Crédito: © Fonatur/Gobierno de México
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El Tren Maya es un ambicioso proyecto anunciado en 2018 por el entonces candidato a la presidencia de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). El proyecto abarca la construcción de vías férreas y de un circuito que recorrerá 1500 kilómetros aproximadamente y atravesará cinco estados, entre ellos Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, en la Península de Yucatán, al sur del país.

Desde entonces, y con la victoria de AMLO, el tren se ha convertido en la insignia y bandera de la administración —como lo fuera en su momento el proyecto del mega aeropuerto Benito Juárez para la gestión de Peña Nieto, y que el mismo AMLO desechó y suspendió obras en enero de 2019— con la férrea promesa de culminarlo en 2023: «Llueve, truene o relampaguee», según ha dicho el mismo presidente.

Crédito: © Gobierno de México
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La administración ha promovido el proyecto y sus supuestas bondades, entre las que destacan la conexión «entre las principales regiones de la península de Yucatán, desde sus grandes centros turísticos hasta sus comunidades rurales», además de  «abrir una serie de oportunidades de comercio y desarrollo social, beneficiando a la población y empresas locales y al turismo nacional e internacional», según se plantea en el sitio web del proyecto.

Pero los más escépticos y críticos al proyecto, cuestionan que la prisa por sacar adelante un proyecto de tal envergadura con la excusa del desarrollo económico en una región del país tan sensible tendría incalculables impactos para el medio ambiente, la biodiversidad. Asociaciones ambientalistas recalcan que el proyecto afectará 23 áreas protegidas y pondrá al menos a 18 especies en peligro de extinción.

La Asociación de Zoológicos, Criaderos y Acuarios de México (AZCARM), una Asociación Civil que desde 1985 reúne a zoológicos, criaderos, acuarios, especialistas e interesados en la vida silvestre, se ha opuesto férreamente al megaproyecto del gobierno. También Al menos 30 científicos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) concluyeron que tendrá consecuencias negativas como degradación, deforestación y fragmentación de lugares como Yum Balam, los Manglares de Nichupté, Uaymil y las Reservas de la Biosfera de Sian Ka’an y Calakmul. Pero nada de esto ha servido para detener la voluntad de AMLO, que ha defendido el proyecto «contra viento y marea».

Crédito: © AZCARM
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Las controversias en torno al proyecto del Tren Maya son de toda índole: Falta de planificación, improvisación, cambios en la ruta original para ahorrar tiempo y evitar conflictos o reclamaciones sobre derechos de tierra, presuntas irregularidades en las licitaciones de los trabajos, sobrecostos y recurrentes cambios en la administración en el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) —ente vinculado al proyecto— que juntas amenazan la culminación del mismo en la fecha prometida por AMLO, antes de 2024.

«El desarrollo conceptual, de desarrollo económico incluyente y el plan de negocios del Tren Maya, es sin lugar a dudas el más elaborado de los 4 megaproyectos en que se ha concentrado la actual administración; sin embargo, el ánimo presidencial de su sexenio con obras gigantes y deslumbrantes que le harían pasar a la historia, impuso ritmos extenuantes que chocaron con problemas geológicos y sociales de la Península de Yucatán, con los problemas de logística y precio de materiales que son el pan de todos los días en procesos masivos de construcción«, explica Mauricio Flores, columnista del diario mexicano La Razón.

A pesar de las advertencias de diversos grupos, comunidades y activistas por las afectaciones que traerá este proyecto insignia de la administración, el presidente del país ha defendido su construcción contra viento y marea. AZCARM considera que los trabajos del Tren Maya pondrían en peligro hasta a 18 especies, de acuerdo con sus expertos, incluidos el puma, el ocelote y el jaguar. Por citar un ejemplo, México ha perdido más del 40% de la distribución del jaguar y especialistas estiman que hay menos de 4,000 ejemplares repartidos en el país. Su población disminuye año con año debido a grandes amenazas, tráfico de especies, cacería ilegal y por la pérdida de su hábitat.

La preocupación porque la infraestructura de las rutas afecten a este felino ha sido manifestada también por Gerardo Ceballos, presidente de la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar. Otras organizaciones no gubernamentales y ambientalistas también han expresado sus reservas y preocupación: el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (Cemda), que señala que existe toda una biósfera en peligro y resaltan, como especies vulnerables al macaco, el tapir, el flamenco, el quetzal el tucán, el puma, el ocelote, tlacuache, cacomixtle, mapache, el mono aullador, mono araña, el jaguar, distintas especies de murciélagos, tortugas, iguanas y serpientes.

Crédito: © Gobierno de México
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Pese a esto, en su defensa, el gobierno ha diseñado toda una estrategia para atacar estas críticas: la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) reveló que un de los tramos contempla la afectación de 606.04 hectáreas modificando enteramente su condición, además de que será necesario remover un total de 11 mil 094 individuos de vegetación. De los cuales 6 mil 637 son árboles de especies de vegetación secundaria, 2 mil 691 son arbustos, mil 700 son hierbas y 66 son epífitas, plantas que crecen encima de otras plantas. Pero Fonatur, el ente que rige el proyecto, considera ​que zona ya se encuentra impactada desde hace varios años, sin que se hayan realizado acciones de mitigación o compensación. La vegetación que ha vuelto a crecer en la zona se le conoce como vegetación secundaria.

Por tanto, Fonatur a establecido acuerdos en regiones para la mitigación de impacto, que incluye el traslado de árboles y ejemplares de plantas, la adquisición de miles de hectáreas adicionales para dedicarlas a conservación, el saneamiento de más de 200 hectáreas adicionales, restauraciones a hábitats, construcción de centros de educación ambiental, así como el estabecimiento e implementación de un programa de vigilancia e inspección en zonas de conservación ambiental. También se ha anunciado la creación del denominado Programa GATO (Grupo de Atención Técnica Operativa), es un proyecto de conservación de población de jaguares con el involucramiento total de la comunidad local y el sistema se ha comprometido a tener el mayor número de Pasos de Fauna para una obra de infraestructura en la historia de México. Entre uno de los tramos, Palenque y Cancún, se prevé la construcción de 83 pasos de fauna grande y 2656 pequeños.

Crédito: © Animal Político
Crédito: © Animal Político

Pero los críticos vuelven sobre los números. A pesar de todas estas iniciativas, menos del 1% del estimado de 139,000 millones de pesos que costará el desarrollo del Tren Maya estará destinado hacia la mitigación del impacto ambiental que tendrá este proyecto. Entre otros impactos negativos que representará la construcción de esta obra se encuentra el hecho de que 6,637 árboles y plantas de 178 especies diferentes tendrán que ser retiradas. Cabe mencionar que entre ellas se encuentran cuatro especies amenazadas e incluidas en la Norma 059-Semarnat-2010 para la protección de especies nativas.

Además de 10 millones de pesos para el estudio de los pasos de la fauna. Sólo 0.04% está destinado en programas ambientales, de los 44,000 millones de pesos que se han adjudicado para uno de los proyectos más importantes en la administración de Andrés Manuel López Obrador. Luis Fueyo, experto ambiental de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y con experiencia en el sector público, indicó al diario El Universal que “el proyecto costará decenas de millones de pesos y los daños ambientales los piensan satisfacer con cantidades ridículas”.

Crédito: © Arturo Rocha/Greenpeace
Crédito: © Arturo Rocha/Greenpeace

El proyecto también ha enfrentado a AMLO a organizaciones indígenas que han aprovechado el paso del proyecto y obras por sus zonas, para exigir al gobierno justicia y reparación de demandas históricas. En junio de 2020, el presidente comenzó una gira por el sureste para dar continuidad a las obras del Tren Maya, a su paso por Chiapas, organizaciones indígenas exigieron sean cumplidas sus demandas históricas.

Organizaciones como “La Sexta Ejido Bachajón” y “Las Abejas de Acteal” manifestaron su rechazo al megaproyecto y exigieron que primero sean atendidas sus demandas históricas de justicia. Las agrupaciones consideraron que antes que el Tren Maya es prioritaria la resolución del caso Acteal, una masacre de 45 indígenas tzotziles ocurrida hace más de 22 años en esa localidad de Chenalhó, Chiapas. Así como la justicia por el asesinato de Juan Vázquez Guzmán y Juan Carlos Gómez Silvano, ejidatarios de San Sebastián Bachajón que fueron asesinados en 2013 y 2014, respectivamente, por organizarse para defender su territorio ante proyectos que los pobladores consideran de despojo.

Ninguno de los argumentos, críticas o cuestionamientos ha logrado la paralización del proyecto o movido la feroz postura del presidente mexicano, que ha hecho votos para que el proyecto se concrete «contra viento y marea», en un despliegue de voluntad política firme y de obstinación, en lo que ya se perfila como una de las obras emblemáticas de su gestión y el signo —también— del poder político amasado desde que ascendió a la presidencia. Tocará esperar y ver si el proyecto cumple sus metas y si, como han advertido investigadores y ambientalistas, el daño causado al medio ambiente y a la diversidad de una zona tan rica y tan diversa no se convierte en un lastre y una condena para cientos de especies y ecosistemas vulnerables.

*Con información de Fondur, Infobae, Reforma, La Razón, Greenpeace
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