Cuando nos llegó la invitación de Fundación Añañuca y Añañuca Ecoturismo para conocer la ruta científica de San Vicente de Tagua Tagua, que abarca la historia paleontológica, arqueológica y antropológica de la zona, no sabía muy bien qué me esperaría en el camino. Poco y nada había escuchado de esta localidad, más allá de su fuerte desarrollo agrícola, así que la sorpresa que me llevé durante el recorrido fue grande. Pronto descubriría que este rincón es en realidad una verdadera joya histórica con hitos como el cementerio de Cuchipuy, donde se han encontrado los restos óseos más antiguos de la zona central de Chile o el Pukará del cerro La Muralla, las ruinas de la fortaleza incaica más austral de la que se tenga conocimiento.

Pucará cerro La Muralla ©Romina Bevilacqua
Pucará cerro La Muralla ©Romina Bevilacqua

La aventura comenzó a las 11.00 am cuando nos reunimos con Cristián Escobar, encargado del Área de Ecoturismo de Añañuca y quien sería nuestro guía, en la Plaza de Armas de San Vicente de Tagua Tagua. El mismo lugar que hace más de 200 años fuera el patio de Carmen Gallegos, fundadora del pueblo. Ahí una figura de una criatura alada, con dos colas y acorazado de escamas, llamaba la atención. “Es el Monstruo de Tagua Tagua”, nos dijo Cristián, contándonos la historia de esta criatura prácticamente olvidada en Tagua Tagua y que sólo hace poco ha vuelto a resurgir.

Monstruo de tagua Tagua ©Romina Bevilacqua
Monstruo de Tagua Tagua ©Romina Bevilacqua

Cuenta la leyenda que esta bestia habría aparecido en 1784 y que “hacía muchísimo daño comiendo cuanto animal iba a beber a la laguna, hasta que con mucho silencio le esperaron 100 hombres con bocas de fuego y lo cogieron vivo”. Hoy se cree que la historia del monstruo en realidad habría surgido luego de que varios animales desaparecieran en la zona. ¿La razón? Aparentemente en la laguna Tagua Tagua era común encontrarse con chivines, unos islotes firmes tan resistentes que podían soportar el peso de una vaca o caballo. El ganado, mientras pastaba, podía subirse a ellos sin darse cuenta que el islote era arrastrado por la corriente y por ende desaparecía.

Cementerio de Cuchipuy ©Romina Bevilacqua
Cementerio de Cuchipuy ©Romina Bevilacqua

Nuestro próximo destino sería el cementerio de Cuchipuy, el cementerio arcaico más antiguo de Chile y uno de los más antiguos de América, donde se han encontrado restos óseos de hasta 8.070 años de antigüedad. Llegamos a la casa de Wilo Nuñez y su señora “Doña Rosa”, quienes nos dejaron pasar al terreno porque, aunque no lo crean, este cementerio en realidad solía ser parte de su jardín y sólo hace poco fue adquirido por la Municipalidad de Tagua Tagua.

algunos de los restos encontrados por los niños durante sus visitas educativas ©Romina Bevilacqua
Algunos de los restos encontrados por los niños durante sus visitas educativas ©Romina Bevilacqua

Cosas como ésta son comunes en la zona. Algo tan simple como plantar hortensias, puede terminar en el descubrimiento de un cuerpo completo de antiguos pobladores indígenas de San Vicente de Tagua Tagua, como le ocurrió a uno de los vecinos. Tanto así que Rosa, al igual que muchos otros habitantes, tiene un pequeño museo en su casa con objetos que ha encontrado en el jardín o en los alrededores: puntas de flecha, piedras horadadas e incluso un cuenco de cerámica pintado, que ella misma restauró. Son sus “tesoros” como les dice y su colección iguala –o supera– a la del museo local.

Doña Rosa y sus tesoros ©Romina Bevilacqua
Doña Rosa y sus tesoros ©Romina Bevilacqua

Hace años que en el cementerio de Cuchipuy ya no se hacen excavaciones ni investigaciones. Por ahora todo está detenido a la espera de que un investigador las retome. Pero hay quienes creen que ahí, en el cerrillo de Cuchipuy, habrían restos óseos aún más antiguos de los ya encontrados, incluso de más de 9.000 años de antigüedad. No sería raro, ya que allí ya se han encontrado hasta cuatro niveles de enterratorios esqueletales o cementerios sobrepuestos en estratos, muy bien conservados gracias a que, cuando se inundaba la laguna, traía minerales como el carbonato de calcio que ayudó a mantener los restos óseos en excelentes condiciones. Además, se sabe que en las riberas de la laguna habitaron grupos humanos hace al menos 12.000 años.

Réplica del Hombre de Cuchipuy ©Romina Bevilacqua
Réplica del Hombre de Cuchipuy ©Romina Bevilacqua

Por ahora,  este agujero en el suelo ostenta una réplica exacta del Hombre de Cuchipuy (8.070 años) y de vez en cuando revela otros tesoros a quienes se animan a conocerlo. Muelas, puntas de flechas, dientes de coipos y huesos humanos son algunos de los que los niños han encontrado en sus visitas educativas al sitio arqueológico. Aquí desde los 50 cm de profundidad ya se empiezan a encontrar interesantes hallazgos.

Pucará del cerro La Muralla

Pucará cerro La Muralla ©Romina Bevilacqua
Pucará cerro La Muralla ©Romina Bevilacqua

Seguimos nuestro camino hasta el cerro La Muralla. Ahora iríamos en busca de las ruinas del Pucará más austral del Imperio Inca, una fortaleza con más de 500 años de antigüedad donde también se han encontrado sectores de vivienda. Comenzamos a subir por el sendero del cerro, el mismo por el que cada segundo fin de semana de septiembre suben los peregrinos locales para celebrar a la virgen de Fátima.

Pucará cerro La Muralla ©Romina Bevilacqua
Pucará cerro La Muralla ©Romina Bevilacqua

Resulta extraño pensar que ahí, en el mismo cerro que muchos utilizan para practicar mountainbike o trekking, había tanta historia escondida. Una historia que pasa desapercibida, ya que lo que para unos puede verse como un montón de piedras acumuladas, para otros son señales del poblamiento de antiguas civilizaciones. Lo cierto es que del Pucará quedan sólo los cimientos. Esta estructura utilizada por mapuches, incas e incluso españoles hace cientos de años se ha visto degradada, en gran parte, por la acción humana. Sus piedras han sido utilizadas para hacer fogatas o asados y hace falta un ojo entrenado para divisar en muchos tramos los vestigios del murallón de 2,5 kilómetros que protegía la cima del cerro.

¿Y la laguna?

Vista desde la cima de La Muralla ©Romina Bevilacqua
Vista desde la cima de La Muralla ©Romina Bevilacqua

Ahí, desde la altura, teníamos una vista panorámica de lo que hace 200 años fue la laguna Tagua Tagua. Esa planicie hoy destinada a cultivos agrícolas como duraznos y ciruelas, en realidad fue una laguna de 13 por 10 kilómetros, incluso mayor que la laguna Aculeo. Esto, hasta que al dueño de estas tierras se le ocurrió desaguarla parcialmente para evitar sus inundaciones.

Piedra tacita. Son restos arqueológicos característicos de la zona central de Chile, que habrían sido elaborados por pueblos cazadores recolectores hace miles de años y se cree que eran utilizados para la molienda de alimentos como semillas ©Romina Bevilacqua
Piedra tacita. Son restos arqueológicos característicos de la zona central de Chile, que habrían sido elaborados por pueblos cazadores recolectores hace miles de años y se cree que eran utilizados para la molienda de alimentos como semillas ©Romina Bevilacqua

Hizo un túnel de cuatro kilómetros entre los cerros La Muralla y La Silueta, pero no todo salió como esperaba. El puente se derrumbó formando lo que hoy se conoce como “El Socavón” y la laguna comenzó a drenarse hasta que 80 años después, se secó por completo. Este desastre ecológico terminó por erradicar del área la gran biodiversidad que habitaba en la laguna y entre las que se encontraban cisnes de cuello negro, taguas, flamencos chilenos y espátulas, entre otros. Pero también reveló algo inesperado: enormes huesos de fauna pleistocénica que correspondían a 13 gonfoterios (unos animales parecidos a los mastodontes). De hecho este es el lugar donde más restos de estos animales prehistóricos se han encontrado en Sudamérica.

Museo Escolar Laguna Tagua Tagua ©Romina Bevilacqua
Museo Escolar Laguna Tagua Tagua ©Romina Bevilacqua

Para conocer más acerca de estos, nos dirigimos al Museo Escolar La Laguna. Allí, pudimos ver una réplica de costilla de gonfoterio –bastante grande considerando que alcanzaban una altura de 2 a 3 metros aprox.–; descubrimos que los habitantes del pleistoceno utilizaban la laguna para cazar a estos representantes de la megafauna local, ya que al quedar atrapados en el barro, eran atacados con lanzas y piedras; aprendimos que desde 2015 hasta ahora ya se han encontrado 23 sitios arqueológicos dentro de la cuenca de Tagua Tagua y vimos otros vestigios de los periodos paleoindio, arcaico y agroalfarero, en piezas como puntas de proyectil, cerámica prehispánica, piedras pulidas como toki kuras, horadadas, morteros y manos de moler, entre otras.

Representación gonfoterio ©Romina Bevilacqua
Representación gonfoterio ©Romina Bevilacqua

Y por si fuera poco a sólo metros del museo, en un terreno de cultivo, incluso pude sostener en mi mano pequeñas conchas de tropicorbis taguataguensis, unos caracoles minúsculos ya extintos, que han sido datados entre los años 10.250 A.P y 6.150 A.P. Un buen cierre para esta salida, que dejó de manifiesto que aún después de más de 170 años en los que la laguna ha permanecido vacía, y tras 70 años de trabajar estas tierras para cultivos, se pueden encontrar a simple vista vestigios de lo que alguna vez fue la vida en la laguna de Tagua Tagua.

Tropicorbis taguataguensis ©Romina Bevilacqua
Tropicorbis taguataguensis ©Romina Bevilacqua

Si quieren conocer más sobre la historia que se esconde en este lugar, pueden revisar las actividades que Añuñuca Ecoturismo organiza en la zona, como sus paseos en kayak por el socavón y que llevan hasta los sitios Tagua Tagua 1 y Tagua Tagua 2 donde se encontraron los restos de gonfoterio, o sus ciclotour arqueológicos en los alrededores de la laguna.

El próximo Ciclotour Arqueológico y Paleontológico será el domingo 5 de agosto y es completamente gratuito y abierto a la comunidad. Desde 09.30 a 14.00 h.
El Paleokayak se realiza de diciembre a abril. Consiste en una navegación en aguas tranquilas para conocer los sitios paleontológicos de megafauna y en una visita guiada al Museo Escuela Laguna Tagua Tagua.
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