Durante el Pleistoceno -periodo que comenzó hace unos 2,6 millones de años- Chile albergó una asombrosa diversidad de mamíferos gigantes que dejaron una huella profunda en los ecosistemas de los territorios más australes de Sudamérica. Uno de ellos fue Notiomastodon platensis, un mastodonte sudamericano —también conocido como gonfoterio— que habitó gran parte del actual territorio chileno y cumplió un rol clave en la dinámica ecológica, al dispersar semillas y transformar enormemente el paisaje.

Ilustración de Notiomastodon platensis. Créditos: Mauricio Alvarez  @mauricio_alvarez_art
Ilustración de Notiomastodon platensis. Créditos: Mauricio Alvarez @mauricio_alvarez_art

Estos enormes herbívoros, que podían llegar a pesar varias toneladas y recorrían largas distancias diariamente, fueron en su momento una de las especies más abundantes del país, con una presencia especialmente marcada en la zona central. Sin embargo, hace unos 10 mil años desaparecieron del territorio, dejando un vacío ecológico cuyas consecuencias perduran hasta nuestros días.

La extinción de los mastodontes en Chile y en el resto de Sudamérica no solo significó la pérdida de uno de los animales más imponentes del continente, sino también la desaparición de una función ecológica esencial: la dispersión de semillas de plantas con frutos grandes y carnosos, un rol que ningún otro animal ha logrado reemplazar del todo.

Notiomastodon platensis. Créditos: Gabriel Diaz (@paleogdy)

La primera evidencia fósil que confirma la frugivoría de la megafauna en Sudamérica

En 1982, el biólogo Daniel Janzen y el paleontólogo Paul Martin plantearon la teoría de las anacronías neotropicales, que propone que muchas plantas tropicales desarrollaron frutos grandes y llamativos para atraer a grandes animales extintos que actuaban como dispersores de semillas. Según esta teoría, la desaparición de estos grandes animales provocó la pérdida de funciones clave para numerosas especies de flora, como la dispersión de semillas, lo que habría contribuido a que muchas de ellas estén actualmente amenazadas.

Esta hipótesis explica la evolución de ciertas características vegetales en relación con la extinción de la megafauna, sugiriendo que la dinámica de dispersión de semillas cambió drásticamente tras la desaparición de estos grandes herbívoros. Sin embargo, hasta ahora, esta teoría carecía de evidencias paleontológicas directas.

Palaeoenvironmental reconstructions of the landscapes occupied by N. platensis in central Chile a, Xerophytic vegetation. b, Sclerophyllous vegetation. c, Valdivian and northern Patagonian forest vegetation. We used stable isotope analyses of modern vegetation and fauna (the deer P. puda), integrated with our analyses of N. platensis remains, to infer these individual scenarios. Source data
Palaeoenvironmental reconstructions of the landscapes occupied by N. platensis in central Chile a, Xerophytic vegetation. b, Sclerophyllous vegetation. c, Valdivian and northern Patagonian forest vegetation. We used stable isotope analyses of modern vegetation and fauna (the deer P. puda), integrated with our analyses of N. platensis remains, to infer these individual scenarios. Source data

Un estudio recientemente publicado en la revista científica Nature Ecology & Evolution, liderado por la Universidad de O’Higgins en colaboración con instituciones españolas, ha proporcionado la primera evidencia fósil directa que valida esta teoría en Sudamérica. Vale decir que, en Estados Unidos y otras regiones del mundo, la hipótesis del anacronismo meotropical ha sido explorada a través del estudio de mamuts y otros grandes herbívoros extintos. Sin embargo, en Sudamérica hasta ahora no existía evidencia paleontológica sólida que respaldara esta idea, a pesar de que el continente albergó una de las diversidades más notables de megafauna del planeta.

“Había algunas evidencias paleontológicas previas del consumo de fruta por parte de la megafauna, particularmente en mastodontes y perezosos gigantes en América del Norte. Pero en Chile y el resto de Sudamérica la evidencia era muy tenue y no era suficiente para poder determinar que la megafauna estaba consumiendo frutos. Entonces, lo que logramos nosotros es generar por primera vez una evidencia muy robusta de frugivoría por parte de la megafauna en Sudamérica. Ósea, evidentemente estaban comiendo frutas, pero para comprobarlo teníamos que tener la evidencia paleontológica. Es la primera vez que se pone a prueba la hipótesis del anacronismo neotropical a través de la paleontología”, agrega Erwin González-Guarda, Doctor en Paleontología y académico de la Universidad de O’Higgins, quien lidero la investigación.

En ese contexto, este estudio representa la primera evidencia fósil robusta que respalda la teoría de las anacronías neotropicales en Sudamérica. Para lograrlo, el equipo liderado por el Dr. González-Guarda analizó 96 dientes fósiles de Notiomastodon platensis, recolectados en un amplio rango geográfico que va desde Los Vilos hasta la isla de Chiloé, incluyendo restos significativos del sitio paleontológico de Lago Tagua Tagua.

Geographical setting of the samples studied from central Chile a, Geographical distribution of N. platensis in central Chile, marked by the locations where fossilized molars were unearthed. This map also highlights the areas from which both modern vegetation samples and contemporary deer specimens (P. puda) were collected to provide calibration for the N. platensis analyses. b–d, Sequential stages of landscape evolution during the Late Pleistocene: Last Glacial Maximum (b), Early to Mid Holoene (c) and Late Holocene (d). This temporal progression offers insights into the environmental changes that shaped the habitat of N. platensis. Source data
Geographical setting of the samples studied from central Chile a, Geographical distribution of N. platensis in central Chile, marked by the locations where fossilized molars were unearthed. This map also highlights the areas from which both modern vegetation samples and contemporary deer specimens (P. puda) were collected to provide calibration for the N. platensis analyses. b–d, Sequential stages of landscape evolution during the Late Pleistocene: Last Glacial Maximum (b), Early to Mid Holoene (c) and Late Holocene (d). This temporal progression offers insights into the environmental changes that shaped the habitat of N. platensis. Source data

Con el objetivo de reconstruir la dieta y el entorno de estos antiguos gigantes, los investigadores aplicaron una estrategia multiproxy que combinó tres métodos principales: análisis isotópicos – lo que permitió obtener una imagen detallada del entorno y de los hábitos alimenticios de los mastodontes-, observación microscópica del desgaste de los dientes y el estudio de pequeños cálculos fósiles adheridos a ellos.

“Los isótopos estables, específicamente de carbono, nos indicaron que los mastodontes en Chile estaban viviendo bajo bosques. Solo bajo bosques. Entonces, eso ya abre una probabilidad de que estuvieran consumiendo frutos, porque hay otros mastodontes, por ejemplo, en Ecuador, que vivían principalmente en ambientes abiertos de pastizales y que consumían principalmente pasto, hojas o brotes, que era lo más disponible”, puntualiza el académico de la Universidad de O’Higgins.

Stable isotope values (δ¹³C and δ¹⁸O) from South American gomphotheres Bioapatite mean δ¹³C (‰, VPDB) and δ¹⁸OCO3 (‰, VSMOW) values ±1 s.d. (from bones and molars of the gomphotheres N. platensis and Cuvieronius hyodon from South America). Both unpublished samples and previously published samples were used (see section N. platensis and C. hyodon (South America) in Supplementary Data). The δ¹³C values from the different localities showed statistically significant differences (Kruskal–Wallis, X² = 160.08, d.f. = 6, P 
Stable isotope values (δ¹³C and δ¹⁸O) from South American gomphotheres Bioapatite mean δ¹³C (‰, VPDB) and δ¹⁸OCO3 (‰, VSMOW) values ±1 s.d. (from bones and molars of the gomphotheres N. platensis and Cuvieronius hyodon from South America). Both unpublished samples and previously published samples were used (see section N. platensis and C. hyodon (South America) in Supplementary Data). The δ¹³C values from the different localities showed statistically significant differences (Kruskal–Wallis, X² = 160.08, d.f. = 6, P < 2.2 × 10⁻¹⁶). The δ¹⁸O values from the different localities showed statistically significant differences (analysis of variance, F6, 29.2 = 52.5, P < 0.001).

La observación microscópica del desgaste de los dientes y el estudio de pequeños cálculos fósiles adheridos a ellos, por su parte, ofrecieron una verdadera ventana al pasado y permitieron confirmar empíricamente algo que hasta ahora era solo una sospecha: que los Notiomastodon platensis consumían frutas y participaban en la regeneración de los bosques.

Esto gracias a que los expertos lograron identificar residuos de almidón y tejidos vegetales propios de frutos carnosos en los dientes fósiles de Notiomastodon platensis, lo que confirmaría de forma concluyente la frugivoría de estos animales y su rol como dispersor de semillas.

Microfossils from the dental calculus a–d, Reserve starches: globular (a), ellipsoidal aggregate (b), polyhedral (c) and starch with birefringence loss (d). e–g, Phytoliths: smooth spheroid (e), tracheid (Arecaceae type) (f) and altered spheroid echinate (g). h, Bulliform (Chusquea sp. type). i, Raphides. j–l, Sclereids: macrosclereid (j), brachysclereid (k) and osteosclereid (l). The concentration of microfossils in the samples was calculated independently on three slides by counting Lycopodium spores, which were added as an external marker.
Microfossils from the dental calculus a–d, Reserve starches: globular (a), ellipsoidal aggregate (b), polyhedral (c) and starch with birefringence loss (d). e–g, Phytoliths: smooth spheroid (e), tracheid (Arecaceae type) (f) and altered spheroid echinate (g). h, Bulliform (Chusquea sp. type). i, Raphides. j–l, Sclereids: macrosclereid (j), brachysclereid (k) and osteosclereid (l). The concentration of microfossils in the samples was calculated independently on three slides by counting Lycopodium spores, which were added as an external marker.

Entre las especies vegetales identificadas, una de las más destacadas fue la palma chilena (Jubaea chilensis), emblemática del Chile central y que hoy está en peligro de extinción. Este hallazgo confirma que el mastodonte se alimentaba de sus frutos, revelando un vínculo perdido entre esta especie y uno de sus antiguos dispersores.

Esta relación ecológica entre los grandes herbívoros y la vegetación habría sido fundamental para moldear el paisaje y la biodiversidad en zonas como el centro de Chile. “Especies como la palma chilena dependían de estos grandes herbívoros para dispersar sus semillas a grandes distancias, lo que facilitaba su persistencia, regeneración y expansión geográfica”, explica la Dra. Andrea Loayza, investigadora del IEB y coautora del estudio.

Por otra parte, para comprender el impacto de las funciones que se perdieron con la desaparición de la megafauna en Chile y el continente, los autores del estudio también utilizaron modelos de aprendizaje automático para evaluar el estado de conservación de plantas dependientes de megafauna en distintas regiones. Los resultados demostraron que hasta un 40 % de las plantas que dependen de la megafauna en Chile se encuentran actualmente en situación de amenaza, cifra que es cuatro veces mayor que la registrada en zonas tropicales donde todavía existen dispersores alternativos, como tapires o monos.

Así lo explica el González-Guarda: “Lo que nosotros explicamos en el artículo es que los bosques de Chile que tienen estos frutos grandes, como el queule, el belloto, la palma chilena, e incluso el fruto del copihue, son los bosques que corren el mayor riesgo de extinción de toda América porque no tienen estos grandes animales o medianos animales que pudieran dispersar estos grandes frutos. A diferencia de los bosques tropicales que tienen tapires y monos, que pueden dispersarlos, aunque no a grandes distancias”.

Percentage of tree species in two extinction risk categories Each bar differentiates between tree species with (1) and without (0) megafaunal fruits in four botanical regions in South America: Brazil south, Brazil west-central, Chile central and Mexico southeast. The conservation categories Low concern, covering the Near Threatened (NT) and Least Concern (LC) categories, and Under risk, covering the Vulnerable (VU), Endangered (EN) and Critically Endangered (CR) categories, are as defined by the I​U​C​
Percentage of tree species in two extinction risk categories Each bar differentiates between tree species with (1) and without (0) megafaunal fruits in four botanical regions in South America: Brazil south, Brazil west-central, Chile central and Mexico southeast. The conservation categories Low concern, covering the Near Threatened (NT) and Least Concern (LC) categories, and Under risk, covering the Vulnerable (VU), Endangered (EN) and Critically Endangered (CR) categories, are as defined by the I​U​C​

Entre las especies más impactadas, se encuentran el queule (Gomortega keule), la palma chilena (Jubaea chilensis) y la araucaria o pehuén (Araucaria araucana). Estas plantas, que dependían de los mastodontes para dispersar sus semillas, hoy persisten en poblaciones pequeñas y fragmentadas, con baja diversidad genética. Según el estudio, estos vegetales son vestigios vivos de una relación ecológica desaparecida, lo que incrementa su vulnerabilidad.

“Frutos grandes, dulces y de colores llamativos son señales de una relación antigua con la megafauna”, explica la Dra. Andrea Loayza, . “Muchas de estas especies vegetales parecen haber quedado ‘ancladas en el pasado’, adaptadas a interacciones ecológicas que ya no existen, lo que hoy limita su regeneración natural y aumenta su riesgo de extinción”.

En ese sentido, la investigación deja en evidencia cómo la desaparición de los mastodontes provocó la ruptura de relaciones coevolutivas que se mantuvieron durante milenios, dejando una huella ecológica duradera en nuestros ecosistemas, que sigue siendo visible miles de años después. “En nuestro país, la megafauna que se extingue hace 10.000 años todavía sigue teniendo consecuencias en nuestros ecosistemas”, agrega el líder de la investigación.

Por otra parte, también es importante destacar que este hallazgo cobra relevancia global en medio de un creciente debate sobre la de-extinción de especies y la restauración de funciones ecológicas perdidas. En los últimos años, diversas iniciativas biotecnológicas han propuesto «resucitar» grandes mamíferos extintos para recuperar antiguos ecosistemas y mitigar algunos efectos del cambio climático.

Ecosistema. Créditos: Mauricio Alvarez @mauricio_alvarez_art
Ecosistema. Créditos: Mauricio Alvarez @mauricio_alvarez_art

Uno de los casos más emblemáticos es la propuesta de restaurar la “estepa del mamut” en Siberia, donde se espera que la reintroducción de grandes herbívoros ayude a frenar el deshielo del permafrost y la liberación de carbono. Como explica el Dr. Erwin González-Guarda, la idea detrás de estos proyectos es que reactivar interacciones ecológicas antiguas —como el movimiento del suelo y la dispersión de semillas por parte de grandes animales— podría contribuir a conservar por más tiempo la materia orgánica atrapada bajo tierra.

Más allá del análisis fósil, los investigadores destacan que la paleontología puede ofrecer valiosas herramientas para enfrentar las crisis ecológicas actuales. Comprender las funciones que se han perdido con la extinción de ciertas especies, asi como sus consecuencias, puede permitirnos diseñar estrategias de conservación más efectivas y con una mirada de largo plazo. “El estudio de estas interacciones ecológicas no solo es relevante para entender el pasado. Tiene implicaciones muy concretas en las estrategias actuales de conservación y restuaración frente a la actual crisis climática y de biodiversidad”, añade Claudio Latorre, investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB).

Notiomastodon platensis. Créditos: Gabriel Diaz (@paleogdy)

En ese sentido, este estudio no solo entrega una pieza fundamental para comprender la evolución de los bosques sudamericanos, sino que también lanza una alerta sobre las consecuencias ecológicas de perder a los grandes dispersores de semillas, destacando la urgente necesidad de proteger la biodiversidad actual, antes de que otras relaciones ecológicas también se pierdan para siempre.

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