En enero de 2019 fui invitada por el Instituto Antártico Chileno (INACH) a embarcarme en el buque AP-41 Aquiles de la Armada para documentar cómo se hace ciencia en el continente blanco. Fueron 23 días con 270 personas a bordo, donde navegamos casi ocho mil kilómetros desde Punta Arenas, cruzamos el mar de Drake con oleaje de más de cinco metros, alcanzamos las islas Shetland del Sur y finalmente nos refugiamos en los canales de la península Antártica, donde el buque de la Armada tuvo la titánica tarea de abastecer las bases, velar por nuestra seguridad y desembarcar a cientos de científicos que debían tomar sus muestras. Fue una hazaña épica, que se logró gracias a la tenacidad y al trabajo impecable que cada una de las personas desarrolló a bordo, desde el comandante Hugo Edmunds hasta cada uno de los que integraron la dotación, personas que velaron día y noche para que esta ECA 55 fuera una expedición exitosa, fundamental e inolvidable para los que estuvimos presentes.

Paula junto a Alia Khan, Latife Cakir e Isidora Mura (periodistas e investigadoras de INACH) © Paula López W.
Paula junto a Alia Khan, Latife Cakir e Isidora Mura (periodistas e investigadoras de INACH) © Paula López W.

Una de las cosas que capturó mi atención fue la gran cantidad de mujeres que conocí a bordo. Históricamente, la Antártica ha sido territorio de hombres, al igual que todos esos espacios “no domesticados” de nuestro patrimonio natural, y fue una sorpresa encontrarme con dos instituciones (la Armada e INACH) que cada vez traen más mujeres a investigar y a navegar. Según Verónica Vallejos, coordinadora científica de INACH, hoy en día, el Programa Antártico Nacional de INACH tiene cerca del 45% de sus proyectos liderados por mujeres, duplicando a la ciencia nacional en mujeres que lideran proyectos de investigación. Más de la mitad de los investigadores que iban a bordo del buque eran mujeres. Lo mismo pude ver en la Armada, donde conocí a mujeres que tenían la función de ser médico, dentista, navegantes, patrón de lancha, encargadas de maniobras, piloto a cargo de la navegación, entre muchas más responsabilidades, todas llenas de pasión por explorar y comprender los misterios de un territorio que sigue siendo remoto y desconocido.

Entre ellas conocí a Verónica Vallejos Marchant, quien en esta Expedición Científica Antártica 55 (ECA 55) tuvo la titánica tarea de conciliar los intereses de la Armada con los de los científicos dentro del buque. Esta bióloga marina viene a hacer ciencia a Antártica desde 1995. Día a día la vimos reunirse con el comandante Hugo Edmunds para establecer un itinerario de los puntos de muestreo. Y como era de esperar de un sitio remoto como éste, la mayoría de los días el clima no nos acompañó. Eso impidió que decenas de investigadores recolectaran sus muestras en puntos donde el hielo, el viento o el oleaje hacía imposible el desembarco. En ese contexto, el espíritu de colaboración era esencial. Como dijo un día un científico que no logró recolectar ninguna de las muestras que necesitaba: “Antártica es así. Necesitas de la colaboración. Pretender hacer ciencia aquí solo es un suicidio científico”.

Verónica Vallejos Marchant © Paula López W.
Verónica Vallejos Marchant © Paula López W.

Sobre el canal Gerlach, rumbo a la base Yelcho, el paisaje era de un escenario de alta montaña pero a nivel del mar. Lo más parecido a ese horizonte blanco y prístino de hielo que guardaba en mi imaginario antártico. Sin embargo, para Verónica Vallejos, todo esto está sufriendo grandes cambios. “¿Ves esas grietas? Todo se está desmembrando” me dijo.

 ¿Se está derritiendo la Antártica?

Hay sitios en que es sumamente notoria la regresión de los glaciares, como aquí. Eso me tiene muy impresionada, porque a simple vista puedo ver que aumentó la temperatura, se ven las grietas, se ve la montaña pelada desde arriba hasta la orilla, comparando hace 4 años atrás, es un cambio muy rápido. En el caso de la fauna, todavía es más lento. En áreas como Fildes, donde antes no se veían ballenas ahora las ves todo el tiempo, y eso ocurre probablemente porque hay más alimento disponible o porque aumentó el número de ballenas.

Es decir, no todo es malas noticias…

Uno no puede irse solamente al extremo negativo del cambio global, en algunos sitios es beneficioso, para las plantas el cambio climático es bueno porque se desarrollan de mejor forma y en más sitios que antes. Ahora está disminuyendo el área con permafrost, que es donde el suelo se congela todo el año. Como se está descongelando, permite que más vegetación se desarrolle. Pero ya tenemos sitios donde se registran variaciones de dos grados de temperatura en el agua del mar, y hay que ver cómo eso afecta a la fauna presente.

Expedición Antártica © Paula López W.
Expedición Antártica © Paula López W.

 ¿Tuviste obstáculos por ser mujer y querer hacer ciencia en Antártica?

En mi primer viaje a Antártica fui la única mujer. Eso fue así hasta no muchos años atrás, cuando en 2011 vi por primera vez mujeres marinos trabajando en el buque. Pero éramos un cacho, un gran problema, porque ellos no estaban preparados ni en infraestructura ni en forma de relacionarse para tener mujeres a bordo, y el problema era de ellos, porque nosotras siempre nos hemos adaptado sin mayores complicaciones. A mí me dieron un camarote especial, me dejaron un baño especial, aunque yo no tenía ningún problema, porque en mi casa hay hombres y mujeres y compartimos el baño, pero es distinta la estructuración en la Armada, todo es separado.

El INACH ha tenido a mujeres en la Antártica desde los años 70. Yo nunca tuve obstáculos al venir, aunque fue otra historia cuando quisimos enviar mujeres al glaciar Unión (ex Patriot Hills) en 2001-2002. Decían: cómo vamos a mandar mujeres al glaciar Unión, que es zona extrema, es puro hielo, es mucho frío. O sea, la preocupación era que había que “cuidar a la mujer”, entonces no, no puede ser, no necesitamos un patriarcado. Así fue hasta el año 2008, aproximadamente, que se mantuvo esa mirada tradicional de que la Antártica es para hombres, porque ésa era la mirada chilena. Hoy, cada vez tenemos más mujeres y no solo científicas, también en la tripulación del buque, personal de las Fuerzas Armadas, en la Fuerza Aérea, los únicos que están al debe es el Ejército, que no deja mujeres todo el año en las bases pero en algunas ocasiones han traído durante la época de verano a alguna mujer para hacer tareas asociadas al quehacer de la base, pero siempre salen al término del verano.

Expedición Antártica © Paula López W.
Expedición Antártica © Paula López W.

No es fácil estar embarcado veinte días en un buque en Antártica. Hay riesgos, el desgaste se siente ¿Cómo manejas eso?

Creo que como INACH nos falta entregar más información a nuestros investigadores y pasajeros de lo riesgoso que es trabajar en Antártica y en un buque. Nosotros asumimos que los que vienen acá están preparados sicológicamente para lo que es trabajar en un buque y en Antártica. Pero una vez a bordo me doy cuenta de que no es así. Tienes muchísimas horas de navegación donde no vas a hacer nada. Entonces necesitas paciencia para estar a bordo y aguantar mucho tiempo navegando. También, vivir sobre algo que siempre está en movimiento, donde te mareas, en sitios donde incluso una torcedura se transforma en algo grave, porque las posibilidades de evacuar son muy bajas. Cuando doy la charla ambiental siempre lo menciono: Antártica es un lugar hermosísimo, pero también sumamente peligroso.

¿Cómo ves la relación entre la Armada y los científicos?

Nuestros mundos son distintos. Los civiles vivimos una forma diferente y ese estilo de vida nos hace pensar de otra forma a cómo se vive y se piensa en la milicia. Por ejemplo, en este buque hay jerarquías, la gente del buque hace lo que establece el comandante, y el comandante puede haber dado una orden en un minuto y después vió que algo cambió y la modifica, y nada, no se cuestiona, se hace. En nuestro caso es distinto, porque nosotros conversamos, discutimos, todo es más de acuerdo, en general. A pesar de eso, la temática de Antártica nos acerca. Creo que a todos nos une el ansia de ir a un sitio extremo, la emoción de estar en un lugar remoto.

Expedición Antártica © Paula López W.
Expedición Antártica © Paula López W.

Tú vienes a hacer ciencia a Antártica hace más de dos décadas. ¿Has visto un cambio en las nuevas generaciones de investigadores?

Para mí es muy grato ver cómo las nuevas generaciones de investigadores tienen otro grado de protección con el medio ambiente. Nuestra cultura en general es explotadora, y antes se venía a Antártica a explotarla científicamente; teníamos científicos que se bajaban en un sitio y recolectaban todo lo que podían. Hay muchas universidades que tienen en bodega muestras de datos que nadie ha podido analizar a la fecha, porque antiguamente éramos recolectores sin un propósito claro. Eso ha cambiado. Hoy nos preocupa que cada grupo de investigadores recolecte exclusivamente las muestras que necesita para cumplir los objetivos de su proyecto.

¿En qué influyó el Protocolo de Madrid en estos cambios?

A partir de la década del dos mil hubo un gran cambio. Para los chilenos fue difícil porque nuestra cultura no piensa en el medio ambiente y el Protocolo de Madrid es un código de conducta general ambiental para Antártica. Antes, aquí nos comportábamos de la misma forma en que nos comportamos en el resto del país. Y eso no se puede, aquí tenemos que preocuparnos de que nuestra huella se note lo menos posible; hay que pensar que ya estamos impactando por el hecho de que estamos en un buque que quema combustible, pero lo ideal es que todo el resto, que todo lo que cada uno de nosotros controla, impacte lo menos posible. Nosotros somos el país mas cercano a la Antártica, por lo tanto somos los que más podemos vernos afectados por lo que ocurre acá.

Expedición Antártica © Paula López W.
Expedición Antártica © Paula López W.

¿Qué te gustaría que ocurriera a futuro con el quehacer científico antártico?

Yo creo que todavía nos falta mucho, como país vamos lento, pero creo que vamos con todas las ganas. Contar con una plataforma marítima científica es la primera gran necesidad. Que tenga laboratorios, que permita a los investigadores procesar las muestras bordo. Esperamos que el 2025 tengamos el nuevo rompehielos nacional que permita hacer ese trabajo y que nos permita movernos entre las Shetland del sur y bahía Margarita y quizás un poquito más al sur para seguir explorando nuevas áreas. También espero que sigamos creciendo como Programa Antártico Nacional, que cada vez más mujeres lideren proyectos de investigación, que nuestros productos se mantengan como referentes para otros investigadores a nivel internacional y que seamos un aporte a la conservación y protección de la Antártica. Eso es parte de mis sueños.

Expedición Antártica © Paula López W.
Expedición Antártica © Paula López W.
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