Gaviota de Franklin. Crédito: © Ivo Tejeda
Gaviota de Franklin. Crédito: © Ivo Tejeda

Las aves nos deslumbran con sus asombrosos cantos, particulares plumajes y fantásticos vuelos. Algunas, son capaces de cruzar continentes, cordilleras y océanos a través de extenuantes vuelos que las trasladan desde sus sitios de reproducción hacia sitios de invernada. Otras, sencillamente se desplazan por medio de trayectos de menores distancias o permanecen en un mismo sitio durante toda su vida, satisfaciendo allí sus requerimientos biológicos.

En Chile se han registrado alrededor de 520 especies de aves, lo que si bien, representa un número bastante menor que el de países vecinos, no resta importancia ya que muchos hábitats del país son mundialmente reconocidos como lugares críticos para algunas de ellas. En particular, ecosistemas como los humedales sostienen los ciclos de vida para numerosas especies de manera temporal o permanente en Chile, siendo los paisajes con mayor representatividad de avifauna.

Humedal de Putú. Crédito: © Patricio Guerrero.
Humedal de Putú. Crédito: © Patricio Guerrero.

En ese marco, ya se ha relevado la importancia de algunas regiones de nuestro país que se constituyen como lugares de gran importancia para las aves, como la región de Los Lagos con lugares como Chamiza y los humedales orientales de Chiloé o la región de Valparaíso, que alberga sitios como la desembocadura del río Maipo que es ampliamente reconocida como un sitio de enorme valor ecológico. Sin embargo, son muchas otras las regiones y sitios que a pesar de tener características que permiten el descanso, alimentación y reproducción de varias especies de aves, son aún muy desconocidos.

Chorlo chileno. Crédito: © Pío Marshall.
Chorlo chileno. Crédito: © Pío Marshall.

En este contexto, las costas de la región del Maule no son la excepción cuando de albergar a innumerables formas de vida se trata. Las vastas playas y extensiones de humedales dotan a la región de un alto valor ecológico y le confieren características idóneas que atraen a numerosas aves. Al respecto Sharon Montecino, profesional de la Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre de Chile (ROC) destaca “particularmente la zona costera comprendida entre las desembocaduras de los ríos Mataquito, Huenchullamí y Maule presenta distintos ecosistemas como playas de arena, dunas, estuarios, lagunas y humedales de distinto tipo, los cuales en su conjunto son hogar de decenas de aves residentes que habitan todo el año en estos lugares, así como a su vez residencias temporales para aves migratorias que provienen desde distintas partes del continente; la mayoría de ellas desde Norteamérica, pero también algunas desde Brasil, Perú, Argentina y desde el extremo sur de nuestro país”.

Desembocadura estero Junquillar. Crédito: © Patricio Guerrero
Desembocadura estero Junquillar. Crédito: © Patricio Guerrero

Es así como con la llegada de la primavera la variedad de aves en las costas maulinas se vuelve increíble, sumando a las especies residentes las numerosas bandadas de aves migratorias que ofrecen espectáculos en los que resplandecen grupos de cientos y miles de individuos en el cielo, quienes llegan hasta estas latitudes del centro-sur de Chile para descansar y alimentarse.

Gaviota de Franklin. Crédito: © Vicente Pantoja.
Gaviota de Franklin. Crédito: © Vicente Pantoja.

En este vasto y diverso territorio se reconocen numerosos sitios con importante diversidad de aves según la plataforma eBird, como la propia desembocadura del río Mataquito que a la fecha registra 134 especies, la playa y laguna La Trinchera que reporta 96, la desembocadura del río Huenchullamí que alberga 127, los humedales de Putú que registran 141, el humedal Junquillar con 110 y la desembocadura del río Maule con 119. Esto significa que hay alrededor de 140 distintas especies de aves en esta zona de la costa del Maule. ¡Todo esto en no más de 50 kilómetros!

Pilpilén común. Crédito: © Gabriela Contreras.
Pilpilén común. Crédito: © Gabriela Contreras.

A pesar de ser ambientes de una belleza única en nuestro país y de albergar una increíble diversidad de aves, estos se encuentran muy amenazados, como en general lo están los ecosistemas costeros en Chile. En el caso de los territorios entre las desembocaduras del Mataquito y el Maule las amenazas son diversas y de distintas escalas; hilos, anzuelos y otras artes de pesca provocan distintas afectaciones sobre las aves, tales como atrapamientos que impiden el desplazamiento o la alimentación, e incluso la amputación de extremidades; perros con o sin dueño que transitan por playas, dunas y humedales alterando el comportamiento de las aves y en ocasiones depredándolas, así como también a sus huevos o polluelos; tránsito de vehículos por ecosistemas costeros, que interrumpen el descanso y alimentación de diversas especies de aves y que atropellan a individuos adultos y aplastan huevos y polluelos; y el siempre latente riesgo de la extracción de áridos y la expansión inmobiliaria o urbana, que amenaza con fragmentar o hacer desaparecer ecosistemas a gran escala.

Crédito: Cortesía/ROC
Crédito: Cortesía/ROC

Afortunadamente, y tal como indica Patricio Guerrero, miembro de la Agrupación Conservación Maule-Mataquito (ADEMA) y profesional de la ROC, “hay buenos ejemplos de reducción de amenazas en otras partes del mundo y también en Chile, de hecho durante este verano estuvimos trabajando intentando enfrentar el tránsito de vehículos por playa La Trinchera, a través de instalación de señalética apoyada por la Municipalidad de Curepto y la presencia de monitores ambientales que difundieron información sobre esta amenaza a los vecinos y visitantes de esta playa.

Rayador. Crédito: © Pío Marshall
Rayador. Crédito: © Pío Marshall

A pesar de que no podemos hacer conclusiones tan pronto, igualmente vimos que menos vehículos ingresaban a la playa y algunos polluelos de pilpilén común lograron eclosionar. A aquello se le pueden sumar iniciativas como áreas de exclusión para la nidificación de especies amenazadas o la división de usos en la playa para que las aves logren reproducirse, pero también descansar y alimentarse”.

Rayador. Crédito: © Pío Marshall.
Rayador. Crédito: © Pío Marshall.

Lo anterior es un buen ejemplo de iniciativas que se pueden emprender para la conservación de esta impresionante red de humedales, playas y dunas, y son muchas otras las que se pueden tomar para reducir los niveles de amenazas sobre estos ambientes, como por ejemplo, apoyar programas municipales de esterilización de mascotas que redundaría en una disminución en la cantidad de perros presentes en áreas naturales, facilitar los canales de denuncia para que la ciudadanía participe en la fiscalización y alentar a las autoridades a aumentar las sanciones y multas a quienes ingresan en vehículos a las playas. “Las personas también podemos hacer esfuerzos” indica Guerrero. “No botar basura para no promover la formación de microbasurales, reducir la velocidad en los caminos que rodean los humedales y pasear a nuestras mascotas con correa en estos lugares pueden marcar diferencias significativas”.

Actualmente, el Programa de Soluciones Costeras de la Universidad de Cornell junto a la ROC y Manomet están ejecutando un proyecto de conservación de aves en las desembocaduras de los ríos Mataquito y Huenchullamí. En colaboración con las comunidades y autoridades locales, el proyecto enfoca parte de sus objetivos en construir sobre esfuerzos previamente realizados por organizaciones como CODEFF, el Sindicato de Pescadores de La Pesca Mataquito, las escuelas municipales de la zona, entre otras organizaciones de la sociedad civil y público en general.

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