Investigadores en Guatemala han realizado ocho censos de poblaciones del manatí antillano o del Caribe ( Trichechus manatus manatus) desde 2006. Crédito: © USFWLH
Investigadores en Guatemala han realizado ocho censos de poblaciones del manatí antillano o del Caribe (Trichechus manatus manatus) desde 2006. Crédito: © USFWLH

En el departamento de Izabal, en Guatemala, hay un municipio llamado El Estor que se sitúa en la costa del Lago de Izabal, el más grande de este país centroamericano. Es un municipio pequeño, con una población estimada en 40 mil habitantes, que además cuenta con más de 130 aldeas rurales, con cerca de otros 80 mil habitantes, enclavadas en un gran territorio lleno de verdor. En la entrada, las figuras gigantes de dos manatíes cargan el nombre del pueblo. La radio local, Radio Manatí, transmite en el dial 101.5 FM. Hay una revista local llamada Manatí, y las imágenes de este mamífero adornan los muros del principal estadio local. El manatí está por todos lados: los niños aprenden temprano sobre este mamífero y en algunas ocasiones es posible verlo apareándose frente a las costas del lago.

Los cuerpos de agua más importantes en esta zona para esta especie son también el río Sarstún, el Golfete, la bahía La Graciosa, el humedal formado en la desembocadura del río Polochic, la bahía Santo Tomás de Castilla, el río Oscuro y un conjunto de lagunas ubicadas en la desembocadura del río Chocón Machacas. Pero, pese a contar con una variedad de espacios, algunos protegidos, como hábitat natural en esta región, el manatí antillano, también conocido como manatí del Caribe (Trichechus manatus manatus) es una especie que está amenazada.

Al menos dos o tres veces al año, los pobladores encuentran sus restos flotando en el agua. Otras veces, en el poblado corren los rumores sobre jornadas en las que los pescadores salen a la caza furtiva de este mamífero que, en su entorno natural, no tiene depredadores. No es tampoco inusitado que a oídos de los activistas y defensores de este carismático animal llegue información de que algún espécimen, pequeño o grande, ha quedado atrapado en las redes de trasmallo de pescadores ilegales, conocidos como «jaladores», que usan enormes aparejos que arrastran por todo el lecho del lago, llevándose todo a su paso.

La población del manatí se concentra ahora en la Florida y Centroamérica. Esta especie no tiene predadores naturales, pero se encuentra amenazada, según la IUCN. Crédito: © FDN Guatemala.
La población del manatí se concentra ahora en la Florida y Centroamérica. Esta especie no tiene predadores naturales, pero se encuentra amenazada, según la IUCN. Crédito: © FDN Guatemala.

En la Fundación Defensores de la Naturaleza (FDN), la principal organización vinculada a la educación y protección de este increíble animal, saben muy bien que el manatí es una especie amenazada. Saben, también, dónde se mueven y evalúan constantemente el estado de las poblaciones del manatí: Desde 2006, FDN ha elaborado siete de los ocho censos poblacionales sobre el manatí. Los resultados, apunta Heidy Amely García, bióloga y activista de FDN durante más de 17 años, han permitido determinar que las poblaciones han guardado cierta estabilidad: «El último censo data de 2015, en el que se contabilizaron 151 manatíes adultos y 16 crías o adolescentes. Esta data corresponde a todo el país, no solo a un área específica».

La mayor parte del trabajo de Defensores de la Naturaleza se circunscribe dentro de la Refugio de Vida Silvestre Bocas del Polochic (RVSBP), que está situada dentro del departamento de Izabal. Los censos son trabajos arduos, de varias semanas, en el que los especialistas sobrevuelan con una avioneta de ala corta las cuencas hidrográficas a una altura lo suficientemente prudente para hacerlo seguro, pero también que permita avistar especímenes sin mayor esfuerzo. En esto contribuye el manatí, un mamífero que nada a poca profundidad, entre los cero y veinte metros, que además es el herbívoro más grande del océano y que, dado su comportamiento social y hábitos, generalmente nada en compañía de otros especímenes.

Observa: Manatíes apareándose en la costa de El Estor, en el Lago de Izabal, en Guatemala ↓

 

García ha participado en estos censos. Generalmente los sobrevuelos se hacen con tres observadores, más un piloto experimentado. Se requieren experiencia y protección como anteojos de sol para evitar daños por el reflejo de la luz en los espejos de agua. «El observador principal debe tener más de 100 horas de vuelo, debe conocer la técnica, que pueda identificar que aquello que ve es efectivamente un  manatí. Hay que dar vueltas en círculos para saber si hay crías, si son uno o dos. Hay que tener buen ojo, hay también que tener una planificación, las rutas, y los observadores deben tener experiencia observando vida silvestre. Es muy importante el horario. En Guatemala, para lograr cubrir toda la costa, se comienza en la zona de Izabal y el sobrevuelo dura entre cuatro y cinco horas. Se divide el territorio en secciones. Lo hacemos en cuatro: el norte, en el límite con Belize; la entrada al río Dulce es otra sección. Después todo el lago de Izabal es otra sección y, finalmente, la costa que termina en la frontera con Honduras«, explica. 

En estos censos, Defensores de la Naturaleza ha contado con la asesoría técnica de una especialista como la PhD. Ester Quintana Rizzo, quien ha sido autora de algunos de los estudios más importantes sobre esta especie en esta región. Durante estos estudios se han logrado identificar algunas amenazas y —sobre todo— el deterioro de los espacios y hábitats de este mamífero. Un estudio de la autoría de Quintana Rizzo analizó los parámetros físico-químicos de las aguas para intentar descifrar si estaba relacionado con los avistamientos. En conclusión, de determinó que ninguno de estos parámetros guardaba relación con la presencia de los manatíes, que son animales dóciles, poco agresivos, pertenecientes al reino de los sirenios, que alcanzan a vivir hasta 60 años y que los especímenes adultos pueden pesar hasta 600 kilogramos. El hábitat de estos mamíferos, cuyo pariente más cercano es el elefante, se extiende desde el estado de la Florida, en EE. UU., hasta Brasil.

Entre las amenazas al manatí se encuentran las actividades humanas incluyen enredos (en artes de pesca o escombros), atrapamiento en estructuras y tuberías de control de agua, exposición a contaminantes, ingestión accidental de escombros y aplastamiento. Crédito: © USFWLH
Entre las amenazas al manatí se encuentran las actividades humanas incluyen enredos (en artes de pesca o escombros), atrapamiento en estructuras y tuberías de control de agua, exposición a contaminantes, ingestión accidental de escombros y aplastamiento. Crédito: © USFWLH

Sin embargo, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) ya documentó que el manatí se encuentra extinto en algunos hábitats donde antes era común, principalmente en regiones insulares en el Caribe, como: Anguilla; Antigua y Barbuda; Aruba; Barbados; Bonaire, Saint Eustatius y Saba; Dominica; Granada; Guadalupe; Martinica; Montserrat; Saint Barthélemy; Saint Kitts y Nevis; Santa Lucía; Saint Martin; San Vicente y las Granadinas; Saint Maarten. Este es el principal motivo por el que se hacen necesarios todos los esfuerzos por protegerlo, resguardar su hábitat y educar para garantizar su supervivencia, especialmente en Guatemala, donde FDN busca que no sea solo símbolo local en todo el departamento de Izabal, sino que pueda también ser una especie patrimonio.

Distribución del manatí y ubicación de los cadáveres entre 2003 y 2016. Crédito: © Machuca y Coronado (2016)
Distribución del manatí y ubicación de los cadáveres entre 2003 y 2016. Crédito: © Machuca y Coronado (2016)

«El manatí es una especie poco estudiada en el país aunque en los últimos años se ha realizado investigación científica y generado información sobre su estado poblacional, preferencias de hábitat, variabilidad genética y comportamiento (…) Esta especie en Guatemala se encuentra categorizada en peligro grave según lo establecido en la Lista de Especies Amenazadas (LEA) del Conap, por lo que su uso se limita únicamente a investigación científica«, apunta un estudio titulado «El manatí antillano Trichechus manatus manatus (Sirenia: Trichechidae) en Guatemala: amenazas y procesos de conservación», por los investigadores Oscar Hugo Machuca Coronado y Mildred Fabiola Corona Figueroa.

En 2015 se logró que el Estado guatemalteco, en la figura de la Comisión Nacional para las Áreas Protegidas (CONAP), diseñara la «Estrategia Nacional para la Conservación del Manatí (Trichechus manatus manatus) y su hábitat en Guatemala», un documento que sentó las bases para el trabajo mancomunado entre distintas organizaciones, estatales o no, en beneficio de la conservación de esta especie. Este documento se centró básicamente en dos aspectos principales, como (1) Proteger y monitorear la población actual de manatíes en la región del Caribe guatemalteco; y (2) Aumentar la valoración social y cultural del manatí en su área de distribución natural en Guatemala.

Desde entonces, apunta García, se estableció un protocolo de actuación en caso de varamiento de manatíes, también se diseñó y estandarizaron los métodos y prácticas para la recuperación, catalogación y resguardo de osamentas de manatíes; se creó también un Comité Científico, conformado por biólogos, científicos y expertos, como un ente de asesoría, consulta y desde el cual se elaboran también estrategias para la protección del manatí del Caribe. «La idea es mantener toda la gestión y gobernanza en torno a la especie. Unificar metodologías de monitoreo. Organizar muy bien esta parte, contando con asesoría del sector académico. Luego está también la parte de investigación y monitoreo. Control y vigilancia, denuncia, decomisos«, destaca García.

Pero esto no ha sido suficiente. Anualmente se reciben entre 15 y 18 denuncias de cacería furtiva de manatíes, que también son vendidos por su carne. García revela que un kilo de carne de manatí puede costar entre 5 y 10 quetzales, que equivalen a 0,66 y 1,30 dólares estadounidenses. «La gente suele comerlo, dicen que tiene variados sabores. Es más un tema local, vinculado a seguridad alimentaria. Queremos retomar una investigación de comprar carne en los mercados para determinar en qué establecimientos lo venden. También en la zona se considera que una fracción del oído del manatí es considerada un amuleto. Dependiendo de la región, puedes encontrar cacería de este animal y acá es donde precisamos mayor educación a la ciudadanía, pero también más control por parte de las autoridades«.

La Fundación Defensores de la Naturaleza educa sobre este mamífero e invita a denunciar su caza. Crédito: Cortesía FDN.
La Fundación Defensores de la Naturaleza educa sobre este mamífero e invita a denunciar su caza. Crédito: Cortesía FDN.

Tanto FDN como las organizaciones vinculadas, entre las que figura CONAP, requieren de mayores apoyos, especialmente en la parte judicial. Son pocas las denuncias o casos que llegan a etapa conclusiva, con sentencias ejemplificantes que contribuyan a disminuir los índices de impunidad en delitos contra la fauna. Pero también necesitan asegurarse de que los hábitats puedan en efecto ser protegidos, evitando el uso de agroquímicos, respetando los cultivos tradicionales para evitar que las aguas de lluvia arrastren estos hacia el agua, y disminuyendo los índices de cacería furtiva para poder garantizar la rehabilitación y crecimiento de las poblaciones.

Una de las principales limitantes es también el financiamiento de acciones y programas. Aunque en FDN ya hacen programas educativos con niños y comunidades, en los que enseñan sobre el manatí y sus ecosistemas. Los activistas, científicos y docentes trabajan en escuelas, también con otras organizaciones aliadas. Planifican obras de teatro, juegos, actividades didácticas. Emprenden campañas educativas, monólogos, difusión en radio y televisión, distribuyen materiales como afiches o posters con llamados a denunciar la cacería y además instruyendo a pescadores a cuidarlos y protegerlos. El manatí, en esta región, es un tesoro muchas veces poco apreciado.

—¿Cuáles son los principales desafíos para FDN? ¿Dónde hacen falta mayores esfuerzos o respaldos?

Una de las principales limitantes es la parte financiera, no hay una asignación presupuestaria para trabajar el tema. Y esto siempre tiene un impacto, porque te permite articular más acciones, permite que puedas investigar, hacer monitoreos o ser más eficiente. Lo otro es que hace falta mucha voluntad para aplicar la Ley. Hay leyes que favorecen la protección de esta especie. Pero es necesario hacer que estos procesos lleguen a una condena o sanciones. Eso sería ideal. Que los casos finalicen con una condena es lo más importante y eso no pasa muy seguido. Queremos que las muertes del manatí dejen de ser vistas como daño colateral de otras actividades como la pesca. También está la parte social, que tiene mucho que ver con la generación de empleo y oportunidades; con generar nuevas opciones para los pequeños pescadores y que estos no actúen al margen de la Ley. Pero no se ha logrado llegar a nada. Sin embargo, nos mantenemos optimistas y creemos que en la unión está la fuerza. Como fundación estamos apoyando en la administración de estas áreas protegidas y reservas de biodiversidad, pero si pudiéramos tener un programa más robusto dirigido por el ente rector lograríamos hacer más.

—¿Cuál es el mensaje más importante a la ciudadanía, a las organizaciones, a los organismos estatales y, finalmente, a los que leerán esto fuera de Guatemala?

Como defensores de la naturaleza hacemos un llamado consciente para que los esfuerzos dedicados a la conservación y protección del manatí no sean restringidos a un solo país. Esta es una responsabilidad que tenemos todos, la de cuidar a una especie carismática, que una especie centinela, indicadora del bienestar de los ecosistemas, una especie bandera, reguladora de hábitats, que recicla, que brinda incontables beneficios. Es una especie que enfrenta muchas amenazas, que es sumamente indefensa. El manatí no se puede defender por sí solo. Se enfrenta a la perdida de su hábitat, por eso debemos cuidar más nuestra relación con este y su hábitat natural. Se le causa mucho daño con las colisiones, con lanchas rápidas, con el uso de agroquímicos, con la pesca de arrastre. La combinación de todas estas actividades y dinámicas configuran riesgos y amenazas grandes para la especie. Está todo encadenado: en la medida que vayamos destruyendo su espacio, todos nos veremos también afectados. Lo más importante es protegerlo.

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