durante dos años, entre Dakota del Sur y Connecticut (3), en donde terminó siendo atropellado por un automóvil, historia que incluso ha inspirado un libro.

enrollado1 ©Nicolás Lagos
©Nicolás Lagos

Y como todo animal juvenil (incluyéndonos), son inexperimentados, desconocen los peligros de su entorno, y muchas veces no saben cómo actuar frente a estímulos. Están aún en etapa de aprendizaje, aunque ya sin la vigilancia atenta de su madre. Y es en esta etapa cuando los pumas juveniles cometen los mayores errores, muchas veces terminando desorientados, atropellados, y en casos aislados, involucrándose en ataques a humanos.

Por otra parte, hoy en día el puma tiene protección legal. En el pasado, y principalmente a causa de su impacto en la producción ganadera local, al puma se le perseguía y cazaba intensamente, manteniendo sus poblaciones a raya y lo más alejado posible de las actividades humanas. Como una manera de proteger a las diezmadas poblaciones de puma en el país, el año 1980 se le incorporó como especie protegida dentro del Reglamento de la Ley de Caza, pero no fue sino hasta su actualización el año 1996 (que incluye sanciones de hasta 100 UTM y penas de cárcel de hasta 3 años y un día), que poco a poco la presión sobre el puma y otras especies de fauna silvestre ha ido disminuyendo, y con esto sus poblaciones recuperándose, aunque la cacería aún persiste de manera ilegal en varios rincones del país.

Teniendo en cuenta todos estos antecedentes, y sumado a la constante expansión que han tenido durante las últimas décadas las zonas urbanas y periurbanas de Santiago, ocupando lugares que antes eran hogar de pumas y otras especies de fauna silvestre, tal vez ya no nos sorprenda que los pumas sean unos vecinos más comunes de lo que pensamos.

La falta de alimento y la intensa sequía que está amenazando a todo Chile central también ha sido una de las razones que buscan explicar estas últimas apariciones de puma. Sin embargo, si bien no descarto que este sea un factor que esté contribuyendo a esto, debemos considerar que la sequía es una condición que no es particular a este año, sino que se viene arrastrando desde el 2010 y que ha llevado a que se le llame bajo el nombre de “megasequía”, el evento de sequía más largo del que se tiene registro, con sólo unos pocos períodos similares durante el último milenio (4).

Ante un escenario potencial de escasez de presas provocado por una sequía prolongada, lo que se esperaría es que un depredador como el puma reduzca naturalmente sus poblaciones, disminuyendo su tasa reproductiva y aumentando los períodos entre eventos reproductivos, como una manera de hacer frente ante este estrés ambiental. Y lo que esperaría en consecuencia es que una menor presencia de pumas en la zona disminuya la probabilidad de avistamientos, lo que no ha sucedido durante los últimos años.

puma atento3 ©Nicolás Lagos
©Nicolás Lagos

No hay duda de que para ninguna persona el avistamiento de un puma pasa desapercibido, sobre todo si este ocurre en la calle o en el patio de su casa. Y así dan cuenta la variada cobertura que han tenido estos últimos avistamientos en las redes sociales y la prensa. Para muchos, el avistamiento de un puma es motivo de alegría, pero para otros la figura de un animal como este genera miedo y una sensación de peligro. Un miedo irracional, ya que los pumas no son animales que por lo general ataquen al humano. De hecho, es más probable morir por el impacto de un rayo o al caerse de la cama que a causa de un ataque de un puma. Es un miedo absurdo, alimentado también por nuestra cultura y los medios.

Al visitar lugares naturales con presencia de pumas cada vez es más común ver señaléticas que advierten sobre qué hacer ante un posible ataque de este felino, sin embargo, no vemos carteles sobre qué hacer en caso de crecidas de ríos, caída de rayos, picaduras de arañas o para prevenir caídas en la montaña, situaciones que sin lugar a dudas suponen un mayor riesgo que el de ser atacados por un puma.

En Estados Unidos, entre los años 1972 y 2016, se registraron 76 ataques de puma a humanos (1.7 por año), y en los últimos 100 años se ha registrado en promedio sólo una muerte a causa de puma cada 4 años (5), un número bajo si consideramos que en el mismo país más de 200 personas mueren al año a causa de colisiones con ciervos. Incluso, la presencia de pumas en Estados Unidos puede llegar a salvar vidas. Se calcula que su recolonización en estados del Este podría ayudar a reducir las poblaciones de ciervos y así disminuir los accidentes automovilísticos, salvando 5 vidas al año (6). O sea, si lo miramos desde otro punto de vista, los pumas salvan más vidas de las que quitan.

Convivir con un felino como el puma no es tarea simple. Sin duda que el tener un animal potencialmente peligroso impone un cierto riesgo, pero si aprendemos a actuar y aplicar las medidas adecuadas podemos disminuir este riesgo. Si vivimos cerca de un área donde habita el puma, pequeñas acciones como el de alimentar las mascotas dentro de la casa y dejarlas dentro de noche, mantener el jardín bien iluminado, construir un cerco eléctrico o una pared alta que no permita al puma entrar al hogar pueden ayudar a disminuir el riesgo y a convivir con este maravilloso felino.

puma mamaycachorro ©Nicolás Lagos
©Nicolás Lagos

Pero… ¿qué pasa con estos tres avistamientos de puma tan seguidos durante el último toque de queda? Algo que no mencioné antes sobre el comportamiento del puma es que este, al igual que muchas otras especies de felinos, es un animal preferentemente nocturno, sigiloso y que busca siempre pasar desapercibido. Por lo general, evitan lugares ruidosos y con alta presencia humana. Y una ciudad en toque de queda ofrece una oportunidad única para salir a intrusear y merodear, en especial si se trata de juveniles más osados. Es posible que este respiro, como se ha observado con diversas especies en otras partes del mundo, haya dejado un espacio para que los pumas se nos acerquen y nos recuerden que siempre han estado cerca.

Esta pandemia nos ha dejado (entre muchas otras) una gran enseñanza. El encierro y la disminución de actividad humana en las calles nos ha demostrado que, si bien estamos en medio de una ciudad construida por y para humanos, la estamos compartiendo con una infinidad de otros seres, de los que sólo ahora nos estamos dando cuenta de su existencia. Nuestro estilo de vida frenético y egoísta no ha dejado el espacio suficiente para que cohabitemos también con estos otros seres y sólo ahora, cuando estamos obligados a vivir de una manera más austera y haciendo más sutiles nuestras pisadas en el planeta, estamos dejando un lugar para compartirlo.

Una lección de humildad aprendida a la fuerza, y que nos ha dejado pegados a la ventana esperando el día en que volvamos a disfrutar de la naturaleza. Este virus como un aluvión está sacando lo superfluo y desnudándonos hasta dejar lo esencial, lo que realmente nos importa.

Esperemos que cuando el virus nos dé un respiro a la humanidad, la humanidad sea capaz también de darle un verdadero respiro al planeta.

pumaechado2-sel ©Nicolás Lagos
©Nicolás Lagos

*El contenido de esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la postura de Ladera Sur.

 

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