Recién amanece mientras subimos el cerro de la Virgen en dirección a Curepto, un municipio instalado en lo profundo del secano maulino, donde nos espera don José Guerrero, quien será nuestro guía en esta expedición en busca de los pocos ecosistemas nativos con real presencia del ruil en la región.

Acordamos pasarlo a buscar cerca de las 10 y él nos espera al frente de las torres de agua de este poblado afectado gravemente por los incendios forestales de la temporada. Enfilamos hacia el predio “La Montaña”, ubicado en el sector “Las Tablas” de la comuna de Curepto, que hoy es de propiedad de la empresa eléctrica perteneciente al grupo CGE TRANSNET.

©C. Baltanares y F. Figueroa
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Mientras recorremos caminos forestales en dirección a la costa, don José nos cuenta acerca de su historia: actualmente él es el cuidador del predio y ha trabajado aquí desde hace ya varios años. “Esto antes era muy distinto, ya casi no queda bosque de ruiles sin que se salgan pinos por aquí y por allá, son como maleza”, nos dice con un tono nostálgico.

Al llegar al predio la realidad nos golpea con fuerza. Cuando nos hablaron del lugar, nos imaginamos una gran porción de territorio donde lo nativo era predominante, pero la fragmentación de los espacios en donde el ecosistema aún resiste es gigante.  Don José nos lleva por un sendero donde entramos y salimos de espacios nativos una y otra vez hasta llegar a una estación de experimentación donde se evidencia lo frágil de la situación.

©C. Baltanares y F. Figueroa
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Don José nos explica cómo esta investigación se encargaba de realizar ensayos en torno al establecimiento artificial del ruil, alternando pruebas con distintas tecnologías de riego, protección solar, malla de resguardo, fertilización, entre otros. Estamos impresionados. Le preguntamos si queda algún retazo de vegetación exuberante y él nos dice que sí, quedan más abajo unos lugares donde parece una verdadera selva, pero eso es todo, sólo algunos fragmentos.

Al llegar a esos lugares comprendemos instantáneamente por qué don José les llama la selva, es fácil sentir e imaginar cómo habría sido el bosque maulino costero antes de que toda esta era de explotación iniciara con la llamada “fiebre del trigo” a finales del siglo XIX.

Una especie única bajo amenaza

©C. Baltanares y F. Figueroa
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El ruil (nothofagus alessandrii) forma parte de la asociación conocida como Bosque Maulino Costero, es endémico de la región del Maule y crece sólo en cuatro comunas del secano interior y costero; es posiblemente el árbol del género nothofagus más antiguo del hemisferio sur.

En la actualidad, este paisaje se muestra como un mosaico de fragmentos de vegetación nativa inmersos en una matriz formada por plantaciones de rápido crecimiento, comportándose agresivamente al poseer la capacidad de invadir con éxito los bosques de ruil (Bustamante & Castor, 1998), existen cerca de 338,9 ha distribuidas en 186 fragmentos, de los cuales el 95% de ellos tiene una superficie de 1,9 ha promedio.

©C. Baltanares y F. Figueroa
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Entre los años 1975 y 2000 la superficie de bosque costero disminuyó en un 67%, a causa del aumento de plantaciones de pino (pinus radiata). El ruil tiene dificultades para regenerarse naturalmente debido a las actividades realizadas en los suelos en el pasado y a la invasión de especies competidoras. (1)

Desde el año 2007 esta especie se encuentra catalogada oficialmente como en peligro de extinción, con un remanente de alrededor de 338 ha, distribuidas en quebradas muy fragmentadas, de las cuales casi el 50% se perdió durante los incendios forestales que golpearon nuestro país el pasado verano.

©C. Baltanares y F. Figueroa
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Hoy los remanentes de ruil que resisten se encuentran dispersos, desparramados en sectores como Huelón, Macal y el Desprecio. La mayor superficie que hoy se conserva corresponde a la reserva Los Ruiles, ubicada en la comuna de Chanco y creada en el año 1982. En esta reserva es posible encontrar una buena porción de lo que habría sido el ecosistema correspondiente a la asociación de bosque costero maulino, con presencia de flora y fauna endémica como lo es, por ejemplo, el caracol negro (macrocyclis peruvians).

La reserva se emplaza coincidentemente en una porción de territorio donde aún fluye una alta cantidad de agua, por lo cual el ecosistema de los sectores bajos se presenta de manera selvática y exuberante, generando una llamativa transición hacia los sectores más altos, donde las asociaciones con presencia de hualo (nothofagus glauca), coihue (nothofagus dombeyi) y ruil (nothofagus alessandrii) se muestran de forma más boscosa, con características típicas del tipo nothofagus.

©C. Baltanares y F. Figueroa
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Recordemos que el acto de preservar no sólo se trata de conservar por conservar, sino que también se trata de proteger el equilibrio del ecosistema que, si se quiebra, podría ocasionar fenómenos como sequías, inundaciones, aluviones y otras catástrofes que si bien son catalogadas como naturales, indudablemente tienen orígenes humanos.

Referencias bibliográficas:

(1) Quiróz, I. (2012). Valoración de prácticas silviculturales para la regeneración de bosques de preservación de ruil.

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