Recuerdo que de niña solía ver varios abejorros nativos con su característico color naranjo brillante y cabeza y patas negras buscando el polen de los chilcos durante mis veranos en el sur de Chile. Sin embargo esta imagen poco a poco fue siendo más escasa y de hecho casi los únicos abejorros que ahora se ven –incluso en mi jardín, en la capital– son los de color amarillo con franjas negras y blancas, una especie exótica introducida.

Bombus dahlbomii, abejorro nativo, buscando polen en un chilco. ©Mordecai Joaquín Sepúlveda Astudillo
Bombus dahlbomii, abejorro nativo, buscando polen en un chilco. ©Mordecai Joaquín Sepúlveda Astudillo

La explicación es simple, pero no por eso banal. Resulta que nuestro polinizador nativo, además de enfrentar las consecuencias del cambio climático, la contaminación ambiental, la fragmentación de sus hábitat y el uso de pesticidas, ha encontrado una nueva y letal amenaza: las especies de abejorros introducidos, como el Bombus terrestris.

El abejorro europeo (Bombus terrestris) fue traído a Chile en 1997 como polinizador de cultivos de invernadero, principalmente el de tomates, ya que su vibración era muy eficaz en las flores de este fruto. Sin embargo en Chile luego se expandió su uso como polinizador de diversos cultivos incluyendo pimientos, arándanos y kiwis y con el tiempo incluso se otorgaron patentes para reproducir esta especie localmente. Después de esto, no pasó mucho tiempo para que la especie se asilvestrara, expandiéndose por la misma distribución histórica de nuestro abejorro nativo e incluso llegando a extremos como el desierto florido o Arica donde no deberían estar.

Bombus terrestris. ©Laurent KB
Bombus terrestris. ©Laurent KB

Según cifras del Servicio Agrícola Ganadero (SAG), se estima que han ingresado al país más de 725 mil reinas del abejorro europeo (Bombus terrestris) y 250 mil colonias. Esto sin contar la cantidad de abejorros reproducidos localmente o aquellos que ya se han reproducido por su cuenta en estado salvaje. ¿El problema? Mientras el sector agrícola puede disfrutar de los beneficios de su labor como polinizador de cultivos, nuestro abejorro nativo –y otras especies nativas e introducidas, incluyendo la abeja mielera– sufren las consecuencias.

En camino a la extinción

Bombus dahlbomii. ©Miguel Mellado Pérez
Bombus dahlbomii. ©Miguel Mellado Pérez

Más allá del hecho que nuestro polinizador autóctono (Bombus dahlbomii) debe competir con esta especie por los recursos florales, diversos investigadores han descubierto que Bombus terrestris es portador de diversos parásitos que han sido traspasados a nuestro polinizador autóctono, el que no tiene las defensas necesarias para hacerles frente.

Hasta la fecha se cuentan al menos 6 especies de parásitos que “podrían ser los principales responsables de la creciente desaparición de Bombus dahlbomii, según ha señalado José Montalva, biólogo especializado en el estudio de abejas silvestres. Estos son contagiados al abejorro nativo a través de las fecas que deja el abejorro europeo en las flores y algunos tienen consecuencias tan drásticas como la esterilización de las reinas de la colonia nativa, lo que impide que éstas puedan reproducirse para la temporada siguiente.

Estas amenazas han llevado a que el abejorro nativo de Chile y Argentina, que alguna vez fue la abeja más abundante y con mayor distribución en el país, pierda cerca del 80% a 90% de su población, y por lo mismo a fines de 2015 Bombus dahlbomii fue declarado como especie en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), convirtiéndose en el primer insecto chileno en entrar en esta clasificación.

¿Qué hace a este insecto tan único y cómo podemos ayudar?

abejorro autóctono. ©Pedro Vargas
abejorro autóctono. ©Pedro Vargas

El abejorro nativo es un polinizador indispensable para la flora de Chile y el sur de Argentina ya que, al igual que otros abejorros, puede transportar una mayor cantidad de polen que otros polinizadores como las abejas, sin cansarse. Se podría decir que los abejorros son un complemento “a prueba de todo” de las abejas, ya que los primeros pueden trabajar con frío, viento, lluvia y pueden polinizar desde el amanecer hasta el atardecer donde son capaces de visitar entre 10 y 14 flores por minuto; Son mucho más versátiles.

“Cuando las abejas por temperaturas inferiores a 14°C no pueden trabajar o cuando se cultiva bajo condiciones de invernadero, el abejorro colecta polen y néctar bajo los 5° C”, cuenta Patricia Estay, ingeniero agrónomo y encargada del Laboratorio de Entomología del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (Inia) La Platina.

Por su parte, José Montalva añade: “Hay lugares donde, realmente, son vitales, como en la alta montaña de Chile, que al ser mucho más fría, tiene menos polinizadores. Lo mismo pasa en el sur, en la Patagonia o en la Isla de Chiloé”.

Abejorro europeo. ©Laurent Jégou
Abejorro europeo. ©Laurent Jégou

Ante la delicada situación que vive este insecto en nuestro país, Montalva quien además de especializarse en el estudio de abejas silvestres, forma parte de la Comisión de Supervivencia de Especies de Abejorros (SSC por sus siglas en inglés) de la IUCN, comenzó hace algunos años la campaña “Salvemos Nuestro Abejorro” para unir esfuerzos para proteger a esta especie nativa. Y de hecho, los datos obtenidos en esta iniciativa fueron decisivos para que la IUCN declarara a Bombus Dahlbomii como en peligro de extinción.

¿Cómo ayudar? La idea de la campaña es generar una red de colaboradores a nivel nacional en donde cualquier persona pueda aportar tomando una fotografía al ver cualquier abeja o abejorro que vea y compartiéndola en las redes sociales de “Salvemos Nuestro Abejorro” indicando el lugar y fecha en la que fue visto. De esta manera, los diversos expertos que participan de la campaña podrán identificar la especie y agregarla a la base de datos, creando un mapa actualizado de su distribución en el país.

“Empezamos en 2013 y en dos años registramos más datos de Bombus dahlbomii que en un siglo. Esto ha sido gracias a la ayuda de cientos de personas, incluso en localidades remotas, lugares de los que no se tenía datos”, ha comentado Montalva.

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