En medio de una crisis climática y sequía extrema que afecta a parte importante de la zona centro del país, este invierno ha sorprendido a la ciudadanía con un espectáculo blanco que ha cubierto gran parte de los Andes chilenos. Este sistema frontal ha venido acompañado de precipitaciones en forma de lluvia y nieve por las bajas temperaturas, que convirtieron el evento meteorológico en un espectáculo que ha cautivado a muchos a través de las redes sociales

Río Futaleufú nevado. Créditos: ©Felipe Nieto
Río Futaleufú nevado. Créditos: ©Felipe Nieto

Sin lugar a dudas, cada evento de este tipo es celebrado por ser capaz de limpiar nuestros contaminados cielos, mientras recordamos la importancia de la nieve en la recarga de los ríos y aguas subterráneas durante ese proceso. Para muchos, estas nevadas nos dejan bellísimas postales y una buena excusa para pasar un buen rato con la familia y amigos. Aunque, para otros estos días han traído a la luz uno de los eventos meteorológicos más impactantes de los últimos años.

El terremoto blanco ocurrido en agosto de 1995, sigue activo en la memoria colectiva de quienes habitan alguna de las zonas cordilleranas del sur de Chile. Considerado el peor desastre climático de la zona en los últimos 40 años, afectó a cientos de comunidades desde el Maule hasta Magallanes. Este frente invernal, dejó en su paso cerca de 10.000 a 12.000 familias afectadas, además del impacto en las poblaciones de especies nativas, como el huemul y las evidentes complicaciones en las actividades ganaderas. A esto, es fundamental sumar los problemas de conectividad, que sin duda profundizaron los desafíos para ir en ayuda de los damnificados.

Terremoto blanco de 1995 en Magallanes. Foto Archivo: ©La Prensa Austral
Terremoto blanco de 1995 en Magallanes. Foto Archivo: ©La Prensa Austral

Poco se sabe de cómo se vivió este fenómeno en una de las comunas más aisladas de la Patagonia; Futaleufú. Esta localidad se encuentra a 156 km de Chaitén y solamente 10 km de Argentina. Actualmente, gracias a sus prístinas aguas, es reconocido mundialmente como uno de los mejores ríos para la práctica del kayak y el rafting. Además, este lugar ha captado la atención del mundo al convertirse en uno de los 100 destinos sostenibles del planeta. La cultura gaucha de esta zona, tiene un estrecho vínculo con las condiciones climáticas extremas, que dan origen a este paisaje “pintado por Dios”. Como menciona Natalia Ibañez, oriunda de Futaleufú, el vínculo con las aguas del Futaleufú “ha forjado la identidad y arraigo de la cultura pilchera, tropera y de nosotras como mujeres”. Para quienes habitan este territorio hace varias décadas, cuando comienza a caer la nieve, entre mate y mate, es difícil no recordar el terremoto blanco de 1995. El pequeño poblado de ese entonces, vivió una de las condiciones meteorológicas más extremas de las últimas décadas. Aún no existe otro evento que se parezca a aquel, transformando este hito en los relatos locales como un punto de comparación temporal; “antes o después de la nevada”. De la misma manera, que se suelen referir a la erupción del volcán Chaitén del 2008; “antes o después del volcán”.

La señora Clarina Velasquez, oriunda de esta comuna y nieta de los primeros habitantes de este pequeño pueblo, comenta que cuando comenzó fue todo repentino. En ese entonces, ella fue la primera paramédica del pequeño hospital de Futaleufú. Hoy con 81 años, jubilada luego de 50 años de servicio, nos cuenta cómo vivió la gran nevazón que hoy vuelve a nuestra memoria alrededor del fuego. Esta nevazón se dio en medio de una época de usar vela y chonchón, entre medio de muchos cortes de luz, de compras apuradas, por miedo al desabastecimiento y con la radio jugando un papel fundamental en la comunicación y la información entre los vecinos y vecinas de Futaleufú. En aquel entonces, el hospital de Futaleufú no contaba con la infraestructura y cantidad de personal actuales. Era una casita pequeña, con apenas 10 funcionarios y funcionarias que debían cumplir distintas labores. La señora Clarina estaba de turno y le correspondía dormir en el hospital para atender a quienes la necesiten. Afortunadamente, menciona que esa noche que comenzó a nevar, no hubo urgencias graves. En uno de sus recorridos nocturnos, prendió una vela para visitar al único paciente que estaba hospitalizado y se dio cuenta que estaba nevando con tal intensidad que se comenzó a acumular en las puertas del hospital. Recuerda con gracia que cuando el resto de sus compañeros y compañeras llegaron cerca de las 8 am, ya era muy difícil abrir las puertas porque la nieve estaba muy alta. A los pocos días, ya se conocía este evento, como el “Terremoto blanco de Futaleufú”.

Gustavo Ibañez es nacido y criado en Futaleufú, como suele decirse acá. Desde pequeño ha estado ligado a la vida del campo y al emprendimiento comunal. Como presidente de la Junta de Vecinos del sector Río Azul, reflexiona sobre el rol de la nieve, que actualmente presenta casi un metro de acumulación en su localidad. Gustavo dice que “para mí la nieve es lo mejor que puede ocurrir. La persona que toma la decisión de vivir en “Futa”, en un lugar con nieve y frío, aprende a convivir con esto que nos entrega la fuente de agua para el verano”. La nieve le enseña que hay que prepararse durante el verano. Ansía vivir inviernos como antes, donde los ríos crecían por la nieve que se acumulaba en la cordillera y cree que este verano se reactivarán arroyos que hace años que se secaron.

Gustavo Ibanez en sector El Azul, Futaleufú. Créditos: ©Ana Casanova
Gustavo Ibanez en sector El Azul, Futaleufú. Créditos: ©Ana Casanova

Actualmente, nos encontramos con un Futaleufú no muy diferente. Durante las intensas nevazones, las caídas de árboles generan cortes de luz y problemas de conectividad, que nos recuerdan el aislamiento que afecta a la comuna. Si bien, la caída de esta cantidad de nieve dificulta el trabajo de muchos campesinos y campesinas, estos hechos recuerdan inviernos que actualmente son añorados en este valle de aguas salvajes. Para Raimundo Vives, geógrafo de la Fundación Futaleufú Riverkeeper, “la acumulación de nieve en las altas cumbres cumple un importantísimo rol, al conformar una reserva de agua para las temporadas estivales”. En Futaleufú, muchos de los pequeños arroyos y vertientes que descienden de las montañas y alimentan las aguas subterráneas, se han secado en el verano durante los últimos años. Esto es debido a la disminución de las lluvias y la escasa cantidad de nieve almacenada en las altas cumbres, disminuyendo la disponibilidad de agua durante las épocas de verano, y contribuyendo a la escasez hídrica, especialmente en los sectores rurales. “Aunque parezca poco creíble para esta región, la situación ha derivado en que se ha optado por abastecer con camiones aljibe a la comunidad”, afirma el geógrafo.

Es posible que julio continúe marcado por el sistema frontal que actúa sobre el país. Este frente podría traer nuevamente la lluvia y nieve hasta la región de Coquimbo. Si bien la escasez hídrica actual requiere de que estos eventos se mantengan en el tiempo, la nieve juega un papel fundamental al alimentar quebradas, esteros y ríos, que aportan con sedimentos y nutrientes a las zonas costeras de nuestro país. En Futaleufú necesitamos de estos efectos metereológicos para asegurar el agua de quebradas y ríos, que en épocas de verano adquieren mayor relevancia en el abastecimiento de este elemento vital a quienes viven en zonas aisladas. Hoy la nieve es señal de abundancia, un regalo de la Tierra traducido en fertilidad para Futaleufú y sus alrededores.

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