Crédito: Getty Images
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Todos los años, los incendios forestales arrasan cientos de miles hectáreas de territorio en todo el planeta. Un estudio reciente y el análisis de sus resultados ha permitido a científicos e investigadores concluir que la diversificación del paisaje en mosaicos que constituyen verdaderos cortafuegos podría contribuir a reducir la incidencia de estas catástrofes. Estos «paisajes mosaico cortafuegos» permiten adaptar las áreas propensas a quemarse, a través de la conformación de un bloque diverso de territorio en el que existen distintos usos y características de suelo.

El objetivo es hacer los paisajes menos inflamables, más fuertes ante la arremetida de las altas temperaturas e incendios. El uso de esta estrategia ya está siendo desde hace años empleada en países como España, Portugal, Grecia y Turquía, donde los incendios devastan grandes extensiones de tierra. Pero en Latinoamérica, también hay experiencias en Perú y Ecuador, donde los paisajes mosaicos han podido irrumpir en la Amazonía para evitar la destrucción de ecosistemas y biodiversidad por la acción del fuego.

Los paisajes mosaico permitirían «frenar» la expansión de las llamas y ofrecer múltiples opciones de una actuación rápida por parte de las autoridades. Lo que se busca es evitar la formación de masas ingentes y uniformes (homogéneas) de una única especie de árbol que ocupe miles de hectáreas, ya que este tipo de superficies arde más fácilmente y son potencialmente más propensas a ser devastadas por los fuegos.

Los paisajes mosaico también incluye la coordinación y regulación de los usos de los suelos, una mejor gestión de los empleos, ya sean estos de tipo ganadero, agrícolas o forestales. Permitiendo el diseño de políticas forestales y estrategias de manejo forestal que respondan a las necesidades de los pequeños propietarios y las comunidades debería realizarse en base a un entendimiento más completo de los sistemas endógenos de manejo forestal que sustentan los medios de vida.

Los llamados «incendios de sexta generación»

Los paisajes mosaico o cortafuegos contribuyen a controlar y reducir las incidencias de fuegos voraces. Crédito: © OTIF
Los paisajes mosaico o cortafuegos contribuyen a controlar y reducir las incidencias de fuegos voraces. Crédito: © OTIF

A diferencia de los incendios forestales habituales, el cambio climático está empujando lo que en las esferas científicas ya se está dando a conocer como los «superincendios» o «incendios de sexta generación», que son aquellos cada vez más difíciles de sofocar o extinguir dado el comportamiento de las llamas, aunado también a los cambios drásticos originados por la acción del hombre: cambio de uso de suelo, escasez de agua, modificación de los patrones de vegetación y las altas temperaturas, entre otras variables.

Estos son los tipos de fuegos que particularmente han arrasado con extensivas zonas en la costa oeste de Estados Unidos, así como también en países del Mediterráneo, como España y Portuga —en la Península Ibérica— pero también en países como Italia, Grecia, Turquía. Estos fuegos son “casi imposibles de apagar por su carácter explosivo” que hacen que las llamas no sigan una única dirección, sino varias a la vez.

Por ello, según el director de Conservación de WWF, aplicar los paisajes mosaico permitiría “frenar” la expansión de las llamas y ofrecer múltiples opciones de una actuación rápida por parte de las autoridades. En España y Portugal ya se han puesto en marcha diferentes iniciativas para conseguir estos paisajes cortafuegos y que WWF presentó en su informe sobre incendios forestales 2021, centrado en estos paisajes.

La experiencia en Latinoamérica

“El fuego es un peligro mayor que limita el desarrollo, la reducción de gases de efecto invernadero y pone en riesgo la seguridad alimentaria y ambiental”, dijo Miguel Pinedo-Vásquez a la periodista Bárbara Fraser, de Forest News. Pinedo-Vásquez es el investigador principal del Centro para la Investigación Forestal Internacional  (CIFOR), quien estudia las causas y consecuencias de los incendios cerca a Pucallpa, ciudad peruana con más de 200 mil habitantes, situada en las riberas del Río Ucayali, principal afluente del Río Amazonas.

Como sucede en muchas otras regiones, los incendios casi en su totalidad ocasionados por la acción del hombre. En la mayoría de los casos, los fuegos no son accidentales: los campesinos o dueños de extensiones de tierra —que pueden tener distintos usos— suelen iniciar los incendios ya sea para el control de insectos o plagas que afecten al ganado, como también para «limpiar» el terreno despojándolo de hierbas y vegetación que obstaculice sus propósitos.

“Despejan el terreno para cultivos, ganado o plantaciones de palma aceitera, dependiendo de sus oportunidades económicas y de la disponibilidad de los mercados, y podrían no considerar los impactos ambientales negativos. Tenemos que entender que el fuego no es solamente una práctica que daña el medio ambiente, sino que es la herramienta más barata y práctica para abrir campos agrícolas, controlar las plagas y manejar los pastizales”, matiza Pinedo-Vásquez.

En Perú y en Ecuador ya se están comenzando a explorar e implementar el uso de paisajes mosaico o «cortafuegos» en la Amazonía. En la Amazonia peruana y ecuatoriana, millones de hectáreas de bosques tropicales son propiedad o están ocupados o controlados por pueblos indígenas o pequeños propietarios que dependen de los bosques para su sustento.

De acuerdo con CIFOR, las fronteras forestales albergan una diversidad de actores que tienen diferentes intereses en los bosques. Las comunidades indígenas usualmente tienen importantes superficies forestales, relativamente intactas, que manejan en forma comunal con fines de subsistencia. En el caso de los colonos, es más común que tengan parcelas individuales que convierten para usos agrícolas o en pastizales. Sin embargo, los pueblos indígenas también tienen tierras individuales, convierten el bosque para otros usos y venden madera. De igual forma, muchos colonos mantienen reservas forestales, reforestan y, en ocasiones, unen fuerzas para manejar los bosques en cooperativas y asociaciones.

La combinación de estos actores, de las dinámicas económicas y de uso de estos suelos es lo que permitirá crear un balance en el manejo que contribuya a establecer un mosaico, con variedad tanto en el uso como en la rotación de cultivos, que en el final y a largo plazo garantice no solo la fortaleza del conjunto, sino también una mejor disposición de los recursos y el acceso a las distintas zonas, facilitando la rápida acción en caso de cualquier incidente o presencia de fuego.

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